(Edit 15/diciembre/2016: Ey, nuevos lectores, ¿qué hay? Ya, ya. Si apenas leen este fic, notarán con el paso de los capítulos que yo el año pasado intenté subir un capítulo por día, y funcionó bastante bien los primeros nueve capítulos, pero al final no pude por problemas familiares, problemas que, podrán notar por la primera nota que dejé al principio de este cap, tuve desde el principio. De esos problemas que no tienen solución.
En fin, los últimos capítulos no los subí el día que debería, sino días y hasta meses después. Acabo de subir el último. Sé que al subir esto estamos a 15, pero ¿podrían respetar mi deseo de leer un capítulo por día? (este fic está destinado a empezarse a leer un día 13, así que si hoy es 15 para estar al corriente se deben leer 3 y así uno por día hasta el día de Navidad) Sé que es poco probable que me concedan este deseo, pero hice este fic pensando en eso, y sé que a veces no hay forma de saber si algún lector lo está leyendo así. Sea como sea, quiero que la historia les guste, significa mucho.
Y he corregido algunos errores de los capítulos jeje)


Que sepan que éste es un fanfic de Navidad con historias medio random, para que se relajen un poco y así yo pueda escribir algo distinto a mis otros fanfics
Se me ocurrió casi de improviso, empezar a subirlo es más un impulso que otra cosa, no tenía idea de que empezaría esto hace una semana...

Por un momento creí que no subiría el fic hoy, tuve algunos problemas familiares, por lo que salí de la ciudad el viernes y, de hecho, volví hace unas horas

Cielos, ni siquiera sé si podré completar los 12 días antes de Navidad...


Doce días

capítulo 1: Faltan doce días para Navidad.

Las tres niñitas iban con su padre por el centro comercial, las pequeñas volaban de un lado a otro sin parar, dejando sus estelas de color por el lugar. ¡Y es que amaban la Navidad! Y la segunda cosa que amaban más que los regalos era decorar su hogar.

Las niñas entraron a una tienda repleta de luces navideñas, adornos, árboles de Navidad, dulces, todo acompañado con villancicos navideños, dando un ambiente mágico al lugar.

—Ustedes escojan los adornos, yo volveré en un momento.— les dijo el Profesor, quien en secreto se escabulló para hacer sus compras. Los regalos para sus hijas se iba a buscar.

Y las niñas reían mientras todo querían tocar. Un juego de luces que brillaban en espiral, colores que no dejaban de parpadear, las luces que parecían correr, las que se encendían mientras otras se apagaban y aquellas que siempre estaban encendidas, inclusive tenían un botón que la música hacía sonar.

Árboles navideños, reales o artificiales, uno aún tenía una ardilla escondida. Había árboles con los adornos ya incluidos, había algunos que brillaban por sí mismos, había unos de colores, el azul, el rojo, el verde. Había pequeños, había grandes, ¡había enormes!

—¡Yo quiero ese!— exclamaron las hermanas al unisono, señalando tres árboles pequeños de sus respectivos colores, ideales para adornar su habitación.

Siguieron la búsqueda de adornos, contemplando el pequeño ferrocarril, los cientos de juguetes en las estanterías, los cascanueces, las figuritas de Santa, de los renos, de los duendes, las del nacimiento, de los ángeles, el pequeño niño Jesus, María, los Reyes Magos.

A Burbuja le asustó un enorme adorno de Santa Claus que comenzó a bailar y a cantar, también detestó la enorme fila que tuvo que hacer junto a otros niños para poder hablar con el Santa "real" aunque sus hermanas sabían que no era el real.

Se probaron los gorritos de Santa, de duende, de reno, tomaron unas botas que claramente eran para adornar y meter dulces y se las pusieron en los pies, lo que provocó que un empleado las comenzara a regañar.

Para la sala de su casa, las niñas escogieron un esplendido árbol, que había que mencionar, era real, aún tenía ese olor a bosque impregnado en sus ramas.

Una hora después el Profesor regresó cargado de bolsas que dentro contenían regalos secretos que no podían ser descubiertos hasta la mañana de Navidad. Las niñas volaron hasta él para un fuerte abrazo dar, mas las compras de su padre terminaron por derribar.

Las niñas no querían irse, pues habían muchos juguetes que querían admirar, habían muchos adornos que querían contemplar, incluso algunos niños decían que estaban regalando galletas en la pastelería. Pero el Profesor les negó, ya había oscurecido, a casa debían regresar, afuera hacía un frío invernal, pero al llegar chocolate caliente iban a tomar.

Se dirigieron a la salida, primero por las escaleras eléctricas tuvieron que bajar. Al bajar las niñas no podían dejar de mirar el gigantesco árbol que adornaba el centro comercial que tenía, justo en la cima, una estrella brillante y celestial.

—¡Ay no! ¡la estrella!— exclamó Bombón, mostrando preocupación—. Hemos olvidado la estrella.

La estrella era el elemento más importante del árbol, todos los años las niñas competían por ser las privilegiadas en poder poner la estrella en lo más alto.

—Vayan rápido por la estrella, niñas, nos vemos en la salida.— les dijo el Profesor con una sonrisa, al tiempo en que sus hijas partían.

A una tienda cercana entraron volando, viendo las estrellas que ahí había. Bombón y Bellota revolvieron todo para encontrar la perfecta, había doradas, de cristal, plateadas, de colores, luminosas, con múltiples picos o con sólo cuatro. Cesaron la búsqueda al darse cuenta de que la hermana más pequeña no estaba a su lado.

—Burbuja, no te distraigas.— dijo Bellota, enojada.

—Miren eso.— señaló Burbuja con voz chillona y sorprendida.

En lo alto de la estantería, no era una estrella pero sí parecido. Un ángel precioso, de alas blancas con brillos plateados, vestido centelleante, ojos cerrados con expresión serena. Un ángel para la cima del árbol, inusual para su familia, pero algo nuevo mal no les haría. Las tres sonrieron con alegría, habiendo escogido el adorno indicado.

Bombón voló, tranquila, a lo alto para alcanzarlo. Estuvo por ponerle una mano encima cuando le fue arrebatado.

—¿Ah?— se sorprendió la pelirroja.

Un empleado a unos escalones había subido para tomarlo primero, bajó y le entregó el ángel a una niña que ahí esperaba, la cual lo recibió, ufana.

—¡Princesa! ¡nosotras lo vimos primero!— reclamó Bellota, llena de enfado.

—Pues yo lo tomé primero.— habló la millonaria con orgullo, mostrándoles la lengua con burla.

—Era el único.— dijo Burbuja, a poco de comenzar a lloriquear.

—Era el último.— afirmó sin dudar.

Al segundo siguiente la tienda fue invadida por los sirvientes de la niña, quienes se comenzaron a llevar todo sin parar.

—¿Qué estás haciendo?— preguntó Bombón, indignada.

—Mi casa es muy grande, necesito todo esto para adornarla.— dijo la Princesa con sosiego.

—Pero ¿que hay de las familias que no han hecho sus compras?— habló la pequeña Burbuja, con tristeza en su corazón.

—¡Arruinarás la Navidad!— le gritó Bellota, con mal humor.

—Creí que habían entendido la idea.— se burló Princesa sin consideración—. Nada podrá impedirlo porque estoy comprando todo legalmente. Compraré todos y cada uno de los adornos navideños de esta ciudad, hasta la esfera más pequeña, así nadie disfrutará la Navidad. ¡Ja, ja, ja, ja, ja!

—Y después te enojas cuando Santa sólo te trae carbón.— reprochó Bombón—. Vámonos de aquí, niñas, o nos va a contagiar su amargura navideña.

Las tres Superpoderosas, decepcionadas, se dirigieron a la salida donde su padre las esperaba. Las niñas sabían que detrás de sí las tiendas eran saqueadas, los juguetes eran arrebatados de los niños y las luces navideñas eran empaquetadas y guardadas para, probablemente, no volver a alegrar a nadie nunca más, pero todo siendo debidamente pagado con tarjeta de crédito.

Princesa nunca mostró arrepentimiento por sus malas acciones, así que se fue sin cavilaciones, dirigiéndose a la salida directo a su limusina. Un sonido la apartó de su camino, los niños huérfanos sus villancicos aún cantaban con alegría.

Era Rodolfo un reno
que tenía la nariz,
roja como un tomate
y de un brillo singular.

Todos sus compañeros,
se reían sin parar,
y nuestro buen amigo
no paraba de llorar.

La canción era tan desafinada que los oídos de la niña comenzaron a doler, ¿pero por qué seguían tan felices? Clara era la respuesta, ellos no iban a comprar nada, desde el principio no tuvieron nada.

Un pequeño huérfano no apartaba la mirada del ángel que la niña multimillonaria llevaba en sus brazos. Princesa, sintiendo lástima por la desgracia del sucio huérfano, se dirigió hacia él y le entregó el ángel. No fue por ser amable, porque nada podía ablandar el corazón oscuro de la niña, fue por pura lástima. Fue como darle limosna a un vagabundo.

Aún así, el pequeño huérfano aceptó el ángel, sus ojos se iluminaron como nunca antes, su sonrisa resplandeció y sus mejillas rojas se tornaron. El niño sólo pudo murmurar un "Gracias" antes de que sus amigos lo rodearan con envidia y emoción ante tan bello regalo.

"La intención es lo que cuenta" no es lo que contaba esta vez, porque Princesa no tenía intenciones ni sentimientos por ello. Sólo presenció una vez más la prueba de que lo material era lo que hacía a un niño sonreír y ser feliz.

Y las Chicas Superpoderosas iban camino a casa en el auto, aún tristes y enojadas por lo acontecido. Se habían quedado sin estrella y sin ángel.

—No se preocupen, niñas, sólo tendré que conducir unos cuantos kilómetros para comprar una estrella.— les dijo su padre con ánimo—. Pero eso será mañana.

—Por culpa de Princesa ahora todos tendrán que hacer sus compras fuera de la ciudad.— se quejó Bombón, sin reparo.

—¡Y no habrá nada como ese ángel!— lloró Burbuja, ya que el ángel tan hermoso la había cautivado.

—Ya no llores, Burbuja, sólo era un tonto juguete.— le dijo Bellota, aún con su enfado—. Era de esperarse, todos los villanos odian la Navidad.

—No todos.— defendió la pequeña.

—¿Qué quieres decir?— preguntó Bombón, curiosa.

—Sólo digo que no por ser villanos necesariamente deben odiar la Navidad.— les dijo la rubia, convencida—. La Navidad es hermosa, ¿por qué no les gustaría?

—Por favor, Burbuja.— intervino Bellota, siempre creyendo tener la razón—. ¿Te imaginas a Mojo Jojo celebrando Navidad?

—¿Te imaginas a Peludito o a la Banda Gangrena?— habló Bombón, siguiéndole el juego a su hermana.

—¡O a Él!

—Qué extraño, siempre pensé que a Él le gustaba mucho la Navidad.— respondió la pequeña hermana rubia.

—¿Qué?— se sorprendieron las otras dos.

—Es decir piénsenlo, siempre lleva un traje de Santa Claus.

—Pero qué ocurrencia, Burbuja.— la regañó Bombón.

Pero, después de pensarlo un segundo, Bombón y Bellota se miraron entre sí, recordando el traje rojo de Él. Vaya, sí que era algo similar al de Santa.

—¡Ja, ja, ja, ja, ja!— las tres niñas comenzaron a carcajear sin descansar.


les advierto que los protagonistas de cada capítulo van a variar
son tantos personajes...

en fin, ya les dije que es un fic medio random, sin una épica historia, pero de todas formas ¿reviews?