El amor antes del tiempo
Un joven de cabellos obscuros se encontraba acostado sobre la húmeda tierra de la selva, mirando las estrellas por un recoveco que había dejado un árbol al caer entre la verde obscuridad de la vegetación.
-Si tan sólo pudiera conseguir una de ellas tal vez ella me voltearía a ver.
Escuchó las risas traviesas de algunas chicas que comenzaban a ser cortejadas con los chistes del guerrero Lobo del Sur y la galantería del líder de los Peleadores por la Libertad.
-Tonterías
-Y que lo digas eso de las tradiciones del cortejo es una estupidez. Yo ni siquiera puedo ver los colores con los que me pinta mi madre.
-¿Bandida Ciega?- la más joven de las doncellas de la tribu era la única que odiaba el ritual- no te escuché.
-Pues yo a ti sí, Príncipe Flamita- se sentó a su lado y se quitó las flores que su madre le había puesto en el cabello.
-No me llames así, yo no te hablo por tu verdadero nombre.
-Como sea, te escuché decir que quieres conseguir una de ellas para impresionarla- dijo señalando al firmamento- no sé que tienen de extraordinario, ni siquiera pueden alcanzarlas, en la tierra yo he tocado piedras más interesantes.
-¿Piedras?- los ojos ambarinos del chico se abrieron de par en par- ¿Dónde las encontraste?
-En una pequeña cueva que está al pie de la montaña, por cierto ¿desde cuándo te interesas en el mundo de los ciegos?
-Siempre me ha interesado.
-Mentiroso
-Está bien, como sea... pero por favor llévame a esa cueva...
-¿Para qué? Tú dijiste que querías...
-¡Eso ya no importa!
-Los cavernícolas son tan molestos...- dijo la Bandida Ciega por lo bajo.
-¡Oye, escuché eso!
La joven de ojos azulados se había retirado del grupo, estaba cansada y fastidiada, Pies Ligeros la había hecho sentir incómoda al declararle sus sentimientos, ella no podía corresponderlo como a él le hubiese gustado y se había sentido mal por rechazarlo. Ella sólo podía mirar a un par de ojos ámbar que no se habían molestado en cortejarla, se sentía frustrada y enojada por lo estúpida que había sido al pensar que alguien como él pudiera quererla...
-Ya casi llegamos?- el chico sentía los pies cansados de tanto rodear la montaña, además de tener el rostro cubierto de arañazos por las ramas que se le atravesaban.
-¡Qué llorón eres! Yo vengo descalza y no me quejo.
-¡Tú no eres la que se golpea con las ramas!
-¿Quieres que te diga dónde están las dichosas piedras o no?
-Sí...
-¡Entonces deja de lloriquear como una niñita!
El muchacho no tuvo otra opción más que callar durante el resto del camino si quería que la pelinegra lo llevara a la única opción que le quedaba para poder conquistar a la hermosa morena que había ocupado su corazón al ver sus ojos azules por primera vez.
-Llegamos- el joven se apresuró a entrar, estaba tan admirado de ver los hermosos diamantes que se olvidó de agradecer a su pequeña aliada- Oh gracias Bandida Ciega! No hay por qué, Príncipe Flamita... ¡Tal vez debería ser tu esclavo por el resto del año! ¡Oh eso sería un buen agradecimiento!
-Son hermosos...
-Sí, lo son y son mucho más duros que el metal.
-Eso es lo de menos- estaba tan contento, al fin tendría un presente para agradar a su dama.
Tomó una de las piedras preciosas que se encontraban clavadas en la pared y la guardó entre sus ropas. Los dos salieron de la cueva y caminaron por un sendero que los llevaba de vuelta a la aldea.
Mientras caminaban, pasaron por el lago, el chico se volvió un momento para ver la luna, pero atrajo su atención la figura que estaba sentada con la vista puesta en el agua.
-¡Es ella!- se apresuró para ir donde la joven, pero la maestra tierra lo hizo caer con una roca- ¡Hey!
-Aguarda un momento, Príncipe Flamita, está enfadada...
-¡Yo no hice nada!
-¡Ése es el problema! ¡No has hecho nada!- los gritos de la Bandida Ciega llegaron a oídos de la morena. Ella se dirigió lentamente a ellos para escuchar mejor.
-¡Que no he hecho nada!- levantó la piedra en alto como si la chica lo pudiera ver- Mi cara está arañada por ir por él!
-Y eso qué...
-¡Argh! ¡Me marcho!- el joven se alejó del lugar para pensar en lo que le diría a la morena.
-Reina de Azúcar sal de ahí, sabes que no puedes esconderte de mí.
La muchacha salió de su escondite y se quedó cerca de la niña, preguntándose lo que le diría.
-Sé que estuviste escuchando, así que quiero que vayas con él. Tal vez ya está con la aburrida entregándole su regalo, deberías detenerlo.
Al escuchar eso, salió corriendo para alcanzarlo.
-Y ahora sólo queda el divertido lapso en el que se descubre la mentira y la Bandida Ciega salva el día.
Sentía que había perdido su tiempo en algo que nunca funcionaría, y le dio la razón a la Bandida Ciega, lo que había dicho era cierto, él nunca había hecho algo para conquistar el amor de la dueña de su corazón. De pronto escuchó entre los árboles los pasos apresurados de alguien, se puso en posición de combate, pero esa persona lo derribó al ponerle los brazos al cuello, pidiéndole que no le rompiera el corazón. El muchacho se levantó y le ayudó a apearse, le quitó el cabello del rostro y la miró: era ella, la hermosa morena que le había enamorado, llorosa, suplicando por su amor (supuestamente) no correspondido. Tomó su mano y le entregó el presente que había buscado sólo para ella, la chica lo miró asombrada, esa Bandida Ciega se las iba a pagar, pero qué importaba ahora, lo único que valía en ese momento era admirar juntos la luna y contemplar el maravilloso pedazo de cielo que el joven de ojos cual ámbar haba extraído de las entrañas de la tierra.
Aquí les dejo mi respuesta a la Semana Shipping, ojalá les guste n.n
Nos vemos!!!
