Disclaimer: Esta historia no me pertenece, los personajes son de S. Meyer y la autora es Nolebucgrl, yo sólo traduzco.
Disclaimer: This story doesn't belong to me, the characters are property of S. Meyer and the author is Nolebucgrl, I just translate.
Show, Don't Tell
Capítulo 1
—Y entonces, envuelvo mis labios alrededor de la cabeza y giró mi lengua sobre ti. —Lo espero en tres, dos, uno…
—¡Oh, Bella! Dios, bebé. —La línea se llenó de gemidos y jadeos cuando se corrió. Era tan predecible, pero estaba bien. Me gustaba saber qué iba a recibir. Los regulares eran mis favoritos—. Gracias, dulzura.
Sonreí. Él era el dulce.
—Eso sonó increíble, Jasper. Eres tan sexy.
—En serio sabes cómo hacer sentir bien a un viejo, Bella. ¿A la misma hora la siguiente semana?
—Aquí estaré. Que tengas una gran noche y llámame de nuevo si esa esposa tuya no te cuida como debería.
Su ronca risa sonó a través del teléfono.
—¿Estás bromeando? A María le emociona que te tanga. Menos trabajo para ella. Si supiera donde vives, te mandaría galletas.
Sacudí la cabeza. No era la primera vez que él intentaba sonsacarme esa información, pero no. La regla número uno era nunca proporcionar tu verdadera información. Ya estaba pisando esa línea al usar mi verdadero nombre, pero ellos querían algo sexy y Bella encajaba bien.
—Galletas es lo último que necesito, Jasper. Tienes lo que te toca y hablaré contigo la siguiente semana, ¿bien?
—Bien. Gracias, Bella.
—De nada. —Me encantaban los que eran amables y me agradecían luego de correrse. Siempre me hacían sonreír.
Colgué y cargué el tiempo que hablamos para enviarlo mediante mensajería instantánea. Una mirada al reloj me dijo que tenía cerca de treinta minutos antes de que llegara la hora de terminar por esta tarde. Podría trabajar más tiempo, pero mañana era lunes y regresaba a mi trabajo de día. Necesitaba estar bien descansada para la semana que se venía. Volví a pintarme las uñas. Jasper me había interrumpido antes de ponerme la capa superior. Terminé de hacer eso justo cuando el teléfono sonó de nuevo.
—Hola.
—Hola, Bella, tengo una llamada para ti. Aro.
Luché para no rodar los ojos automáticamente, pero le dije a Angela que me pasara la llamada. Aro era uno de los regulares y debería sentirme agradecida, pero su manía no me provocaba nada, lo cual era una pena. Esperaba correrme una vez antes de dormir, y siempre tenía la esperanza de esa elusiva llamada que me lanzaría por el precipicio. Oh, bueno. Arranqué el temporizador en mi computadora justo cuando entró la llamada.
—Hola, Aro.
—Hola, Bella.
Ya estaba respirando pesadamente. Esto no tardaría mucho.
—¿Qué estás usando?
Miré mi andrajosa camiseta y shorts para dormir. Esto no iba servir para éste, pero conocía el guion.
—Estoy usando ese camisón negro de encaje que te encanta verme puesto, junto con las medias de red y los Louboutins.
Aro soltó un ruidoso gemido y escuché el distintivo sonido de su mano moviéndose en su polla.
—¿Puedo verlos? —preguntó, su voz sonaba chillona y sin aliento.
—Por supuesto que puedes, bebé. —Pausé unos segundos para darle un efecto dramático—. Me quito mis tacones y levanto el pie derecho hasta tu cara.
—Oh, Dios. El olor.
Sí, porque los pies y los zapatos olían tan maravilloso. No lo entendía. Estaba bastante segura de que nunca lo haría ya que los pies me resultaban asquerosos. Pero a Aro no y era mi trabajo darle lo que le gustaba.
—Dale un beso.
Soltó un gemido ahogado.
—¡Sí! —Y lo escuche dar besos. ¿Quién sabía que podría estar besando de ese lado? Oh bueno, no me correspondía juzgar.
—Subo mi pie envuelto en la media sobre tu pierna y presionó tu polla.
—Oh sí. Oh, Dios. Tan bien.
Ahogué una risa. Siempre me divertía cómo los hombres tenían dificultad para expresarse cuando estaban a punto de correrse. Aunque, probablemente yo estaría igual si me corriera de verdad en una llamada. Solía recibir una pequeña explosión de satisfacción si usaba uno de mis juguetes. Era raro que me involucrara tanto en la llamada, pero me alegraba cuando pasaba. Después de todo, ése era el propósito.
—Paso mis dedos sobre ti. Estás tan duro para mí, ¿no, bebé?
—¡Sí, tan duro!
Tartamudeó un poco cuando le di mi otro zapato y subí el otro pie para trabajar en él. Describí cómo se sentían mis medias de seda acariciando sus bolas y su polla por unos minutos mientras sus gemidos aumentaban de volumen y se entrecortaban más.
—¡Estoy cerca! —gritó.
Era hora.
—Hazlo, Aro. Córrete para mí. Córrete en mis bonitos Louboutins.
Ésa era la llave que causaba la erupción.
—¡Oh, sí!
—Mira todo ese semen sobre esos bonitos zapatos. —Hice que mi voz sonara como si encontrara eso endemoniadamente sexy cuando, en realidad, si alguien se corría sobre mis zapatos de ochocientos dólares, sería obligada a apuñalarlos en el ojo con el tacón; usando guantes, claro, porque ew.
—¡Qué rico! —Aro soltó otro gemido cuando volvió en sí—. Qué zapatos tan bonitos.
Sabía lo que quería.
—¿Por qué no te los pruebas?
—¿Puedo?
—Por supuesto. Apuesto a que se ven increíbles en ti.
—Sí es cierto. —Soltó un suave resoplido—. Puedo sentir mi corrida entre los dedos.
Asqueroso.
—Sexy.
—Sí. Gracias, Bella. Hablaré contigo pronto.
—De nada. Dulces sueños, Aro.
Detuve el temporizador y le mandé 12:43 a Angela. Nada mal. Terminé justo a tiempo para…
El teléfono sonó.
—Hola. Estaba a punto de salirme.
—Lo sé, pero este hombre insiste mucho en hablar contigo. Es nuevo, e intenté decirle que había muchas otras chicas, pero sólo te quiere a ti.
Eso era raro.
—¿Pero es nuevo?
—Sí. Y es ilimitado.
¿Ilimitado? Esa era una buena palabra. Eso significaba que él podría hablar tanto como quisiera. No compró bloques de tiempo; seguiríamos hablando hasta que él terminara, lo cual podía significar que sería una larga noche para mí, pero también una lucrativa.
—Lo aceptaré. —Agarré mi pluma y mi agenda negra—. ¿Nombre?
—Anthony Masen.
Anoté eso.
—¿Quiere algo específico? ¿Alguna manía?
—Sólo a ti.
Interesante.
—Pásamelo.
Arranqué el reloj cuando entró la llamada.
—Hola. Habla Bella.
—Hola, Bella. Me gustaría que me dijeras señor Masen.
Bueno, está bien entonces. Su voz era preciosa, sexy y suave con ricos matices.
—Bien, señor Masen. ¿Qué estás buscando esta noche?
Se rio y un estremecimiento pasó a través de mí ante el sonido.
—Ya llegaremos a eso. Primero, cuéntame sobre ti.
Cierto. Era nuevo. Cuando no tenía especificaciones sobre lo que les gustaba, les decía cómo me veía realmente. Hacía que fuera más fácil recordarlo.
—Mido 1.60, tengo un largo cabello castaño y ojos cafés. De cuerpo esbelto, con algunas curvas, pero no estoy gorda. Tengo pecho 34C y mi mejor amiga dice que tengo culo de burbuja. No es un trasero nivel Kardashian, pero es de tamaño decente.
Esperé por la risa que usualmente llegaba, pero no la recibí. Uh oh. ¿Tal vez quería un culo tipo Kardashian? Odiaba andar a ciegas.
—Suenas muy sexy.
Uf.
—Gracias.
—Dime, Bella. ¿Por qué sexo telefónico?
De vez en cuando me hacían esa pregunta. Usualmente respondía de dos maneras: decía que estaba extremadamente caliente y era una divertida aventura, o decía que me sentía sola y lo veía como una buena manera de conocer a alguien y hacernos sentir bien a ambos. Por alguna razón, no quería decir eso esta vez. Había algo directo sobre su tono que me hacía querer ser honesta.
—Principalmente por el dinero extra. Cargo unas deudas, y quiero pagar mi préstamo de estudiante y mis tarjetas de crédito.
—¿Tu trabajo diario no te paga lo suficiente? —preguntó, casi sonaba molesto.
—Me paga bien, pero me gustaría pagar la deuda más rápido.
—Ya veo. ¿Y trabajar en una cadena de comida rápida o en una tienda no es una opción?
Suspiré. Sonaba como mi padre. O como sonaría mi padre si se enteraba de lo que estaba haciendo por dinero extra. Bueno, no, no sonaría así exactamente. No me estaba gritando ni me estaba amenazando con llevarme de regreso a Washington inmediatamente para poder mantenerme vigilada. Eso sería más del estilo de Charlie.
—Intenté en unos cuantos lugares, ninguno se acomodaba a mi horario. Y, para ser honesta, ir de un trabajo de oficina a estar parada durante horas en un restaurante o una tienda suena extenuante. Con este trabajo puedo llegar a casa, estar cómoda y hacer sentir bien a la gente. —¿Qué tenía de malo eso? Una parte de mí quería colgar ya porque el señor Masen me estaba haciendo enojar. Sólo el hecho de que él podría llamar y delatarme con Angela evitó que lo hiciera. El cliente siempre tiene la razón, incluso cuando es un idiota criticón.
—Creo que te hice enojar. Esa no era mi intención. Sólo quería saber por qué haces esto.
Me apacigüe un poco por eso. Curiosidad, lo entendía.
—Tal vez yo debería preguntarte por qué llamas aquí si estás tan en contra de esto.
—¿Dije que estaba en contra?
Mierda.
—No, en realidad no. Sólo sonabas muy juicioso.
—Me disculpo. Sentía mera curiosidad. Suenas hermosa. Claramente eres aventurera en tu sexualidad. Esperaría que salieras en una cita con tu novio en lugar de estar complaciendo… —se calló y exhaló—. Olvídalo. Cualquier cosa que diga será considerada un insulto.
Tenía razón sobre eso.
—Puede que te resulte raro, pero me agradan muchos de los hombres con los que hablo. Y aunque algunos están del lado pervertido, todos son muy apreciativos y la mayoría son amables. Algunos se sienten solos, otros sólo tienen miedo de compartir sus deseos con la persona que aman por temor al desagrado o las críticas. No reciben nada de eso conmigo.
—¿Ninguna de las llamadas te disgustan?
¿Me estaba analizando? Aro apareció en mi mente, pero disgusto no era la palabra adecuada para ello. No me gustaba su fetiche, pero lo entendía. Sería honesta.
—Algunos son raros, pero de todas formas les doy lo que necesitan. —De repente se me ocurrió algo—. ¿Temes que lo que sea que desees me disguste?
Hizo una pausa antes de soltar una corta carcajada.
—Si supieras.
Bien, entonces era un raro. Tenía una linda risa. Y voz.
—No te juzgaré.
—Tal vez no ahora.
Esperé, ansiosa por ver si diría más. Después de todo, eran sus centavos. Bueno, en realidad sus dólares.
—Es… Bella, ¿me contarías lo que te gusta?
Parpadeé, sorprendida por el cambió de tema, pero seguí la corriente. Eso era lo que se suponía que debía hacer.
—¿Sexualmente? ¿O en un hombre?
Se rio.
—En ambas cosas.
Eso era fácil. Conjuré su imagen.
—Me gustan los hombres altos, alrededor de 1.80 o más altos. Esbelto, pero definido. Cabello corto y rebelde. Ojos claros. —Verdes.
Se rio.
—Parece que tienes a alguien en mente.
Sí.
—Tal vez.
—¿Tu novio?
Desearía.
—Dios, no. No creo que sepa que estoy viva.
Se rio. Me estremecí de nuevo por el sonido.
—Oh, lo dudo.
—Te sorprenderías —murmuré, alejando los pensamientos de Edward. Los pensamientos sobre él eran para más tarde, cuando estuviera sola en mi cama. Justo ahora necesitaba concentrarme en el señor Masen.
—Quizás. Entonces, ¿qué te gusta sexualmente?
Lo que me gustaba era cuando el que me llamaba se preocupaba lo suficiente para hacer esa pregunta.
—Me gusta el sexo oral.
—¿Dar o recibir? —preguntó antes de reírse de nuevo—. Déjame adivinar; ambos.
Esa era la respuesta típica, pero le di más.
—Sí, pero prefiero recibir más que dar, si soy honesta.
Se rio de nuevo.
—Por favor, se honesta. Lo encuentro refrescante. ¿Qué más?
¿Por qué no decirle? Podría hacernos pasar la parte de preguntas y respuestas de la llamada. Habíamos estado aquí al menos 20 minutos sin avanzar hacia el sexo. Eso era raro, aunque sí sucedía de vez en cuando. Teníamos unos cuantos corazones solitarios que llamaban sólo porque les gustaba hablar de cualquier cosa, desde su día, hasta religión y política. Aunque el señor Masen no me parecía de los que desperdician el tiempo. Tenía una meta final en mente y estaba ansiosa por ver qué era.
—La verdad es que me gusta ser un poco sumisa.
Soltó un gemido bajito y me encontré sonriendo.
—No del tipo que se arrodillan a tus pies y asumen su posición, si eso es lo que estás pensando.
—No. Eso no me atrae.
—¿Qué te atrae? —De verdad quería saber.
—Todo en su momento. Dime a qué te refieres.
Bien, pues.
—Me refiero a ser atada y tomada. Dejarlo tener el control por completo, dejarlo hacerme lo que quiera. —Fantasía número uno, muchísimas gracias. Tan sólo hablar de ello me ponía caliente.
Una pequeña interrupción en su respiración fue el único sonido que escuché por varios momentos.
—Entonces, ¿te gusta un hombre poderoso, uno que tomará lo que quiere, que te hará querer lo mismo?
Jesús. Sentí un tirón en mi vientre bajo por sus palabras.
—Sí.
—Resulta que eso funciona muy bien para mí, Bella. —Su voz bajó un poquito más. Dios, qué buena voz. Él debería ser el operador de sexo telefónico. Yo le llamaría.
—Me alegra. —En serio que sí. Se sentía bien complacerlo con tan sólo ser honesta sobre lo que me gustaba—. ¿Qué otra cosa funciona para ti?
—Tú.
Sentí ese tirón de nuevo. Esa palabrita no debería afectarme tan fácilmente, pero, por alguna razón, viniendo de él, sí me afectaba. No sonaba como una línea practicada. Me había acostumbrado a ellas durante los últimos meses, demonios, yo las usaba. Pero él sonaba genuino.
—Bueno, soy toda tuya. ¿Qué quieres hacer conmigo? —Hora de comenzar esta llamada para no estar como zombi mañana.
—Tengo una fantasía que me gustaría discutir.
—¿Cuál es tu fantasía? —realmente quería saber. Esperaba que no fuera muy rara y que fuera caliente. Miré mi vibrador de bala en el sofá junto a mí. Quería correrme, y este hombre tenía la voz para hacerlo, si no era muy raro. Ya veríamos.
—Soy el gerente general de mi compañía.
Por supuesto que sí. Secretaria traviesa, aquí vamos. Aunque no estaba tan mal. Tal vez me empinaría sobre su escritorio y me daría unas nalgadas antes de follarme. Eso sería suficiente. Esperaba que no quisiera una mamada mientras me dictaba. Dios, odiaba ese cliché, y lo había usado más de una vez para este escenario.
—Hay una mujer que trabaja para mí. Su nombre es… bueno, la llamaremos Bella para nuestro propósito.
Sonreí.
—Creo que puedo arreglármelas con eso. —Había ocasiones en que tenía que ser su esposa, suegra, madre, y muchas otras cosas. Ser yo misma era fácil.
—Seguro que sí.
—Entonces, ¿ella es tu secretaria?
Se rio con esa hermosa risa.
—No. Tengo lo que se conoce como asistente personal, pero él no es mi tipo.
Ops. Sentí mis mejillas calentarse.
—Lo siento. No debí haberlo asumido.
—Está bien, Bella. Imagino que hay muchos hombres con esa fantasía en particular. Sólo sucede que esa no es la mía. —El reloj seguía corriendo en mi computadora. Mi siguiente cheque iba a ser uno bueno—. Esta mujer, Bella, trabaja en uno de los departamentos de mi empresa. Nunca he hablado con ella.
Alcé una ceja.
—Debe ser una compañía muy grande. —No era algo raro. Igual yo nunca había hablado con él.
—Me va bien.
Ahí estaba la risa de nuevo. Me hacía cosquillear.
—Entonces, ¿ella es intocable? ¿Tienes reglas que les prohíbe tener relaciones entre empleados? —Mucha gente dentro de Cullen salían juntos.
—No exactamente. No se anima a la fraternización, aunque sí sucede de vez en cuanto, pero como yo soy el gerente general, no me le he acercado.
—Entonces, ¿qué te detiene de hablar con ella? Perdóname si me equivoco, señor Masen, pero no pareces ser del tipo que deja que las cosas que se le atraviesan en el camino le impidan hacer lo que quiere.
—No lo soy. Es que hay algo en ella. La quiero de formas en que nunca antes he querido a nadie. ¿Alguna vez has querido tanto a alguien, Bella?
Dios. Sí. Sentí ese tirón de nuevo por sus palabras.
—Sí.
—¿Y has hecho algo al respecto?
Maldición.
—No.
—¿Por qué no?
Era raro lo similares que eran nuestras situaciones.
—Porque es mi jefe. Prefiero soñar de lejos que perder mi trabajo por un imprudente intento de seducirlo.
Soltó un suspiro por la línea.
—Entonces entiendes la situación en la que me encuentro.
—Sí. Lo entiendo muy bien.
—Bien. Entonces tal vez podamos pretender, tan sólo por esta noche, que yo soy tu jefe, y ambos podemos tomar lo que queremos el uno del otro.
—Creo que eso suena increíble. —Sí sonaba. Tanto que me descubrí agarrando mi juguete. Iba a correrme con esta llamada fingiendo que el señor Masen era Edward Cullen.
—Muy bien. —Se aclaró la garganta—. Isabella, el señor Masen te quiere en su oficina inmediatamente para discutir el asunto Tate.
Aquí vamos. Deslicé el vibrador dentro de mis shorts, poniéndolo sobre mi clítoris y encendiéndolo en el nivel bajo.
—Por supuesto. Iré de inmediato.
Estiré la mano y moví las páginas de mi Entertainment Weekly para añadirle autenticidad a mi actuación. Me gustaba ser lo más real posible. Luego golpeé mi mesita de centro.
—Pase.
—¿Quería verme, señor Masen?
—Sí. Cierra la puerta.
Sin un por favor. Pura autoridad en esa voz. Era endemoniadamente sexy. Me estremecí y aceleré la velocidad de mi vibrador.
—Sí, señor. Traje el archivo Tate.
—Eso no será necesario, Isabella.
Oh, me gustaba eso. De hecho, sí me decían Isabella en el trabajo, así que realmente sentía que estaba en la oficina de Edward Cullen.
—Siéntate.
Una vez más, no me lo pidió, fue una orden. Tan caliente.
—Debo disculparme, Isabella. La verdad es que te traje aquí con mentiras.
¿Cómo debería responder? Intentaría esto.
—No va a despedirme, ¿o sí?
Soltó otra risa.
—No. Recursos humanos te habría hablado si ese fuera el caso.
Por supuesto. Los ejecutivos no se molestaban con los peones. Tonta Bella.
Solté un suspiro de alivio.
—Entonces, ¿por qué estoy aquí, señor?
—Estás aquí porque te he notado en la oficina y me gusta lo que veo.
Si tan sólo Edward Cullen me dijera esas palabras.
—Gracias, señor. Intento ser una buena empleada.
Se rio.
—Me levanto de mi silla y me acerco a donde estás sentada. Pongo mi mano en tu hombro, y te aparto el cabello del cuello.
Tengo la piel chinita. Sí y por favor.
—No mencioné nada de tu trabajo, Isabella, aunque estoy seguro de que eres una buena empleada.
—Pero dijo…
—Que me gustaba lo que veía. Bajo un dedo a lo largo de tu mandíbula. Y me gusta, mucho. Eres una mujer hermosa.
—Gracias, señor. —¿De dónde demonios había salido ese suspiro entrecortado? Ni siquiera había tenido que fingirlo.
—Como sabes, Isabella, soy implacable en el mundo de los negocios. Veo lo que quiero. Y lo tomo.
Veme. Tómame. Subí todo el potencial de mi vibrador. Este chico todavía ni siquiera me estaba desnudando y ya estaba mojada.
—Sí, señor.
—Me acerco para pararme frente a ti, recargándome en mi escritorio. Cuando hago una adquisición, la investigo a fondo antes de decidir si la haré mía para siempre. ¿No crees que esa es una buena práctica de negocios?
—Sí, lo creo. Tiene sentido saber si realmente quieres a alguien, o algo, antes de comprometerte en ello.
—Entonces, ¿apoyas mi método?
Muchísimo. Quería que me investigara.
—Sí, señor.
—Bien. Párate, Isabella. Camino a tu alrededor, mis ojos acarician cada centímetro de tu cuerpo.
Dios mío. Podía sentir sus ojos en mí. Me quité los shorts y me saqué el vibrador. Esta conversación merecía mis dedos. Cómo deseaba que fueran los de él.
—Te ves incluso más encantadora de cerca.
—Gracias.
—Pero requiero de un poco más antes de seguir adelante, Isabella.
Podría pedirme cualquier cosa y se la daría. Presioné dos dedos en mi clítoris, lo encontré mojado y húmedo. Estaba tan lista para él.
—¿Qué es lo que requiere, señor?
—Una probada. Acuno tu cara en mi mano y rozó mis labios sobre los tuyos. Exquisita.
Nunca antes había anhelado que un beso virtual fuera real.
—Usted también.
Se rio.
—Me alegra que lo pienses, Isabella. Y debo decir, esa pequeña probadita de ti es casi suficiente para hacerme actuar en mi interés por adquirirte, pero me temo que voy a necesitar un poco más.
¿Se estaba poniendo más caliente aquí o era sólo yo? Una pregunta estúpida.
—¿Qué más necesita?
—Bajo mis manos por tu cuerpo, moviéndolas para acunar tu culo. Si fuera a comprar un restaurante, no lo compraría luego de probar sólo una entrada. Ese no sería un buen negocio, ¿no?
Niego con la cabeza a pesar de que no puede verme.
—No. Tal vez sólo hacen bien una entrada.
—Exacto, Isabella. Me entiendes muy bien. Sabía que lo harías. Voy a necesitar intentar algo de todo el menú para saber si realmente lo quiero. ¿Qué te parece eso?
Como una jodida tortura puramente celestial.
—Creo que tiene sentido para un buen negocio, señor Masen.
—Así es, Isabella. Te quito el saco de los hombros, desabotonando esa bonita blusa. Debo admitir que he estado muriendo por ver qué usas debajo de tu ropa de intelectual.
Sonreí. Le encantaría escuchar lo que usaba de verdad.
—Bueno, señor, una de las razones por las que necesito un segundo trabajo es que tengo una debilidad por cosas bonitas de seda.
Se le atoró la respiración.
—La tienes, ¿eh?
—¿Le gusta mi sostén azul clarito de encaje con los tirantes azul oscuro y el pequeño moño en medio? —le pregunté con timidez. Iba a usar ese sostén mañana. Tal vez podría tropezarme frente al señor Cullen y abrirme la blusa de alguna manera.
—Me gusta muchísimo, Isabella. Dime, ¿usas tu ropa interior a juego?
Sonreí. Demonios, sí lo hacía.
—¿Por qué no lo ve usted mismo, señor Masen?
—Creo que lo haré. Bajó el zíper de tu falda y la bajo sobre tus caderas. Nunca te he dicho lo sexy que te encuentro, ¿verdad, Isabella?
—No, señor. —Dios, me hacía sentir tan bien.
—Un error que planeo corregir muchas veces esta noche. He pasado muchas reuniones aburridas pensando en lo que me gustaría hacerte.
Que Dios me ayude, estaba muriendo por saber qué quería hacerme.
—Y veo que, en efecto, coordinas tu ropa. Como no tenías ni idea de que tendríamos esta reunión hoy, siento la necesidad de preguntarte si planeabas que alguien más viera este delicioso conjunto.
Pensé en jugar con él para ver que me haría un señor Masen enojado y celoso, pero eso podría retrasar el placer que quería desesperadamente. Mis dedos estaban mojados con mi necesidad y no tardaría mucho en correrme.
—No, señor. Sólo me gusta sentirme bonita, me hace sentir sexy y poderosa el usar ropa interior elegante.
—Pues cumple con su trabajo, Isabella. Subo mis manos por tu cuerpo, tocando ligeramente tus piernas, tus rodillas, tus caderas. Me detengo en tus bragas, trazando con el dedo el centro.
Oh, sí. Solté un gemido ante la imagen que estaba pintando. Podía verlo. Casi podía sentirlo. Tal vez debería meterme a la oficina de Edward mañana y esperar ahí, usando sólo mi ropa interior. Probablemente no me despediría, o si lo hacía, quizá me follaría primero. Valdría la pena.
—¿Te gusta eso, Isabella?
—Sí, señor.
—Dime, ¿cuál es el nombre de ese jefe que tanto deseas?
¿Qué dañó había en decirle?
—Edward.
—Me gusta. Puedes llamarme Edward si quieres.
Oh, hombre, sí quería.
—Gracias, señor. Quiero decir, Edward.
—Sí, muy bien, Isabella. Deslizó mi dedo debajo de tus bragas, y siento lo mojada que estás por mí. Estás mojada para mí, ¿no, Bella?
—Sí, Edward. Muy mojada. —Metí mi dedo medio dentro de mí, gemí imaginando que era su dedo.
—Déjame escucharlo.
No era la primera vez que me habían pedido tal cosa, y sabía que no sería la última. No estaba segura de si de verdad podía escucharme, pero puse el teléfono junto a mi regazo y me masturbé. Estaba lo suficientemente mojada para escucharlo, y esperaba que él también pudiera. Luego de unos veinte segundos, agarré el teléfono.
—¿Lo escuchaste?
—Sí. —Podía escuchar su respiración por el teléfono, y sonaba más pesada. Tal vez él también estaba cerca de correrse.
—Eso fue, simplemente, la cosa más sexy que he escuchado jamás. ¿Pensar en mí, en Edward, fue lo que te puso tan mojada?
—Sí, señor.
—Bueno, te dije que necesitaba probar el resto del menú, y me parece que el postre está listo para mí.
Cristo. Podría devorarme siempre que quisiera.
—Lo está.
—Bajo tus bragas por tus largas y perfectas piernas, y te abro las piernas. ¿Te depilas, Isabella?
Odiaba esa pregunta ya que no tenía idea de lo que preferían. Sin embargo, le contesté con la verdad, igual que llevaba haciendo toda la noche.
—Sí.
—Bien. No hay nada que me estorbé.
Uf. La última cosa que quería era enfriarlo ahora, cuando estaba lista para explotar.
—Me inclino hacia adelante y le doy una lamida larga y completa a tu coño, moviéndome de abajo hacia arriba, jugando con tu clítoris con mi lengua.
Oh, sí. Eso es.
—¡Edward!
—Deliciosa, Isabella. Te llevo a mi escritorio, te subo en él y abro bien tus piernas. Tantas veces he pensado en ti así, sonrojada, hermosa, esperando por ser follada. Quieres que te folle, ¿no, Isabella?
—Sí. Edward, por favor. —Acaricié con furia mi clítoris. Tan cerca. Tan malditamente cerca.
—Me pongo de rodillas y chupo tu clítoris con mi boca, mordiéndolo gentilmente mientras meto un dedo en tu apretado y mojado coño.
Eso lo hizo. La imagen de Edward, comiéndome en su escritorio mientras lo sostenía del cabello y lo guiaba a donde lo quería, me hizo estallar. Me corrí ruidosamente y con fuerza; más fuerte de lo que lo había hecho en mucho tiempo.
Su respiración era más pesada cuando finalmente recuperé mis sentidos.
—Eso era todo lo que estaba esperando. Gracias, Isabella.
Espera, ¿qué?
—¿Qué hay de ti? No te has corrido, ¿o sí?
Se rio.
—No. Esto se trataba de tu fantasía. Resultó coincidir muy bien con una mía.
Eso era dulce, pero raro. El hombre había gastado una pequeña fortuna para hablar conmigo, ¿pero no se iba a correr?
—¿Qué hay del plato fuerte? No lo has probado aún.
Esa deliciosa risa sonó de nuevo.
—Pretendo probarlo muy pronto, Bella. Créeme cuando digo que me hiciste la tarde. ¿Cuándo trabajas de nuevo?
Al menos parecía que quería más.
—Estaré mañana en la noche luego de las seis, hora del este.
—Bien. Te veré mañana pues. Dulces sueños, Bella.
—Buenas noches, señor Masen.
—Edward —me corrigió con una risa.
—Edward.
No quería colgar, pero era él el que pagaba la cuenta. Detuve el reloj, casi se me salen los ojos cuando vi que habíamos pasado más de una hora en el teléfono. Sí, fue una noche muy buena para mí. No sólo me pagaron, sino también me corrí. Puras victorias.
—Te digo, Alice, fue increíble.
—¡Estoy tan celosa! ¡Amo las llamadas ilimitadas! No tienes que mirar el reloj y repetirles que su tiempo se está acabando y preguntando si quieren extenderse. Nada arruina el momento como interrumpir a un chico cuando está a punto de reventar una nuez para preguntarle si quiere continuar.
Me reí.
—Cierto, pero eso no hubiera molestado a este hombre. Ni siquiera se corrió. Sólo le importaba yo.
—Perra suertuda. Mi última llamada del día terminó con una mamada donde él colgó justo cuando se estaba corriendo. O sea, te doy la satisfacción, ¿pero ni siquiera me dejas escucharte terminar? ¡Qué grosero! —su bonita cara estaba arrugada de manera cómica.
—Sí, esos son molestos, pero son mejores que los que cuelgan al azar. Siempre me pregunto qué hice o dije mal.
Agitó una mano.
—Probablemente es cuando entran sus esposas en el cuarto. Pasa todo el tiempo.
Buen punto. Alice sabría.
—Sí. Como sea, me preguntó si iba a trabajar esta noche, así que tal vez va a llamarme de nuevo.
Quería que me llamara. Quería saber que yo lo hacía sentir tan bien como él me había hecho sentir.
Alice le dio un bocado a su ensalada. Estábamos comiendo el almuerzo en el techo del edificio de nuestras oficinas. En días agradables nos gustaba subir y comer junto al jardín del techo.
—¡Parece que alguien tiene un nuevo regular! ¡Debería robártelo como tú me robaste a Jasper!
Me reí y le codeé el brazo.
—No te robé a Jasper. Él…
—Me llamó cada semana por un año, pero una llamada contigo y de repente se olvida por completo de Ariel.
Me sentía mal. Alice era la que me había conseguido el trabajo.
—No pretendía quitártelo. Puedo enviarlo contigo si quieres.
Negó con la cabeza.
—Estoy bromeando, Bella. Creo que es genial. De todas maneras, Jasper necesitaba a alguien que sonara un poco más sexy. Yo tengo mis manos llenas con los pervertidos de menores.
Era cierto. Alice tenía una voz que sonaba juvenil, así que le enviaban a los que querían adolescentes. Estaba muy ocupada.
—Pues bien. Pero no puedes tener al señor Masen. Es mío.
—¿No querrás decir Edward? —preguntó con una risita—. No puedo creer que lo hiciste pretender ser el jefe al que has codiciado durante meses.
—¡Fue su idea! Y fue endemoniadamente caliente.
—¿En serio te corriste? —preguntó, estudiándome con sus ojos grises claritos.
—Sí.
—Como dije, perra suertuda. Le voy a pedir a Ang que me mandé un misterioso hombre ilimitado; el siguiente que reciba es mío.
Sonreí.
—Me parece bien. Yo ya tengo a mi ganador.
—Te odio.
—No, no me odias.
Sacudió la cabeza.
—Cierto. Bien, PS, que significa Perra Suertuda y Bella Suertuda*, regresemos a trabajar.
Me paré y agarré mi comida.
—Sí. Supongo que lo mejor será regresar.
—¿Estás segura que no te quieres bajar en el piso 33? —preguntó con una sonrisa.
—¡Quisiera! Me temo que el sexo de oficina va a tener que esperar para la llamada de esta noche del señor Masen.
—Atrévete a soñar, Perra suertuda. Atrévete a soñar.
—Isabella.
Alcé la vista y formé una sonrisa para mi supervisora, Jessica Stanley. No me importaba mucho, pero era una jefa decente.
—¿Sí, Jessica?
—Te necesitan en el piso ejecutivo. —¿En serio? ¿Por qué? Le lancé una mirada y se encogió de hombros—. No me dijeron por qué.
Pues supongo que eso era bueno. Probablemente le habrán hecho saber a mi jefa directa si me iban a despedir. Agarré mi bolsa y me dirigí al elevador, intentando ignorar las pequeñas mariposas en mi estómago. ¿Eran nervios por la posibilidad de perder mi trabajo, o seguían siendo por lo de anoche, por imaginar lo que podría pasar si Edward Cullen supiera que existo? Me froté mis sudorosas palmas en la falda, intentando ser discreta ya que había una cámara en el elevador. Me bajé en el piso 33 con el corazón martilleándome en el pecho.
Un hombre estaba sentado en un escritorio frente al pasillo.
—¿Puedo ayudarte?
—Soy Isabella Swan. Mi jefa me dijo que viniera aquí de inmediato.
—Ah, sí. Un momento, por favor. —Agarró el teléfono y presionó un número—. La señorita Swan está aquí. —Escuchó por un momento—. Bien, señor. —Colgó la bocina—. Puedes entrar.
—Bien. —Avancé un paso hacia el pasillo antes de darme cuenta de que no sabía a dónde debía ir—. ¿A dónde?
—A la oficina del señor Cullen; al final del pasillo.
Santa mierda. Iba a reunirme con Edward Cullen. ¿Por qué? Las mariposas en mi estómago se duplicaron mientras caminaba lentamente hacia la oficina. El alfombrado de aquí era más afelpado que el de mi piso. Al menos, si me despedían, la última caminata por el pasillo sería esponjosa bajo mis pies.
Dios, era un desastre.
Toqué en la puerta al final del pasillo que estaba marcada con Edward A.M. Cullen. Eso era raro. ¿Tenía dos nombres o tenía una fascinación con la mañana? Yo tenía una fascinación con él, mañana, tarde o noche.
Un suave "Pase" sonó y empuje la puerta para abrirla luego de respirar profundamente para calmarme.
Por supuesto, el aire salió inmediatamente de mis pulmones al verlo. Era precioso; no había duda de ello. Usaba un traje italiano que probablemente costaba más de la mitad de mi salario. Su cabello era una miríada de colores, una mezcla de cafés y rubios con un poco de rojo mezclado para rematar. Sus ojos verdes eran penetrantes, me dejaron clavada en mi lugar cuando cayeron sobre mí. No sonrió, y sus ojos se movieron sobre mí. Algo en la forma en que me veía me hacía pensar que intentaba ver a través de mi cuerpo y directo a mi mente. Era completamente encantador.
—Toma asiento —me invitó sin soltar ni una sonrisa.
Me acerqué a la silla de piel que estaba frente a su escritorio con piernas repentinamente temblorosas, hundiéndome en la silla con alivio al no haberme caído de cara frente a este mismísimo dios. Sus manos se apretaron en el escritorio, antes de que las juntara. Había tenido demasiadas fantasías sobre esas manos, y encontré que era difícil apartar la vista de ellas, hasta que él se aclaró la garganta.
Alcé la vista hacia él e intenté poner una sonrisa. Estaba bastante segura que era más una mueca, pero al menos lo intenté.
—Supongo que te preguntas por qué estás aquí.
Asentí lentamente.
—Sí, señor.
Sus labios formaron una brillante sonrisa un momento antes de controlar su expresión. Vaya, esa sí que era una sonrisa matadora. Quería verla una y otra vez.
Respiró profundamente, cerró los ojos y luego los volvió a abrir, inmovilizándome con su mirada.
—Estás aquí para discutir el asunto Tate.
Jadeé cuando sus palabras penetraron mi cráneo. Mi boca se abrió y se cerró varias veces, pero no podía encontrar las palabras. Quería que el piso se abriera y me tragara completa. No, quería que él se abriera y me tragara completa. ¿O tal vez debería hacérselo yo a él?
—¿Cómo? —pregunté cuando finalmente pude formar una palabra coherente. Tenía que saber cómo lo había descubierto.
Sonrió.
—El jardín del techo es a donde voy cuando necesito tiempo a solas para pensar. Hace unas semanas estaba ahí arriba y te escuché a ti y a tu amiga hablar de tu, uh, segundo negocio. Cuando vi que eras tú —se encogió de hombros—, tuve que averiguarlo por mí mismo. No tienes idea de a cuántos números llamé antes de encontrar a la Bella correcta.
Estaba halagada. Y molesta.
—¿Exactamente con cuántas chicas hablaste?
Se rio.
—Sólo me tomaba un minuto descubrir que no tenía a la Bella indicada. —Sus ojos se encontraron con los míos—. No quería a nadie más.
La felicidad se movió a través de mí.
—¿En serio?
—Sí. —Se pasó una mano por el cabello, despeinándolo de una manera adorable.
Quería enterrar mis manos en ese cabello, jalar su cara hacia mí y besarlo. Fue entonces cuando noté la placa en su escritorio que decía Edward Anthony Masen Cullen. Sonrío cuando vio dónde habían caído mis ojos.
—Qué lindo.
—Eso pensé. —Me miró por varios momentos—. La decisión es suya, señorita Swan. Puedes irte, y podemos pretender que esto nunca paso, o puedes quedarte y hacer realidad la fantasía. Ya me cansé de desearte a lo lejos.
Me paré y me dirigí a la puerta sin decir palabra. Suspiró detrás de mí. Tonto Edward. ¿De verdad creía que me iba a ir? Le puse el seguro a la puerta de su oficina antes de girarme para verlo. La sonrisa que cruzó su rostro cuando se paró fue cegadoramente hermosa.
—Señor Cullen, ¿creo que me iba a dic-tar* algo?
Esa preciosa y sexy risa suya salió de su pecho.
—Olvida la parte de tar de esa oración y estás en lo correcto.
Se acercó y me pegó a la puerta, su cara se veía más hermosa de cerca. Estiré las manos y al fin, finalmente lo toqué, tracé con un dedo su mandíbula igual que él lo había hecho conmigo en la fantasía.
—Dime, ¿estás usando esa ropa interior con la que me tentaste anoche? —preguntó, quitándome el saco de los hombros.
Gracias a Dios que sí.
—Tendrás que verlo tú mismo.
Su sonrisa apareció antes de rozar sus labios con los míos. Igual que en la llamada, pero mucho mejor.
—No puedo esperar. —Entonces me besó por completo, su lengua se enredó con la mía mientras sus sexys dedos soltaban los botones de mi blusa—. Me temo que voy a tener que retenerte hasta muy, muy tarde esta noche, señorita Swan. Espero que eso no te cause problemas con tu otro trabajo. —Su sonrisa creció más cuando abrió mi blusa y vio que, en efecto, estaba usando el sostén que le había descrito.
—Creo que puedo tomarme una noche libre. Por propósitos de investigación.
Se rio.
—Estoy dispuesto a ayudarte en tu investigación. Necesitas hacer esas llamadas lo más auténticas posibles. —Sus manos subieron para acunar mis pechos y gemí por su toque.
—Supongo que el señor Masen no me volverá a llamar —logré decir mientras sus manos bajaban por mi cuerpo.
—No esté tan segura, señorita Swan. Puede decirse mucho sobre discutir nuestras fantasías antes de vivirlas. —Agarró mi culo y me jaló contra él, dejándome sentir lo duro que estaba por mí—. A partir de este día, todas tus fantasías son mías. Si tengo que bloquear tu extensión las noches que no estés conmigo, lo haré.
No estaba segura de si eso debería excitarme o enojarme. En realidad, hacía un poco de ambas.
—¿Estás diciendo que quieres que renuncie a la línea telefónica?
—No. Estoy diciendo que quiero a la verdadera tú, la que me dijo exactamente lo que le gustaba anoche, y no huyó cuando se lo ofrecí hoy. Actúa con ellos, pero se real conmigo.
Sí.
—Puedo hacerlo.
—Sé que puedes. —Me besó de nuevo y sentí que mi cabeza iba a salir volando. Maldición, era potente.
—Me gusta la realidad mucho más que la fantasía.
Su sonrisa apareció de nuevo.
—Sólo espere, señorita Swan. —Me levantó y me cargó hasta su escritorio—. No ha visto nada todavía.
Tal vez no, pero estaba a punto de verlo. Mis fantasías estaban a punto de convertirse en realidad. Tenía muchísimas.
—No me lo cuentes esta vez. Muéstramelo.
—Lo haré.
Para una chica que en parte vivía de sus palabras, estaba emocionada de poder renunciar a ellas a cambio de la acción. Hora de mostrarlo.
*En inglés es Lucky Bitch y Lucky Bella = LB.
*En inglés la palabra es dick-tation, se hace referencia a la parte de "dick" que sería "polla".
Y vengo con una nueva traducción. Es un minific de 4 capítulos, así que espero no tardar mucho en subirlo. Este domingo 18 cumplo 6 años en Fanfiction, así que quería festejarlo publicando esta traducción, pero hubo un cambio de planes y me vi en la necesidad de adelantarlo, así que aquí está.
Espero que les haya gustado el inicio, la historia básicamente se trata de descubrir esta chispa sexual entre Edward y Bella, y la verdad me gustó mucho cómo lo manejó Nolebucgrl.
Recuerden que dejar review no cuesta nada, así que espero recibir sus comentarios y opiniones. Díganme qué les pareció y, según la respuesta que reciba, veré qué tan pronto puedo traerles el siguiente capítulo ;)
Nos leemos en el siguiente!
