El hombre lobo que robó la Navidad
Por Lady Bracknell
Traducción de HanaKT
Argumento: Remus se las arregla para robarle a Tonks su espíritu navideño, pero ayudarla a recuperarlo resulta ser el catalizador de algo un poco más duradero que un beso bajo el muérdago. RemusTonks. Romance a través de La Orden del Fénix y El Misterio del Príncipe. Iniciado antes de Las Reliquias de la Muerte.
Disclaimer: Todo aquello que reconozcan continua siendo propiedad de la absolutamente maravillosa JK Rowling. Yo sólo estoy jugando.
01. Robando la Navidad
Los ojos de Tonks se abrieron de golpe tan pronto como su alarma sonó. La mañana de Navidad era la única mañana en la cual a ella no le importaba despertarse de su sueño por la fuerza. Saltó de la cama y su respiración sólo se le cortó ligeramente por la sorpresa cuando la temperatura bajo cero de su habitación de Grimmauld Place la golpeó. Con los dientes castañeándole, se puso unos jeans, una remera de un azul brillante con copos de nieve plateados en ella y un enorme cárdigan verde que desentonaba horriblemente con ambos. Sintiéndose un poco menos helada mientras se abrazaba al cárdigan, convocó un par de pendientes, con unos diminutos Petirrojos de plata colgando, de la cómoda y se los colocó en las orejas.
Se tomó un momento para pensar sobre qué hacer con su cabello, decidiéndose finalmente por un rojo bien festivo para su melena y, después de hacer un apreciativo gesto de asentimiento al verse al espejo, abrió velozmente la puerta de su habitación y bajó saltando las escaleras para ver quién más estaba despierto.
Tonks irrumpió en la cocina y se encontró con Remus ya sentado a la pesada mesa oscura y con Molly, ocupada con la cocina. El aire era cálido y olía a deliciosas especias con un toque de chocolate, probablemente proveniente de lo que fuera que Molly estuviera cocinando en el horno.
—Buenos días —dijo—, ¡Feliz Navidad!
—Feliz Navidad, querida —respondió Molly por sobre su hombro.
—Me encanta la Navidad —dijo Tonks dejándose caer en una silla junto a Remus.
—¿En serio? —dijo él, mientras sus ojos pasaban sobre su remera y sus pendientes. —No me había dado cuenta.
Ella le lanzó una sonrisa sarcástica, pero nunca podía permanecer enojada con él por mucho tiempo. Era una de las cosas acerca de él que más irritante encontraba. Un momento él decía algo mordaz y sarcástico, y hacía que su estómago hormigueara de fastidio; al siguiente, decía algo cálido y agradable, y hacía que él le gustara otra vez.
Y a ella le gustaba. Más de lo que debería. Pese a que trataba de que no lo hiciera.
—¿Vas a ir a ver a tus padres más tarde? —preguntó Molly y Tonks no pudo evitar notar que había algo extrañamente tenso en su voz. Probablemente sólo estaba preocupada por Arthur, pensó mientras trataba de no mirar fijamente a Remus.
—Sí, —Tonks suspiró—. Preferiría quedarme aquí con todos ustedes, pero ya sabes, la Navidad es un tiempo para pasar con la fam—
Ella había estado a punto de decir que la Navidad era un tiempo para pasar con la familia, pero Remus la tomó del brazo y negó con la cabeza. Tonks recordó a Percy y cerró los ojos con fuerza, exasperada consigo misma por haber metido la pata.
—Eso huele estupendo, —dijo él, con los ojos aún fijos en los de Tonks. Moviendo los labios silenciosamente, ella formó las palabras 'lo siento' y él soltó su brazo, sonriendo con amabilidad y haciendo que su estómago hormigueara con algo que definitivamente no era fastidio—. ¿Qué es?
—La receta de pastel de Navidad de la madre de Arthur, —dijo y, si era consciente de la casi metedura de pata de Tonks, no lo mostró en su voz—. Un poco a último momento, pero pensé que él podría apreciarlo, estando atrapado en la sala del hospital. Siempre dice que le gusta más el mío, pero sé que está mintiendo.
—¿Qué habrá hecho Arthur para merecerte? —dijo Remus y Molly se volvió y le sonrió abiertamente, sus ojos arrugándose en los bordes.
Muy pronto, la cocina estaba llena a rebosar con los ocupantes de la casa durante el receso navideño, el sonido de la charla excitada acerca de los regalos y alguna que otra estruendosa canción navideña por parte de Sirius, uniéndose a aroma de las especias en el aire. Molly decidió que debían reunirse en la sala alrededor del árbol de Navidad para intercambiar regalos antes del almuerzo. Harry, Ron, Hermione, los gemelos y Ginny ya habían abierto los suyos, pero los adultos estaban casi tan entusiasmados como ellos debido a una tanda de ponche de huevo durante el desayuno la cual, Tonks sospechaba, había contenido un poco más de alcohol de lo que Molly pretendía. Tonks sospechaba que Sirius había agregado un poco más cuando ella no estaba mirando, pero el matiz rosado en las mejillas de Molly sugería que no se había dado cuenta o que no le importaba.
Tonks localizó su pila de regalos multicolores y mientras Molly, Sirius, Remus y Bill intercambiaban las gracias en un aluvión de papel de regalo, ella abrió los suyos, jadeando de alegría ante todos y cada uno de ellos. Pero por mucho que le gustaron las cosas que las otras personas le habían regalado, había un regalo que esperaba con más ansias que los otros. Ella había estado preguntándose desde hacía tiempo qué le compraría Remus, prometiéndose a sí misma que no le daría demasiada importancia, pero sabiendo que probablemente se la daría. Y él siempre le había parecido el tipo de hombre que compraba regalos excepcionalmente considerados, y pensar en él siendo considerado con ella...
Suspiró, esperaba pero dudaba, silenciosamente, y regresó a la pila de regalos a sus pies, buscando la elusiva etiqueta con el nombre de Remus en ella.
Revisó todo dos veces antes de darse cuenta de que no estaba.
Remus no le había comprado nada.
Su corazón se hundió. Trató de no mostrar cuán decepcionada se sentía, y agradeció de todo corazón a Molly por el toffee de nuez que le había hecho, a Sirius por la remera naranja brillante de Las Brujas de Macbeth, y a los chicos por la biografía del cantante principal de Las Brujas de Macbeth que le habían comprado entre todos, porque, realmente, eran todos regalos muy considerados y ella se sentía agradecida por el esfuerzo que habían hecho, pero...
Cuando Remus abrió la gigante tableta de chocolate de Honeydukes que ella le había comprado (era tan grande que venía con un mazo para romperla), la miró a través de la habitación y abrió su boca como si fuera a decir algo. Luego cambió idea y se decidió por un simple...
—Gracias.
—No hay de qué, —Tonks murmuró, pensando que probablemente se sentía culpable por haberse olvidado de comprarle algo.
Sentía una extraña sensación de vacío en su pecho y no podía soportar estar allí ni un momento más, rodeada por la alegría navideña y todo ese papel de regalo que ahora parecía sólo un recordatorio de que la única persona de quien quería recibirun regalo, no le había dado nada. De repente ya no se sentía ni remotamente festiva. Recogió todos sus regalos y se puso de pie.
—Me voy. —dijo, tan alegremente como le fue posible—. Dile a Arthur que espero que se mejore pronto, Molly. Hasta luego, —dijo y se fue.
La tarde de Navidad con los padres de Tonks era una experiencia muy difícil. Para tratar de evitar las discusiones habituales sobre su apariencia, Tonks volvió su cabello largo y de un color castaño oscuro, y sus ojos de un color chocolate, antes de utilizar los polvos flu para llegar a la casa de sus padres, pero eso no ayudó casi en nada. Cuando se encontraba en la mitad del usual sermón navideño de su madre sobre como nunca conseguiría un novio vestida con ropas como esas, Tonks comenzó a pensar con bastante añoranza, que preferiría estar de regreso en Grimmauld Place con Kreacher.
Siempre que Remus no estuviera allí, pensó con amargura. Ella no quería verlo en lo absoluto. No podía creer que él no le hubiera comprado nada. Nada. Ni siquiera un ratón de azúcar. Ella había pensado que últimamente se habían estado llevando mejor —más que mejor, de hecho. En un par de ocasiones, ella incluso había pensado que él había flirteado con ella cuando estaban tomando chocolate en la cocina luego de las misiones... Ellos se habían sentado muy cerca el uno del otro y habían compartido bromas privadas, y ella había pensado...
Pero debía haberlo imaginado porque quería que él flirteara con ella. Ella quería que la proximidad de sus rodillas a las de ella significara algo, y claramente, no lo hacía.
No debería haberle comprado nada —eso equivalía a admitir que él le gustaba y él obviamente no sentía lo mismo. Suspiró y fingió estar interesada en lo que su madre estaba diciendo sobre la hija de la señora Barnstaple que vivía al lado, tenía dos años menos que Tonks y ya se había asegurado un marido. Se sirvió otra taza de vino caliente con especias y lo bebió tan rápido que se quemó la lengua.
Al final se quedó hasta más tarde de lo que pretendía en la casa de sus padres. Cada vez que pensaba en volver a Grimmauld, pensaba en Remus e inventaba una excusa para quedarse un poco más —afirmando estar interesada en mirar una película muggle con su padre sobre un espía de los '60, y luego incluso ofreciéndose a lavar los platos.
Había sido una tontería esperar algo de él, pensó. Después de todo sólo se conocían desde hacía unos pocos meses y él había dejado en claro en varias ocasiones que la encontraba sumamente irritante. Mientras bebía otra taza de vino caliente con especias delante del fuego de la chimenea de sus padres, se preguntaba si podría ser capaz de evitarlo por un tiempo. Hablaría con Moody acerca de no emparejarlos para las misiones, le daría alguna excusa sobre querer aprender de otros miembros de la Orden y de sus diferentes especialidades, y no era como si necesitara pasar períodos prolongados en Grimmauld. Claro que quería, pero...
Tonks se dio cuenta de que su madre estaba hablando. Levantó la vista del fuego y sonrió y asintió, sin saber realmente que es lo que estaba aceptando. Su madre sonrió radiantemente. Eso no estaba nada bien. Le echó un vistazo al reloj y, viendo que eran casi las once, decidió que sería mejor marcharse. El vino caliente con especias la había dejado con una cálida y somnolienta sensación de ebriedad, y razonó que si no se iba pronto, probablemente se quedaría dormida en la silla y no podía confiar del todo en que su madre no transfigurara su ropa en algo más apropiado cuando estuviera durmiendo. Un año ella se había despertado de una siesta, después de haber comido pavo, vestida con una especie de conjunto con falda, que hubiera jurado estaba hecho con cortinas.
Su madre trató de hacer que se quedara a pasar la noche, pero Tonks decidió que preferiría enfrentarse con Remus antes de que con su madre en la mañana. Les deseó a sus padres una feliz Navidad, les dio un beso de despedida y entró en la chimenea.
Ella ingresóen la cocina, limpiándose los jeans en donde había quedado un poco de hollín, e hizo un esfuerzo para ver en la oscuridad. Aunque el fuego estaba encendido, no había nadie alrededor y ella subió con dificultad los escalones y luego caminó por el pasillo —haciendo un gran esfuerzo para no perturbar al retrato de la señora Black que roncaba— medio aliviada porque no tendría que charlar sobre cosas sin importancia con nadie y medio decepcionada porque no había nadie con quien charlar y distraerse. Mientras subía las escaleras hacia el primer piso, notó que la puerta de la biblioteca estaba entornada, y las llamas arrojaban un brillo parpadeante en el pasillo.
—¿Sirius? —dijo, empujando la puerta y entrando. Con un poco de suerte él tendría una botella de whisky de fuego y ella podría ahogar sus penas como era debido.
—Me temo que no —dijo Remus, desde un sillón delante del fuego. Tonks hizo una mueca. Debería haber sabido que sería él.
Y allí estaba, con un libro en el regazo, sus ojos todavía paseándose por la página que sus dedos ansiaban dar vuelta.
—¿Tuviste un buen día? —preguntó él.
—La verdad que no, —respondió Tonks, apartándose el pelo de la cara—. Pero el deber me llamó. ¿Cómo está Arthur?
—Experimentando con remedios Muggle —dijo Remus con un leve rastro de diversión en el rostro—. Pero no se lo mencionaría a Molly.
Él estaba actuando con tanta normalidad que ella ya no pudo soportarlo y antes de que realmente tuviera tiempo de pensarlo o procesar del todo lo que estaba haciendo, se encaminó a través de la habitación y se enfrentó a él frente al fuego.
—¿Cuál es tu problema? —dijo. A duras penas podía creer que lo había dicho, y mentalmente tomó nota de que, en el futuro, debía detenerse después de beber dos tazas del vino caliente con especias de su madre.
Sobresaltado a causa de su tono abrupto, Remus alzó la vista.
—Una gran cantidad de cosas, me atrevo a decir, —replicó, parpadeando de un modo ligeramente sorprendido—. ¿Podrías ser más específica?
—Sé que no te caigo bien —dijo, mirándolo acusadoramente, con su mano en su cadera—. Pero podrías haberme comprado algo. Un ratón de azúcar, o algo así.
—Oh. —dijo Remus y, con una breve sonrisa, cerró el libro que estaba leyendo sin marcar la página y se puso de pie.
Se dirigió hacia donde ella estaba parada, hurgó en el bolsillo de su chaqueta de tweed y sacó una pequeña caja de terciopelo rojo, atada con un lazo verde que tenía hojas de acebo y bayas de imitación ubicadas en el nudo.
—Lo siento. No quería dártelo delante de los demás —le dijo con suavidad.
Sus sonrientes ojos grises quedaron fijos en los de ella y, por un momento, ella estuvo demasiado estupefacta para tomar la caja.
Le había comprado algo, entonces.
Algo que se encontraba en lo que parecía un estuche de joyas.
A la luz del hogar, sus ojos brillaban y la luz naranja del fuego destacaba la juventud de su expresión en vez de las líneas que sabía que se encontraban en su rostro.
—Oh, —dijo con suavidad y apartó su mano de su cadera, extendiéndola para tomar la caja de la mano tendida de Remus. Ella nunca antes había tenido nada tan exquisitamente envuelto y le tomó un momento darse cuenta como abrirlo. Desató la cinta y asimiló la caja de terciopelo bajo sus dedos mientras su corazón latía con fuerza.
Levantó la tapa y se encontró mirando un collar —una delgada cadena de plata que brillaba a la luz del fuego, a través de la cuál pasaba un colgante en forma de lágrima con una gran piedra verde azulada en el centro de un fino engarce de plata. Lo sacó del papel de seda y lo sostuvo a la luz del fuego. Colocó la caja en la gruesa repisa de madera para poder dar al regalo de Remus toda su atención.
—¿Te gusta? —le preguntó Remus, sus ojos todavía contemplándola fijamente desde detrás de su cabello castaño claro. Dejó caer el colgante en su mano, hipnotizada por la piedra y por las diferentes facetas de color en ella, y deslizó su dedo sobre ésta, asombraba al ver que se volvía de color rosa cuando la tocó.
—¿Qu—? —empezó, encontrando su mirada.
—Está hechizada —dijo—. La piedra cambiará según tu antojo.
—Es hermoso —dijo, y el tono de su voz sonó más tenue y sobrecogido de lo que nunca pensó que sería posible—. Nunca nadie me había comprado algo como esto antes.
Era cierto. La gente siempre le regalaba camisetas de Quidditch o libros sobre escobas o Gobstones. Nunca antes alguien había pensado en comprarle algo, bueno, hermoso, y ciertamente nada elegante o propio de una dama. Probablemente pensaban que no le gustaría o que lo rompería. Pero a ella le encantaba el collar y le encantaba que él se lo hubiera comprado —como si realmente pensara en ella como mujer y no como Tonks, la marimacho estúpida y torpe.
—Pensé cuán frustrante debía ser para alguien que puede cambiar su apariencia a voluntad, tener que conformarse con joyas que no pueden hacerlo —dijo— Puedes convertirla en cualquier piedra que te guste sólo con pensarlo; para que te proteja de ciertos venenos o maldiciones, por supuesto, o simplemente puedes hacer que combinen con tu cabello, el cual, si me permites decirlo, luce particularmente bonito esta noche. ¿Quieres que te lo abroche?
Ella lo miró, preguntándose si él realmente había llamado a su cabello verdadero bonito, si realmente le había comprado una joya, si la había hechizado él mismo y si sería capaz de soportar tener sus dedos tan cerca de su cuello sin desmayarse. Muchos 'si', pensó. Cruzó su mirada con la de Remus y al ver sus cejas levantadas con una tentativa expresión interrogativa, se dio cuenta de que él todavía estaba esperando una respuesta. Asintió.
Él tomó la cadena de su mano y abrió el broche con sus dedos largos y elegantes. Ella se volvió, apartando el cabello de su cuello y tratando de no temblar cuando él casi rozó sus orejas con sus brazos al deslizarlos para prender la cadena alrededor de su cuello. Sintió el frío peso del pendiente en su garganta y la respiración de Remus en la nuca cuando abrochó el collar. Trató de seguir respirando cuando sintió sus dedos rozando su nuca al soltarlo.
—Ya está —dijo, y ella dejó caer su cabello y se giró hacia él, sorprendida pero no disgustada porque él no había retrocedido.
—¿Cómo se ve? —dijo, tocándolo con los dedos suavemente mientras descansaba en su pecho, esperando que él no pudiera oír los estruendosos latidos de su corazón debajo de la joya.
—Precioso —dijo— ¿Por qué no tratas de convertirlo en algo? Sólo piensa en una piedra, imagínatela en tu mente y el hechizo hará el resto.
Tonks asintió y cerró los ojos, concentrada.
—Hematita —dijo Remus, evitándole el problema de preguntar si había funcionado. Abrió los ojos y vio que estaba sonriendo, y la mirada en sus ojos le robó el poco aliento que le quedaba después de haber recibido su regalo.
—Gracias —dijo—, es precioso.
—Es un placer —dijo.
Algo encima de ellos atrajo la atención de Tonks y al mirar hacia arriba se dio cuenta de donde estaban parados.
—Oh, mira —dijo en voz baja—. Muérdago.
Él también miró hacia arriba, pero tan pronto como sus ojos se apartaron de los de ella, regresaron.
—Efectivamente, —dijo, la comisura de sus labios arqueándose en un indicio de sonrisa—. Harry me ha informado de buena fuente que podría estar infestado con Nargles.
—¿Nargles? —preguntó Tonks—. ¿Qué demonios son unos Nargles?
—No tengo la más remota idea —dijo, riendo suavemente entre dientes, su voz apenas más que un susurro.
Permanecieron mirándose el uno al otro, a la luz del fuego, por lo que pareció una eternidad pero, por una vez, a Tonks no le molestaba el silencio. Disfrutó del suave crepitar del fuego, el modo en que proyectaba suaves sombras danzantes y sobre todo, la manera en que Remus la miraba —como si estuviera cautivado y nunca quisiera hacer otra cosa más que mirarla.
Él inclinó su cabeza hacia la de ella tan lentamente que al principio ella pensó que había imaginado el movimiento y cuando se dio cuenta de que iba a besarla, se le cortó la respiración. Estaba segura de que iba a darle un beso en la mejilla, pero a último momento pareció cambiar de opinión y, en cambio, la besó en los labios. Su beso fue suave y dulce, e hizo que le hormigueara todo el cuerpo. Él se apartó demasiado pronto, dejando la más fugaz impresión de sus labios sobre los de ella.
—Feliz Navidad, Tonks —le dijo, sonriéndole. Luego se dio la vuelta y se alejó con las manos metidas en los bolsillos y cantando una canción de Navidad para sí mismo.
Tonks se quedó mirando la puerta con la boca abierta durante un muy largo tiempo, distraídamente tocando con sus dedos el pendiente en su pecho.
—Me encanta la Navidad —suspiró.
Nota de la autora: Gracias por leer :D Quienes dejen reviews recibirán un beso bajo el muérdalo de su hombre lobo de ficción favorito.
Nota de la traductora: Hola :) Antes que nada, quiero agradecerle a Lady Bracknell por haberme permitido traducir su historia, cuyo link, por si saben inglés y quieren leerla en el idioma original, está en mi perfil (y de paso, también pueden leer el resto de sus fanfics que son geniales). "El hombre lobo que robó la Navidad" consta de veintiséis capítulos y de unas doscientas ochenta y dos mil palabras, así que hay fic para rato.
Bueno, espero que hayan disfrutado del primer capítulo, nos leemos pronto.
Próximo capítulo: La Revolución de año nuevo.
* Traducción sin beta, así que los errores son solo míos :p *
Hana.-
