¡Mi segunda historia publicada! No soy tan buena escribiendo como otros pero bueno, heh, con algo se empieza ¿no?
A Diana, ¡con mucho cariño y por su cumpleaños!
Att: H . ( ó Cere-sempai)
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Y llovía...
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En aquella soledad de la noche llovía, haciendo una hermosa canción con las campanas de la catedral. Las calles estaban vacías, las luces se apagaban haciendo un camino, dejando a la pequeña villa más sola, sin un rastro de luz a excepción de la luna llena, la cual se escondía entre las nubes, dejándome solo a mí.
Caminé sin prisa, la lluvia me acompañaba.
Ah… Si tan solo todas las noches fueran así… Pensé mientras la oía. Me hacía feliz, la lluvia siempre fue reconfortante para mí, nunca la odiaría.
La oscuridad se acercaba poco a poco hacia mí, el camino de luces se hacía más corto, recordé las advertencias de mi hermano.
Nunca dejes que esas bestias se te acerquen, esos asquerosos humanos no pueden ni soportarse unos a los otros, son detestables…si nos descubren nos quemaran en la hoguera…
Kamui ¿no crees que estás exagerando? No creo que los humanos sean tan terribles…
Por más que se lo dijera, nunca me escucharía...
Sin querer causar problemas, y para refugiarme, caminé un poco más y me topé con la catedral. Era enorme e imponente y a la vez se veía tan abandonada en la oscuridad de la villa… Decidí entrar y refugiarme dentro. Estiré una mano hacia la puerta pero un sonido me detuvo.
Era una melodía, muy hermosa.
Provenía de adentro de la sala. Me dio mucha curiosidad ¿quién estaría a esta hora tocando en la catedral?, más aún, ¿qué estaba tocando?, creo que era el órgano de la torre… Abrí la puerta cuidadosamente, intentando no interrumpir, el sonido de la lluvia aún presente haciendo todo más bello y místico.
Me mantuve cerca de la puerta escuchando, con los ojos cerrados, una que otra nube chocaba con otra y se oía un grave y profundo sonido.
Los acordes terminaron, pero no abrí los ojos, fui escuchando el sonido de unos pasos resonar en la amplia sala.
— Es hermoso - susurré sin darme cuenta.
— Y muy inspirador - Al oír aquella voz tan profunda y melódica abrí los ojos rápidamente.
— ¡Pe… perdone! Yo, no quise… no quise interrumpir nada es que… - El extraño se rió un poco con esa voz ya extrañamente familiar.
— La catedral es un buen lugar para refugiarse de la lluvia. –me miró con sus ojos ámbar, eran tan cálidos y familiares como su voz. No pude evitar sonrojarme un poco.
— S...sí –le contesté casi en otro susurro. Muy tarde me di cuenta que estaba temblando, pero el extraño me arropó con una prenda que traía puesta. Me quedé algo sorprendido y lo miré de nuevo, intenté agradecerle pero, como si hubiese leído mi pensamiento de mis ojos, me contestó.
— No hay por qué, logré refugiarme antes de quedar empapado, y al parecer estaremos acá un buen rato. – Se sentó en una de las largas sillas de la sala y me indicó sentarme al lado.
— Me llamo Seishirou. ¿Cuál es tu nombre? –Me preguntó con una sonrisa. Le sonreí tímidamente y le dije.
— Subaru.
