Atrapada... en un sueño.
Capitulo 1Numero de lote ciento treinta y tres, damas y caballeros. Permítanme llamar su atención respecto a este elegante bonheur-de-jour ingles, de palo de rosa y en estilo Sheraton, hecho en 1780. una pieza encantadora, creo que estarán de acuerdo. ¿podría iniciar la subasta con un precio de cinco mil?. Escuchó sus ofertas. Sí, señor; gracias.
El subastador aceptó una puja puramente imaginaria, un poco menos al precio de reserva, y observó can satisfacción como las primeras propuestas subían el precio.
Cuando el monto ascendió a casi diez mil dólares, la compradora de Rodha Hutton alzó su catálogo en una discreta, pero precisa señal que delata al comprador experimentado. El subastador sonrió al aceptar la oferta; había supuesto que la chica interesaría por la pieza. Ella tenía intuición de una verdadera experta, aunque era notablemente joven; unos veinticinco años quizá.
Era inglesa, por supuesto, y nieta de un lord, así que habría crecido con las cosas más refinadas y elegantes a su alrededor. Resultaba fácil reconocer el linaje; poseía la exquisita belleza de las mujeres de la aristocracia inglesa. Su piel era blanca como porcelana, sus facciones delicadas y levaba sus cabellos negros recogidos en un moño.
Había un brillo de satisfacción en esos hermosos ojos color amatista. El precio oscilaba alrededor de los once mil dólares y los postores comenzaban a escasear. Era casi evidente que la joven iba a llevarse el mueble; y a un buen precio, además.
Pero de repente, alguien llamó la atención del subastador. Sir Eriol Hiragizawa se mostraba tan sutil en sus posturas, que solo el subastador pudo percatarse de que él era quien hacía la oferta. Y nadie adivinaba sus intenciones, tampoco. Tenía la expresión imperturbable de un empedernido jugador de cartas.
El subastador se encontró apoyando a la compradora, con la esperanza de que ella se llevara la pieza. Sir Eriol era un cliente muy importante, claro, en las raras ocasiones que iba él mismo a la sala de remates, pero tenía fama de ser un depredador, tanto en los negocios como en su afán por incrementar su colección de antigüedades. Uno podía ver eso en el rostro astuto del aristócrata; un poco afilado, en esos azules y profundos ojos y en la firmeza algo cruel de la mandíbula, cuadrada y prominente.
tengo una oferta de once mil quinientos dólares. ¿qué dice usted, señorita Daidouji?
Sir Eriol se volvió hacia ella, azorado, al escuchar el nombre de la chica. Tommy sonrió para sí. Supuso que él no la había reconocido antes, lo cual no era sorprendente, ya que hacía varios años que no se veían. Aunque existía cierto parentesco lejano y habían sido vecinos en el somnoliento poblado de Somerset que fue el hogar de la joven, ella llevaba viviendo 6 años en Nueva York y no visitaba la casa paterna tanto como hubiese deseado. Y no hubo buenas relaciones entre los Daidouji y los Hiragizawa por muchos años.
Era la postura de ella. Algo en los azulados ojos del aristócrata indicó a la joven que era él quien pujaba contra ella. Vaciló por una fracción de segundo. Once mil quinientos era el límite que había acordado con Rodha. Oh, si pudiera seguir pujando, sólo para tener la satisfacción de vencer al arrogante Sir Eriol Hiragizawa. Incluso aportaría su propio dinero para ello... pero eso sería una tontería, tan lamentable, que sacudió la cabeza.
El subastador le dirigió una sonrisa de simpatía y alzó su martillo.
once mil quinientos dólares es lo que tengo, ¿no hay más ofertas, ¿nadie más? – sus ojos escudriñaron en vano la sala - una... dos... – el martillo golpeó y la tensión en el ambiente se desvaneció en una serie de toses y ruidos de gente moviéndose en sus asientos - . vendido a Sir Eriol Hiragizawa. Lote numero ciento treinta y cuatro...
Tommy se puso de pie y se abrió camino entre la hilera de sillas. Había sido una lástima lo del escritorio, pero...
lamento haberte ganado.
Tommy se volvió para mirar a su rival en la subasta.
no tiene importancia – respondió con frialdad - . Creo que quizá once mil quinientos eran demasiado, aunque el escritorio es una bella pieza
Los azules ojos de Sir Eriol brillaron con regocijo y en su voz había un asomo de ironía, al decir:
lo suficiente para que hayas pujado hasta el final.
Tommy se permitió una pequeña sonrisa.
ni siquiera te había reconocido- continuó sir Eriol- . pero hay que considerar que la última vez que te vi, eras todavía una colegiala flaca. Has... crecido bastante desde entonces.
Sus ojos la recorrieron con evidente apreciación. Ella alzó la barbilla con orgullo.
es cierto, hace muchos años que no nos veíamos- dijo.
Sir Eriol se acopló a su paso mientras Tommy bajaba a toda velocidad por la escalera.
¿a dónde piensas almorzar?- preguntó él
rara vez almuerzo
al menos un café. Vamos, has vivido demasiado tiempo en Nueva York. Cinco minutos fuera de programa no hará que se acabe el mundo – la tomó del brazo y la condujo hasta la cafetería del piso inferior.
No había cambiado un ápice, pensó Tommy con ironía. Recordaba la forma en que las chicas del pueblo suspiraban por él y hablaban, entre murmullos y risitas, de los exquisitos peligros que implicaba dejarse convencer por Eriol para salir a dar un paseo en su auto deportivo.
¿qué haces en Nueva York, para empezar?- preguntó el noble, cuando se sentaron a una mesa de la elegante cafetería.
Trabajo para una comerciante de antigüedades- informó la joven – está aquí a la vuelta. Rodha Hutton.
Ah, sí. La conozco. ¿cómo está en estos días? ¿sigue pagando en exceso los cristales de tiffany?
Tommy rió.
sí, temo que esa es su... máxima debilidad
¿querías comprar el escritorio para ella?
Sí, va a sentirse muy decepcionada por no haberlo conseguido – la joven miró de soslayo a su interlocutor, con una expresión especulativa – supongo que... no estarías dispuesto a... a negociar
Sir Eriol alzó una ceja.
¿qué tanto estas dispuesta a ofrecer?
¿cuánto pedirías?
No estoy seguro de que lo quiera vender
Ella lo miró los ojos del aristócrata, para averiguar si él trataba de engatusarla.
obtendrías una ganancia inmediata – apuntó ella
¿qué te hace pensar que me interesaría eso?
¿no te importa una ganancia inmediata?- preguntó Tommy con ironía
no en particular
oh, vamos Sir Eriol – fingió cinismo mundano - . todo tiene su precio – en realidad era un hombre exasperante, sentado allí con ese brillo burlón en los ojos.
La obligaba a representar el papel de abogada del diablo; ella envidiaba profundamente al coleccionista privado que podía desdeñar el aspecto de la ganancia y comprar por puro amor a la belleza y calidad.
¿te parece?- replicó él, alzando una ceja en gesto sarcástico - . entonces te diré cual es el precio para considerar tu oferta. Cena conmigo esta noche.
Tommy lo miró con estupefacción.
¿qué?
Sir Eriol mostró fingido asombro.
pensé que todavía se hablaba ingles en Nueva York – se burló – cena... ¿sabes? La última comida del día
no necesito traducción – replicó con gelidez – lo siento, pero no podría... – echó una rápida mirada a su reloj de pulsera - . ya estoy retrasada. Si me disculpas...
Se puso de pie. Sir Erol no hizo ningún intento por detenerla.
Tommy se apresuró a descender por la escalera y se abrió paso entre el grupo de comerciantes y coleccionistas que se apiñaban en el vestíbulo. Realmente Sir Eriol era un descarado, pensó con furia, mientras salía del bullicio de Park Avenue, ¡ suponer que estaría dispuesta a cenar con él, solo para recuperar ese escritorio!.
Lo siento, no lo conseguí
Rodha pareció desilusionada.
¿por cuánto se vendió?- quiso saber y tommy se lo dijo – ah, vaya... a ese precio no es ninguna ganga. ¿quién lo compró?
Sir Eriol Hiragizawa
Rodha parpadeó con azoro.
¿El Sir Eriol Hiragizawa? ¡oh, ahora deseo haber ido yo a la subasta! ¡es un hombre guapísimo!
Tommy rió de buena gana.
Rodha, eres una dama muy susceptible. Te enamoras de todos.
No, de todos no – protestó con indignación – pero él es un hombre encantador. Lo conocí el año pasado en Miami. Tan apuesto y con todo ese dinero...
¿sabías que hizo fortuna produciendo manzanas ahumadas?
¿y como lo supiste?
El también es de somerset
¿sí? Entonces, ¿lo conoces muy bien?
Bastante – concedió Tommy, evasiva.
Rodha le dirigió una mirada especulativa.
¿ajá? ¿y lo verás cuando regreses a tu patria?
Lo dudo, el es un hombre muy ocupado y yo misma tendré mucho quehacer, supongo. Solo Dios sabe que trama ahora que mi abuelo; apenas puede leer una línea de su garabateada carta.
Pues espero que no suceda nada mal, querida. Espero que regreses a tiempo para mi pequeña fiesta, la próxima semana. Promételo, Tommy. Se que tú y Craig ...
Tommy sacudió la cabeza, tiendo.
no hay resentimientos, Rodha. Al menos de mi parte. Craig y yo seguimos siendo buenos amigos, pero el matrimonio no habría funcionado. Además, me libré de tenerte como suegra – agregó en broma
Rodha la miró primero con cierto azoro, pero luego soltó la risa.
pues no puedo negar que para mi fue una desilusión – dijo con un suspiro – esperaba que esta vez encontrara a una buena chica... la tercera es la vencida ¿sabes?
Rodha, hay millones de chicas en Nueva York que darían el brazo derecho por casarse con alguien como tu hijo, así que no te inquietes; no permanecerá en el escaparate por mucho tiempo. Ahora tengo que apresurarme, si quiero tomar ese avión; hay muchas cosa que debo arreglar.
Casi a menos de veinticuatro horas de haber tropezado con Sir Eriol Hiragizawa en la sala de subastas, Tommy casi aterrizaba en Heathrow. Era una coincidencia haberse encontrado en esas circunstancias con alguien del mismo pueblo, apenas un día después de regresar a casa.
En Londres tomó el tren. Por fortuna no estaba atestado y logró conseguir asiento. Desde pequeña había considerado de buena suerte encontrar un rincón en el vagón.
Pero entonces no era el tren de Londres, sino el que llevaba a la escuela de internas en Gloucester.
Sus padres murieron diez años antes, en un accidente aéreo en Francia, pero en realidad no los extrañaba. Tommy casi siempre viajó mucho; durante los primeros ocho años de su vida había deambulado con sus padres por medio mundo, desde Val D'iser a Marruecos, atendida por una serie de ayas y sirvienta. Pero tuvo que ir a la escuela, de manera que a la larga fue enviada de regreso a Inglaterra.
No fue feliz en el colegio, ya que los periódicos de chismes publicaban con frecuencia reseñas ofensivas contra sus padres y sus compañeros de aventuras, y las condiscípulas de Tommy eran muy crueles. Cuando cerraba los ojos y deseaba ser trasportada a su hogar en somerset, todos sus problemas parecían desvanecerse como por un encanto.
Un mundo de fantasía, poblado por personajes de cuentos de hadas. El abuelo, viejo y sabio, lleno de anécdotas, siempre ocultando alguna golosina o un juguete a su pequeña "amatista".
Alguna vez, el abuelo había sido rico. Fue dueño de tierras en todo el valle y vivía en una hermosa casona antigua que daba al poblado. Mas su cuñado, sir Gyles Hiragizawa, el abuelo de Eriol, le había gastado su fortuna a base de tretas y estafas.
Sir Gyles también había sido un personaje de cuento de hadas en la infancia de Tommy: el malvado barón. En realidad no era barón sino baronet, elevado a los primeros escaños de la realeza gracias a servicios prestados a la industria o algo similar. Había muerto cinco años antes, rodeado de toda la familia, a la avanzada edad de ochenta y seis años.
Su nieto heredó la fortuna que él dejó al morir. Productos Clow era ahora una importante compañía internacional; rea curioso pensar que había comenzado con cien hectáreas que el bisabuelo de Tommy le rentó al baronet. Tommy sonrió. Eriol Hiragizawa estaba muy bien en el papel de Malvado Baron.
Con impaciencia, sacudió de su mente los pensamientos sobre Eriol Hiragizawa y buscó en su bolso la carta que la llevó a casa. Era imposible interpretar los jeroglíficos del abuelo. ¿esa palabra era "desperado" o "despertado"? el querido abuelo. ¿qué podía estar sucediendo?. Era inquietante estar lejos de él. Cuando Tommy salió de su país, el anciano era un vigoroso viejo de setenta y tres años, pero cada vez que regresaba a visitarlo, se percataba de que iba envejeciendo. Quizás era tiempo de decidirse a regresar a Inglaterra en forma definitiva.
No había planeado ir a Estados Unidos, ni convertirse en comerciante de antigüedades. Simplemente ayudó a una amiga en una tienda de antigüedades en Bath, el verano anterior a su salida de la escuela. Y luego, Rodha irrumpió en su vida como un tornado y le hizo un ofrecimiento imposible de rechazar. No le importó que Tommy no tuviera adiestramiento previo al negocio de antigüedades, pues consideraba invaluable su intuición en ese terreno.
De manera que Tommy fue a Nueva York, para trabajar en una elegante galería del centreo de Maniatan. Fue un trabajo arduo, pero lo disfrutó y Rodha le enseñó todo lo que sabía. Ella se ocupaba ahora de todas las compras de la tienda y rara vez tenía un momento para sí misma.
Estimaba mucho a Rodha, pero lo que había dicho sobre tenerla de suegra fue una verdad a medias. Craig era un hombre agradable, importador de vinos, culto y bien parecido, pero en ocasiones Tommy tenía la impresión de que él buscaba una esposa tan dominante y sobre protectora como su madre. Sus dos primeras esposas se habían rendido, desesperadas, antes la constante interferencia de Rodha.
Durante tres años, con algunos intervalos, Tommy mantuvo con Craig una relación que los llevó al borde del matrimonio, más se dio cuenta de que organizaba más la vida de Craig, tal como lo hacía Rodha, y sintió horror al pensar que podría convertirse en una mujer posesiva.
El viaje duró poco más de una hora. El tren se detuvo en una hermosa estación neoclásica en Bath Spa y vomitó su carga de pasajeros. Varias cabezas se volvieron para observar a la elegante morena que descendía del vagón. Ella miró a su alrededor, en busca de un mozo, pero no vio a ninguno, de manera que con un suspiro resignada se volvió para tomar de el asa su pesada maleta.
Permíteme
Tommy alzó la mirada con azoro. Sir Eriol Hiragizawa acababa de bajar de uno de los compartimientos de primera clase y dirigió una burlona mirada de soslayo a la joven, mientras levantaba la maleta sin esperar respuesta.
no me dijiste que regresarías a la patria – comentó él – no te vi en el avión
no volé en concorde – replicó con sequedad
Sir Eriol sonrió; en realidad tenía una sonrisa muy atractiva.
¿cuánto te quedarás? – preguntó.
Tres semanas
Entonces, quizás podrías aceptar mi invitación para cenar algún día dentro de ese lapso, ¿verdad?
Lo siento – respondió sin vacilación - vine a visitar a mi abuelo, no a hacer vida social.
Había llegado al extremo de la plataforma y Tommy localizó a un caballero alto y distinguido, de edad avanzada, que la esperaba en el andén. Alzó una mano para saludarlo y se abrió paso entre el gentío congregado ante la barrera de acceso.
¡abuelo! – exclamó azorado y acelerando el paso - ¡no deberías haber venido hasta acá para recibirme!
¿qué? ¿no venir a recibir a mi nieta cuando regresa a casa después de tanto tiempo? ¡tonterías! Aun tengo vigor para eso y más – declaró con tono firme – además, de cualquier manera tenía que venir.
Tommy rió, inclinándose para besarlo en la mejilla.
¡debí haberlo imaginado! ¿cómo estas? Te veo muy bien; no, sabía que esperar después de leer esa carta.
Me siento muy bien, como nunca... aunque no me estoy volviendo joven en lo absoluto – hizo una pausa y se apartó de ella un paso, sin soltarla de las manos – pero dejame verte... estás más linda que nunca, mi amor – la contempló con alegría, pero su sonrisa se congeló en el rostro al ver a Sir Eriol Hiragizawa aproximarse.
¿tiene un auto esperando? – preguntó Sir Eriol con impecable cortesía
por supuesto jovencito – replicó el viejo con tono glacial
entonces permítame que lleve la maleta de su nieta hasta el coche – pidió Hiragizawa, imperturbable- es algo pesada para que ella la lleve.
El rostro del abuelo se tornó de un escarlata profundo.
muchacho mal educado – gruñó el anciano; volviéndose a Tommy dijo -: ¿qué esperas? ¿qué el te seduzca?
Por supuesto que no, abuelo – explicó con paciencia- no lo vi sino hasta que bajé del tren y se ofreció a llevar mi equipaje, eso es todo. Y se lo agradecería enormemente – agregó, dando a sus palabras un leve tono de reproche – la maleta es pesada.
¿por qué no contrataste un mozo?
No encontré ninguno.
Tommy tomó con firmeza el brazo de su abuelo y lo condujo fuera de la estación. Era una tarde hermosa, casi primaveral, y el pavimento estaba tapizado por flores blancas caídas de los árboles que bordeaban la avenida. Tommy aspiró con satisfacción.
hmm. Incluso el aire huele diferente aquí
Su mirada se posó con deleite en el pulido Rolls Royce estacionado en el espacio destinado a los taxis, y miró la tiesa figuro parada a un lado.
¡Jenkins!- saludó la joven al anciano chofer, estrechándole la mano con afecto genuino - ¡te veo espléndido! Y también a Adelaide – agregó, recorriendo el automóvil con la mirada.
Por supuesto, señorita Tommy – dijo Jenkins con solemnidad- Adelaide y yo envejecemos juntos.
¿y que tal está Fishy?
Jenkins frunció el entrecejo ante la mención del deplorable diminutivo.
la señora Fisher está bien – declaró con cierto reproche en la voz, pero la austeridad fue desmentida por el brillo en sus ojos.
Eriol puso la maleta en el portaequipaje del auto y se volvió hacia Tommy, con una leve sonrisa burlona curvando sus firmes labios.
bien, pues entonces buenas tardes, señorita Daidouji- dijo, con una exagerada reverencia.
Tommy vaciló, renuente a conceder siquiera el contacto físico de un apretón de manos formal.
buenas tardes- dijo rozando apenas con sus dedos los del caballero
Eriol se inclinó ante el abuelo y luego se volvió para perderse entre la gente que dejaba la estación. El viejo ayudó a Tommy a subir al auto, ella se acomodó con un suspiro de satisfacción en el asiento de cuero.
me alegro de que conserves a Adelaide- murmuró mientras Jenkins se ponía al volante.
Por supuesto- declaró el abuelo- no podía separarme de este bello carruaje- solía llamar las cosas con nombres antiguos- un caballero debe poseer un medio de transporte acorde con su posición en el mundo. No me importa que otros ahorros debo hacer para conservar a Adelaide.
Como no comprar una póliza de seguro – intervino Jenkins con la familiaridad que concede el servicio leal y eficiente prestado durante muchos años al incorregible patrón.
Oh, no refunfuñes - dijo el abuelo – te estas volviendo un viejo cascarrabias. ¿para que diantres me sirves un seguro?
Jenkins miró a Tommy a través del espejo retrovisor y sus ojos brillaron con humor seco. Ella sonrió en respuesta. ¡el abuelo no había cambiado un ápice!.
A los pocos momentos estaban a las afueras de Bath y se dirigían al suroeste a lo largo del antiguo camino. Tommy miraba por la ventana las sinuosas colinas de somerset, con su verde intenso al sol vespertino y los arbustos de la orilla del camino rebosantes de flores silvestres.
¡ah, que lindo es estar en casa! - la joven suspiró, complacida – no creo que haya ningún lugar en el mundo tan bello como éste.
El abuelo le apretó la mano con afecto.
me alegra oírte decir eso. Eres una Daidouji de pies a cabeza. El amor al terreno esta en tus venas.
Tommy sonrió secretamente ante la triste ironía de las palabras. Edwin Daidouji, el honorable Vizconde de Bradley, era aristócrata hasta las uñas; la pobreza relativa no menguó sus aires de grandeza. Su figura majestuosa todavía permanecía erguida ante los años, sus ojos amatista conservaban su brillo y vivacidad. Y porfiaba en comportarse como si fuera aún un gran señor, paseándose en su elegante y viejo Rolls, aunque sólo lo usaba para impresionar a los vecinos en sus escasas visitas a la iglesia o para asistir a las carreras.
Como había perdido a su adorada esposa a sólo un años de matrimonio, no había quien le hiciera la vida imposible regañándolo por el brandy que bebía con cierta asiduidad o pos sus apestosos cigarros puros. Se consolaba de la conyugal perdida entregándose a una vida de autoindulgencia.
El auto cruzó Midsomer Norton y luego Shepton Mallet. Por fin, Tommy pudo ver el rutilante Río Tere y luego el pueblo de Coombe Bradley, apiñado alrededor de la iglesia.
Y allí estaba "La Casona", Bradley Park. Cada vez que la veía, Tommy quedaba impresionada por su belleza. En su infancia había soñado que era un palacio de cuento de hadas. En realidad no era eso, claro, sino una encantadora villa romana de tamaño moderado, construida con roca gris de los alrededores. Se erguía como una reina sobre la falda de una colina y rodeada de bosque.
Aunque nunca había vivido allí, Tommy conocía muy bien los terrenos. Vagó muchas veces por el bosque, imaginando que era una princesa raptada por el Baron Perverso. Nunca revelo a sus amigas los rincones secretos; eran sus sitios favoritos y los ruidosos juegos de los chiquillos del pueblo habrían estropeado la magia.
Nada había cambiado desde aquellos días de su infancia. El adormilado villorrio estaba exactamente como era entonces, con su apacible encanto provinciano.
La villa daba muestras de descuido. Los jardines estaban sin arreglo, la hierba demasiada crecida, los árboles y arbustos sin podar. Los marcos de la ventanas necesitaban pintura y lo mismo que las puertas.
El aire de abandono se acrecentó en el vestíbulo. Tommy miró a su alrededor con desazón. La pobre fishy no podía hacer sola todo el aseo de la casa. El abuelo debía contratar a una chica del pueblo; ya hablaría con él al respecto.
Luego, desde la cocina llegó el sonido de pasos, lentos y pesados, anunciando la llegada de la señora Fisher, más gorda que nunca y con una amplia sonrisa iluminando su bondadoso rostro mientras extendía los brazos para recibir a la recién llegada... su adorada señorita Tommy.
¡bienvenida, mi reina; bienvenida a casa!- exclamó en tanto Tommy le devolvía el abrazo - ¡por todos los santos, mira nada más que delgada estas! No has comido como se debe ¿verdad?
Tommy rió.
por supuesto que sí – juró – ya sabes que nunca subo en peso, Fishy.
Deja de fastidiar a la muchacha Fisher – intervino Jenkins, dejando la maleta en el suelo – apenas ha puesto un pie en casa y ya la estás importunando; va a desear irse otra vez.
No irá a ninguna parte – dijo el vizconde, tomándole el brazo de la joven de forma posesiva – va a quedarse aquí, donde pertenece.
Tommy abrió los ojos con sorpresa.
pero, abuelo... sólo vine por algunas semanas – protestó ella.
¡bobadas! Puedes quedarte todo el tiempo que quieras – porfió el viejo.
pero, tengo un empleo...
El anciano agitó una mano con gesto desdeñoso.
ya hablaremos de eso después – dijo – necesito sentarme. Ya no soy tan joven, ¿sabes? Me cansó el viajecito.
La chica suspiró.
te dije que no te fatigaras demasiado ¿quieres subir a tu cuarto?
No, no, no. Mi silla bastará – el vizconde se apoyó pesadamente en el brazo de su nieta mientras ésta lo ayudaba a sentarse en su cómodo sillón ante la chimenea de la sala. Luego ella lo miró con ansiedad. Parecía tan bien unos momentos antes. Quizás sí debería pensar en quedarse en casa definitivamente.
Continuará...
Un nuevo proyecto y empezando mi martirio de nuevo, ¿qué se le va a hacer?.
Espero que les guste, a todos los que leen ¡nos Quieren casar! Les pido paciencia, organizar una boda no es facil y menos aun con todo y una despedida de soltera. Así que paciencia les prometo tenerlo listo en cuanto la escuela me de un respiro y sobre las dudas las responderé en el mismo capítulo. Bien creo que el todo. Nos vemos!
