Este fic participa en el mes Ryosaku creado por los usuarios de la página Ponta pair en castellano.

Día #2.


Se encontraban sentados uno al lado del otro, en casa de Ryuzaki, frente a la mesa del salón, estudiando.

Sakuno estaba terriblemente avergonzada. Los puños rígidos haciendo presión sobre sus rodillas, la cabeza gacha y las mejillas rojas. Ryoma en cambio, miraba con aburrimiento el libro que tenía en frente y de vez en cuando, lanzaba un pequeño bostezo; ya le estaba entrando sueño.

Sakuno maldecía su vida en aquellos momentos. El año escolar estaba por terminar y ella reprobando matemáticas e inglés al mismo tiempo. Su abuela totalmente en contra de aquello, "obligó" al príncipe del tenis a hacer de tutor para la chica. Habían estado estudiando desde hace unos días, los últimos antes de los exámenes de recuperación.

Perdóname Ryoma… Pensaba la chica. ¿Y cómo no?, si prácticamente le amenazaron con no volver a las prácticas si ella no salvaba las materias. ¿Y qué ocurría?, tenían que estudiar todo lo posible, porque ella no podía ni concentrarse ni pensar adecuadamente estando tan cerca de él.

Su pelinegro favorito.

Lo peor de todo, es que aquel era el último día antes de los dos exámenes que tenía que rendir y ya era de noche, Ryoma estaba cansado y ella aún no podía responder correctamente a la pregunta en el cuaderno.

El chico volvió a bostezar. ¿Acaso ahora la odiaría? ¿porque no entiende nada? ¿porque lo tiene obligado en su casa, explicando algo que jamás entenderá con él ahí?.

– R-ryoma… –habló en un susurro.

– Tengo sed –respondió de la nada el chico. Sakuno de inmediato se levantó en busca de un vaso con agua.

En cuanto fue por el cristal y le llenaba con el líquido, se lamentó. Realmente lo que sucedía aquella noche no tenía razón de ser. Lo más extraño, es que el chico acató sin más en su ayuda y no se quejó ni una sola vez. Tenía una paciencia increíble o quizá, tal vez… no era molestia para él tenderle una mano ahora que la necesitaba.

Miró en dirección a la sala y observó la espalda del tenista. Llevaba ropa de calle, una playera blanca que marcaba perfectamente los hombros del chico. Su cabello azabache se veía brillante y desordenado, al cual le entraban unas terribles ganas de acariciar. No dudaría ni un segundo en que fuera mucho más suave que el de ella. Ja.

Ryoma…

Con vaso lleno, se devolvió al salón. Un gran golpe de confianza se apoderó de ella y en cuanto se situó junto al pelinegro, habló:

– ¡R-ryoma! –la voz se le quebró, pero no se iba a acobardar.

De inmediato el chico dio un respingo por la sorpresa; Sakuno estaba haciendo una leve reverencia ante él.

– Ryoma, muchas gracias por dedicarme tu tiempo. –sentenció primero– Realmente lamento que debas hacer todo este esfuerzo por mí –dicho esto, se sonrojó un tanto cautivada– de verdad, muchas gracias. –hizo un silencio y se mordió la mejilla– ¡Me gustas muchísimo!

¿Uh? ¿Se suponía que debía decir eso?

Con pánico, se levantó de golpe y acercó bruscamente el vaso en dirección al chico, lo cual sólo logró hacer que el agua se desbordara y cayera sobre este.

¡Ryoma estaba empapado!

Curvando sus cejas con el peor de los miedos, notó que el chico aún le miraba impresionado, había puesto los ojos como platos y mantenía los labios levemente separados.

– ¡Y-y-yo l-lo siento m-muchísimo! –habló entrecortadamente Sakuno. Ni tiempo tuvo de sonrojarse, porque la había cagado con creces.

¡AY!, los mechones del chico estaban goteando.

Desesperada, desapareció por los pasillos y regresó con una toalla blanca entre sus dedos. Luego, la dejó caer sobre el cabello del Echizen y comenzó a frotar suavemente la tela para que absorbiese el agua.

– L-lo siento mucho…

Ryoma en cambio, había bajado la mirada. Sus mejillas se habían encendido y sólo optó por ocultar su rostro con una de sus manos, justo a la altura de sus labios.

Se quedó estático y en silencio, no estaba seguro de si debía decir algo o no. Lo único que sabía, era que estaba jodidamente feliz y que, afortunadamente, aún les quedaba toda la noche por estudiar.

Solos.

O al menos, hasta que Sakuno entendiera los contenidos y si era así, le comprendería a él también.