DC Comics no me pertenece y por supuesto Cazadores de Sombras tampoco.


Cazadores de sombras

La ley es dura, pero es la ley.

Primer encuentro

—¡Estoy harta Damian! ¡Es la última vez que hago esto! Soy tu parabatai, no tu niñera —exclamó molesta mientras observaba al menor.

Era la tercera vez esa semana en que Maya acudía a sacar a Damian de un bar de mala muerte, golpeado y totalmente borracho. ¡Y apenas era martes!

—Damian… por favor dime que está pasando, puedo ayudarte, lo resolveremos juntos...—hablo mientras cargaba/arrastraba al menor hacia el Instituto—. ¿Esto es por Dick? ¡Ese grandísimo brujo idiota!

—¿Importa? —respondió intentando alejarse de ella, no quería hablar del tema. De repente divisó a un trío de vampiros arrastrando a un humano hacia un callejón—. ¡Silencio!

—¡No me voy a callar! ¡Debemos hablar de esto! —espetó mientras jalaba su muñeca, intentando detenerlo.

—Haz silencio —susurro mientras recuperaba el cuchillo serafín que traía guardado en su bota —. ¡Miguel!

Maya se puso alerta en cuando lo vio sacar su cuchillo serafín, logrando divisar porque repentinamente se le había pasado la borrachera a su parabatai. Dibujo runas de agilidad y fuerza, sin perder de vista a los vampiros.

—Será un buen bocadillo… Quizá hasta podamos conservarlo —dijo la vampira que parecía ser la líder del grupo—. Es lindo.

Damian se abalanzó sobre ellos. Maya maldijo por lo bajo, corriendo a ayudarlo. Damian estaba atacando sin estrategia, sin gracia, completamente descuidado.

Si Maya no lo conociera lo suficiente, juraría que estaba intentando hacerse matar.

La pelea no duró demasiado, se notaba que eran vampiros inexpertos. Casi podría apostar que apenas tenían semanas de vida. Por suerte, no habían alcanzado a morder a su presa.

Maya observó al chico, estaba totalmente inconsciente y sí, era algo lindo.

—Muy bien, terminamos aquí, volvamos al Instituto —ordenó mientras observaba a Damian.

—No podemos dejarlo aquí, podría haber más vampiros por la zona —respondió mientras se agachaba a ver al mundano.

El chico abrió los ojos abruptamente, incorporándose, mirándolo directamente a los ojos.

Damian jamás había contemplado unos ojos como esos, de un azul tan brillante que le dio un vuelco en el corazón.

—¿Qué? ¿Quién eres tú? ¿Dónde estoy?

Damian lo contempló anonadado. Había olvidado por completo ponerse un glamur.

—Mi nombre es Damian… ¿Cómo te llamas? —preguntó con genuina curiosidad.

—Jonathan...Jon —respondió con una sonrisa ligera.

—Jonathan… es un lindo nombre —comentó mientras le guiñaba un ojo.

Maya rodó los ojos mientras observaba el intercambio de palabras. Harta de esperar y decidida a regresar lo más pronto posible al Instituto, le soltó un golpe.

—¡Debemos irnos idiota! —le reprochó.

—¡Oye eso dolió!

Jon observó el intercambio confundido, no había nadie junto a Damian, sin embargo, él estaba hablando con alguien. El tipo estaba ebrio, eso era obvio por el intenso olor a alcohol que desprendía y empezaba a creer que también estaba drogado.

—Emmm yo… debo irme. ¿Gracias por salvarme? —dijo mientras se incorporaba totalmente y se alejaba unos pasos—. ¡Adiós! —gritó mientras corría hacia la avenida principal.

—Adiós…—respondió mientras lo observaba alejarse. De una cosa estaba seguro, esa noche soñaría con esos hermosos ojos azules.

—¿Volvemos ahora? —cuestiono Maya sacándolo de su ensoñación.

.

.

.

Segundo encuentro

Damian no había podido quitar esos ojos de su mente, esos labios, esa jodida sonrisa. Pronto su cuarto estaría llena de dibujos de Jon. En ocasiones como esa, amaba su memoria fotográfica por permitirle recrear cada detalle del rostro del mundano.

Necesitaba hacer algo antes de volverse loco.

¿Cómo cayó ante el hechizo de esos hermosos ojos?

Definitivamente tenía que encontrarlo.

Tomó su chaqueta, se armó con sus cuchillos serafín y se dispuso a salir de su habitación.

—¿Vas a algún lado? —preguntó Maya, recargada frente a la pared de su cuarto.

Damian se limitó a observarla largamente.

Ella solo suspiro.

—Espero que sepas lo que haces —dijo mientras comenzaba a alejarse. Preocupada porque se repitiera lo que había pasado con Dick.

Maya sabía por experiencia que una vez que su parabatai tomaba una decisión, no había fuerza en el mundo capaz de cambiarla. Solo esperaba que no regresara a casa una vez más con el corazón roto, los chicos con ojos azules iban a ser su perdición.

Le tomó exactamente 16 horas y 26 minutos encontrarlo. No había sido sencillo ya que solo contaba con su primer nombre y no creía que el callejón por el que había sido arrastrado hace unos días fueran sus rumbos usuales. Pero había tenido suerte mientras observaba una cafebrería, Jonathan estaba detrás de esta atendiendo a una chica que intentaba coquetearle, sin éxito para su satisfacción.

Entró en el lugar y una campanilla anunció su presencia.

—Buenas tardes, bienvenido —saludó mientras se giraba a mirarlo, claramente sorprendido.

—Buenas tardes —respondió dirigiéndose a uno de los estantes. Nunca se había molestado en leer literatura mundana, no le interesaba. Pero debía aparentar que sí. Por como el humano observaba los libros, sin duda sería un buen tema de conversación.

—¿Estás buscando algo en especial? —preguntó mientras se acercaba y observaba la estantería—. No pensé que fueras el tipo de chico que lee literatura juvenil. A decir verdad, no pensé que fueras el tipo de chico que lee— soltó para luego sonrojarse.

Damian enarco una ceja.

—¡Lo siento! Perdona, emm...yo... no dije nada. Quiero decir, no debí juzgarte sin conocerte —dijo mientras jugaba con su manos y agachaba la mirada.

Damian recién se había dado cuenta que el contrario era unos centímetros más bajo.

—Eso puede arreglarse. Vendré por ti al término de tu turno —declaró mientras lo tomaba del mentón y lo obligaba a mirarlo a los ojos.

Damian salió después de eso, dejando a Jon preguntándose qué demonios acababa de pasar.

.

.

.

Tercer encuentro

Damian había regresado al Instituto a cambiarse rápidamente, quería dar una buena tercera impresión. Desde entonces se había apostado al otro lado de la calle en donde trabajaba Jon. Ligeramente oculto a la sombra de un árbol, esperando a que el otro saliera.

Pasaron horas antes de que Jonathan por fin saliera del lugar y Damian se apresuro a cruzar la calle para hacerse notar.

—Hola —saludó nervioso Jon, rascándose la cabeza en cuanto noto la presencia de Damian.

—Hola, ¿qué tal estuvo tu día? —respondió.

—Bien, gracias por preguntar.

El ambiente se estaba tornando incómodo rápidamente, no tenía ni idea de que decirle o a donde ir.

—¿Te apetece ir por un helado? Conozco una heladería por aquí cerca...—comentó Jon mientras jugaba con sus manos, adelantándose unos pasos.

—¿Es buena? —inquirió mientras se ponía a su lado.

—¡La mejor! Su helado de selva negra es el increíblemente delicioso —declaró.

Damian sonrió al notar como los ojos de Jon brillaban por la emoción.

—¿Selva negra? No estoy seguro de conocer ese helado —mintió para molestar un poco al otro.

—¡¿No conoces el helado de selva negra?! ¡No has vivido! —exclamó divertido—. Vamos, estoy seguro que te encantará —comentó mientras comenzaba a caminar.

—¿Quieres apostar?

—¡Por supuesto! No conozco a nadie que no le guste y tu no serás la excepción —reto mientras lo señalaba con un dedo en el pecho.

—Muy bien, ¿qué quieres obtener si ganas y yo amo el helado? —pregunto observando con curiosidad.

Jon lo pensó por un momento

—¡Tu pagas los helados! ¿Qué quieres tú? —inquirió mientras ladeaba la cabeza. A ojos de Damian eso le hizo parecer como un tierno cachorrito en busca de atención.

—Oh, ya lo verás.

El trayecto fue ameno, Jon no dejaba de hablarle maravillas del helado y su contenido, además de su ligera obsesión con el chocolate.

Jon tenía razón con respecto a la ubicación de la heladería, estaba apenas a un par de calles de la cafebrería donde trabajaba y era bastante pintoresca.

Al llegar, Jon se apresuró a ordenar un cono doble de selva negra y Damian eligió una simple nieve de limón.

—¡Anda, prueba! —dijo mientras le ofrecía su cono de helado.

—¿No te molesta? —respondió a su vez, sosteniendo el cono de helado.

—¡En absoluto! Lo que sea con tal de crear un nuevo adicto a este helado —comentó sonriente.

Damian observó lentamente el helado, antes de decidirse a probarlo.

—Mmmm —saboreo—. No me gusta

—¿Qué? ¿Por qué no? —pregunto confundido, observando como el mayor lo miraba divertido.

—No soy admirador del chocolate —confesó.

—No deberías confiar nunca en una persona a la que no le gusta el chocolate, es ley básica —exclamó estupefacto, parpadeando lentamente.

—Entonces, ¿no confías en mí?

—Bueno, has ganado la apuesta —respondió evadiendo el tema—. ¿Qué quieres ganar? —preguntó con curiosidad, mientras comenzaba a lamer su helado.

—A ti —declaró

—¿Q-que? —tartamudeo sonrojándose.

—Hicimos un trato, ¿no? Yo te quiero a ti —dijo, acercándose rápidamente, logrando robarle un beso.

Jon solo atinó a mirarlo confuso, mientras su sonrojo aumentaba.

—Los tratos se sellan con un beso —comentó casual, estirando su mano para limpiar una mancha de helado que Jon tenía en la barbilla.

.

.

.

2 años después

—Voy a renunciar a mis marcas —declaró mientras observaba a su padre.

Había estado pensando seriamente en ello desde hace meses. No quería tener que dividir su tiempo entre cazar demonios y estar con el chico que ama. Y no quería que Jon ascendiera, no buscaba esa vida para él, no quería tener que verlo morir joven además de que el menor odiaba la violencia.

—No, no lo harás, no te lo permitiré —respondió mientras se levantaba de la silla que segundos atrás ocupaba. Estaba perdiendo la calma—. ¡Eres un Nefilim! ¡Mi hijo! ¡No permitiré que deshonres el nombre de esta familia para revolcarte con un mundano!

—No es tu decisión, padre —espetó furioso por el insulto hacia Jon, apretando los puños—. Eso es lo único que te importa, ¿no es así? ¡El nombre de la familia! ¡El honor! Nunca te importe en realidad —expresó mientras se levantaba de su asiento, dirigiéndose a la salida.

—Madre me habría apoyado.

—¡Damian! —escuchó que le gritaba antes de azotar la puerta.

Salió furioso de la habitación.

—Damian… —susurro Maya mientras lo observaba con ojos llorosos, lanzándose a abrazarlo —. Se feliz, te voy a extrañar hermanito.

Damian lentamente correspondió al abrazo.

—Hey… no llores, sabes que no se que demonios hacer cuando lo haces. No me arrepiento de dejarte… se que pase lo que pase, estarás bien. Te quiero, Maya.

—Te quiero, Damian —susurro mientras lo liberaba del abrazo. No podía hacer más que contemplarlo alejarse y desearle lo mejor.

.

.

.

Tres meses después.

Era una linda mañana de verano. 7:05 am marcaba el reloj digital que se encontraba junto a su cama, sobre el buro. Damian observaba felizmente a su novio durmiente, intentando despertarlo sin éxito, como cada mañana.

—Amado, despierta.

—Hmnn —respondió mientras se acurrucaba aún más en su pecho, escondiendo su rostro.

Damian río, enternecido por las acciones infantiles que Jon tomaba.

—Vamos bebé, es tarde. No vas a llegar a tu primera clase —intentó convencer el mayor.

—5 minutos más.

Damian deposito un suave beso en la frente de Jon, mientras acariciaba su cabello.

Había pasado ya un tiempo desde que dejara de ser un cazador de sombras y al principio había estado aterrado, confundido. Pero conforme avanzaba el tiempo más se daba cuenta que estaba en el lugar indicado, teniendo a Jon entre sus brazos.

—5 minutos más serán —concedió mientras lo apegaba más a su pecho, sonriendo.

Sintió a Jon sonreír y dejo que sus ojos se cerraran nuevamente.

Al fin estaba en casa.

FIN


¿Dudas? ¿Quejas? ¿Comentarios? ¿Sugerencias?