"ALAS DE ÁNGEL"

Para obtener sus alas y volver a los cielos, necesitaba dos sentimientos: amor, bondad. Y una joven de corazón puro debería enseñarle el cómo ser humano. Pero ¿qué sucedería si en la enseñanza apareciera el amor entre ellos?

.°.°.Dulce Kagome Lady.°.°.

PROLOGÓ

Por un momento cerraría sus ojos. Total, el mundo no colapsaría por tener sus ojos cerrados un momento ¿verdad? recostó su espalda en el respaldo de su sillón de nubes, ahh que bien se sentía descansar. Movió sus hombros hundiéndose más mientras que sus huesos crujían ante la tención que tenían, eso sí era vida. Sonrió ante la paz que se escucha en ese pedazo de cielo, los ángeles esta vez estaban calmados y nada malo pasaba. Todo era paz y silencio. Síííí, esta vez podría descansar…

Aunque, claro, no todo en su eterna vida era perfecto.

—¡Kami Sama! ¡Por favor, señor, venga! —pidió a voz en grito, desde lo lejos.

Uf, adiós descanso.

Con un quejido se levanto de su cómodo sillón con gran esfuerzo, ayudándose al posar la palma de su mano en su rodilla. ¿Por qué no podría simplemente ignorar ese grito? Estaban en el Cielo ¿Qué podría suceder aquí? ¿Lastimarse y morir desangrados? ¿Qué los maten? ¡Por el amor de ÉL ya estaban muertos!

Casi arrastrando sus pies, camino hacia el lugar en donde esa conocida voz ronca y vieja se escuchaba. Traspaso el umbral de la puerta y se quedo boquiabierto al ver lo que sus ojos le mostraban. Un ángel maltratando a otro. ¿En qué cielo sucedía eso?

«Cuando Lucifer era travieso.»

Suspiro al recordar a ese ángel. Era el ángel más querido de su amigo Dios. Y ahora le tocaba a él lidiar con un ángel que era un verdadero problema en sus cielos: Inuyasha.

—¿Qué sucede aquí? —inquirió colocando sus manos en su cintura frunciendo el seño al verlos.

Inuyasha se detuvo en seco de la tunda que le estaba dando a Jaken un demonio que había sacrificado su propia vida al salvar la de una niña que viajaba junto a él y su señor, en la era del Sengoku Jidai.

Lentamente quito su pie de la cabeza del hombrecillo que antes había sido un monstruo. Jaken aspiro en una gran bocanada de aire todo lo que pudo ya que estaba ahogándose al tener el pie de Inuyasha sobre su cabeza y observo a Kami Sama con una gran sonrisa y los ojos brillantes del agradecimiento.

—¡Oh, gracias, gracias, gracias, señor! —Dijo arrastrándose hasta colocarse al lado de Kami Sama quien lo observo alzando una ceja—, ¡ese abusador quería ahogarme! —lo acuso señalándolo con su dedo índice.

Inuyasha mostro su dedo mayor haciendo su típica seña de: «no me importa». Sonriendo, dejando ver todos sus perfectos dientes blancos y los colmillos. Kami Sama, suspiró sacudiendo su cabeza levemente ante lo incorregible que era ese ángel. ¿Por qué lo había aceptado en sus cielos? Ah, sí, ya lo recordaba: lo habían traicionado y sacrificado, para proteger con su sangre una perla que era capaz de cumplirte cualquier deseó. Y él era inocente.

—Compórtate, Inuyasha —ordeno cerio—. Recuerda que eres un ángel y como tal tienes que respetar el lugar puro en donde estas.

—¡Feh! ¿Crees que me importa? —se cruzo de brazos observándolo de soslayo— ya te he dicho que este lugar no es para mí. Envíame al infierno ahí pertenezco yo. Jamás podre ser un ángel. —Su mirada se torno sombría con una malévola sonrisa—, sabes que podría engañarte en cualquier momento y no sentiría remordimiento alguno.

Kami Sama, lo observo fijamente. ¿Creía que hablaba con alguien que no sabía nada sobre él? conocía el corazón de ese muchacho como la palma de su mano, y podía afirmar sin vacilación que en ese hanyuo tenía más corazón que cualquier otro ángel. Sólo que aun sentía rencor hacía las personas que lo habían engañado en su otra vida.

—Inuyasha…

—¡No, estoy cansado de escuchar tus palabras! —bramo encarándolo—. Sé lo que me dirás, sé de memoria ese maldito sermón sobre que estoy aquí para proteger a alguien ¡igual que mi ángel guardián! ¡Igual que él lo hizo conmigo!

—Escúchame un momento.

—¿Para qué? ¿Para explicarme una vez más que la vida de nadie es perfecta? ¡¿Qué el destino ya tenía previsto que yo moriría de esa manera?! —apretó sus puños con tanta fuerza que estos le temblaron. Inclino su cabeza hacia delante ocultando su semblante con su flequillo mientras mordía su labio inferior soportando esas oleadas de amargura e impotencia que siempre lo invadían— ya he escuchado suficiente. —volteo y se alejo lo más rápido que pudo doblando en un muro de nube.

Siempre ocurría lo mismo. Cada vez que se encontraban, Inuyasha explotaba como una bomba de tiempo diciendo que tendría que enviarlo al infierno porque él no pertenecía allí, para luego irse hecho una furia, con una tristeza que casi era tangible y que llegaba a afectarlo tanto como si fuera de él. Cerró sus ojos frunciendo el entrecejo. Sabía que Inuyasha no pertenecía al infierno, por algo había decidido que tendría que estar aquí, el problema era que este muchacho no quería entender que él no era malo, no tenia maldad en su corazón solo un poco de rencor. Pero eso no era nada ya que se podía salvar, se podía encontrar una solución. Lo único que necesitaba era un poco de ayuda por parte del chico.

Dejo a Jaken allí y se dirigió de donde lo sacaron. Se sentó pesadamente en su sillón, afirmando su codo en el apoyabrazos sosteniendo con su palma el mentón, observando un punto indefinido. Sabía que existía una solución al problema que le creaba Inuyasha. Si no lo encontraba rápido se vería obligado a enviarlo al infierno como quería. Necesitaba que aprendiera rápido dos sentimientos que él tenía pero que estaban ocultos en lo más hondo de su corazón, en donde ni el mismo Inuyasha quería mirar. Pero ¿de qué manera enseñarle de la bondad y el amor si se negaba a escuchar? La única manera de lograr que él escuchara era amordazarlo y atarlo contra un roble que sería incapaz de romper… pero…

—¡Me niego a tomar esas medidas! —Golpeo con su puño el apoyabrazos— tiene que existir una manera de que él vea que sí puede ser un ángel y que pertenece a esté lugar —bajo su mirada a sus pies, clavándolos allí—, tiene que haberla…

«Por favor… escúchame…Kami Sama.»

Parpadeo repetidas veces al escuchar la voz de una muchacha que parecía estar sollozando. Volteo hacia atrás ya que de allí provenía la voz.

«Ayúdame, por favor, ayúdame. Ayuda a mi ángel guardián, que desde hace mucho no me protege, para encontrar el camino hacia mí, a que mi vida cambie, a poder ayudar a mí hermano, a que no me sucedan mas estas cosas, a que pueda estar algún día en paz, solo horas o minutos. Protege a los que quiero y por favor no te olvides de mí… no lo hagas.»

Había olvidado que al dar la espalda a alguien, personas en la Tierra sufrían dolor y tristezas. Se acomodo en su sillón y comenzó a oír mejor las palabras de la joven que había enviado una oración al cielo. Debía de tener entre unos veinte o veinticinco años de edad, había perdido a su padre a la edad de los catorce años, solía vivir con su madre, abuelo y hermano menor en su templo, ahora trabajaba como veterinaria, vive sola en un departamento, quiere ayudar a su hermano y… su corazón es puro y enorme… lleno de bondad.

¡Bondad!

¡Ella era justo lo que necesitaba!

Sonrió irguiéndose de un salto, caminando a paso raudo hacia afuera de su «despacho» al fin tenía una solución a su problema. Debía avisarle cuanto antes a Inuyasha cuál era su nuevo trabajo…

Lo encontró sentado, observando los colores que creaban el atardecer de ese día sobre las nueves, mientras estas se movían lentamente a un ritmo suave como si una briza las estuviera corriendo de lugar. Se lo veía nostálgico y tristes, con sus alas plegadas, enormes y llenas de plumas, blancas y suaves, casi haciendo juego con su cabello plateado.

Le lanzo una mirada rápida y llena de fastidio —ya que lo había descubierto— soltando un resoplido. Se irguió del lugar para alejarse de Kami Sama quien rápidamente lo siguió haciendo oídos sordos a los rezongos de Inuyasha.

—Inuyasha, sé que no soportas tenerme cerca pero tienes que escucharme, sólo será un minuto. Prometo que no te quitare nada más que unos cinco minutos. ¿De acuerdo?

—Habla.

Kami Sama sonrió satisfecho.

—Vengo a informarte de tu nuevo trabajo.

—¿Qué? —se detuvo en seco observándolo con su ceño bien fruncido obviamente molesto por la "información"—. ¿De qué estás hablando?

—Sé que muy en tu interior guardas bon…

—Ni si te ocurra decir esa palabra ¿me has escuchado? —Mascullo plantándosele— sea lo que sea que vienes a decirme no me interesa.

Lo observo serio, ya sin esa chispa de alegría de antes.

—Es una orden, no una petición.

Y por primera vez desde que llego a los cielos hace más de 500 años atrás, Inuyasha enmudeció, pero no sin dejar de observarlo con ese odio que era casi palpable.

—Inuyasha… sabes que los ángeles tiene una trabajo cada uno, y ese es el cuidar a la persona que se le ha sido asignada —explico— y tú has estado aquí sin cuidar a nadie por más de quinientos años. Creo que ya es tiempo de que comiences con tu tarea.

—Pero sabes bien que yo no soy ningún ángel con bondad en su corazón —apunto desviando la mirada hacia otro lado—. ¡Ja! No pude ni cuidarme yo mismo cuando estaba vivo y quieres que cuide de alguien más ¡vamos, Kami Sama! ¿En que estas pensando?

—En qué, es hora de que cumplas con tu destino.

Inuyasha abrió levemente sus ojos y lo miro fijo. Presentía que algo malo estaba a punto de suceder, y no tenía nada que ver con que le encomendaran a alguien, esta vez tenía que ver con otra cosa que Kami Sama estaba planeando. Pero… ¿Qué sería?

—¿Qué es lo que estas tramando? —Pregunto escéptico—, algo te traes entre manos… ¿Qué demonios es?

—No puedes hablar de esa manera en un lugar sagrado.

—¡Ya dímelo de una buena vez!

Sonrió cruzándose de brazos.

—Te propongo un trato.

El ángel alzo una ceja observándolo más escéptico aún, no le gustaba nada esto, nada.

Capítulo 1: Una Oración.

Bon Café —leyó las enormes letras verdes con dorado, en los bordes, que estaban arriba del centro del bar, creando una mueca ante el ostentoso café francés de uno de los barrios más visitados de Tokio.

Suspiro algo cansada.

Sólo a Sango se le ocurría ir a tomar un café en un bar tan delicado y único como ese. Inclino su cabeza hacia un lado cerrando sus ojos. La próxima vez que tuvieran que decidir en donde encontrarse elegiría ella.

Entro al lugar con cautela, observando minuciosamente cada rincón de Bon Café. Mesas pequeñas adornaba la sala principal, masetas de plantas exóticas se encontraban en los rincones y algunas colgadas de las paredes, resaltando el verde que ya se notaba por casi todo el lugar. Columnas, separaban la barra donde se preparaban los pedidos de las mesas en donde personas disfrutaban sus bebidas. También se podía escuchar suave música de fondo, claro que nada de los '60 u '90 tampoco música clásica, sino la de ahora, suave y algo romántica. Continuo son su escrutinio observando más al fondo en donde se podían ver parejas de ancianos hablando tranquilamente de quien sabe que trivialidad.

¿De dónde Sango había sacado este lugar tan… costoso? Estaba segura por las ropas que vestían esas personas, que ese no era cualquier café este debería ser uno de los más costosos de Tokio.

Era mejor salir de ahí antes de que consumieran algo y luego no podrían pagarlo.

Lanzo una rápida mirada al lugar buscando a su mejor amiga que debería de estar por ahí en alguna mesa. Tenía que apresurarse si quería parecer lo más desapercibida posible, ya que se estaba sintiendo como una tonta en un lugar tan caro. Busco y rebusco en el lugar, alguna mujer solitaria de cabellos castaños sentada en alguna de las pequeñas mesas del café, pero no se veía por ningún lado a la malvada de Sango. Soltó un bufido inflando su pecho para tratar de tranquilizarse. Bien, no importaba, solo tendría que caminar silenciosamente hasta el fondo como una ladrona hasta encontrar a su amiga y arrastrarla de ese lugar.

«Sangoo… ¿en dónde te has metido?»

Arrugo el borde delantero de su abrigo mientras caminaba por el lugar. La calefacción ambiental la estaba matando y quería sacarse de una buena vez esa maldita bufanda que parecía estar ahogándola. Sí, lo admitía, se encontraban en primavera y no era recomendable andar con esa vestimenta. Pero es qué afuera hacia un frío odioso que no se podía soportar con unos pescadores y musculosa ¿Quién lo aguantaría? Se abanico con su mano aún en la búsqueda de Sango, aunque preferiría mil veces estar vestida con pescadores y una musculosa que con abrigo y bufanda dentro de ese lugar.

Distraídamente observo hacia atrás….

Soltó un grito ahogado al ver que perdía el equilibrio de su cuerpo. Una mano grande la sostuvo por la cintura acercándola hacía el pecho firme y duro de la persona con quien se había chocado. Y como si todo hubiera sucedido en cámara lenta, sus cabellos cayeron desordenados en su rostro por el movimiento brusco del hombre que la acerco a su pecho. Sus mejillas rápidamente tomaron un color rojizo provocando más calor del que ya sentía en su rostro, sin atreverse aún a alzar la mirada, respirando agitadamente nerviosa por el susto que se pego. Se obligo a tranquilizarse cerrando sus ojos, afirmando sin notarlo una mano en el pecho masculino…

… Se alejo casi de un salto del hombre que la había ayudado a recobrar la compostura y se llevo una mano al corazón que latía insistente dentro de su pecho. ¿Había sentido lo que creía que sintió? Trago con fuerza todavía conmocionada por lo que en un segundo sucedió: una descarga eléctrica invadido todo su cuerpo, de pies a cabeza, apenas sintió el calor de su pecho en la palma de su mano. Se mordió su labio y obligo a enfrentar la mirada de ese hombre que desde que chocaron sentía sobre ella.

Sus ojos eran azules…

—Fíjate para la próxima vez quien va cruzando—escupió volteando.

Camino casi todo el final del pasillo que quedaba del café, dejándola alborotada con sus sentimientos a flor de piel que en solo un minuto habían salido a flote con solo tocarlo. Por un segundo el lugar cambio, ya no había más mesas ni plantas, ahora solo habían nubes blancas y espumosas que no tenían fin. Bañadas por colores rojizos, anaranjados y dorados, mostrándolas como si estuviera en un sueño. Y él hombre que la salvo de una dura caída y de pasar una semejante vergüenza, tenía… tenía… sus ojos se abrieron desmesuradamente.

«Tiene alas…»

—Kagome, al fin, pensé que no vendrías, te estuve… ¿Hey, estas bien? —le pregunto, ya que al estar cerca de ella notó lo tensa y concentrada que estaba, poso una mano en el hombro de la joven quién parpadeo repetidas veces como saliendo de una ensoñación.

—Eh, sí, sí, estoy bien respondió aún distraída.

¿Quién había sido ese hombre de ojos azules cómo el mar de noche? Por un momento cuando le hablo sintió un temor que la hizo casi temblar y hacer que su corazón saltara dentro de su pecho ante su voz… su masculina voz. Se inclino un poco en la pequeña mesa de café colocando un codo en ella para que su mano sostuviera su mentón. ¿Había sido todo producto de su imaginación? ¿Las nubes, esas alas, los colores anaranjados como si los rayos de sol estuvieran acariciando esas espumosas nubes? Todo…

Era mucho más alto que ella, debería sacarle dos cabezas como mucho. Su cabello era negro como una noche sin estrellas, sus ojos azules como el mar nocturno, su piel tostada… esa mirada penetrante que había logrado hacerle saltar el corazón cuando se clavo en sus ojos, fijos y…

—Entonces choque con mi auto.

Parpadeo asustada

—¿¡Qué?!

—¡Ajá! —Exclamo Sango señalándola con su dedo índice— no estabas prestando ni la más mínima atención a lo que te estaba diciendo —la acuso—. ¿Qué es lo que te sucede? Tú nunca sabes estar así de distraída y se me hace muy extraño que no hayas preguntado ya porque te he traído a un lugar tan costoso como esté.

Vaya a veces Sango podía ser más perspicaz de lo que aparentaba ser.

—Y no —tomo su jugo de Naranja—. No aparento nada, a ti se te nota a todas luces que estas distraída y muy pensativa —Kagome soltó una risita incomoda al recordar que su amiga era capaz de "leerte el pensamiento" por llamarlo de alguna manera a su intuición—. Y no podrás negarme que algo te pasa —la observo preocupada— ¿Qué sucede, Kagome?

La aludida sonrió soltando una risita nerviosa de nuevo. A veces junto a su mejor amiga se sentía como confesándose ante un monje.

—No es nada. Solo es que vi a alguien que me pareció conocido. Solo es eso, de verdad —aseguro.

Sango la observo escéptica y luego se encogió de hombros, no insistiría con algo de lo que ella no tenia deseos de hablar.

—Y bien, ¿me dirás de una buena vez por todas que hacemos en un lugar donde no podemos ni pagar estos jugos? —inquirió la joven de mirada alegre dando un sorbo a su bebida de fruta. Sonriendo para dispersar el ambiente desconfiado que se creó entre ellas.

—¡Oh, sí, es verdad! —Recordó golpeando las palmas de sus manos— hemos venido a este lugar por una razón muy especial.

—¿Y ésa es…?

La joven sonrió risueña.

—¿Recuestas esa vez que te conté de que tenia «algo» por ahí?

—Mmm… sí, ¿y qué con eso?

Nuevamente sonrió mostrando todos sus dientes, y tiñendo sus mejillas de un color carmesí.

—Bueno, él una vez me dijo que su padre tenía unas cuantas cadenas de café distribuidas por Japón —comenzó, sin dejar de juguetear con las llaves de su auto—. Jamás pensé que serian ehh… bueno, estas clases de café.

—¡¿El chico con el que sales es dueño de estos cafés!? —casi grito, inclinándose más hacía delante.

—¡Shh! ¡no alces la voz! —susurró Sango, observando hacia los lados para ver si alguien había oído algo. Lo peor de todo era que TODOS oyeron a Kagome— ¡Kagome! Todos nos están viendo gracias a ti.

La chica observo también y noto como murmullos comenzaban a escucharse provenir de las demás mesas. Oh, genial, como siempre llamando la atención de todos. Se removió nerviosa al ver que cuando los observaba no desviaban la mirada de ella. Incomoda se tomo su larga melena con suaves ondas y se la coloco en el hombro creando así una pequeña montaña de cabellos que ocultaran su rostro colorado del de los demás.

—Bien —comenzó Sango nuevamente abanicándose con una servilleta de papel sus sonrosadas mejillas—. En resumen, ayer me pidió que seamos algo más que "algo" —sonrió ante el juego de palabras—. Y bueno, yo acepte.

—Oh, Sango, eso es muy bueno —sonrió sinceramente Kagome tomándole las manos a su amiga—. ¡Cuéntame todos los detalles!

—Sí, ya somos novios y para festejarlo me regalo dos meriendas completas en su café todo pago —se mordió el labio como si estuviera rememorando algo, sonrojándose aun mas—. Dijo que podía invitar a quien yo quiera, y utilizarlas cuando me plazca. No tienen fecha de vencimiento —rió— sólo la comida…

Kagome rió con su amiga sin ninguna preocupación. Cuanta paz sentía en momentos como esos cuando solo reía sin preocupaciones ni problemas, ni animales heridos y…

«¡Animales heridos!»

Observo su reloj de pulsera alarmada por la hora que seria.

15:45hs. P.M.

—¡Oh, Kami Sama, tengo que estar allá dentro de quince minutos! —Golpeo su frente contra la palma de su mano, teniendo los ojos clavados en las agujas del reloj, notando lo obvio: no llegaría—. Debo irme. Adiós, Sango.

Tomo su pequeño bolso cruzándoselo por el pecho y salió como alma que lleva el diablo del café.

—Pero… ¿Qué haré con las meriendas…? —murmuró al aire viendo como su amiga salía por la enorme puerta del café.

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—Buenas tardes Señorita Kagome —saludó con su suave sonrisa la secretaria de su pequeña «tienda».

—Hola, Áyame, buenas tardes —jadeó tratando de recuperar el aire perdido, arrugando la tela de su abrigo en el pecho e inclinándose hacia delante para tomar todo el aire perdido.

Uf, tuvo que correr las veinticinco cuadras desde el café hasta su Tienda Veterinaria. Por suerte quedaba a veinticinco cuadras y no a cincuenta. Había perdido las llaves del automóvil y cuando quiso abrir la puerta de este último notó que le faltaban las llaves. Las busco por todo el café, por los lugares en donde camino y hasta donde tropezó con ese mal educado hombre. Pero nada. No estaban por ningún lado. Suspiro sacando las llaves de su tienda, haciendo espacio para que entrara Áyame: su fiel empleada, que no le importaba trabajar por un sueldo casi miserable y eso era porque venía de una familia la cual no la obligaba a trabajar. Ella más bien trabajaba porque quería, ya que su padre era el dueño de una respetable empresa de materiales para el hogar.

—Se ve agitada —comento una vez dentro la chica de cabellos rojizos y ojos verdes— ha venido corriendo ¿verdad?

Kagome le regalo una sonrisa cansada.

—Sí, es que olvide las llaves de mi auto en algún lugar que no recuerdo y me vi obligada a correr —rió quitándose el abrigo y la bufanda para colocarse la camisa de veterinaria.

«Aunque juraría que estaban en mi bolso después de que choque con ese hombre…»

Entro a su despacho con unas cuantas cartas que se encontraban en el Buzón de Cartas y se sentó pesadamente en la silla que se encontraba detrás de su escritorio. Que cansada se sentía…

—Es imposible que luego las haya perdido —musito para sí, meditabunda, observando sin mirar las cartas que tenía entre sus manos—, ya que no las saque en ningún momento.

—Señorita Kagome —llamo la secretaria desde la entrada principal con tono serio—, han llamado para urgencia. Es una perra que está a punto de parir a sus cachorros y tiene dificultades.

Comenzó el trabajo…

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Cuatro operaciones. Dos partos. Tres accidentes. Y cinco vacunas contra el Parvo. Ésa era la lista del día de hoy y ella no se podía ni mantener en pie, estaba totalmente destrozada, quería dormir y dormir para descansar y no sentir más ese cansancio que le hacía cerrar sus ojos cada vez que se sentaba en su sillón favorito. Demasiadas cargas para una joven de veinticuatro años que simplemente era una veterinaria.

—Si sólo fuera eso… —suspiro cerrando sus ojos cuando escucho el "clic" de la cerradura. Guardo las llaves en su pequeño bolso y comenzó a caminar en una fría noche de primavera.

Ya estaba un poco cansada de siempre tener que estar al borde de los nervios. Teniendo que correr de aquí para allá, de allá para aquí, ya no daba para más. Y lo peor de todo es que apenas le alcanzaba para poder pagar todas sus deudas… ¡ja, como si fueran muchas! Lo único que debía hacer era pagar a Áyame, el pequeño departamento en donde vivía y la universidad de su hermano, sin contar con otras pequeñeces: como la comida, las cuotas del auto que aún no terminaba de pagar, los encargos de comida para animales, medicamentos y demás trivialidades.

Suspiro.

Hace más de tres años que le pagaba su universidad sin que él supiera. Depositaba los Yenes en la cuenta de su hermano y luego se marchaba sin que él jamás se enterase. Lo hacía porque sabía que su hermano con lo que trabaja no le alcanzaba para cubrir la cuota. Además ¿Quién pagaría tanto a un simple empleado de una estación de gasolina de medio tiempo? nadie, obviamente.

Pero esto era solo por unos años. Él ya terminaría la universidad y se recibiría de arquitecto, solo un par de años más y listo. Ya no mas cuentas ni tantas preocupaciones… solo dos años más…

—Ahh… ¡que cansador! —gimió, tirando su cabeza hacia atrás aún caminando.

Y lo peor de todo es que su abuelo se encontraba enfermo. Tal vez fueran los años y la muerte lo estuviera rondándole o simplemente era capricho del destino que quisiera llevárselo al lado de Kami Sama para ser un ángel y reencarnarlo en otra persona. Quizás… simplemente fuera eso…

Una lágrima rodo por su mejilla.

Era imposible ocultar el dolor que sentía. Su abuelo pronto moriría, los médicos que lo vieron les afirmaron la semana pasada que su abuelo no soportaría mucho tiempo. Los diagnósticos eran exactos, ninguna equivocación, nada que hacer para ayudarlo, lo único que quedaba era esperar lo inminente: su muerte.

Lágrimas tibias cayeron de sus ojos como suaves ríos salados de dolor.

No quería perder a otra persona.

No quería ver morir a otra…

Se enjugo las lágrimas al pasar por un lado de su auto, se quedo quieta de pie observándolo fijamente. Su mala racha no podría ser peor. Pero a era toda una mujer, hecha y derecha para andar lloriqueando por algo que no tenia solución, debía ser fuerte, su madre y su hermano estarían destrozados cuando ya él no estuviera mas con ellos. Necesitaba ser muy fuerte para poder hacerlos soportar el dolor de la perdida igual que cuando su padre murió…

«Pero… ¿Y yo…? ¿Quién me hará sentir mejor?»

Tomo aire cerrando sus ojos comenzando a caminar nuevamente retomando su camino. Eso no importaba. Ya estaba acostumbrada a guardar su dolor… y no compartirlo con nadie.

Tendría que hacer un duplicado para…

Se detuvo en seco percibiendo el erizamiento de sus cabellos en la nuca de su cabeza.

Alguien la estaba observando.

Paralizada, llena de pánico por estar sola en medio de la calle sin que ningún miserable auto se cruzara por allí, comenzó a respirar agitadamente con el ensordecedor latido de su corazón. Bien, no debía temer, tendría que comenzar a caminar más rápido, sólo eso, nada más. Aumentando el paso, continuo caminando sin detenerse cuando escucho el ruido de una lata que rodaba contra el sementó. Debería estar a unos cuantos metro lejos de ella, y ése sonido no lo había provocado el viento ya que ni una maldita briza se sentía por el lugar. Rápidamente doblo en una esquina y pasos detrás de ella comenzaron a oírse. No era una persona… eran dos.

«No, no, ¿Por qué me pasa esto a mi?»

Disimuladamente observo hacia atrás y su mandíbula se abrió como se hubiera despegado de su piel.

Sólo era una pareja que venían silenciosamente caminando.

Quiso reír a carcajadas por lo tonta que se había comportado. Ella que creía que la estaban persiguiendo ¡Solo era una pareja de adolecentes! Sonrió avergonzada por su estúpido comportamiento y continuo cruzando la calle para ir hacia una plaza que daba enfrente de su departamento. Tranquila, ahora, aflojo la tención de sus hombros y casi arrastrando los pies cruzo la pequeña plaza que en medio tenía una estatua de un ángel…

«Como el del café…»

Porque no dudaba que esa visión casi real era la de un ángel o lo que sea que haya sido eso que ocurrió en el café del novio de su amiga. Estaba segura que era un ángel ¿sino que sería ese hombre con alas blancas en su espalda que volaban alrededor de ella? ¿Un hombre paloma? Oh, eso era tan ridículo. Sonrió ante sus cavilaciones deteniéndose para observar ésa estatua… que la observaba… ¿la observaba? Parpadeó para confirmar si era verdad y…

No, era su imaginación nuevamente.

Tantas horas de trabajo provocaban eso en ella: ver cosas que no eran.

«Tonta. Tengo que dejar de leer libros de ficción.»

—¿Se encuentra perdida?

Su respiración se corto. Los latidos de su corazón retumbaban en sus oídos mientras las piernas no le respondían. Esa no era la voz de un hombre amable, esa era la voz de alguien que disfruta del dolor de otros. Estaba segura que esa persona había hecho algo malo, ya que percibía el tinte malicioso mezclado con amabilidad que obviamente no tenía.

—¿Señorita, se ha perdido? —Le susurró en el oído, desde detrás de ella quien llena de pánico no pudo ni hablar— sé que puedo ayudarla… en muchas cosas.

«¡Un violador!»

—Yo… no…

Poso sus manos en los brazos de la joven quien ante el contacto se removió nerviosa con bruscos movimientos tratándose de zafar del agarre al que era sometida. Él hombre ejerció más fuerza en sus manos, clavándole sus dedos fuertes en el abrigo que ahora no parecía tan grueso como ella creía ya que podía sentir sus dedos como si esas partes de su cuerpo estuvieran desnudas.

—¡NO, NO ME TOQUE! —Chillo con los ojos anegados en lágrimas—. ¡Por favor, ayúdenme!

—Shh… sabes que quieres hacerlo, no te niegues.

—¡No, no, eso es mentira!

Trato de quitarse sus manos de encima pero fue inútil. Lo único que consiguió fue que él la acercara más a su cuerpo haciéndola notar la erección de su entrepierna contra su espalda ya que al parecer era más alto que ella. O tal vez no.

Se sentía sucia y creyó que moriría, pero todo lo que paso fue muy rápido…

Con todas sus fuerzas, clavo el talón de su zapatilla en los dedos del pie del hombre que al parecer tenía unos zapatos costosos que se ensuciaron con la zapatilla de la joven. Él acosador soltó un gruñido ronco clavando sin consideración los dedos en sus brazos, casi con las uñas y de un solo movimiento la soltó con todas sus fuerzas empujándola hacia delante. Ella cayó al suelo y golpeo con fuerza su muslo y la palma de su mano comenzando a latir tanto o más que sus brazos en donde el acosador la había sostenido. Sin siquiera pensarlo corrió con todas sus fuerzas hacia el edificio en donde vivía sin mirar atrás. No quería verlo, no deseaba saber quién era, solo quería escapar de allí y ocultarse en la tibieza de su hogar…

Sollozando, con sus dedos temblorosos: busco en su bolso las llaves de su departamento encontrarlas, abrió con ella la puerta para luego cerrarla de un solo portazo. ¡Estaba sucia! ¡Se sentía llena de mugre! Impregnada del olor de ese loco que la había atacado en su parque favorito. Lloro desconsoladamente, recostando la espalda contra la puerta de madera para desplomándose en el suelo, quedando con las rodillas flexionadas y sus manos ocultando su rostro. Convulsionándose por la violencia de los sollozos. Tenía miedo, mucho miedo y, lo peor de todo… era que se encontraba sola… sin nadie que la acompañase o la protegiera de ese temor que la recorría de pies a cabeza.

Sus brazos, en donde la había sujetado, dolían como pinchazos de pequeñas agujas mientras que su muslo y mano, no dejaban de recordarle cuanto le dolió esa caída. ¿Por qué le sucedían estas cosas? ¿Por qué no podía vivir tranquilamente con un poco de paz? Un poquito, solo minutos, horas como mucho…

Por favor… escúchame… Kami Sama —oró, sin dejar de sollozar, con la frente apoyada en sus rodillas, sus manos en su estomago, y su voz trémula por los sollozos. Deseaba con todas sus fuerzas que él la escuchara, que le enviara su ángel guardián para protegerla de ese dolor y miedos que la tenia atada desde hace mucho tiempo cuando empezó a vivir sola y tener grandes responsabilidades—. Ayúdame, por favor, ayúdame. Ayuda a mi ángel guardián, que desde hace mucho no me protege, para encontrar el camino hacia mí, a que mi vida cambie, a poder ayudar a mí hermano, a que no me sucedan mas estas cosas, a que pueda estar algún día en paz, solo horas o minutos. Protege a los que quiero y por favor no te olvides de mí… no lo hagas.

Las ventanas que se encontraban enfrente de la puerta dando una vista maravillosa hacia su plaza favorita, se abrieron de par en par, como si una ráfaga de viento las hubiera empujado. Soltó un grito ahogado, pegándose aún más contra la puerta, invadida por el terror que la abrazo cómo sí ella fuera un pequeño conejillo que se encontraba desvalido enfrente del león que la devoraría. Chilló, cerrando sus ojos cuando otra furiosa ola de viento la golpeó de lleno, haciendo jirones sus cabellos y enfriándola de pies a cabeza. Una luz cálida entro desde afuera plantándosele enfrente, provocándola para que suspicaz abriera sus ojos y la mirara. La luz tomo forma de un cuerpo con alas enromes que prácticamente rozaban sus puntas con el techo de su pequeño departamento. Trago dolorosamente cuando la luz comenzó a tomar forma y pequeñas y grandes plumas volaron a su alrededor…

Un hombre con un traje rojo apareció ante ella. Parecía como si… como si…

«Como si fuera un demonio.»

La luz lentamente se fue difuminando para dar paso a la oscuridad, dejando como única luz la de la luna quien remarcaba la figura del "demonio" y sus alas. Entre abrió los labios queriendo decir algo, pero lo único que atino a hacer fue a quedarse como una estatua observándolo fijamente, petrificada cuando él la observo serio, como evaluándola, haciéndola perder en esos ojos dorados… esa mirada… era…

Fíjate para la próxima vez quien va cruzando.

¡Él hombre con quien se choco en el café!

Continuará…

N/a: ¡Bonjour! al parecer algo de inspiración llego a mi ^.^ uf, sé que es bastante pesado porque es largo, pero es solo el primer cap, ya los otros van a ser mas cortitos. Bien, voy a recordar un aviso por si las dudas (no, nadie me agredió):

UN AVISO IMPORTANTE(por si las dudas): NO SOY ESCRITORA por lo tanto NADIE tiene derecho a criticar de forma "venenosa" (por así llamarlo) mis fics. Si bien, no escribiré de 10 o mi ortografía es «mala» esto lo hago porque me gusta y no para que me critiquen de mala manera mi forma de escribir. Si no te gusta ahí está el icono «cerrar» lo cliqueas ¡y listo! Internet es un espacio sin fin en donde podes encontrar mil fics de otras personas que puede que te gusten. Esto no lo digo por nadie en especial solo lo hago como aviso ya que no estoy dispuesta a leer comentarios "forros" de personas que NO conozco.

Pasando a otro tema. Este fic no tiene nada religioso, si bien, por ahí voy a nombrar al Dios de nosotros los católicos, pero no voy a hacer nada más que eso, nombrarlo, ésto es toda cultura japonesa y si conocen Dragon Ball sabrán que los ángeles en la cultora hispana sí existen, ya que cuando Goku murió era uno.

¡Gracias por los reviews! Es lindo leer a mis viejos lectores n,n (como también a los nuevos) y saber que aún les gusta mis fics.

Sin nada más que decir, me despido.

¡Nos leemos, al rato!

¡Gracias por tomarse la molestia en leer mi nota y el fic!

Aliío0OozZz…

.°.°.°Dulce Kagome Lady°.°.°.