Prologo: Cuando las serpientes se cubren el trasero.
.
.
—Malfoy—trató al nombrarlo sonar menos hostil, pero era la primera vez que lo veía desde la guerra y los recuerdos que tenía de él no eran lo que uno llamaría encantadores.
—Granger—replicó con cierto fastidio. Hasta donde ella sabía, un perdón silencioso se estableció entre el rubio y el trio.
Después de todo, fueron ellos los que terminaron con la guerra y lo libraron de la prisión en la que estaba. Eso, como era obvio, no había acabado con su actitud antipática.
—Tiempo de no verte—logró decir con un fallido intento de sonrisa. Su novio había desaparecido hacia un rato con unos hombres, discutiendo negocios más que nada.
—El gusto era mío—no le dedicó ni una mirada y dio un pequeño sorbo a su bebida, inspeccionando los alrededores.
—Encantador—siseó aburrida. Y por lo que podía ver, Malfoy estaba tan aburrido como ella— ¿No deberías estar haciendo negociaciones de millones de galeones en lugar de estar parado junto a mí, emborrachándote con champagne?
—No es champagne y no estoy ni cerca de borracho
—Eso lo dices ahora. Quiero verte caminar después de un par más—jugueteo con la tela de su vestido. Se veía arrebatadora esa noche.
—Corregiré eso. No estoy ni cerca de lo borracho que quiero estar—no pudo evitar pensar la falta de elegancia que tenía por pretender embriagarse en una fiesta de ese tipo. —Y para tu información, los verdaderos tratos se hacen durante los juegos de quidditch
Desinteresada, buscó con la mirada por su novio sin éxito alguno.
Malfoy, por otro lado, finalmente encontró algo de su agradó y después de terminarse su trago inclinando vulgarmente su copa, le dedico una última mirada de desdén, para luego encaminarse a quien parecía una joven hermosa y rica acompañada de un alfeñique.
Pobre.
.
No había vuelto a ver a Malfoy sino hasta su fiesta de compromiso. Era increíble lo rápido que pasaba el tiempo. Un día estaba criticando al rubio en una cena y al siguiente estaba agradeciendo los halagos a su elegante anillo de compromiso.
—Tonta— le susurró al oído al darle un abrazo incómodo y de protocolo al final de la fiesta.
Frunció el ceño y lo detestó un momento antes de sentir un abrazo en su cintura y un beso en el hombro.
—Blaise— sonrió al reconocer su aroma
.
Hijo de puta.
Cabrón él y todas sus artimañas sucias y despreciables. Perro maldito, rastrero y ramero.
—Confringo— Allá iba su colección de escobas. —Bombarda— la gárgola de tres arpías del siglo 12— ¡Expulso! — la explosión se llevó consigo los siete volúmenes de biografías Zabini.
Aun con la respiración agitada y la mano estrujando un pedazo de papel y una prenda negra de mujer —Una prenda negra que no era suya— se dejó caer al suelo, soltando la varita, despedazando con las manos las bragas y la carta en el proceso.
A pesar de escuchar los pasos que se acercaban no se detuvo en su afán de borrar la existencia de la evidencia.
Quien quiera que fuera…tendría que lidiar con su estado descontrolado.
Un elfo doméstico.
Un visitante.
Blaise.
…¡Oh, Merlin! Por favor que sea Blaise.
—Vaya diversión has tenido por aquí—ya no se refería más a ella como Granger, y ciertamente ser llamada Zabini por él no era siquiera una opción. Ahora simplemente se dirigía a ella como "Tú".
—Déjame en paz Malfoy, o voy a mutilarte. Lo juro—tenía lágrimas de rabia en las mejillas y la varita nuevamente en la mano.
Ya había tenido sus cinco minutos de oposición a la idea de su atractivo y amoroso marido con otra mujer, pero era demasiado inteligente para dejarse estancar en ese ridículo estado de continua negación a la actual y estúpida situación.
Ahora estaba furiosa.
—Vine por unos papeles, pero veo que tendría que arrodillarme a juntar los pedazos de lo que quede—silbó en apreciación al trabajo hecho en el estudio de su mejor amigo. —¿Qué hizo? ¿No puso un libro en la repisa? —soltó una risita entre dientes. Sintió algo pasar junto a su cuello, dejando un rastro tibio sobre su piel. La miró sobre su hombro con una falsa mascara de aburrimiento. Estuvo a punto de volarle la cabeza, la maldita zorra. —Sangre sucia tonta—bufó y le dio la espalda, prestándole mayor interés a los papeles desperdigados sobre el suelo y el escritorio.
—¿Qué es lo que quieres? —sollozó cansada y con la bilis perforándole el estomago—¿No puedes simplemente dejarme superar esto en paz? —se secó las mejillas con rabia y los nudillos se le pusieron blancos en el agarre de su varita.
—No te estoy deteniendo, continua si eso quieres—se encogió de hombros sin mirarla y siguió buscando por el suelo con el ceño fruncido.
Hermione estaba a punto de volver a protestar cuando Malfoy llamó en un susurro a uno de los elfos de la casa, demandando que encontrara los papeles que buscaba. La criatura observo a su ama y tras un vistazo intentó acercarse. Ella negó con la cabeza y avergonzada se levantó en la salida más discreta que pudo hacerse, no sin antes escuchar la voz del rubio mascullar:
—Qué estúpida, yo te lo advertí—sobre su hombro pudo ver una sonrisa torcida en su rostro.
Con lágrimas contenidas, soltó un bufido enardecido y salió a grandes pasos hacia su habitación.
.
No fue difícil enterarse al día siguiente en el ministerio de magia, que su tan amado esposo había tenido una vida marital entretenida, sobre todo una que no tenía nada que ver con su esposa.
Fue su secretaria junto a la chica nueva las que le dieron toda la información que necesitaba, al empezar a relatar las aventuras que tenía el moreno en susurros gritados, luego de verla llegar con la cara hecha un desastre.
—¿Cuánto tiempo? —le exigió saber en cuanto entró a su oficina ese mismo día luego de su horario laboral.
Hermione Granger nunca faltaba al trabajo. Nunca.
Gruñó al verla—Blaise fue un dolor en el trasero hasta que le dije que no fui yo quien hizo ese lio en su estudio. Después me culpó de su estudio, y también de tu ausencia cuando le expliqué que simplemente me había topado contigo—siseó nada más verla. Estúpido Zabini, si no había sido Malfoy quien la había hecho enojar. —¿En dónde estuviste anoche?
—Eso no te incumbe
—Yo tampoco tengo por qué responderte nada—indiferente e infantilmente regresó la vista a los pergaminos frente a su nariz sobre el escritorio.
—¿Por qué sugeriste que me habías advertido?
—A diferencia de tu libidinoso marido, yo no cuento con tiempo libre para divertirme contigo. Lárgate si no tienes nada interesante qué decirme.
Agitó su varita un par de veces y todos los papeles, en estantes, sobre su escritorio y en sus manos, volaron por los aires.
Draco se quedó estático un segundo antes de resoplar enojado.
—Muy madura
—Malfoy, dime la verdad
—Recuérdame quién y por qué te dejaron entrar a mi oficina—se masajeo la sien y se reclinó sobre su silla. —Si tanto quieres saberlo, deberías preguntárselo a él. Me sorprende que no hayas ido directamente a volarle los testículos con tus tan efectivos hechizos.
—Aun no quiero verlo—hizo un gesto al pensar en Blaise.
—Entonces sigue escondiéndote en la ratonera Weasel hasta que él te encuentre—meneó la mano en un gesto de desprecio, viendo con fastidio los papeles por todos lados.
—Hoy regresare a la mansión—no era como que quisiera resguardarse en casa de sus padres por el resto de su vida.
—¡Entonces qué rayos estas jodiendo! —se levantó de un salto y estampó las manos contra el escritorio.
Hermione se quedó en silencio unos segundos. Pensando atentamente qué decir.
—Yo…—se mordió el labio, con la mirada en un punto fijo en la nada—yo quiero vengarme
EL rubio arqueo una casi transparente ceja, se sentó y cruzó los dedos frente a la incipiente sonrisa.
—Eso si es interesante.
.
¡Ey! ¿Qué tal?
Registré la historia como "M" por el contenido en los proximos capitulos y claramente por el lenguaje.
Ya tengo los siguientes tres capiutlos, me parece.
Espero escribirles pronto.
Chao.
