Junto a ti.
Nada de esto me pertenece. Los personajes pertenecen a MoonScoop (serie código lyoko). Solo me divierto haciendo historias.
Capítulo 1:
Diecisiete de diciembre de 2014, Francia (Torre de Hierro). Yo corría y corría, ¿cómo me pude quedar dormida? Desde luego era la primera vez que me pasaba. Aquel maldito despertador… juro que cuando vuelva comprare uno nuevo. Iba lo más rápido que podía, en la acera solo se escuchaba el sonar de mis tacones golpeando a un ritmo sincronizado el asfalto. Mi bolso colgaba de mi hombro derecho, golpeando mi cadera al ritmo que yo corría.
Eran las 07:40 am, y yo tenía que estar en la reunión a las 08:30 am. Si me doy prisa, aun podría llegar, pero eso depende del autobús. Alcé la vista y allí la vi, la parada del autobús se hallaba a una manzana de distancia. Cuando la vi solté una pequeña sonrisa, llevaba corriendo desde que salí de mi departamento y ya empezaba a jadear. El viento invernal se rompía en mi cara, haciendo que me costara mantener los ojos abiertos del todo.
Cuando llegué, mire la pantalla que había en frente de la parada.
-10 minutos- dije con un susurro.
¿Cómo podía haberme dormido?, necesitaba el dinero como fuera, era casi navidad y tenía que comprar todo.
Me senté en el asiento que había en la parada, estaba agotada después de haber corrido seis manzanas y a tacón. Me dolían los pies, pero eso no haría que me parase. Mire una vez más a la pantalla.
-8 minutos- dije en voz alta.
Descolgué el bolso de mi hombro derecho, lo puse entre mis piernas y lo abrí. Metí la mano y comencé a tantear el interior. Cuando hallé el móvil al fondo, lo saqué. Encendí el aparato y comprobé la hora.
-07:50 am- dije con un tono algo enfadado.
Guardé el móvil dentro de mi bolso. Levanté la vista y me dispuse a mirar lo que me rodeaba. Nada interesante. Solo veía a gente pasar corriendo de un lado para otro, parece que no soy la única a la que se la pegan las sábanas. Miré hacia arriba. Nada interesante tampoco.
Desvié mi mirada a la pantallita.
-5 minutos-dije susurrando.
Volví a mirar a lo que me rodeaba, como si en 15 segundos fuese a cambiar algo. Miré a la parada que había en frente, el autobús que se detenía en esa parada tampoco estaba. No le di mucha importancia, pues ese autobús iba al sentido contrario que yo. Miré a la pantallita vecina de esa parada. No conseguía ver nada. Baje la mirada y vi al mogollón de gente que se hallaba en aquella parada. Todos miraban a la derecha a ver si veían el autobús. Entonces fue cuando lo vi. En la parada vecina, había un muchacho alto, y de cuerpo atlético. Tenía el pelo marrón y rebelde, en su hombro derecho colgaba una mochilita pequeña de color beis. Se le veía la mar de tranquilo. Él miraba a la derecha al igual que todos esperando a que el autobús hiciera su aparición por la esquina.
Me quede embobada mirándole, buscaba en él su mirada. En ese momento, él giró la cabeza y me miró a los ojos. Mi respiración comenzó a entrecortarse. Poco a poco, todo lo que nos rodeaba comenzó a desaparecer quedando él y yo. Solo podía oír el latido de mi corazón. Cada vez mi pulso se iba acelerando, él no apartaba la mirada de la mía ni yo tampoco de la suya. Él soltó una sonrisa, provocando en mí un ardor en las mejillas. Yo le devolví la sonrisa y en ese momento, algo me impidió seguir manteniendo aquel contacto visual que, apenas unos minutos, habíamos comenzado.
Levanté la mirada y vi el autobús. Miré a la pantallita.
-¿Ya?-Pensé.
Subí al autobús. Antes de que la señora que iba delante de mí se acercara al conductor para pagarle, descolgué mi bolso y saque de él mi monedero. Mi cara se puso blanca cuando descubrí que, con las prisas, había dejado el bono encima de la mesilla de mi departamento.
Maldije entre dientes y saqué algunas monedas. Di al conductor 1,50€ y me dio ese maldito papelito para que, cuando subiera un inspector si es que subía, sabría que yo he pagado para montar en el auto.
Me puse en el asiento de una ventanilla. Mi mirada se desvió a la parada vecina. Quería volver a ver a aquel muchacho de cabello marrón y rebelde, pero mi sorpresa fue grande cuando descubrí que en aquella parada no había ni una sola alma.
-Debe ser que el autobús de aquella zona ya llegó-Bufé después de decir eso.
El resto del viaje me lo pase pegada a la ventana. No podía parar de pensar en aquel muchacho. Fue como si, en el momento que nos miramos, conectáramos.
-¡Por el amor de Dios, que solo lo he visto una vez en mi vida!-Pensé.
Pero algo en mi decía que lo conocía de hace tiempo, esos ojos, esa mirada, ese pelo, su forma de vestir…
-No puede ser…-dije formando un nuevo suspiro.
El autobús llegó al frente del edificio donde yo trabajaba. Entre como si me estuvieran persiguiendo.
-Hola, buenos días Maggie-dije saludando a la chica que había en recepción.
-¡Yumi!, ¿Dónde estabas?-dijo la chica nada más verme.-Tendrías que estar ya en la reunión-.
-Losé, pero el despertador no me sonó- dije metiéndome en un ascensor.
Antes de que se cerraran las puertas del ascensor, Maggie me dijo que ya me estaban esperando arriba.
Las puertas se cerraron y el ascensor comenzó a ascender hacía la planta a la que yo había marcado nada más entrar. Cargue mi espalda contra la pared. Miré arriba y suspiré.
Las puertas se abrieron. Ya no iba corriendo, iba más tranquila. Me paré delante de una puerta de color grisáceo, había un cartel donde ponía .
Volví a suspirar, respiré hondo y me dispuse a llamar con un suave toque de dedos.
-Adelante-pude escuchar desde el otro lado de la puerta.
Entre despacio. Una vez dentro, cerré la puerta. Me dirigí hacia el hombre que había en la silla de enfrente y este me hizo un ademan para que me sentara.
-Mi querida Yumi-prosiguió a decir el hombre. Su voz parecía enfadada.
-¡Lo siento señor!, el despertador no me sonó y vine lo antes que pude-Pero fui cortada por el hombre.
-No voy a despedirte, relájate-dijo con una risita.-La reunión ha finalizado-.
-¿¡Qué!?-dije incorporándome en mi asiento.
-Tranquila, te contaré lo que hemos acordado-dijo haciendo un nuevo ademan para que me tranquilizara.-Hemos acordado que trabajaras en equipo con el señor Dumbar-.
Solté una sonrisa, una sonrisa falsa. Me va a tocar trabajar con ese irresponsable de William. William era de esos chicos que creen que van sobrados o que el mundo gira a su alrededor.
-¿Puedo preguntar la razón?- me atreví a preguntar.
-Bueno, veras…-hizo una pausa y siguió.- Con tus grandes dotes como periodista y sus grandes habilidades con las cámaras, pensamos que haríais un buen trabajo para la revista-.
"Grandes dotes de periodista", como si lo que hago fuese algo del otro mundo. ¿Cómo les puede parecer profesional lo que hago?, lo único a lo que me dedico es a preguntar sobre la vida de los demás.
-Bueno pues, ya puedes marcharte-dijo señalando la puerta.
Me dirigí a la puerta con una enorme sonrisa en la boca, no fue hasta haber salido y haber cerrado la puerta cuando mi cara pasó de ser alegre a fría y enfadada.
Me fui a mi oficina con paso firme. Creí que si me sentaba en mi asiento y empezaba a escribir la columna de cotilleo para la semana que viene, mi mente se olvidaría de mis problemas.
Esas esperanzas de relajarme desaparecieron cuando vi quien me esperaba en mi oficina, sentado en mi silla
-¿Qué haces aquí William?-dije arrojando mi bolso contra la mesa.
-Venía a ver a mi nueva compañera-dijo con un tono burlón.
-Sabes que opino sobre que me dirijas la palabra, asique vete-le conteste señalando el exterior.
-Venga amiga, no seas así de borde conmigo-dijo poniéndose de pie.
-En primer lugar, solo mis amigos me llaman "amiga"-dije interpretando las comillas con mis dedos.-Y en segundo lugar, sal si no quieres que grite-.
William levantó las manos como si le estuviera apuntando con un arma y salió de mi oficina. Después de comprobar que se había ido, solté un bufido.
-Que pesado…-dije mientras me sentaba en la silla.
Comencé a ordenar los papeles que, seguro, ese tonto de Dumbar había tocado. Una vez ordenados, tome un bolígrafo y un folio.
-Veamos, ¿Qué puedo escribir para la columna de cotilleo?-dije mientras mordía el bolígrafo.
-¿Vas a escribir la columna de cotilleo?-me dijo una voz que, sin duda, me resultaba muy familiar.
-Hola Aelita-salude a mi amiga con una sonrisa.-Si, ¿por qué no?-.
Aelita era una muchacha no muy alta pero tampoco baja. Era mona y delgada, el color rosa de su corto cabello era lo que más destacaba en ella. Después están esos ojos verdes claros. Hoy venía con una rebeca de color rosa y una camisa corta de color blanca. Llevaba una falda de color fucsia, dejando ver sus delgadas piernas. Usaba esas botas rojas que la regalé por su cumpleaños el mes pasado. Era una muchacha de 23 años.
-Es que de eso se va a ocupar Melanie-dijo la peli rosa señalando a la susodicha.
Puse mis ojos en blanco y empecé a romper el papel donde ya tenía apuntado el comienzo de lo que sería la columna de cotilleo.
Aelita soltó una pequeña carcajada.
-¿Y qué hago entonces?-la pregunté.
-Podrías hacer la portada-dijo tras mirar una lista.- Nadie se ocupa todavía de eso-.
-De acuerdo, pero si hago la portada…-fui interrumpida por Aelita.
-Tendrás que trabajar con tu compañero-dijo Aelita soltando una risa.
-¿Por qué?- pregunté a mi amiga, aunque sabía perfectamente la razón.
-Porque tienes que añadir fotos, y William es el que lleva esto de las imágenes ¿no? guiñándome un ojo.
Volví a maldecir por lo bajinis. ¿Es que acaso el universo tiene algo en mi contra?
-Primero me duermo, Luego se me olvida el bono del autobús y…-
Paré mis quejas un segundo, hablar del autobús me recordó al muchacho.
Aelita me miró extraña.
-¿Te ocurre algo? preguntó poniendo su mano en mi hombro.
Cuando la mano de Aelita rozó mi hombro, volví a la realidad.
-La verdad es que…-La conté lo que esta mañana había pasado con ese chico.
Aelita se puso las manos en la boca, acto seguido se puso a saltar mientras daba pequeños chillidos.
-¡Te has enamorado!-.
-¡No flipes Aelita!-dije haciendo que parara de saltar.-Solo ha sido un cliché, además, casi no le vi bien-.
-De acuerdo-dijo esbozando una sonrisa.
Me levanté de la silla, y me dirigí fuera.
-¿A dónde vas?-me preguntó la chica.
-Voy a buscar a ese fantasma de William, quiero acabar lo antes posible-dije haciéndola un ademán como despedida.
Aelita se fue a la sala de informática. Allí se escaneaban los datos y se mandaban a las imprentas. Seguro que ha ido allí para ver a su querido Jeremie.
Fui al otro extremo de la sala y allí estaba él. Sentado en una silla y con las piernas sobre la mesa.
-He William-dije llamando su atención.
-Dime muñeca-dijo eso poniéndose de pies.- ¿Has decidido hablar conmigo?-.
William agarró mi barbilla con su mano e hizo un intento fallido de besarme. Yo me eché hacia atrás y le paré con una mano.
-Detente Romeo, si no quieres que te mande directo al hospital-.
William se apartó unos centímetros de mí.
-Tenemos que hacer la portada de la revista- dije cruzándome de brazos.
William agarro su cámara y se dirigió a la puerta.
-Bien, y ¿qué foto quieres que te saque?-preguntó señalando su cámara.
-Pues como la revista es de moda, estaría bien que fueras al desfile mañana y sacaras algunas fotos-.
-¿Mañana?-dijo William dejando la cámara en la mesa.
-Sí, mañana- comencé a irme.- No me vallas a fallar-.
William llevaba colado por mí desde secundaria, siempre me lo decía o me daba indirectas sobre aquello. Pese a sus esfuerzos, siempre le dije que tan solo sería su amiga, que no estaba interesada en él. No le dije eso porque fuera feo, William era un chico alto y, aunque cueste admitirlo, guapo. Tenía un cabello negro que parecía imposible de peinar. Sus ojos azules son una parte de su cuerpo que me gusta mirar. Suele vestir de negro o rojo. Rara vez lleva marrón. Era de nacionalidad Inglesa y tenía la misma edad que yo, 24 años.
Me fui directa al cuarto de baño. La llamada de la naturaleza me asaltó nada más terminar de hablar con William. Cuando acabé me lavé las manos y me mire al espejo.
Allí estaba yo, una chica flacucha de nacionalidad japonesa. Mi pelo era negro, corto y liso. Los rasgos asiáticos relucían en mi cara. Al igual que William, Siempre visto de oscuro.
Salí del cuarto de baño y me dirigí a la oficina de Aelita. Cuando llegué no estaba.
-Susie, ¿No habrás visto a Aelita no?-pregunté a la chica que se hallaba al lado.
-Creo que Stons se fue a ver a Belpois-dijo señalándome la sala de informática.
Stons… Siempre que escucho el apellido de Aelita me acuerdo de su apellido autentico. Aelita Schaeffer, pero eso quedo en un secreto que jamás contaríamos. Entre en la sala, y me dispuse a buscar con la mirada a la alemana.
Allí la vi. Al lado de ella, se encontraba el informático Jeremie Belpois que estaba arrodillado. Mantenían una conversación de la que parecía que disfrutaban.
-Alemana peli rosa, la he estado buscando-dije cuando me acerque a ella.
-No me llames alemana-dijo riéndose.- Sabes bien que no tengo idea de alemán-.
-Hola Jeremie-dije saludando al chico.
-Hola Yumi-Jeremie me recibió con una sonrisa.
Jeremie era un chico de la misma estatura que Aelita. Era rubio y tenía los ojos azules. Llevaba gafas redondas y de color negro. Vestía siempre con un jersey y con unos pantalones a juego. Era una persona muy agradable y, además, lo conocía desde secundaria al igual que Aelita y William.
-¿De qué hablabais?- les pregunté.
Aelita y Jeremie intercambiaron miradas y se ruborizaron. Después, Aelita esbozó una sonrisa y me dijo:
-¡Jeremie me ha pedido que me case con el!-.
Creo que en ese momento mi cara era de idiota total. ¿Los "ensteins" se casan?
Continuara…
Bueno... no se que pensareis :P seguiré cuando lea comentario xD
