Disclaimer: Los personajes del universo Harry Potter le pertenecen a J.K. Rowling y asociados.
— Oh vamos, no puedes estar hablando en serio—le digo incrédulo.
No puede estar mandándome a hacer oficios de elfos domésticos mi propio novio, ¿verdad? Y en favor de una estúpida zorra.
— Oh sí—me imita burlón—, hablo en serio—dice colocando sus manos en sus caderas.
— ¡Pero si fue una pequeña broma!—le digo con ojos desorbitados.
— Pequeña broma un comino—me dice enojado, entrecerrando sus ojos.
Bueno, admitía que no había sido tan pequeña… pero es que esa zorra se la merecía. ¡Mira que rasgar sus Armani por andar jugando con ellos!
Gruño.
— Eres un grano en el culo.
— ¡Ey! Puedo estar en muchas partes (de tu cuerpo) y ser muchas cosas, pero una de ellas no es ser un grano en tu culo, iugh—rio— Sólo hazlo—me vuelve a decir, ésta vez con un poco de ternura en su voz.
Lo sé, puedo detectarla.
Suplico una última vez. No quisiera rebajarme a limpiar el desastre que hizo esa zorra, sería aceptar que es mi culpa cuando ella se lo merecía. Y digo "quisiera" porque como el buen cabeza dura que es El-chico-que-vivió, mi suplica es rechazada e ignorada, de paso. Y como buen idiota que yo soy por quere... mejor no termino esa frase, que humillante.
— ¡Bien!—grito agarrando la escoba con furia.
— Limpia, limpia—me canturrea mientras se dirige a la cocina a seguir preparando el desayuno que dejó a medio hacer por andar salvando a esa estúpida cosa (sí, la detesto, ¿no lo notan?).
Le gruño de nuevo y comienzo a barrer el desastre de mi broma frustrada.
Y de paso, como castigo "real" el muy imbécil quiere que bañe a la zorra. ¡¿Es que no sabe que los gatos odian el agua? (sí, es una gata, no una zorra real, idiotas), me está condenando a una tortura!
Cuando termino de limpiar mi broma (que por cierto, era realmente buena) me dirijo hacia la gata acostada encima de mi sofá preferido (la muy desgraciada) que me mira engreída y jactanciosa. Por mi cabeza pasa la palabra "venganza". Oh sí. Definitivamente no tan buena como la anterior, y no dirigida al maldito gato de enfrente, pero una venganza es una venganza aunque sea parcialmente satisfactoria. Y también de paso, indirectamente a una personita que sigue cayéndome de la patada.
Me acuclillo a unos pocos pasos del sillón, y llamo con falsa voz melosa lo suficientemente alto para que la persona en la cocina me escuche: — ¡Ven, ven, Ginevra, querida! ¡Ven zorrita! ¡Ups, digo, gatita!
La gata enfrente de mí me gruñe enojada, detectando la burla. ¡Que sorpresa!
— ¡DRACO LUCIOS MALFOY!
Me río con todas mis fuerzas. Ah. Que dulce.
