Hola, ¿Cómo han estado? Para quienes aun no me reconocen, soy yo, Nana-chan, la chica a la cual le borraron sus fics hace meses atrás. Este fic lo estaba publicando, muchas alcazaron a leer al menos seis capitulos, y espero que vuelvan a leerlos, no lo sé, quizás para recordar esta olvidada historia.

Usagi-chan: Les agradezco de todo corazón los PM que han mandado a Nana-chan, ¡Se los agradezco!

En mi perfil he explicado la historia completa, ojala lean y comprendan. Por ahora, disfruten de este primer capitulo de un fic que espero que sea del agrado de nuevas lectoras y de las que me leían antes de aquel terrible incidente.

Siéntense, cojan palomitas, jugo, gaseosa, dulces y pañuelos. Quinto Piso está a punto de comenzar.


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Canción del día: The heart never lies.

Intérprete: McFly.

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Capitulo I

"Quinto Piso: El hogar de los corazones lastimados"

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Ciudad de Tokio. Estamos próximos a la medianoche, pero aun así la gente no para de caminar por aquellas calles infestadas de desconocidos y turistas. Era la hora de los vicios y las adicciones, algo normal en aquel barrio lleno de ocio y luces de neón. Autos del año y uno que otro deteriorado se encuentran estacionados en lo que podría ser una casa de citas, de la cual ahora está saliendo un hombre de cabellos plateados y destellos lilas. Una sonrisa de oreja a oreja adorna su rostro, al igual que una chica que se encuentra en la ahora dejada habitación por el hombre. Estaba satisfecha por las ganancias de esa noche.

El sujeto de ojos rasgados abrió la puerta de su auto y se adentró en él. Maneja a una velocidad razonable, no tenía prisa en llegar a su destino o mejor dicho, no quería llegar a él… ya que eso significaba tener que encontrarse con ella, con aquella mujer de maravillosa figura que lo había sacado de quicio más de una vez pero también le había enseñado tantas cosas. Una mujer de nombre Rangiku Matsumoto, su antigua mejor amiga, confidente, ex novia y también su único amor, a pesar de no querer admitirlo aquella rubia de ojos azules aun sacaba de él pensamientos puros y sinceros cruzados con la palabra amor, pero eso era algo que nunca diría. Ya que lo que él quería era hacerse la idea de que aquella relación nunca existió y que pronto, aquella alegre mujer que había conocido siendo un niño volvería, y así su amistad volvería a nacer para nunca más esfumarse, como lo había sido un año atrás.

De fondo puede escucharse la canción Always de Bon Jovi. Molesto apagó la radio mientras unas pequeñas lágrimas, apenas visibles, salían de sus orbes rubíes. Esa canción le traía demasiados recuerdos, recuerdos que en verdad desea olvidar, y que desea ella olvide también, para así volver a crear aquella hermosa amistad. Se limpió las lágrimas y estaciono el vehículo en el estacionamiento, para así entrar a un edificio que se encontraba en muy buenas condiciones, cualquiera se sentiría a gusto de vivir en él, cualquiera menos él, si él quisiera se iría ahora mismo de ese lugar, pero bueno ¿Quién podía resistirse a tan buenos departamentos como los que tenía Soul Society?

— ¿Estuvo buena su noche señor? —preguntó el guardia de recepción al hombre, este solo sonrió.

—Estuvo magnífica.

Dijo para luego encaminarse hacia el elevador y subir de piso en él. Metió las manos en sus bolsillos y se apoyó en la pared de este, deseando que su mala suerte lo ataque para que el elevador se quede atascado, pero al parecer eso no sería así. Las puertas se abrieron para darle paso a su persona y así comenzara el recorrido de hogares. En los cuales también había una historia que contar.

Él es Gin Ichimaru, veinticuatro años. Residente del departamento veintinueve del quinto piso.

Nuestro sexto protagonista.


Una mujer es besada apasionadamente por un hombre de cabello erizado y complexión musculosa. En sus ojos se ve perfectamente la lujuria que siente al sentirse besada y tocada por él, y más al sentirlo dentro de ella lleno de un gran excitación, excitación que la mujer disfrutaba con gran placer, placer del cual estaba orgulloso el morocho. Llevaban años de conocerse, desde que estaban en la escuela media si no mal recuerdan. Quién lo diría, de ser grandes y eternos compañeros de copas ahora eran compañeros de cama y sexo si compromiso, si, entre ella y el no existía ninguna relación más que de amistad, amistad que no se veía afectada por aquellas noches desenfrenadas de lujuria y tentación. El tocaba sus senos mientras ella acariciaba con picardía su miembro. Eso a ella le hacía feliz, el saber que él estaría ahí para ella la hacía muy feliz, aunque con un grado de culpa, ya que ella sabía que el morocho tenía otros sentimientos hacia ella, sentimientos que la mujer no podía corresponderle por tener en su corazón y alma a otro hombre, un hombre que la había dejado desecha.

—Matsumoto te a…—pero antes de terminar la frase la mujer lo calló con un beso para después regalarle una sonrisa y separarse de él— ¿Matsumoto?

—Fue una gran noche Hisagi, pero creo que debo irme, Rukia-chan debe de estar preocupada.

Se puso su vestido azul y se colocó los tacones, mientras que el morocho solo la observaba salir de la habitación pensando en que había hecho mal y porqué dejaba que la rubia lo utilizara de esa manera. Apagó la lámpara y se dispuso a dormir pensando que mañana sería un día mejor, pero que equivocado estaba.

La rubia caminó por el pasillo del departamento y se encontró con una delgada mujer que no pasaba de los veintiún años, su piel era blanca y traía su cabellera negra recogida en una coleta baja. Sonrió avergonzada, seguramente la pelinegra ya sabía el porqué estaba ahí, y no le gustaba que pensara que solo utilizaba a su amigo como si no le importara. Caminó rápidamente hacía la puerta mientras escuchaba la amable voz de la mujer.

—No es tu culpa, fue la de el al enamorarse de ti Rangiku-san.

Y con esas palabras la rubia dejó el departamento y caminó hacia el suyo. El hecho de que la compañera de departamento de Hisagi pensara eso le quitaba un peso de encima, ya que ella consideraba a Nanao como una buena amiga, una sabia y gran amiga. Abrió con pereza la puerta, no sin antes dirigir su vista al departamento numero veintinueve, el departamento de aquel hombre de mirada zorruna que sacaba millones de emociones en ella y le hacía ver que aquellos sentimientos por el aun no eran enterrados por completo. Se sentía una idiota, a ya un año de que su relación acabó y no lograba sacarlo de su cabeza, por más que quería no podía hacerlo, por más que quería no podía dejar de amarlo con locura, no podía olvidar todo lo vivido y experimentado, eso sería casi igual a quitarse una parte de su corazón, una parte que la hacía existir y dejar vivir.

Ella es Rangiku Matsumoto, veintitrés años. Residente del departamento treinta y cuatro del quinto piso.

Nuestra quinta protagonista.


Un chico de cabellos naranjas se encontraba hablando por el celular desde hacía horas atrás, lo cual era estresante para su compañero albino. El peli naranja estaba feliz, se notaba por su tono de voz y aquel brillo adornando sus ojos color miel, caminaba de un lado al otro sin dejar de escuchar aquella dulce voz del otro lado del móvil, la cual hablaba con gran ánimo.

Lo cual lo hacía sentir un miserable a la vez.

Cada vez que la veía sonreír, reír, cada beso que se daban, él se sentía un miserable, ya que no le correspondía, cada palabra de amor que él decía era mentira, y algo dentro de él le decía que la chica lo sabía. Pero aun así no la quería dejar ir.

¿Por qué?

Porque ella era la única que mostraba interés en su persona, no solo física, sino también sentimentalmente.

Ella era sincera, siempre lo había sido, desde que eran niños y juntos jugaban en el pueblo de Karakura, él sabía que era especial y por eso no había dudado en pedirle que fuesen novios hace nueve meses, cuando se encontraron de casualidad en la ciudad de Kioto. Pero él no la merecía, no merecía a tan buena mujer a su lado.

Era verdad, estaba enamorado de ella y la quería, no dudaría en dar su vida por ella, pero aun así, su novia no era ella… no era la mujer que realmente él amaba.

—Ichigo-kun ¿Estás ahí? —preguntó la chica preocupada

—Ah, disculpa Momo-chan, estaba pensado en otras cosas—se excusó—Me decías…

—Te dije que tengo que colgar porque mi vuelo a Tokio sale en menos de unas horas—dijo entre risas, las cuales contagiaron al chico

— ¡Es verdad! —gritó el—Al fin podré presentarte a mis amigos, no sabes lo ansiosos que están por conocerte…

Pasaron los minutos y el chico colgó el móvil, no sin antes decirle a su novia un te quiero, el cual ella devolvió con gusto. Se dejó caer en la cama mientras veía el salva pantallas de su celular, sonrió. La foto era de él y su mejor amiga, una mujer de estatura media baja y cabello negro corto, de ojos azules y piel blanca, la foto era de un antiguo viaje que habían tenido en las montañas de nieve, cortesía de ella por cierto. Frunció el ceño de repente y quito la foto, poniendo en su lugar una grupal, lo que menos quería ahora era decepcionar a su linda novia, ella no tenía la culpa de no ser amada porque él amaba a aquella mujer de cabellera negra.

Siempre la había amado, pero su amiga le había hecho entender que ella no lo hacía. Por eso el decidió estar como si nada hubiese pasado, creyendo que ella también lo haría así. Y aun así no había podido olvidarlo, aquel beso que se habían dado años atrás le había hecho ver que el realmente sentía algo más por ella, algo que nunca había sentido por otra chica, ni siquiera por su novia actual.

—Rukia… ¿Por qué no quisiste aceptarme? —preguntó mirando el techo y recordando el rechazo de su amiga

Cerró los ojos mientras ordenaba su mente. Su novia, pero también gran amiga llegaría mañana, eso lo sabía, días atrás se lo había comentado y eso lo tenía muy feliz. Tenía que mantener fría su mente, no podía pensar en Rukia cuando él ahora tenía a una gran mujer a su lado, una mujer que lo había apoyado siempre, incluso cuando la pelinegra lo había rechazado. Miro su reloj, eran próximas para que diera la 1:00 a.m. cerró los ojos, tenía que estar preparado para mañana, el día que había estado esperando con ansias durante toda una semana. Y así fue como cayó en los brazos de Morfeo, con la idea de que tenía que dejar salir a Rukia de su corazón para poder dejar entrar a Momo.

Él es Ichigo Kurosaki veintitres años. Residente del departamento treinta y tres del quinto piso.

Nuestro cuarto protagonista.


Rukia abrió los ojos mientras se levantaba de la cama y abría una ventana. Había algo en ella que le inquietaba y demasiado, era un dolor en su pecho que no la dejaba en paz desde horas atrás.

Un extraño y doloroso presentimiento.

Sí, eso era. Salió de su habitación y se sentó en el sofá individual de su sala con un vaso de agua helada, a pesar de que estaban a primeros días de Diciembre tenía calor, pero no le dio importancia, más importancia le daba el saber el porqué de ese presentimiento:

¿Y si algo les había ocurrido a sus padres Hisana y Byakuya?, ¿O algún amigo?, ¿Y si algo le había ocurrido a Ichigo?

Ante la pregunta el vaso que tenía entre sus manos se resbaló y cayó al suelo estrellándose, si algo le ocurría a Ichigo ella… ella se haría pedazos. La simple idea le desagradaba, preocupaba y molestaba, lo que menos quería era enterarse que aquel dolor en su pecho era provocado por él.

A pesar de que nadie lo supiera, a excepción de su mejor amiga rubia, ella estaba perdidamente enamorada de Ichigo, no solo eso, ella sabía que lo que sentía por ella era amor, pero entonces, ¿Por qué el rechazo?, ¿Si ella lo amaba entonces porque lo rechazó?

—Estaba confundida—se contestó tomando posición fetal—Yo… no sabía que hacer.

Lo recuerda con claridad, ella e Ichigo se habían besado cuando este había cumplido sus veintiún años, hace dos años de eso.

Fue un beso especial, cálido y lento como siempre lo había soñado. Fue bajo la luz de la luna en el balcón del departamento de Inoue, el lugar donde habían preparado una fiesta sorpresa.

Ellos platicaban gustosamente cuando ocurrió, no sabían como pero ocurrió, y si de algo estaban seguros, era que no estaban arrepentidos o al menos eso creían. Su relación cambió, ya no podían insultarse o golpearse como era costumbre, todo por la culpa de ese estúpido beso. Ella quería que todo volviera a ser como antes, pero también quería ser querida por él, eran dos cosas que ella anhelaba, y no sabía cuál de las dos ansiaba más, y a pesar de eso ella no fue la que decidió, sino el.

Ichigo se le confesó cuando estaban a pocas horas de año nuevo, la pelinegra sorprendida solo abrió la boca mientras balbuceaba palabras sin sentido. Y fue cuando ocurrió, el chico confundió su silencio y dio media vuelta diciendo que estaba bien, y que aún lo ocurrió el deseaba aun ser su amigo. Unas lágrimas salieron de sus ojos tras recordar aquella noche, se abrazó con fuerza mientras miraba la puerta del departamento, y más al recordar el día en que su amigo había llegado con la noticia de que tenía una linda y gran novia.

—Por qué…—sollozó—Porque mi vida se tiene que marchitar de esta manera.

Y a pesar de lo ocurrido ella no hablo con él, no le hizo ver el error que hizo al juzgar así su silencio. Pero aun así ya era tarde. Ichigo había seguido con su vida y planes, planes en los cuales seguramente ella no estaba incluida.

Ella es Rukia Kuchiki, veintiún años. Residente también del departamento treinta y cuatro del quinto piso.

Nuestra tercera protagonista


La madrugada se fue para darle paso a un nuevo mañana, una mañana que seguramente traería más de una sorpresa para los residentes de aquel piso.


Unos ojos con un vivo color turquesa hacen aparición en una habitación azul con blanco, la cual hace resaltar más aquellos bellos orbes. Su cabellera tiene un peculiar color rubio decolorado, el cual lo hace lucir como si fuese blanco. Suspira con pesadez mientras decide tomarse una ducha. Era domingo, ocho de la mañana para ser exactos, el frió calaba hasta los huesos, pero eso era algo que él amaba, y le hacía recordar la soledad que reinaba a su duro corazón de hielo, apodo dado por sus compañeros de trabajo al haber rechazado variedad de propuestas amorosas.

No era que el fuese de hielo, era solo que ellas no tenían lo que el buscaba en una mujer, o como él llamaba, la mujer perfecta. Terminó de darse su ducha y se cambió de ropa, la cual consistía en unos vaqueros y una camisa negra de manga larga con una bufanda gris, realmente no le importaba el cómo se veía, el así se sentía cómodo.

Salió de su habitación y se dispuso a ir a la cocina para preparar el desayuno, se sorprendió un poco al no ver a su amigo y compañero de departamento, pero bueno, eso al menos le daría una oportunidad para hablar consigo mismo y de cómo se sentía el día de hoy.

Quizás él no tenía una trágica historia de amor como la de sus demás amigos, puesto a que el no cometería el error de enamorarse de una de sus amigas, por más lindas que estas fuesen, pero aun así, este chico de mirada inexpresiva tenía una historia que contar…

Años atrás, el quedó perdidamente enamorado de una chica que era la mujer perfecta, la mujer ideal según él. Su nombre: Karin Kurosaki. O ahora llamada Karin Asai. Es la hermana de su mejor amigo, aunque este ya había perdido comunicación con ella desde lo ocurrido. Tuvieron una linda relación desde que tenían dieciseis años, dicha relación había durado exactamente cuatro años. Él le había pedido matrimonio y ella lo aceptó gustosa, estaban enamorados, o al menos eso creía él.

Llegó el día de la boda, todos estaban nerviosos, y ahí estaban sus amigos apoyándolo, pero algo ocurrió que marcó el corazón del pobre albino.

La novia nunca llegó y al parecer, nunca había tenido intenciones de hacerlo, ya que al día siguiente se podían ver fotos en un periódico de la pelinegra con un lujoso y costoso vestido de novia junto a un rubio de ojos esmeralda, con el encabezado de "Exclusiva: El heredero de las empresas Asai contrajo matrimonio con la famosa locutora de radio Karin Kurosaki ayer nueve de Enero".

Ya habían pasado dos años de eso, pero aún seguía doliendo.

—Qué patético—se recordó, él había jurado enterrar ese recuerdo y seguir con su vida, tal y como ella lo había hecho con ese millonario— ¿Qué es esto? —preguntó al ver una nota en la mesa.

"Toushiro salí para comprar adornos para la llegada de mi muñequita, encárgate de la comida, porque escuche que Inoue y Matsumoto querían encargarse de eso."

—Solo lo haré porque no quiero morir envenenado—dijo mientras daba media vuelta y salía del departamento, para luego apoyarse en la puerta—Al igual que tu Kurosaki, yo también quiero recuperar el amor perdido y sentirlo una vez más.

Él es Toushiro Hitsugaya, veintidós años. Residente también del departamento treinta y tres del quinto piso.

Nuestro segundo protagonista.


Una chica de mediana estatura se encontraba caminando por las calles nevadas de la ciudad, sus manos las tiene ocupadas por dos maletas, grandes cabe decir. Es linda, no, linda se queda corto, ella era preciosa, de eso no había duda.

Trae puesto unos jeans ajustados junto a un suéter blanco y bufanda negra, el mismo color que sus botines y una boina del primer color mencionado, la cual se encuentra adornando su cabellera castaña, la cual le llegaba una mano debajo de los hombros, la trae suelta y ondulada. Se encuentra en dificultades por sus maletas, las cuales por estar tan pesadas se atascaron en la nieve. Decide llamar a su novio de cabellos naranjas, pero este la manda a buzón. Una sonrisa se hace presente, tal vez estaba dormido.

Decidió tomar un taxi, ya que la idea de llegarle de sorpresa le gustaba, porque para ella Ichigo era más su amigo que novio, aunque él le demostraba siempre que eran lo segundo. Tomó el taxi y le indicó amablemente el lugar al que se dirigía.

Él le menciono algo de que el lugar estaba algo retirado de donde estaban, pero eso a ello no le importó y se dedicó a observar su alrededor ¿Por qué estaba ahí? Simple, venía a ver a su novio, pero, ¿Eso era lo que quería?

—No—respondió en voz alta.

— ¿Dijo algo señorita?—preguntó el taxista al escucharla, ella solo negó con la cabeza.

Ella quería a Ichigo, lo quería y mucho, incluso no le disgustaban sus besos, pero había algo que no terminaba de incomodarla, algo que le decía que estaba mal y que debía terminar con esto de una vez. Pero no podía, no quería decepcionar al chico que tanto decía amarla, no quería ser la chica que le trajera sonrisas tristes y lágrimas de dolor, como aquella chica de nombre Rukia Kuchiki.

No quería ser un intento fallido ni mucho menos un recuerdo, ya que si algo terminaba mal seguramente su amistad con el chico no iba a volver a ser la misma.

Tomó un bocado de aire, estaba en un problema, y solo por la razón de no amarlo como él lo merecía, él era un hombre excepcional con la extensión de la palabra, era un caballero con ella, atento, cariñoso y divertido, pero aun así no podía sentir en él, el significado de la palabra amor. Una palabra totalmente ignorante para la pobre castaña, quien en sus veinte años de vida no había conocido dicha palabra, o simplemente se daba el lujo de ignorarla. Hubo una vez que creyó sentirlo, el significado de dicha palabra, pero eso se fue desvaneciendo al igual que esa persona, quien no solo la utilizó, sino también humilló y maltrató, su nombre no tenía importancia ahora, pero el solo hecho de recordar lo ocurrido la hacía rabiar y enfurecer.

Ella no era una mujer violenta, pero si ese sujeto se atrevía a pararse frente a ella no dudaría en matarlo.

Y fue cuando Ichigo llegó, fue como un ángel caído del cielo que vino solo para curar las heridas, aunque estas, al paso de los años aun no lograban cicatrizar por completo, y eso era algo que el chico sabía pero nunca se atrevía a preguntarle. Sí, puede que ella sea cariñosa, atenta, amable, se preocupa por los demás y siempre tenga palabras de aliento, pero cuando se trata de ella misma no es capaz de ayudarse. Tiene un corazón de oro, eso nadie lo niega. Siempre está dispuesta a ayudar al prójimo, es otra cosa que nadie puede negar. Pero si hay algo que nadie sabe es que esa chica amorosa, llena de tanto cariño, bondad y pureza, desconoce el verdadero significado del amor.

Significado, que gracias a un futuro encuentro logrará comprender.

Su corazón está nadando en las palabras que el viento va llevando. Está escuchando una voz fuerte llamándola. La voz se encuentra vagando entre las nubes del cielo. Su corazón, por primera vez está tembloroso.

— ¿Qué está sucediendo? —Se pregunta mirando como el vehículo se detenía—Muchas gracias—agradeció dándole la cantidad de dinero que exigía el taxímetro.

Con ayuda del hombre bajó las maletas y se quedó unos minutos examinando el edifico, valla, cuando Ichigo le decía que era uno de los lugares más decentes y con un toque elegante no mentía, a pesar de hacer eso a menudo. Toma con fuerza sus maletas mientras levanta su rostro y se encamina hacia la recepción de este mismo, sin saber lo que le esperaría de ahora en adelante.

Ella es Momo Hinamori, veinte años. Futura residente del departamento treinta y cinco del quinto piso.

Nuestra primera protagonista.


Un pelinegro de orbes esmeralda se encontraba saliendo de su departamento, el cual era el número veintinueve del quinto piso, veintidós años, compañero del peli plateado Gin Ichimaru. Era su día de descanso, puesto a que era domingo, pero su "querido" amigo Kurosaki lo había despertado en la mañana para que le ayudara con la fiesta de bienvenida de su novia Momo. El aceptó, pero no por él, sino por la pobre desafortunada como el la llamaba por aguantar tantos meses a su amigo cabeza hueca.

Suspiró dando media vuelta, para así toparse con una chica de orbes gríseos que venía saliendo de la puerta de enfrente, el departamento número treinta. La chica de largos cabellos naranjas lo miró con atención y con la mirada algo cristalizada. Trató de sonreír, pero le fue imposible, le era imposible hacer una sonrisa sincera a él. Ya que le dolía no poder saborear esos fríos labios que tanto le encantaban y también añoraba.

Mientras que él no se quedaba atrás, deseaba tanto estrujarla entre sus brazos, decirle tantas cosas que habían pasado en su mente desde que se habían alejado. Cosas que pasaban desde que aquel juego entre ambos se había salido de control, un juego que hubiesen deseado no jugar, ya que si no fuera por el no sufrirían como lo hacen en estos momentos.

Tantos besos y caricias permitidas abrieron las puertas a un nuevo amor, un amor que Ulquiorra y Orihime sentían mutuamente, pero que el primero callaba por no saber cómo demostrarlo, mientras que ella sufría por el silencio del primero.

El silencio lastimaba más que mil cuchillas, eso lo sabían ellos.

—Inoue-san, buenos días—saludo un chico de cabellera negra y destellos azulados, con unas gafas de aumento.

—Buenos días Ishida-kun—saludo amablemente la peli naranja, pensando que su amigo la ayudaría a salir de tan incómodo momento.

—Necesito por favor tu ayuda Inoue-san ¿Me acompañas a mi departamento?

—Claro Ishida-kun—contestó cabizbaja caminando detrás del peli azul, este mientras, tomo la mano de su amiga. Su nombre era Uryuu Ishida, veintidós años, residente del departamento treinta y uno, y compañero de Renji Abarai.

Él sabía lo mucho que a su amiga le dolía el encontrarse diario con ese pelinegro, lo sabía porque el siempre resultaba ser su paño de lágrimas, y al parecer, nunca dejaría de serlo. Eso le dolía al chico de gafas, ya que él tenía sentimientos que pasaban de la amistad por aquella chica peli naranja. Pero claro, eso nunca lo sabría ella.

Ella nunca sabría que el llevaba amándola desde hace ya ocho años.


— ¡Renji! — gritó una chica de cabellos cortos negros azulados a un pelirrojo, que estaba enfrente de la puerta de un departamento.

—Hey Tatsuki—dijo— ¿Qué ocurre?

—Oh vamos Renji, no me digas que olvidaste que hoy era día de películas—decía sacando varias cajas de una bolsa—Mira, rente muchas de comedia y acción, primero podríamos…

—Tatsuki lo siento—se disculpó el—Pero Rukia me llamó esta mañana y se escuchaba algo mal, ¿Podríamos dejar lo de las películas para después?

Ese comentario había sido como un balde de agua fría para ella. Renji la estaba reemplazando, y no por una persona cualquiera, sino por Rukia Kuchiki. Y eso la molestaba. Ese era el único día de la semana que estaban libres y podían pasarlo juntos, desde que estaban en preparatoria tenían ese tradición y no había cambiado ¿Por qué llegaba ella y lo arruinaba todo?

— ¿Tatsuki? —preguntó al verla tan callada.

—Ah, oh cierto, no te preocupes Renji, y si creo que no hay problema con dejarlo para después, al fin y al cabo Kuchiki te necesita.

—Sabía que lo entenderías—dijo para luego entrar al departamento gracias a que una rubia le había abierto la puerta.

Agacho la cabeza mientras daba media vuelta y de sus ojos salían lágrimas. No, ella no odiaba a Rukia, solo le molestaba las falsas esperanzas que depositaba en su amigo, esperanzas que él creía verdaderas y le dolía a Tatsuki hasta el alma.

Era un dolor que ella no podía evitar.

—Renji idiota—susurró sintiendo como su celular vibraba, era un mensaje de texto—Es de Orihime…

"Tatsuki-chan, la fiesta de bienvenida para la novia de Kurosaki-kun será en donde Ishida-kun, el porqué, etto, bueno no me dijeron. Kurosaki-kun me pidió que le avisara a los demás, pero si estas con Abarai-kun por favor díselo."

Tatsuki solo se limitó a sonreír con amargura.


—Solo espero que le guste el sushi—se dijo el chico mirando las compras que había hecho mientras subía las escaleras debido a que desde altas horas de la madrugada el elevador estaba fuera de servicio—Pero que…

—Solo un poco—se decía la castaña subiendo las maletas, si de por si estas eran pesadas, el hecho de que ahora vivía en el quinto piso le complicaba las cosas.

— ¡¿Oye quieres ayuda?! —le preguntó el albino con voz alta, la cual asustó a la chica y la hizo soltar las maletas, golpeándose así ella con estas.

—Itai…—se quejó ella estando debajo de las pesadas maletas, el chico por inercia dejo en el suelo las bolsas y fue en ayuda de la castaña.

—Cuando alguien te pregunta si necesitas ayuda solo responde con un sí y así evitamos accidentes como este—explicó extendiéndole la mano.

—Gracias—dijo aceptando su mano y levantándose.

Al verse directamente a los ojos se pudo presenciar un extraño sentimiento entre ambos.

Ella se había perdido en aquellos fríos orbes turquesa, los cuales extrañamente la hacían querer abrazarlo con fuerza. Él no se había perdido en sus ojos chocolate, sino que se había derretido en ellos, a simple vista parecían solo dos ojos comunes y corrientes castaños, pero si los mirabas detenidamente estos tenían un color más intenso, al igual que el chocolate.

Para ella el chico no pasaba de los veintidós años y para él, ella no pasaba de los veinte.

Un viento helando se coló por la ventaba que estaba abierta, y ese hizo que el gorro de la chica saliera volando y su cabellera quedara descubierta por completo y desprendiendo un dulce olor a durazno, el cual penetro por completo al albino.

Mientras que ella se perdía en aquella blanca cabellera que le recordaba la nieve que ella tanto amaba, y la cual seguramente estaba igual de suave a como se veía.

Un sonrojo se apoderó del rostro de la chica, mientras que el pensaba ese gesto era lo más adorable que había visto en su vida, pero al ver lo que la chica veían no evitó también el sonrojarse ¡Cuánto tiempo llevaban tomados de la mano!

—Lo siento—se disculpó volteando la cara para que ella no viera su sonrojo.

—N…no te preocupes—tartamudeó.

— ¿Y eres nueva? —preguntó recordando las maletas.

—Sí—respondió con una sonrisa—Mi nombre es Momo Hinamori, un gusto…

Momo Hinamori… ¿Dé donde había escuchado ese nombre? Bueno, si no lo recordaba significaba que no era importante.

—Toushiro, Toushiro Hitsugaya.

—Gracias por la ayuda con las maletas, Hitsugaya-kun.

—No fue nada—dijo avergonzado y tomando las maletas, ignorando las compras que había hecho.

—Es…espera ¿Que estas haciendo? —preguntó caminado hacia donde estaba el chico.

—No es obvio, no dejaré que lleves estas maletas tu sola—respondió.

—No es necesario de verdad Hitsugaya-kun—dijo parándose enfrente de el—Yo puedo con ellas, soy muy fuerte.

—Claro que lo eres, tanto que hace momentos estuviste a punto de morir asfixiada por culpa de ellas.

—Eso fue algo bajo—decía resignada y caminando a su lado.

— ¿A qué departamento vas? —preguntó.

—Al número treinta y cinco, según me dijeron del quinto piso—respondió mirándolo.

—Yo vivo en ese piso—confesó con un leve sonroso en su rostro.

— ¡Genial! —dijo emocionada—Entonces podré ver a Hitsugaya-kun más seguido.

—Supongo…

Llegaron al destino de la chica y esta introdujo la llave para entrar a su nuevo hogar. Era amplio, como a ella le gustaba, además de que contaba con una perfecta vista, desde allí se podía ver la Torre de Tokio, aunque fuese a lo lejos. Emocionada corrió hacia la ventana y se paró en el balcón extendiendo sus brazos.

— ¡Prepárate Tokio!, ¡Momo Hinamori ha llegado a la ciudad para quedarse! —gritó llena de felicidad y mirando cada parte de la ciudad con una gran sonrisa

Él sonrió, por primera vez en mucho tiempo había sonreído sinceramente, pero bueno no podía evitarlo, esa chica había sentir algo extraño y nuevo en él, algo que hace tiempo no sentía y se evitaba tenía algo especial, en sus ojos se podía notar una gran ternura, calidez e ingenuidad que su ser transmitía a su alrededor, y para que Hitsugaya dijera eso debía:

Estar loco y paranoico, o simplemente él estaba…

—Enamorado…—susurró mirando como la chica daba media vuelta y le sonreía, hasta llegar al punto de hacer que su piel se erizara y su rostro se sonrojara.

Él nunca había creído en eso del enamoramiento a primera vista pero, siempre había una primera vez para todo ¿O no?

—Tokio es hermoso—murmuró ella cerrando la ventana y tomando sus maletas agradeciéndole al albino por haberla ayudado de nuevo y despedirlo.

—No más que tú—susurró cuando la puerta ya se había cerrado y recordando las compras que se le habían olvidado en las escaleras.

Era algo muy extraño, desde lo sucedido con Karin él nunca había tenido ese tipo de pensamientos por alguien, ni siquiera los había tenido con ella cuando la vio por primera vez en la estación de tren. Toushiro lo había sentido, esa chica de orbes chocolate le había sanado sus heridas con tan solo una sonrisa, ella le había hecho olvidar aquel amargo recuerdo con tan solo una dulce mirada.

Podría decir, con tan solo un instante de haberla conocido, que ella era fuego. Cálida, alegre y capaz de dar refugio a las almas solitarias que se encontrara en el camino.

Lo sabía, ella era el único fuego que podría derretir su corazón de hielo.

Eso pensaba él sin saber que ese fuego también ardía y quemaba.


Un morocho se encontraba durmiendo tranquilamente sobre su cama, estaba solo en bóxer por lo ocurrido en la madrugada con su rubia amiga, murmuraba palabras sin sentido mientras un sonrojo aparecía en su rostro.

—Sabrá dios con que estará soñando.

Fue lo que dijo una hermosa mujer de cabello negro peinado en una trenza de lado. Traía puestos unos pantaloncillos cómodos con un suéter beige y un cinturón café sobre él y situado en su cadera. Se acomodó las gafas de aumento que adornaban sus ojos azules y tomo con sus manos un balde de agua y se lo hecho al chico.

— ¡Pero qué mierda! —Gritó el morocho a lo que la mujer le lanzo el balde en la cabeza por dicha palabra— ¡Itai!

—Esa no es manera de hablar frente a una dama Shuhei—le regaño la pelinegra mirándolo de mala gana.

—Yo no veo a ninguna dama aquí—fue lo que dijo mientras sentía un grueso libro en su rostro— ¡Deja de golpearme!

—Lo haré hasta que aprendas a comportarte—dijo agachándose y tomando algo del suelo—Y por cierto…

— ¿Q.u...e haces? — pregunto a la pelinegra, quien se acercó peligrosamente a él para luego susurrar en su oído.

—La próxima vez que Rangiku-san venga asegúrate de que no deje sus bragas—decía mientras se alejaba de un sonrojado morocho y le lanzaba en la cara aquella prenda—Y ni pienses que las voy a lavar—dijo dando la media vuelta y saliendo de la habitación—Ah Shuhei, casi se me olvida. Hoy llega la novia de Kurosaki-san, así que tienes quince minutos para arreglarte, la bienvenida será en el departamento de Uryuu y Abarai

El chico suspiró al ver que la pelinegra se había salido de la habitación, se puso y de pie y decidió darse una ducha. Él es Shuhei Hisagi, veintitrés años, y ella Nanao Ise, veintiún años. Ambos residían en el departamento número treinta y dos. Muchos creerían que son pareja, pero son todo lo contrario. Aquella extraña pareja eran grandes amigos desde hace seis años atrás, cuando ella tenía quince y el diecisiete, era cuando estudiaban juntos en la preparatoria.

El morocho terminó de darse la ducha y se cambió de ropa.

Una sonrisa adornó su rostro al ver una fotografía de la pelinegra y el, la fotografía era del festival de verano que se había festejado meses atrás. El traía puesto una yutaka gris y ella un kimono azul celeste, lo recordaba bien, ella se veía hermosa aquella noche, tanto que ese día se dedicó a observarla a estar con la rubia de ojos azules

—Matsumoto…—susurró

¿Por qué se había enamorado de ella si esta solo lo utilizaba a su antojo?, ¿Por qué no pudo enamorarse mejor de su amiga y compañera de departamento? Y si, esa era un pregunta que muchos de sus amigos le hacían ¿Por qué no te enamoraste de Nanao?

Salió de su habitación y se sentó frente a su amiga en el sofá, esta se encontraba leyendo Sauce ciego, mujer dormida de Haruki Murakami y no le había prestado atención a su presencia. Otro suspiro salió de los labios del morocho mientras la anterior pregunta hacía eco en su mente.

Nanao era una mujer increíble, madura, inteligente, trabajadora, buena cocinera, compresiva, en algunos casos hasta divertida, aunque con unos ataques de histeria que la hacían ver terriblemente graciosa. Y lo más importante, su amiga era bella, sí, quizás no contaba con tan maravilloso cuerpo como el de la rubia o su otra amiga peli naranja, pero Nanao tenía un cuerpo delgado y esbelto que la hacían ver frágil y delicada, como una princesa que estuviese esperando a su príncipe azul.

Más de una vez por su mente pasó la posibilidad de intentar algo con ella, con esa mujer que lo conocía como la palma de su mano. Pero había dos problemas. Uno, él estaba estúpidamente enamorado de Matsumoto, y dos…

—Yo abro—dijo la chica al escuchar que tocaban la puerta.

— ¡Nanao-chan! —gritó un hombre de edad madura y cabellos largos castaños amarrados en una coleta abrazándola.

—Shunsui aquí no—decía la mujer avergonzada mientras sentía los labios del castaño sobre los suyos, los cuales ella correspondió.

Ella tenía novio, pero no solo eso, él era Shunsui Kyoraku, un prometedor poeta del Japón moderno y también…

—El prometido de Nanao—murmuró el morocho mientras se iba a saludar al novio de su amiga y también amigo suyo.


—Ya veo, entonces Rukia está con Ichigo—dijo el pelirrojo mirando a la rubia, quien tenía unos analgésicos en la mano.

—Sí, supongo que por eso te llamó—ella al igual que el sabían lo mucho que le dolía a la chica el estar cerca del peli naranja, y más si este estaba comprando cosas para la llegada de la rival de amores de la pelinegra.

—En ese caso me voy, Tatsuki me envió un mensaje diciéndome que la fiesta será en nuestro departamento—bufó el chico.

—Veo que no te agrada en lo absoluto, ¿O me equivoco Renji?

—Cualquier cosa que haga sufrir a Rukia tiene mi desprecio absoluto, como lo es la novia de Ichigo—confesó parándose del sofá,

—Ella no tiene la culpa de los errores de esos dos—defendió la rubia a la desconocida, ya que no le parecía que su amigo sintiera aquellos sentimientos negativos por alguien a quien aún no conocía—Y quién sabe, quizás hasta Rukia y ella logren ser buenas amigas.

—No lo creo—respondió abriendo la puerta—Y tú qué, no piensas ir.

—Ah claro—dijo parándose y siguiéndolo hasta la salida.

Rangiku lo sabía, el pelirrojo nunca había dejado de amar a su amiga. Pero este nunca había sido capaz de confesárselo, pero ambos sabían que eso solo sería una pérdida de tiempo, ya que Rukia nunca dejaría de amar a Ichigo, eso lo sabían desde aquel día en que el peli naranja les dio la gran noticia hace nueve meses y su amiga se había convertido en un mar de lágrimas.

Ellos sabían que aquello que Rukia sentía por el chico no desaparecería de la noche a la mañana, o quizás nunca desaparecería.

— ¡Hey Renji mira! —Gritó la mujer señalando un departamento con el dedo— ¡Tenemos nuevos vecinos!

—Qué alegría—dijo sarcástico mientras sentía como su amiga le apretaba la mano— ¡Qué demonios estás haciendo Rangiku!

—Iremos a saludar a los nuevos—y dicho esto los dos ya estaban frente al departamento, la rubia fue la que tocó el timbre de este—Mmm, porque no abrirán.

—Seguramente viene de lejos y está cansado—dijo Renji cruzándose de brazos.

—Y quien dijo que era un él—su amigo la miró—Quizás es una linda mujercita para las noches en pena de un chico llamado Renji Abarai.

—Es una…

Pero antes de que pudiera decir algo la puerta de abrió para dejar ver a una mujer de piel blanca y cabellos castaños. Aquella mujer que recién había llegado al edificio y había sido ayudada por el albino.

— ¡Lo sabía, eres una linda mujercita! —gritó orgullosa la rubia ante la mirada de la chica, quien no sabía si asustarse o reírse por la actitud de la mujer.

—Rangiku tranquilízate si no quieres que ella llame a seguridad.

—Disculpen pero, ¿Se les ofrece algo?

—Ah claro que no linda, es solo que como buena vecina vengo a presentarme. Soy Rangiku Matsumoto del departamento treinta y cuatro, y él es Renji Abarai del treinta y uno.

—Mucho gusto, yo soy Momo Hinamori—dijo haciendo una reverencia respestuosa.

—Tu nombre significa durazno y muñeca—decía posando su dedo índice en la barbilla— ¡Eres una muñequita de durazno! —y gritado esto el pelirrojo la tomo del brazo y se la llevó lejos de la castaña— ¡Nos vemos después Hina-chan!

—Claro—dijo esta con una sonrisa—Qué gente tan divertida y amable.

La rubia caminaba con una sonrisa en su rostro, esa chica le había caído muy bien a pesar de no haber conversado ni cinco minutos. Momo Hinamori, ese era su nombre, y algo le decía que ellas serían muy buenas amigas, y apostaba a que también lo sería de Rukia.

—Muñeca de melocotón—dijo el pelirrojo llamando la atención de su amiga—Ese es el significado correcto.

—Al parecer también te ha caído bien.


—También quiero esos lirios—dijo el peli naranja al encargado de la florería. El chico pagó lo pedido y salió del lugar acompañado de una mujer de cabellos negros—Gracias por venir a ayudarme Rukia.

—No hay nada que agradecer Ichigo, pasar eso estamos los amigos—dijo mientras miraba las bolsas— ¿Esto no es mucho?

—A Momo-chan le gustan las rosas blancas, las orquídeas y los lirios, y bueno, solo quiero que se sienta a gusto en su nuevo hogar.

— ¿Hogar? —preguntó confundida Rukia mientras metían las flores en el automóvil del chico.

—Sí—respondió—Momo-chan se mudó a nuestro mismo edificio.

El corazón de la pelinegra se oprimió por lo dicho por Ichigo. Ya entendía el porqué de su mal presentimiento, y no era solo por la visita de la chica, sino también porque la "novia" ahora viviría en el mismo edifico que ellos, lo cual significaba que todos los días los verían juntos. Hablándose cariñosamente, abrazándose, besándose…

Definitivamente no podría soportar dichas escenas.

— ¿Rukia estás bien? —preguntó preocupado al ver que la chica no había dicho nada en todo el transcurso de camino.

—Estoy bien—respondió al ver que ya habían llegado al edificio, aquel edificio que a partir de hoy se habían convertido en su infierno.

El chico miró como su amiga bajaba del auto y sacaba las compras que habían hecho. No había sido su intención el estar con ella en esa posición tan incómoda, pero ella era la única que estaba despierta cuando él estaba dispuesto a hacer las compras, además de que necesitaba opinión femenina. Pero a quien engañaba, él estaba más que fascinado por la compañía de la pelinegra, ya que de esa manera podía sentirla cerca suyo, podía sentir que su amistad aún existía y no había cambiado en lo absoluto.

El sentía como poco a poco recuperaba a la antigua Rukia Kuchiki

—Y dime Ichigo, ¿Cómo es tu novia? —preguntó la pelinegra, a pesar de que sabía que la respuesta le partiría el alma.

—Momo-chan, bueno… ella es la mujer más dulce y especial que he conocido en mi vida—respondió sonriendo y abriendo la puerta del departamento de su amigo pelirrojo y peli azul.

—Así que especial…—susurró Rukia siguiéndolo y cerrando la puerta.

— ¡Kurosaki-kun! —gritó Inoue acercándose a la pareja de amigos—Toushiro-kun trajo sushi para comer, ¿Eso está bien? —preguntó al peli naranja.

—Cualquier cosa que no sea algo cocinado por ti o Matsumoto está bien—confesó el chico recibiendo una mirada molesta de su amiga.

—Kurosaki-kun eso fue cruel—decía mientras se iba caminando hacia donde estaba su amiga de cabellos cortos y el peli azul de gafas.

—Oye Nanao, ¿Dónde está tu novio alcohólico? —preguntó con burla el morocho a la pelinegra, la cual solo contestó:

—Tuvo una emergencia de trabajo, y deja de molestar con eso de que es un alcohólico, que tú no te quedas atrás Shuhei

—Bruja…

— ¿Sabían que tenemos una nueva vecina? —preguntó Tatsuki a sus amigos, mientras que la rubia y pelirrojo se acercaban a ellos.

—Y déjenme decirles que Renji y yo ya tuvimos el placer de conocerla—dijo Matsumoto con orgullo.

— ¿Y cómo es? —preguntó la peli naranja.

— ¡Es una monada! —gritó la voluptuosa mujer tocándose las mejillas sonrojadas, a lo que sus amigos la miraron con los ojos en blanco.

—Si no fuera porque sé que te gustan los hombres ahora pensaría lo peor de ti—dijo el Ishida acomodándose las gafas.

El albino miraba a sus amigos con gran atención. Rangiku y compañía conversaban sobre la nueva vecina, la cual él puede decir orgulloso fue el primero que tuvo el gusto de conocerla. Pero también podía notar que en esa conversación, aunque hablaran de aquella mujer castaña, sus mentes estaban en otro lugar.

Él podía observar como Uryuu miraba a Inoue, y esta no despegaba sus ojos de un Ulquiorra que estaba cortando el sushi en la cocina y disimuladamente también miraba a la mujer de ojos gríseos. Tatsuki solo se dedicaba a ver como Renji no despegaba sus ojos de una triste Rukia, y esta, solo miraba como Ichigo decoraba el lugar con las flores que habían comprado.

También podía darse cuenta de las miradas que Hisagi le lanzaba a la rubia de ojos azules y como esta las ignoraba por estar mirando a Ichimaru. Nanao solo miraba al morocho preocupada, mientras el albino miraba a todos sus amigos preocupado.

Él lo sabía muy bien, sus amigos a pesar de verse alegres y sonreír más de lo que normalmente lo hacía sufrían, el conocía la historia de cada uno de ellos, o al menos una versión de cada historia. Él sabía que Rukia amaba a Ichigo, y sabía que el amor que este sentía por ella aún no se acababa, y por ese hecho sentía lastima por la novia del peli naranja, pero también sabía que su amigo quería a aquella otra mujer, él le había comentado incluso que estaba enamorado de ella, por eso se sentía bien por él, porque el si había logrado superar lo de Kuchiki.

La historia de Gin y Rangiku también se la sabia al derecho y al revés, y si le dieran a elegir bando se iría definitivamente con su rubia amiga, ya que ella solo había sido una víctima del hombre de mirada zorruna. Pero aun así le parecía mal lo que su amiga hacía. Usar a Hisagi para su propio beneficio no era algo que el miraba con buenos ojos, sino todo lo contrario.

Él sabía que el morocho sentía amor por la rubia, sabía muy bien que aquel sexo sin compromiso como la mujer llamaba si tenía significado para Shuhei. También sabía que el sufrimiento de Hisagi también era el de Nanao, porque esta había aprendido a quererlo y adorarlo, hasta tal grado de no dejar que este sea lastimado.

Luego venían Inoue y Ulquiorra, los ex amigos con derecho. Para ellos no era raro el verlos besándose en público, incluso dormir juntos ya era costumbre, pero algo sucedió, algo que ni Toushiro logró entender. Los dos se distanciaron, pero ¿Qué acaso si dos personas se aman no deben estar juntas? Sí, esos dos se habían enamorado y con eso dieron por terminado su juego.

La regla de oro se había roto.

Y por otra parte estaba Uryuu, aquel chico que vivía ocultando lo que realmente sentía. Él amaba a Orihime, siempre lo había hecho y habían pensado en decírselo, pero no lo hizo y Toushiro sabía el por qué…

—No quería que Inoue estuviese con él por lástima.

Dijo para luego ver a Tatsuki, ella era la más obvia de todas. Estaba perdidamente enamorada de Renji, Ellos no tenían una historia ni nada por el estilo, es más, eran muy buenos amigos, podría decirse que los mejores. Incluso pasaban tardes juntos con sus algo infantiles tradiciones y tenían demasiadas cosas en común. Una de ellas el amor por golpear a la gente. Pero Renji era un idiota por no notar los sentimientos de la chica ¡Incluso la despistada Inoue se había dado cuenta de ello! Pero claro, si había un problema con ellos y era precisamente Rukia Kuchiki, la eterna amante en sueños de Abarai.

Y aunque sonase egoísta se alegraba de que él no estuviese en la misma situación que todos ellos. Ellos tenían a su propia musa para sufrir y el, él tenía la oportunidad de dejarse conocer y de tratar a aquella nueva inquilina de nombre Momo Hinamori.

Él ya había sufrido por aquella mujer que lo había dejado plantado en el altar, y no se daría el lujo de volver a sufrir así. No se imaginaba como se sentían sus amigos al ver a aquella persona que tanto los hacía sufrir todos los días. Sinceramente él no quería saber cómo se sentía el sufrimiento de sus amigos.

— ¡Kurosaki-kun me mandó un mensaje diciendo que ya venía! —gritó Inoue, mientras el albino abría completamente los ojos ¡En que momento Ichigo dejó el departamento!

— ¡A sus puestos! —gritó la voluptuosa mujer mientras todos se paraban a unos metros delante de la puerta, mientras la perilla de esta giraba lentamente

La puerta se abrió para dejar ver a un peli naranja tomando la mano de una pequeña mujer, la cual parecía venir detrás de él.

— ¡Bienvenida! —gritaron las mujeres, el morocho y el peli plateado con alegría, mientras que los demás solo les daba igual.

—Etto…—murmuró la chica entrando al lugar, recibiendo así más de una mirada sorprendida de los chicos del lugar.

—La muñequita de melocotón—susurraron Rangiku y Renji.

—Momo-chan—también susurraron Hisagi y Nanao, quienes al parecer habían reconocido a la chica, ¿Pero de dónde?

Mientras tanto la mente de un albino se había quedado en blanco, sin saber que hacer o que decir. La chica de esta mañana, aquella chica que le había hecho sentir aquello que tanto tiempo tenía olvidado, aquella chica había llegado de la mano de su mejor amigo, y si recordaba el porqué estaba en ese lugar, nada bueno saldría de esto…

—Chicos, ella es mi novia Momo Hinamori.

Y con esa frase besó a la pequeña mujer de cabellos castaños, y esta, correspondió gustosa al gesto.

El susurro de la multitud animada se disuelve en su cabeza, y hace que aquel recuerdo se vuelva trizas ante sus ojos borrosos. La silueta de aquel momento comienza a desaparecer. Mientras que el resplandor de la chica lo ilumina tan fríamente que parece congelarle, y lo mata a paso lento y eficaz. Tiene miedo, y su corazón comienza a doler.

Al parecer sus sentimientos son obligados a alejarse de nuevo.

—Mira Momo-chan, él es mi mejor amigo Toushiro Hitsugaya.

Gracias a sus sentimientos egoístas ahora lo sentiría…

—Al parecer si nos veremos más seguido Hitsugaya-kun

El sufrimiento de sus amigos al ver todos los días a su amor no correspondido.

—Supongo que sí, Hinamori.

Al fin entendería el sufrimiento que se siente al vivir en el quinto piso…

Continuará.

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Y con esto concluye el capitulo de hoy. Espero que les haya gustado tanto a las que antes me leían como a las nuevas(os) lectoras(es) :D

Ojalá y les haya gustado esta trama con tantos corazones rotos, pasados extraños, relaciones, fracasos, amistad y triángulos amorosos.

Cuídense mucho, espero que dejen sus lindos reviews(:

Ja-ne

Nana-chan!