Para Erly. Chica guapa sin par, espero que te guste mucho esta volada.

Jon le observa. Es su Arya, claro, su niña rebelde de ojos grises como los de él. Su hermanita, la dueña de Aguja, la persona que más lo comprendía de todo el castillo. Es Arya, aunque ahora está debajo de esa mirada cruda, de rencor puro y duro, que intenta disimular bajo una calma imperturbable. Esta debajo de unas curvas insinuantes y un vestido que rebela lo justo y necesario para volver loco a un hombre.

Pero aunque sea Arya, Jon no se engaña e intenta decirse a sí mismo que es una asesina peligrosa. Que la chica es un peligro para la precaria paz que ha logrado establecer en lo poco de norte que han recuperado, y que por más que sea su hermanita, no se detendrá hasta alcanzar su objetivo. Debe matarla, porque si no lo hace él, una docena de hombres vendrán mañana y se encargan ellos mismos.

Debe, pero bajo ninguna circunstancia lo quiere. El deber al que siempre se subyuga porque piensa que es la mejor manera de arreglar el mundo en el viven, ya no le parece tan atractivo. Algo le carcome el pecho, no quiere, por los dioses no quiere. No va a matar a su hermanita.

Es con este pensamiento que se acerca a su celda, a altas horas de la madrugada. El llavero tintinea suavemente, cuelga de su mano mientras piensa en la segunda locura que cometerá en su vida. No es necesario despertarla, Arya se mantiene alerta y le hace un gesto de agradecimiento cuando el la lleva al lugar donde tiene estacionado el caballo. Jon la ve alejarse, mientras la angustia le recorre el cuerpo.

La locura se consuma cuando Jon Nieve coge su propio caballo y parte detrás de ella, dejando todo atrás.