Bien, como parece que he decidido suicidarme ahogada entre fics de Eustass Kidd, aquí os traigo otro xD Este capítulo es simplemente el prólogo y subiré el primer capítulo tan rápido como pueda escribirlo, pero me gustaría conocer vuestra primera impresión. Así que nada, ¡espero que os guste!
¡DATO IMPORTANTE! Como no tenía ni la más mínima idea, he sacado los rangos de la familia de mafiosos de internet, y por si hay más personas que como yo, tampoco los conocen, las palabras que tengan un (*) tendrán su significado explicado abajo :)
Los personajes de OP no me pertenecen, pero sí parte de la trama y sus OCs.
- Diálogos.
"Pensamientos"
Memorias/Flash backs/Sueños
Canciones
"Libros/Escrito"
Prólogo
Mía Evans caminaba de arriba abajo y a lo largo y ancho de su pequeño piso con vistas al mar. Realmente no era un piso, era más un estudio: cocina y comedor todo en uno, un baño y un dormitorio. Nada más.
Pero tampoco lo necesitaba, dadas las circunstancias.
Finalmente, detuvo su andanza frente a la cristalera que separaba tímidamente el comedor del dormitorio y observó al que había sido su novio desde hacía cinco años mientras terminaba de recoger sus cosas. No le gustaba la idea, pero era una necesidad. "Obligación" le recordó su conciencia.
Exacto.
Su novio se iba por obligación, porque ella iba a entrar en el mundo del crimen, de lo prohibido y de las infiltraciones que podían acabar en asesinato. Suspiró y volvió a la cocina. Con el pulso algo alterado, sacó un botellín de cerveza de la nevera y lo abrió con el abrelatas del primer cajón; acto seguido, se sentó sobre una de las encimeras y comenzó a beber a buen ritmo, tan rápido que cuando su novio terminó de recoger todas las evidencias de su existencia, ella ya se la había bebido entera. Le acompañó hasta la salida en silencio, pues aquella no había sido una decisión que hubiesen tomado de forma amistosa. Pero cuando ella abrió la puerta, él volvió a intentarlo.
- Mía, por favor, déjame…
- No, Sanji, de verdad que no – le cortó con algo de rudeza y mala cara –. Es mi trabajo. Ya sabíamos que esto podría pasar en cualquier momento cuando decidimos seguir juntos en una relación más seria.
El rubio suspiró. Aún no se había fumado ni un solo cigarro y empezaba a necesitarlo, desde que Sengoku, el jefe directo de su novia, le había informado de lo que debía hacer y de lo que no: no seguirla, no contactar con ella, no verla, no quedar con ella, no, no, no… demasiados "nos".
- ¿Por cuánto tiempo? – Quiso saber.
La mirada de ella se entristeció.
- No lo sé. Sanji, por favor, yo…
Él la abrazó con fuerza contra su pecho.
- Calla, calla. Ya lo sé. Pero sabes que yo te quiero más.
Ella sonrió dulcemente contra el rostro de su novio mientras lo besaba con pasión.
- Te veré cada sábado en casa de Usopp, como siempre.
- Pero Mía, tu jefe ha dicho que sería peligroso…
- Lo sé. Tal vez no lo haga estas primeras dos semanas pero… luego volveré a la tradición de la cena en casa de Usopp cada sábado. Prometido. Y así podremos vernos – le guiñó un ojo.
Sanji se perdió en aquella mirada tan dulce y brillante que le dedicaba su novia. Mía tenía los mismos ojos que su madre, unos ojos azules tan claros que parecían casi grises. Y el pelo rubio de su padre, como su piel caramelo. La besó suavemente en la mejilla.
- Te veo entonces en tres semanas.
- Prometido – respondió ella con voz dulce.
Se quedó de pie frente a su puerta mientras le veía tomar el ascensor y desaparecer de su vida, quién sabía por cuánto tiempo. Su expresión cambió cuando le hubo perdido de vista y llamó a su contacto, aquel que ya estaba infiltrado en la mafia de Eustass Kidd y que la iba a infiltrar a ella también.
- Estoy libre – le informó.
Zoro asintió al otro lado del teléfono.
- Baja a la peluquería que hay a dos manzanas desde tu piso si giras a la izquierda – murmuró en voz neutra –. Allí te prepararán a conciencia para esto.
Y colgó. Lo cierto era que Zoro era un agente especial brillante, pero no era muy comunicativo. Mía suspiró por enésima vez y se miró al espejo. ¿Qué demonios estaba haciendo con su vida? ¿19 años, apenas uno completo de carrera en el FBI y ya iban a infiltrarla? "Es porque eres joven y guapa" le habían dicho sus compañeros de trabajo.
- Y una porra – murmuró ella frente al espejo.
Con un último vistazo a su apartamento, salió de allí a sabiendas de que la próxima vez que lo visitase lo habrían transformado en el antro ideal de cualquier mafioso macarra y motorista como cualquiera que estuviese bajo las órdenes de Killer, el Consiglieri* del Don* Eustass Kidd. Y también sabía que tras visitar al estilista del FBI, pocos la reconocerían como la antigua alumna perfecta y niña buena que había sido.
Sacó las llaves de su nueva moto del bolsillo y la miró con atención al llegar a la planta baja del edificio. Era una BMW de lo más ostentosa, de un gran motor cuya potencia se escapaba de lo que ella habría querido, y de un llamativo color verde capaz de atraer todas las miradas. Y es que esa era la idea: llamar la atención de Eustass Kidd para que la aceptase en su "familia" de mafiosos, aunque fuese con el grado de soldado*.
Se puso el casco negro conteniendo la emoción que, inesperadamente, comenzó a sentir ante la idea de conducir semejante trasto, y, sonriendo por primera vez desde que se había despedido de Sanji, arrancó y desapareció calle abajo en un visto y no visto.
- Vale, querida, lo primero que vamos a hacer es teñir. Tu pelo tiene un color precioso pero muy soso para una rebelde como tú – comenzó a dar pinceladas de color al pelo de Mía sin atender a las quejas de ella –. Rosa aquí, un poco de negro por allí, algo de rosa pálido aquí, y mechas de un rubio platino por toda la melena. Y, ¡voila! – Exclamó cuando hubo terminado.
Mía abrió un ojo con desconfianza.
- Ay mi madre – susurró.
Se puso en pie a toda velocidad y se acercó al espejo para ver el resultado de aquel trabajo que, sorprendentemente, le gustaba bastante. Ahora, su melena seguía siendo rubia dorada pero tenía mechas platinas por toda la cabeza, y su flequillo era rosa completamente, junto con algunos mechones que bordeaban su rostros, en los que también se intercalaban colores negros y rosas más pálidos.
- ¿Te gusta?
- Esto es una locura – sonrió, incrédula.
Lo siguiente fue renovar su armario. Todos sus vaqueros de campana y minifaldas fueron rápidamente sustituidos por ajustados pitillos azul oscuro y prendas de cuero que también se pegasen a su figura. En cuanto a camisetas, todas sus camisas o tops desaparecieron y llenaron los cajones de su armario de prendas de estampados rebeldes y lemas algo contradictorios. Le quitaron también sus zapatos de marca y le dieron varios pares de botas de tacón infinito y un par de deportivas anchas y enormes que no pasarían desapercibidas. La vistieron con unos leggins negros de cuero, botas negras altas hasta la rodilla y una camiseta de tirantes anchos, blanca, llena de estampados. El toque final lo dio una cazadora de cuero también negra que le pareció que pesaba más que ella misma. Por maquillaje no usó más que un seductor brillo de labios, pues su capa de pestañas no podía ser más densa y su mirada no necesitaba reforzarse para llamar la atención.
- Bien, querida, estás lista – sonrió Porche mientras la veía de pies a cabeza con una sonrisa.
Mía maldijo las botas, tenían demasiado tacón, tanto que hasta llevaban plataforma bajo la suela.
- Voy a matarme con esto – murmuró.
- Más vale que no, o no lograrás nada. Vamos, Zoro te está esperando en el local.
Le tendió su nueva pistola, una que no pudiese ser rastreada hasta la policía, y su navaja, que Mía colocó en el tobillo de la bota por si las cosas salían mal. Con un último vistazo al espejo, la joven respiró profundamente antes de coger el casco, las llaves, y salir de su hogar a toda velocidad.
Cuando llegó abajo, ya se había torcido los tobillos seis veces y había estado a punto de caerse otras tantas, pero no tardó en cogerle el truco. Su subió a la moto y arrancó.
- Me cuesta creer que alguien como tú tenga novia.
Zoro ni siquiera se molestó en mirar a su jefe directo, Killer, quien esperaba con impaciencia la llegada de la joven de la que tanto había hablado el principal capo* que tenía bajo sus órdenes.
- Técnicamente, es un polvo y ya está.
- ¿Vendrá? – Comenzaba a impacientarse. Kidd estaba dentro del local y no le gustaba que le hiciesen esperar.
- Vendrá – afirmó Zoro con seguridad.
Apenas un par de minutos después, una llamativa moto verde frenaba estrepitosamente sobre la acera, frente a la puerta de la taberna donde los dos jóvenes esperaban pacientemente. La joven que bajó de la moto le lanzó las llaves al tipo que aparcaba los vehículos del lugar y se quitó el casco mientras subía las escaleras en dirección a Zoro.
- Vaya, ya entiendo tu obsesión con el sexo – sonrió Killer, burlón.
Zoro le devolvió una sonrisa pero mirando en todo momento a la joven.
- Creí que ya no llegabas – la regañó con voz burlona, pero seria.
- Y yo que no te vería hoy. ¿Qué querías a estas horas? – Miró el reloj poniendo mala cara.
- ¿Ves? Por eso no es mi novia – le comentó a Killer, guardando a la perfección las apariencias.
El rubio soltó una breve carcajada y se dirigió a ella sin perder de vista la mano que tenía reposando cerca de la pistola que llevaba en la cadera.
- Tranquila, preciosa, Zoro dice que puedes sernos de utilidad.
Ella se alejó de su contacto, con frialdad.
- No estoy interesada en trabajar para nadie. Voy por libre, ¿comprendes? Creo que mi querido Zoro no te lo dijo – siseó.
- Oh, sí que lo dijo, pero verás, por lo que cuenta eres muy… interesante. Acompáñame.
- Ni de coña. Cuídate – dijo dándose la vuelta para marcharse.
El rubio la tomó del brazo con brusquedad y la apuntó con un revólver en el estómago mientras la miraba de forma muy amenazadora tras el casco que llevaba puesto.
- No recuerdo haberte dado opción a marcharte. Entra – la obligó, empujándola con fuerza contra la puerta del local.
Ella sonrió para sus adentros. Fase 1: completada con éxito, ya estaba dentro del local. Desde luego, Zoro había interpretado su papel casi tan bien como ella el suyo propio. Pero no podía cantar victoria aún, ahora quedaba la segunda fase del plan.
Dejó que Killer la empujase hasta la barra y caminó con pasos arrastrados y con gesto aburrido mientras avanzaba hasta sentarse en un taburete junto a alguien enorme que llevaba un abrigo bastante ostentoso y suave al tacto. No necesitaba mirarlo para saber quién era: Eustass Kidd, el Don o jefe mayor de aquella familia de la mafia. Evitó el contacto directo con él y se centró únicamente en Killer.
- ¿Y bien? ¿Vas a hacer algo más que apuntarme con tu pistolita de juguete?
El rubio sonrió satisfecho ante su actitud.
- Sí. Voy a darte trabajo – hizo un gesto con una mano y la joven de la barra les sirvió dos copas cargadas de hielo y sombrillitas.
- ¿Qué es? – Preguntó Mía, recelosa.
Killer dejó su vaso intacto sobre la barra antes de desaparecer de su vista y dejarla sola durante algunos segundos hasta que Zoro apareció por la puerta y se sentó frente a ella.
- Bien, estarás bajo mi cargo, ¿entendido? Sólo harás lo que yo te encargue y debes saber que al primer error te vas fuera.
Ella sonrió de medio lado. Aún no estaba todo hecho.
- Heh. Ni lo sueñes.
Hizo ademán de levantarse, aunque sabía que no lo lograría. En efecto, tal y como había planeado, una enorme mano se apretó contra su garganta y la mantuvo presa contra la barra del bar. Dirigió sus ojos claros hacia los dorados que la miraban desde el rostro de Eustass Kidd. Le miró con indiferencia.
- El Don Eustass… qué sorpresa – murmuró.
- Parece que una gatita interesante se ha colado en mi local. No querrás buscarte problemas, ¿verdad? – La punta de una navaja incidió dolorosamente sobre la piel de su cuello y un fino hilo de sangre descendió por él. Finalmente, se permitió mostrar el miedo y la inseguridad que sentía realmente. Negó con la cabeza y Kidd sonrió aún más – Bien. Zoro – ordenó dirigiéndose al peliverde –, ella estará bajo las órdenes directas de Killer, no tendrás que preocuparte.
"¿Qué?" pensó ella, realmente preocupada. Aquel no era el plan.
"Mierda, mierda, mierda" era todo cuanto podía pensar Zoro, pero acabó por asentir.
- No pensaba hacerlo – murmuró, indiferente, mientras se bebía de golpe la bebida que había dejado Killer sobre la barra.
Eustass Kidd sonrió a la nueva "gatita" cuyo rango estaba, como ella pensaba, en el escalón de los matones.
- Parece que ésta será una temporada entretenida.
Continuará…
Don: es el jefazo que gobierna toda la mafia desde su frutería (su negocio pantalla frente a las autoridades). Normalmente, en los juicios anti-mafia debe explicar honestamente al fiscal cómo se hizo multimillonario vendiendo plátanos.
Consiglieri: es el asistente del Don, el que le aconseja qué película ver cuando van al cine (por ejemplo, si ponen un maratón de El Padrino, le aconseja ver sólo la primera), qué marca de ropa interior usar o le dice si la ropa que lleva le hace gordo.
Capo: da las órdenes que recibe del Consiglieri. No es lo suficientemente de confianza o útil para el Don como para ser Consiglieri, pero tampoco se ensucia las manos. Además, es demasiado fiel a su Don.
Soldado: son los que hacen el trabajo sucio y ante cualquier error, sus superiores, amablemente, les ejecutan como a cerdos antes de perdonarles sus fallos (por ejemplo, en lugar de matar al presidente español matan al presidente francés. Sus jefes le pegan un tiro o le queman vivo, o salvajadas varias pero luego, eso sí, les dicen al cadáver: "ya estás perdonado". Y así el tipo puede descansar en paz).
Bien, como podéis ver, las explicaciones son muy de "estar por casa", pero creo que todos nos entendemos xD
Un aviso… no sé si empezaré en el próximo capítulo, no lo creo, será ya para el tercero que suba, pero en este fic habrán bastantes escenas explícitas, tanto de torturas como de sexo (creo que es lógico, ya lo he puesto como rango M y además es un fic sobre la mafia) pero a quien no le guste o le traume, que no lo lea o que lo haga bajo su responsabilidad. Yo ya hago mi parte del trabajo avisándolo, etc, etc.
