Karyūkai
(El mundo de las Flores y Sauces)
Sus ojos oscuros y rasgados me hipnotizaban cada vez que los veía, haciéndome sentir como si todo ese tiempo invertido fuese un fracaso; no había podido en evitar caer en lo que Okaa-san llamaba amor. Si algún día hubiese sido libre para escoger a quien amar, habría sido él.
Amaba a ese hombre, lo sabía desde hacía mucho tiempo. Sin embargo fue sólo cuando lo vi caminando con su katana hacia las puertas de Konoha que entendí que ese sentimiento que se anidaba como un oscuro secreto en mi pecho me estaba consumiendo.
Sentí que una parte de mi corazón moría por su partida, por verlo traicionarme de esa forma. Y fue justo cuando pensé que lo perdería para siempre que se detuvo bajo la lluvia, mirando hacia atrás sobre su hombro.
Me observó absorto, rogándome con sus ojos que alzara el rostro y lo mirara de vuelta. Era la primera vez que lo veía retroceder y dudar de una decisión ya tomada.
—Hinata-san. — Susurró, un murmullo apenas más alto que el sonido de la lluvia. — Cuando atraviese esa puerta y cumpla con mi labor con el clan, usted… ¿Me olvidará, verdad?
No respondí. Haberlo hecho significaba darle una razón para dudar de su determinación y no podía hacerle eso. Si le daba una razón para quedarse, lo destruiría. Vería desmoronarse frente a mí al hombre del cual me enamoré, aquel guerrero honorable que llenaba de orgullo y alegría a las personas de la Villa. Si él retrocedía, su palabra no valdría nada. Ya no sería el gran señor Uchiha, sería alguien caído en desgracia.
—Eso pensé. — Dijo con abnegación y frialdad, estoico y distante.
Me miró a los ojos un momento y noté la forma en que su mano se tensaba. Mi pecho se oprimió, pero no bajé la mirada. No tenía miedo esta vez de observar esos fascinantes ojos negros que hacían que me sintiera como la niña que lo encontró ese frío día del invierno del hambre.
No podía responderle, pero al menos podía mirarlo a los ojos.
—¿Quiere olvidarme? — Su voz me desarmaba por completo.
—Nada bueno puede resultar de responder esa pregunta. — Respondí con serenidad.
—Necesito saberlo. — Susurró con calma.
Mordí mis labios y recordé los años de entrenamiento. Había un motivo para que mi rostro luciera de ese color, para que mis labios estuviesen delineados de rojo. Esas eran mis armas así como la suya era esa katana que colgaba a su costado. Había hecho de las mentiras y los engaños una forma de arte.
—¿Quiere un cerezo perder sus hojas en otoño o sólo lo hace para sobrevivir el invierno? — Respondí con firmeza. — Uchiha-sama debe olvidar de que alguna vez me conoció y buscar una mujer que pueda ser libre de amarlo de vuelta. La mujer a quien le dio su palabra.
—Pero te amo a ti.
Amor. Una palabra tan prohibida como desconocida para mí. Ni si quiera lo había tenido cuando todos ellos vivían a mi alrededor. Tal vez Hanabi me amó… tal vez Neji, definitivamente no mi padre quien siempre vio en sus dos hijas mujeres una falta de fortuna, un castigo de los dioses.
Acortó la distancia entre nosotros y con lentitud subió su mano tocando mis mejillas con la delicadeza de una pluma. Sus manos estaban tibias. Su tacto hizo que mis rodillas flaquearan y no supiera de qué sostenerme para seguir en pie.
—No debería tocarme de esa forma. — Más que un llamado de atención por su osadía, aquello fue una súplica para que tuviera misericordia de mí, ¿Realmente creía que podía soportar su tacto sin quebrarme? — Por favor… Uchiha-sama
—Siento ofenderla, pero… no me arrepiento de poder llevarme el recuerdo del calor y la suavidad de su rostro, Hinata-san. — Mi garganta se comenzó a cerrar, respiré profundamente, sintiendo que iba a desmayarme. — Y aunque hayan otras mujeres en mi vida, siempre será usted en quien esté pensando cuando…
—Basta. — Pedí con la voz quebrada.
—… bese otros labios.
—¿Por qué tiene que decir cosas así? — Podía sentir mi nariz cosquilleando, avisando que podría quebrarme en llanto en cualquier instante.
—Aunque su boca lo niegue, se que su corazón me pertenece. Sólo dígame que me esperará para que así este viaje no me sea un motivo para morir en vida.
—Cuando Uchiha-sama regrese, estará casado.
— Podemos escaparnos, podemos evitar nuestro destino si estamos…
—Su honor se lo impediría y usted lo sabe.
Sí, él lo sabía, era demasiado honorable como para haber roto su palabra.
Bajó su mano lentamente y inclinó el rostro hacia el suelo.
Pensé que decirle adiós sería más fácil que eso, pero la vida me daba una nueva lección sobre la naturaleza humana y el dolor de la pérdida. No podía quedarme ahí.
—Le deseo lo mejor en su viaje y en su futuro matrimonio.
—Podría sacrificarlo, mi honor. — Dijo tomando mi mano con firmeza, evitando que huyera de él. — Podría vivir en deshonra eternamente con tal de…Podría perderlo todo si eso significara poder tenerla. Por… por favor…
— Un Samurai del clan Uchiha no ruega. Recuerde quién es y suélteme. Déjeme ir. — Supliqué mostrando menos gracia de la que hubiese deseado. — Lo único en que debería estar preocupándose ahora es en su partida.
—Lo sé, pero aquí estoy declarándole mi amor a una mujer que no puede amarme de vuelta. Que no quiere amarme de vuelta.
—No tengo nada que ofrecerle, por favor déjeme ir... por… por favor.
Entonces me soltó y me miró con incredulidad mientras sus labios temblaban y sus cejas se fruncían. El dolor en él era palpable y por un momento pensé que si seguía viéndome así me lanzaría a sus brazos y cedería a mi instinto que decía que dejara todo atrás y me fuera de Konoha con él.
—¿De verdad ya no siente nada por mí, Hinata-san? — Su pregunta me golpeó más fuerte que el frío de esa tarde. — Si es así, espero morir durante esta guerra, pues la idea de vivir en un mundo donde el recuerdo de sus besos sea una mentira…
—Basta… por favor Uchiha-sama. — Quería sostener su rostro y besarlo, quedarme con su recuerdo quemando mis labios, pero no podía. Era demasiado tarde para nosotros dos. — Sólo fue un sueño de verano, pero el invierno cae sobre nosotros. Debo irme.
Me cobijé debajo del paragua y comencé a caminar de vuelta al Hanamashi. Cada paso que daba incrementaba el dolor en mi pecho a niveles que no pensé posibles.
Nos enseñan a cantar, a tocar el samisén, a servir té y a conversar sobre cualquier tema que a un hombre le parezca interesante… Entonces por qué no nos enseñaban un método efectivo de no enamorarnos y asi poder proteger lo único que realmente nos pertenece…
Nuestro corazón.
—Hinata-san. — Su voz me hizo detenerme. — ¿No se va a despedir de mí?
Lo miré dudosa entendiendo que si reunía el valor para decirle adiós, iba a ser para siempre.
Esto partió como la idea de un longfic que planeaba escribir, pero seguramente se quede en un oneshot xD
Espero les haya gustado.
