Ludwig y Feliciano

Hace mucho tiempo, en la lejana y distante isla siciliana, en épocas donde el poderoso rey Guillermo aun gobernaba, existió una familia de nobles, la cabeza de dicha familia era Roderich.

Un día, en el gran puerto siciliano, arribó un gran barco mercante proveniente de Turquía, en el, se hallaba una gran cantidad de mercancía proveniente de esta, pero lo que más resaltaba era que traia esclavos.

Roderich quien justamente necesitaba el servicio de unos cuantos de estos, fue a su compra. Al llegar, fue atendido por el capitán del barco, un nombre alto y moreno quien cubría su identidad con un antifaz y gorro de tela.

-¿desea algo en especial oh señor noble?- hablo aduladoramente el turco acercándose a Roderich.

El noble volteo su mirada comenzando a inspeccionar a cada uno de los esclavos –deme los mejores esclavos que tenga- ordeno –y de preferencia jóvenes y sanos- añadió.

El enmascarado obedeció y corriendo fue a traerle los mejores que tenía en ese momento –espero sean de su agrado- expreso.

Roderich analizo a cada uno, al parecer todos eran jóvenes y sanos tal y como había ordenado –perfecto, los compro- dijo dando su visto bueno –llévelos a mi casa que se encuentra a las afueras de la ciudad, en cuanto llegue notifique su presencia y uno de mis sirvientes le pagara por la cantidad que hoy he comprado- sentencio.

Brillos de codicia bañaron los ojos del mercader y sobándose las manos, acompaño a despedir a su noble cliente.

Al siguiente día, en la puerta de la gran mansión, se hallaba el mercader con los esclavos que el noble había escogido el día anterior. Tan pronto le fue pagada la cantidad en oro, dicho mercader se marcho.

Ahora frente a Roderich se hallaban justamente diez esclavos, todos de apariencia turca, de tez morena y ojos oscuros, todos excepto uno. Aquel joven difería bastante entre el grupo ya que tenía un porte gallardo y un elegante aura le rodeaba, su color de piel era de un color claro y puro, sus cabellos tenían un color tan amarillo como los rallos del sol y sus ojos eran claros como el mar que bañaba a la isla, definitivamente, algo que resaltaba bastante.

Con el paso del tiempo, aquel joven esclavo de nobles rasgos, fue ganándose la confianza del amo de la mansión y este, al ver que era confiable, decidió convertirlo en su mano derecha.

-joven, ¿Qué le parecería ser mi mano derecha?- pregunto seriamente el noble.

El joven quien se encontraba limpiando dejo su actividad y volteo a ver a su amo –nada me causaría mas gusto que eso mi señor- contesto lo más educado y natural que podía ser.

-En ese caso, desde hoy dejaras hacer esas tareas y te dedicaras exclusivamente a estudiar para convertirte en alguien digno de ser mi mano derecha- hablo firme Roderich –pero antes de eso, dígame su nombre joven- añadió.

La cara seria del joven se transformo en nerviosismo –mil disculpas mi señor pero ni siquiera yo sé cual es mi nombre- se disculpo.

-ya veo- dijo pensativo el patrón –entonces yo te pondré uno…. ¿Qué te parece Ludwig?- pregunto.

-me parece perfecto amo- contesto el joven volviendo a su semblante serio.

-bien Ludwig, vamos a comenzar con tus lecciones- sentencio Roderich.

Los siguientes meses, Ludwig aprendió un sinfín de cosas necesarias para poder ser el mejor apoyo para su amo.

Un día, después de haber terminado sus lecciones, Roderich invito a Ludwig a cenar con él y su familia, el joven acepto de inmediato. Llegada la noche, el amo y su joven esposa Elzabeta, una mujer de hermosas facciones que hermosamente contrastaban con sus largos cabellos cafés, se encontraban sentados en la gran mesa preparada para la ocasión. Ludwig quien se había vestido con uno de los mejores trajes que tenia, se hallaba de pie esperando la aprobación de su amo para poder sentarse. Pronto, la voz de un joven se hizo presente.

-perdón, se me hizo tarde ve~ ~ - se disculpo un joven quien entro corriendo y agitado.

Elizabeta quien se hallaba sentada a un lado de Roderich, se levanto de su asiento y fue a reunirse con el joven –oh Feliciano, hijo mío, ¿Dónde estabas?- pregunto preocupada por la tardanza de este.

-disculpa madre, estaba dando un paseo por el jardín cuando vi un gatito que hacia miau y se veía tan lindo que me puse a jugar con el hera~ hera~ - sonrió tontamente el joven.

-hmp hmp- se aclaro la garganta el amo de la casa –Feliciano ya habrá otra ocasión para que nos cuentes que hiciste con el gato, ahora ven para acá, quiero que conozcas a mi mejor subordinado-.

Feliciano dejo a su madre y fue corriendo hacia su padre. Al llegar a la altura de este, se percato de la figura alta y masculina frente a él –h..hola- saludo tímidamente.

El corazón de Ludwig se sobresalto, frente a él, se encontraba el joven más hermoso que jamás había visto, la piel de este era tan clara y fina como la porcelana, sus ojos aunque cerrados, le daban una expresión enternecedora, sus cabellos eran de un matiz perfecto y combinado de rojo y café, un color demasiado ambiguo para ser explicado por él y finalmente esa sonrisa que le acompañaba, era lo que más lo embeleso, sentía que con ella podría derretir hasta la nieve más helada.

-mu…mucho gusto, soy Ludwig- se presento el rubio un poco nervioso.

Feliciano respondió el saludo igual que nervioso. Una atmosfera extraña empezó a inundar el comedor.

-Ludwig, el es Feliciano, mi único hijo y futuro heredero de toda mi fortuna- hablo orgulloso Roderich de su hijo –por favor llévate bien con él y ayúdale en todo lo que necesite- añadió.

Habiendo dicho eso, se retiro dejando a ambos solos. Feliciano miro de reojo a Ludwig y viceversa. Entre ellos había surgido amor a primera vista.

Con el tiempo, tanto Ludwig como Feliciano se habían convertido en buenos amigos, no obstante, ninguno de los dos se atrevía a confesarse sus sentimientos. Una mañana, Elizabeta decidió hacer un viaje a una de las tantas casas de campo que tenía la familia y con ella se fueron Feliciano y Ludwig.

Tras varios días donde los tres disfrutaron del hermoso aire fresco y primaveral que rodeaba a la zona, decidieron hacer un día de campo. Los tres estaban empezando a acomodar las cosas cuando una gran tormenta empezó a caer.

Elzabeta junto con Feliciano y Ludwig corrieron intentando protegerse de la lluvia, sin embargo, al hacer esto, tanto Ludwig como Feliciano terminaron separándose de Elizabeta y ahora ambos se encontraban en una casa completamente abandonada.

-Tengo miedo ve~- se quejaba el menor –los relámpagos me asustan- lloraba mientras se cubria la cabeza con sus manos.

Ludwig se masajeo la sien, por más que estuviera enamorado de aquel joven noble, tenía que admitir que a veces lograba desesperarlo –hare una fogata-.

-no, espera Lud, tengo miedo- lloraba Feliciano asustado por los relámpagos.

El rubio suspiro y regreso al lado del menor –toma mi mano- ordeno extendiendo la suya –si te da miedo algo, solo apriétala- dijo un poco sonrojado.

Feliciano sonrió tontamente, no obstante, tomo la mano del mayor. Tras varios minutos de estar así, el joven noble intento iniciar conversación –ve~ lud tienes una mano tan grande y tan cálida- comentaba sosteniéndola con ambas manos.

Ludwig se puso nervioso –mu..muchas gracias- dijo intentando mantenerse serio –usted también tiene manos cálidas- comento.

El menor se sonrojo y atrajo más hacia él la mano del mayor –ojala estuviéramos siempre así- menciono casi en susurro.

El mayor sonrió tímidamente debido al comentario hecho por Feliciano. Estaba por comentar algo cuando sintió el cuerpo del menor tiritar. Armándose de valor, atrajo a Feliciano hacia él.

-L..Lud- susurro Feliciano asombrado y apenado a la vez.

-me gus…tas- hablo el rubio desviando la mirada.

Feliciano alzo la vista –tu también- confeso.

Ludwig volteo a ver al menor. Lentamente ambos fueron acercando sus rostros, con suavidad empezaron a besarse y conforme adquirían confianza, iban profundizando cada vez más y mas. Y aquellos besos poco a poco se fueron transformando en caricias y las caricias en algo más grande hasta finalmente convertirse en la consumación final del amor.

Después de ese día, tanto Ludwig como Feliciano empezaron a citarse en secreto, y en cada cita, se demostraban el amor que sentían el uno hacia el otro. Una noche, después de varios encuentros, Feliciano descubrió que estaba embarazado y Ludwig temiendo lo peor para ambos, decidió que tenían que huir.

-¡no Lud!- se negó Feliciano –vete tú, yo me quedare-.

Ludwig se negaba dejar solo a Feliciano y mas sabiendo que tendría un hijo de él.

-Le inventare algo a mi madre y si me llegan a preguntar quién es el padre ¡jamás lo diré!- decía Feliciano entre lagrimas.

Al rubio no le gustaba ver así a su amado, así que accedió a la idea –está bien- suspiro.

Meses más tarde, Feliciano fue a contarle a su madre que esperaba un hijo y que no sabía de quien. Elizabeta, siendo comprensiva, ayudo a su único hijo a encubrir la verdad –te ayudare hijo mío, nos iremos a una de las casas que tiene la familia y aguardaremos ahí hasta que des a luz- hablo.

Feliciano se alegro al saber que tenía el apoyo de su madre y así, ambos esperaron pacientemente hasta las fechas cercanas.

El día del parto llego y Feliciano se encontraba dando gritos desgarradores de dolor. En aquel instante, por azares del destino, Roderich había decidido ir a la casa donde Elizabeta y Feliciano se hallaban. Al llegar a la casa, escucho los gritos de su hijo y temiendo lo peor, corrió en su búsqueda, lo que encontró al llegar donde su hijo, fue a este dando a luz.

-¡Me pueden explicar que está pasando!- ordeno furioso

Elizabeta quien en ese momento estaba ayudando a su hijo a parir, se giro a recibir a su marido –querido, esto tiene una explicación…- hablo.

-¡claro que la tiene!- grito nuevamente furioso. Dando grandes pasos camino hacia Feliciano y en un acto brusco, arrebato el bebe de las manos de su esposa –¿¡quién es el padre!?- cuestiono.

Feliciano quien se encontraba sollozante y muerto de miedo se negó a contestar.

-¡¿De quién es el padre?! ¡Responde!- ordeno -¡si no lo dices matare al bebe!- amenazo.

Aquella amenaza asusto al joven y preocupado por la vida de su hijo confeso -¡de Ludwig!- grito desesperado.

Roderich hizo una mueca de disgusto y habiendo oído la verdad, se retiro -¡guardias, tráiganme a Ludwig!- ordeno.

Tan pronto aquella orden fue dada, los guardias fueron tras el rubio a quien amordazaron, golpearon, maltrataron y torturaron hasta finalmente hacerlo confesar que efectivamente era el padre del bebe de Feliciano.

Al enterarse de aquello, Roderich ordeno que su ex–mano derecha fuese sentenciado a la horca, mientras que a su hijo le dieran a escoger como deseaba morir junto con su bebe, si envenenado o quemado.

Por fin había llegado el día donde Ludwig pagaría con su vida el pecado cometido con Feliciano. Todo el pueblo de Sicilia se encontraba presente, expectante del espectáculo que presenciarían. En las primeras filas, se hallaban los nobles de la isla mientras que mas al fondo, los pobres.

Ludwig daba pasos lentos y pesados hacia su último lugar de descanso. A lo lejos, en una taberna, se encontraba un joven noble de cabellos blancos quien se hallaba bebiendo y platicando con otros dos sujetos. Al pasar el rubio frente a aquel lugar, fue inevitable llamar la atención de los que se encontraban dentro. El joven de cabellos blancos enfoco su mirada al pobre que sería ahorcado y pronto la sonrisa que tenía en sus labios desapareció al notar que aquel joven tria consigo un collar con una especie de cruz negra.

Impresionado, empezó a seguir al sentenciado, sin embargo, el gran número de personas presentes en aquel evento público le impedía el paso -¡mierda, que me dejen pasar!- ordenaba.

Cuando por fin logro alcanzar al acusado, se dio cuenta que estaban colocándole la soga -¡altooo!- grito llamando la atención de los presentes.

Ludwig dirigió su mirada hacia la persona quien interrumpió su ejecución.

EL joven albino con su mejor porte se acerco al rubio –dígame, ¿Dónde consiguió ese collar?- pregunto prácticamente ordenando.

-Fue un regalo de mi hermano, el se llamaba Gilbert…. Es lo único que recuerdo- contesto el rubio.

Los ojos del peliblanco se abrieron más de lo normal –her…mano- susurro -¡tú eres mi hermano desaparecido!- grito abrazando al rubio -¿pero porque te van a ahorcar?, cuéntame- pregunto.

-Porque tuve un hijo con el hijo de mi amo- respondió

Nuevamente los ojos del noble albino se abrieron de sobre manera -¡soy tioooo!- grito –es lo más genial después de mi claro está- comento feliz.

Y ahora habiendo descubierto la verdadera identidad de Ludwig, el albino fue a intervenir por su hermano y personalmente fue a hablar con el padre de Feliciano.

-Le imploro que perdone la vida de mi hermano- rogo.

Roderich quien aún seguía molesto sentencio –si mi hijo acepta casarse con su hermano, le perdonare la vida, en cambio, si no acepta, será ahorcado sin objeción alguna-.

Feliz por la oportunidad, Gilbert fue corriendo a ver al hijo de Roderich -¿aceptarías casarte con Ludwig?- pregunto.

-si hera~ hera~- respondió feliz el joven noble.

Y habiendo aceptado, Ludwig fue absuelto y liberado. Después de eso, ambas familias celebraron por toda la isla la unión entre Ludwig y Feliciano quienes ahora estaban felizmente casados.

Y así, ambos vivieron felices para siempre, especialmente Gilbert ya que tenía un sobrino tan genial como él.

Fin


Hola, aca me encuentro de nuevo, ahora subiendo una serie de historias cortas....

Primero que nada, las historias estan basadas en los cuentos cortos de Giovanni Boccaccio, si no mal recuerdo, del decameron. Conforme tenga tiempo, subire otras historias basadas en los cuentos de boccaccio. La primer historia que les deje esta basada en "Teodoro e Violante", en cuanto la lei, me imagine a ludwing y a feliciano... no se porque :S...