Renuncia: Nada me pertenece, todo lo relacionado a A Song of Ice and Fire es de la propiedad de George R. R. Martin
Advertencias: Violencia, lenguaje soez y de referencia sexual. No romance ni slash ni nada entre Theon y Robb, que quede aclarado.
En respuesta a un viejo desafío que planteaba (si mal no recuerdo) qué hubiera pasado si Theon no hubiese traicionado a Robb, planetado por High Flying Bird en el foro Alas Negras, Palabras Negras que se fue un tanto de las manos.
I
El viento frío le repasa la cara y él mira al cielo, la media luna que lo observa antes del amanecer le hace sonreír, es la perfecta cómplice de su estrategia. Mira a su alrededor y nota que todos permanecen tranquilos, esperando por la señal. Viento Gris ronda entre los caballos poniendo nervioso a más de uno, supone también está ansioso por la batalla que espera, de pronto se detiene y con las orejas bien levantadas fija el hocico en una dirección, casi puede ver cómo los pelos de su lomo se levantan ante la tensión de sus músculos.
Un par de minutos después puede escuchar ruidos a la distancia, no los de la fauna nocturna que vive en el bosque, ésos han salido huyendo, sino los de hombres y caballos. Los de los ejércitos Lannister que corren detrás de los que creen serán presa fácil. Está seguro que todos espolean a sus caballos ansiosos de dar alcance a las tropas que huyen y hacer la sangre correr, los muy tontos no saben que la sangre que correrá será de la de ellos.
El huargo adelanta unos pasos y vuelve a moverse intranquilo, casi desesperado ante el ruido que se acerca. Robb pone una mano sobre su cabeza y le rasca detrás de la oreja mientras le susurra algo, él no puede escuchar, no está muy lejos pero los primeros acordes de la sinfonía de la batalla se acercan y absorben casi cualquier otro sonido. Toma la empuñadora de su espada inconscientemente, mientras su caballo empieza a inquietarse, casi están ahí.
Los aullidos de los cuernos Mormont anuncian la llegada y el inicio de la verdadera pelea. Es tal el clamor de los hombres al entrar al campo de batalla que ahogan los cuernos. La tranquilidad de la noche se rompe y ésta se inunda de gritos y lamentos, las espadas suben y bajan, chocan y vuelven a cargar. La sangre corre y baña la campiña que fue seleccionada para la emboscada.
Las flechas se le han acabado, sería un necio si quiere buscar más en medio de la carnicería. Saca su espada y galopa embistiendo a cuantos puede, lanza tajadas mortales a diestra y siniestra. Como pensó, la media luna pendiendo en el cielo les ocultó bien y ahora les proporciona la visión apenas suficiente para saber quién es enemigo y quién es aliado. Ahora más que nunca los emblemas son vitales, entre esas penumbras parciales, todos los colores parecen uno mismo, igual que los hombres, aquí cualquiera puede morir.
Ve a Viento Gris brincar sobre la multitud e irse directo a la yugular de un gran caballo de batalla que cae como si de un corderito se tratara. Los soldados huyen despavoridos ante el espectáculo, él sólo ríe. Ríe y vuelve a reír cuando su espada se anida en el vientre de un hombre, ríe cuando ve el gesto desconcertado del infeliz al darse cuenta que sus tripas se escapan por la abertura en su estómago.
Ríe una y otra vez.
Entonces distingue un emblema bien conocido, adornando una armadura de confección particular. No puede equivocarse, sólo hay alguien en ese ejército que porte una protección de esa clase y se mueva con tanta gracia entre las espadas enemigas. Sólo Jaime Lannister es capaz de deshacerse de cinco oponentes como si de niños se trataran. Ve a los leones de su armadura cubrirse con la sangre de otros.
Aspira profundamente y ejerce más fuerza en la empuñadura, estaba comenzando a cansarse pero ya se le ha olvidado. Una nueva ola de adrenalina le recorre el cuerpo y lo urge a acercarse al caballero blanco. Apenas y puede contener la agitación de chocar espadas con el Matarreyes, su mente crea escenarios dignos de canciones en los que él ha derrotado a Jaime y lo proclaman el héroe de la batalla.
Sus piernas se mueven a toda velocidad, sus brazos se agitan constantemente deteniendo estocadas enemigas y devolviéndolas, no pierde tiempo en ver de quién se trata, pelear contra ésos no le importa, su verdadero contrincante está unos metros más allá.
El cansancio lo alcanza antes de que él pueda llegar al Lannister, no puede creer que esté tan cerca pero haya quedado tan lejos. Se tiene que detener a recuperar la respiración, es hasta ese momento que se percata del modo en que sus manos tiemblan. Maldice al comenzar a comprender que jamás podrá siquiera llegar a chocar espadas con el infame Matarreyes.
Aprovecha que la atención de los demás está enfocada en algo más, trata de recuperar energías en esos segundos que no hay nadie tratando de matarlo. Busca con la mirada a Viento Gris, es más fácil encontrarlo a él, por que donde está él está Robb. Lo halla derribando a otro caballo, Robb no está muy lejos, encargándose de sus propios muertos.
Regresa su atención a Jaime que ha avanzado de su posición y camina con un destino específico. Él comprende de inmediato y conteniendo la respiración, se obliga a moverse más rápido que nunca. Puede ver claramente que el Lannister va contra el Stark.
No puede creer que nadie se haya dado cuenta, ni siquiera el huargo se percata del temible enemigo que se acerca amenazante. Él no sabe de dónde pero encuentra las energías suficientes para acelerar y recorrer en segundos los metros que lo separan del dirigente del ejército enemigo.
Con la espada bien sujeta con ambas manos lanza un tajo hacia aquél que llaman el león de Lannister, que la recibe y se la devuelve con la soltura de quien sabe lo que hace. Pronto el canto de sus espadas se une a la tonada de las muchas otras que conforman la canción de la batalla, ésa que marca los compases del baile que ejecutan los combatientes, una danza de muerte y sangre en la que sólo los más hábiles pueden terminar y tener la oportunidad de volver a bailar.
Después de un rato se da cuenta con sorpresa y furia que Jaime no sólo es quien va guiando el baile, sino que poco a poco le va tomando la delantera, sus fuerzas disminuyen y cada vez le cuesta más recibir y devolver. No sabe qué le enfurece más: comprender que va a perder o la sonrisa de menosprecio en los labios de Jaime, como si no lo considerara un rival digno de combatir.
Está a punto de soltar la espada en más de dos ocasiones, cuando entiende que la tercera será la definitiva retrocede, no va a huir, claro que no saldrá corriendo pero espera que alguien le ayude, debe haber alguien que haya visto su combate y comprenda que necesita apoyo.
Cuando ve venir la hoja del Lannister a toda velocidad contra su defensa debilitada, no puede evitar cerrar los ojos en espera de lo peor. La espada choca contra otra, pero ésta es firme y responde el ataque de inmediato, eso significa que no es la suya. Abre los ojos lentamente y ve a Robb embistiendo a Jaime. Otros seis hombres llegan pronto y lo rodean en apoyo de Robb, Stark retrocede y se acerca a él.
No se dicen nada, sólo se reiteran que hay que continuar. Ya falta poco.
Los combatientes contra Jaime Lannister no son tan buenos como éste pero sí suficientes. Para cuando lo dominan hay tres muertos yaciendo a sus pies y el Matarreyes se sienta en medio de sus enemigos con una risa satisfecha mientras jadea tratando de recuperar la respiración. Mira hacia donde están ellos con esa misma sonrisa de desprecio, por alguna razón sabe que no lo mira a él sino a Robb, sólo a él.
Pero no importa, ahora que su comandante ha caído, los sobrevivientes empiezan a huir o se rinden. El baile cesa cuando la canción lo hace, sólo quedan los gritos de victoria y los lamentos del herido, la batalla termina.
Un nutrido grupo de hombres rodea a Lannister, lo han inmovilizado y lo guían a posición segura, es un botín valioso. Aunque parece que Jaime no lo ha entendido, sigue con esa sonrisa desagradable mientras sus captores lo guían con rudeza lejos del lugar de su apresamiento. Esta captura les ha dado una nueva posición en la guerra, ha valido la pena tanta carnicería. En ese momento ve a Robb y se da cuenta que él no comparte su punto de vista, el gesto desolado con el que recorre el escenario le dice de inmediato que se lamenta por la violencia y sus resultados.
Él mueve la cabeza desaprobando su falta de sed de sangre, es lo único que le falta para ser el líder que todos necesitan. Pero no piensa mucho tiempo en eso, sabe lo difícil que ha sido para el Stark cambiar su papel tan rápido en esa guerra; claro que si hubiera sido su caso, a él no le hubiera costado tanto, los Hijos del Hierro nacen ya con un espíritu sanguinario, a diferencia de esta clase de norteños que buscan otros medios distintos a la violencia.
Camina entre el campo de batalla, se llena del aire fresco de la mañana y los clamores de los heridos, del aroma metálico de la sangre y la extraña sensación de estar donde está la muerte. Paso a paso mira los emblemas y los colores, ahora que el sol ya se asoma, puede ver sin problemas la pertenencia de cada uno de los caídos. Puede nombrar muchos aliados y muchos enemigos, la mayoría son soldados que apenas unos días atrás eran aldeanos y hombres de campo, pero también puede distinguir a nobles de Casas aliadas, hay otros que fueron vasallos Lannister pero no sabría decir de qué Casa es casa uno. Él no sabe de heráldica, él sabe del arco y la flecha, de espada y combate, a un nacido del hierro no le importan esas tonterías.
Piensa en eso y luego en la patética batalla contra Jaime Lannister, se muerde un labio y cierra un puño al rememorar su pobre desempeño y la sonrisa de superioridad del otro, como si él no hubiera sido otra cosa que un muchacho confrontando a un hombre. El es un kraken y un kraken no teme a un león, él los arrastra al fondo del mar y les demuestra quién es superior... pero ellos no están en el mar.
Su humor comienza a amargarse, decide dar media vuelta y regresar mientras trata de ignorar la comprensión de que el único emblema de la casa Greyjoy en esa batalla es el suyo, es el único hijo de Pyke en esa campiña.
Al llegar con la comitiva que regresa al campamento, Robb lo recibe con una sonrisa y una palmada en el hombro, le agradece la ayuda y le promete que habrá un ciervo asado esperando por ellos. Viento Gris parece entender las palabras y menea la cola apurándolos, él sonríe un poco, esa sensación de satisfacción por el agradecimiento contrasta por completo con los amargos pensamientos de unos minutos atrás. El huargo le acerca la gran cabeza como si supiera que está agobiado, él le rasca detrás de las orejas como hace Robb, sabe lo mucho que le gusta.
Robb da las órdenes de partir ahora que la mayor parte de sus hombres de confianza han montado y el prisionero está asegurado. Busca su caballo y lo monta, comienza a cabalgar junto con los demás. Avanza en medio de las carcajadas de Lord Karstark y Jon Umber, los dos se jactan de quién mató a más. Nadie le pregunta a él cuántos mató o cuál fue su mejor actuación.
Al llegar, como había sido dicho, hay comida esperándolos. Casi todos se disponen a comer de inmediato pero no Robb, él saluda primero a su madre, le muestra su captura y da unas palabras alentadoras a sus tropas, les promete que los llevará a la victoria, no tardan las exclamaciones de apoyo.
Él también grita pero también se pregunta cosas, las mismas que se cuestionó en el campo de batalla. Camina detrás de Robb, lo sigue de un lado a otro hasta que finalmente se dispone a comer. También tiene derecho a comer en la tienda principal como figura importante del ejército norteño, algunos de los jefes de guerra se les unen. Ellos siguen intercambiando anécdotas de la batalla, Robb es el único que no habla, no es novedad.
En un momento del festín ve salir a Stark de la tienda, él espera un momento y lo sigue, dispuesto a saber qué es lo que lo tiene en ese estado, debería estar satisfecho con la gran victoria pero lo conoce lo suficiente como para saber que no lo está, aunque no puede deducir qué le pasa.
Lo encuentra sentado no muy lejos con Viento Gris echado detrás suyo sirviéndole de respaldo, al verlo llegar Robb lo invita a unírsele, al gran lobo no le importa, no es la primera vez que ambos apoyan sus espaldas en él.
—¿No deberías estar festejando? —pregunta cautelosamente.
—Muchos buenos hombres murieron hoy —responde el otro.
—Todos sabemos que podemos morir.
—Sí.
La respuesta es más bien resignada, ha convivido con los Stark lo suficiente como para conocer que no son norteños como los demás norteños, sabe que ninguno de ellos jamás sobreviviría en Pyke pero también sabe que un verdadero nacido del hierro jamás podría encajar del todo en Invernalia. Ninguno de sus hermanos hubiera podido ser recibido en la ciudad del Norte, ni siquiera su hermana, y él tampoco si hubiera sido criado realmente como el heredero de Lord Balon y no hubiera sido llevado lejos dejándolo con una crianza incompleta, lo que su padre le enseñó fue opuesto a lo que aprendió de Lord Stark. Ahora ha tenido que que esforzarse por hallar un lugar sin olvidar quién es y de dónde viene, pero eso también lo ha hecho entender que no podrá encajar jamás.
—¿Y a ti qué te pasa? —la pregunta de Robb lo saca de sus pensamientos.
—Sólo pensaba.
Stark ríe y pronto él también siente ganas de reír, las carcajadas que se escapan de sus gargantas no tienen un verdadero motivo mas que encontrar un modo de canalizar la ansiedad que la situación les genera. Él sabe que esas preguntas y esas dudas no cesarán hasta que sepa quién es realmente y cuál es su lugar, del mismo modo en que Robb no estará satisfecho sino hasta que pueda regresar en paz a Invernalia.
Theon ríe menos al comprender esto, Robb sólo tiene que ganar la guerra y traer de regreso a sus hermanas y los restos de su padre, él tiene un camino más difícil: descubrir quién es estando tan lejos de casa en un lugar que ha sido hogar más de la mitad de su vida.
Si el suyo fuera un camino de espadas y combate, todo sería más sencillo pero no lo es, lo suyo es una senda más turbia y confusa, teñida del oro y sable Greyjoy y gris Stark.
