Sus ambiciosas metas habían matado a mas de un niño con el simple contacto de esas células, mientras que unos fallecían al nacer, otros se desangraban dentro del vientre de sus madres; para su sorpresa, solo uno había podido ser empatado con las células del primer Hokage.
La idea de un cuerpo perfecto y poderoso lo llevo a ella, su primer intento de un contenedor. De un ovulo saludable en una incubadora, con el paso del tiempo aquella niña tendría la facilidad de aprender todos sus jutsus a la perfección gracias a la administración de sus células y parte de su chakra en ella. No es como si esa niña hubiera sido un intento fallido, aun le faltaba bastante para llevar a cabo su cometido y estaba seguro del uso que le podría dar.
Mientras los años pasaban el no cesaba con sus investigaciones, cada vez se sentía mas cerca de encontrar lo que buscaba y al mismo tiempo, sacarle provecho a todos los "accidentes" que habían venido en el camino; repitió el proceso de la incubadora, y aunque esa segunda niña hubiera fue la clave del sello maldito, no era el mismo jutsu que perfeccionaría un par de años después.
Azara era el nombre de la mayor, a sus dieciséis años ya era una jounin, tenia control total de todos los jutsus de su "padre" y desarrollado el mismo gusto de él a la investigación y crear sus propias técnica, por sus propios méritos había conseguido ingresar a ANBU algo que alegro de gran manera a su creador, quien lo vio totalmente conveniente para conseguir información de la aldea y usarla para su beneficio propio.
La segunda niña había nacido considerablemente mas frágil y mas débil que la anterior, pero no por eso significara que fuese una buena para nada, él se encargo de que eso no pasara, la inocencia que a ella le rodeaba y la amabilidad con la que él la trataba era una pantalla perfecta para que nadie nunca sospechara nada. Satomi, que tal vez no era tan feroz en batalla como su hermana mayor, lo compensaba todo con su inteligencia llegando incluso a maravillar a su susodicho padre, a sus 11 años ya era chuunin.
Azara y Satomi eran demasiado parecidas a Orochimaru, piel blanca, el cabello negro y liso sumamente largo, aunque cada una tenia sus particularidades, la mayor tenia los ojos ámbar, tan solo para reafirmar el color amarillento de los ojos de su padre, mientras que las pequeña los tenia jade con un leve brillo que se confundía entre el amatista y el zafiro.
Once y dieciséis años eran las edades que tenían cuando se dieron cuenta, de que eran parte de un mórbido plan ambicioso.
