Disclaimer: Digimon no me pertenece.
Fabula
En las tierras imperecederas de los cuentos de antaño, en los mares eternos de los sueños, en los cielos azules de la imaginación; se irguen doce feudos. Cada uno con su exótica población, estructura y propia historia. Sin embargo, todas son una misma en las tierras de Fabula.
Una de las más importantes es la conocida como Oneiros, territorio de los soñadores y regido por el mismo Morfeo. Una tierra donde habitan personas con la habilidad de modificar tus sueños en uno hermoso o en una pesadilla aterradora; capaz de hacer dormir al hombre con el peor insomnio. Y es aquí donde una joven excepcional vive desde su nacimiento.
La joven conocida por el nombre de Mimi Tachikawa, aprendiz del arte de los sueños y amante de la vida. Alegre y espontanea, siempre viendo hacia adelante, solo volteando hacia atrás para ver sus recuerdos y valorarlos. Una mujer que es querida por todos en las tierras de Oneiros, donde nació y creció bajo sus leyes. Educada por sus maestros y criada por sus padres; dos no soñadores.
Por años estuvo siendo adiestrada en el arte de los sueños, guiada por el hermano de Morfeo, Destino. Logrando lo que nadie a tan pronta edad consiguió, impresionar a su tutor y titularla como una soñadora.
Amada por quienes la conocían, la joven se hizo de su buena reputación en todo el Feudo. Y en este día de nubes blancas y vientos cálidos, es reconocida por todos.
—Dime, Mimi, ¿Qué se siente ser la primer alumna titulada por el mismo Destino?
Un joven rubio tendido a un lado de la joven miraba el cielo mientras se dejaba acariciar por el viento que soplaba del sur.
—Especial, creo.
El joven rio como esperando aquella respuesta insípida de su mejor amiga.
—¿Qué esperabas de respuesta, Michael? —se defendió la joven al notar a su amigo negando con la cabeza.
—Exactamente esa.
La castaña se encogió de hombros con una sonrisa en sus labios. No negaría que estaba contenta por su hazaña, como le llamaban alguno, pero no le gustaba alardear sobre el tema. Creía que entre menos mostraran su emoción mejor seria para no molestar a nadie. Reconocía que lo hecho por ella no solo levantaría alegría y felicitaciones, también habría envidias y miradas furtivas.
No le gustaba ser odiada tampoco adoraba ser amada, pero lo primero si le incomodaba. Ella solo quería ser ella. Una joven que pudiera ayudar a otros con ese maravilloso don que los dioses le concibieron.
Miro el cielo con atención buscando en las nubes los rostros de sus dioses, a los que conocían como narradores. Ningún nombre, ningún rostro. Se pregunto si en ese momento la estarían observando, sonriendo porque su vida transcurría como ellos imaginaban.
Una nube paso por su visión, la forma era irregular, pero a veces le gustaba creer que miraba el rostro de uno de sus dioses. Sonrió al ver como al final termino dándole la figura de un conejo de orejas plateadas.
—¿Qué tanto piensa esa cabecita tuya?
—Que debo prepararme para la ceremonia.
La joven se levanto del césped verde y amarillo y se alejo de su amigo, que pronto se levanto para seguirla. Estaba nerviosa, tanto que se sintió avergonzada al dejar atrás a su amigo que la alcanzaba corriendo.
—Hey, Soñadora, no me deje atrás.
—Lo siento, Mich, es que estoy…
—Nerviosa, lo sé, yo estuve igual en mi ceremonia.
Su mejor amigo ya tenía un año de ser un soñador titulado, el estuvo en la academia por lo que no tuvo el privilegio que tuvo ella. Un privilegio que la alejo de la mayoría de su generación, pero no de aquel rubio de ojos mar.
Caminaron hasta llegar a la ciudad, un hermoso lugar de altas edificaciones de distintos colores, chozas a las periferias y campos de trigos a las afueras. En lo alto de un monte se erguía un edificio de altas torres y brillante como la plata. La morada de su señor Morfeo le esperaba para aquella noche.
Por donde caminaran las torres de plata se observaban con su esplendor, y como mariposas en su estomago los nervios no dejaban de estar en la joven. William la tranquilizaba, siempre conseguía las palabras adecuadas para ayudarla en sus emociones. Estaba feliz de tenerlo a su lado, su compañero de mil batallas. Su heraldo como se impuso el mismo.
Una vez en casa sus padres la ayudaron a prepararse para la ceremonia. Su madre, una mujer muy divertida y espontanea la vistió con un hermoso conjunto negro, su padre un hombre extrovertido y muy alocado le regalo un collar de perlas que el mismo consiguió en el mar de las ostras.
Mimi al ver el collar no pudo evitar reír, eso explicaba los fin de semanas que desaparecía su padre y regresaba todo sucio con pedazos de algas en sus orejas.
Los amaba con todo su corazón a sus padres, dos no soñadores. Ese designo no era para nada cierto, pero en su mundo no controlar los sueños no te hace uno. La única norma que no compartía con su Feudo, ella creía que todo ser viviente era un soñador si no como el mundo podía avanzar. Creía que lo apropiado era a ellos denominarse como manipuladores oníricos.
—Te ves hermosa, hija —chillo su madre una vez que la vio arreglada y vestida.
—No hay padre que tenga una hija tan hermosa.
Sonrojada agradeció y los abrazo.
—No vayas a llorar hija, el maquillaje.
—No te preocupes, madre, eso vendrá después.
Los tres soltaron a reír como la familia que eran, y que siempre serian. Rodeada por ese dúo la hizo volver a pequeña, cuando dormía entre ellos por una pesadilla, antes de controlar sus habilidades.
—Venga, debemos irnos que se hace tarde.
Subieron a la carroza tirada por dos corceles de prado. Chaparros y anchos, fuertes para acarrear pesadas cargas, pero a la vez adorables.
Su Padre tiro de las correas y emprendieron el viaje hacia el palacio de los sueños. En su camino personas iban en dirección a donde ellos mismos, algunos conocidos le gritaban felicitaciones a la castaña, apenada agradecía.
Una vez estando a los pies del monte, unas bardas de ladrillo se levantaban por todo el perímetro, dándoles paso solo atreves de dos altas puertas de cobre. Hombres vestidos con túnicas de café claro, y pedazos de metal en su cuerpo les abren el paso atreves de un camino de tierra rojiza. Aquellos hombres son soñadores de Elite, la fuerza de nuestro reino.
La carroza es detenida frente a las puertas del palacio, en ese lugar logra distinguir a su tutor. Destino le espera con su ropa elegante y su porte imponente. Es el mayor de los eternos, como se conoce a Morfeo y sus hermanos. Un tipo que dejo la corona por la enseñanza, un hombre sabio y bien parecido.
Alto de ojos plateados, Destino le da la bienvenida a su discípulo. Mimi con una reverencia, seguida por sus padres muestran respeto al eterno.
—Maestro.
—No hay necesidad de tanta formalidad, este es tu día, querida alumna.
Destino le extendió la mano a lo que esta pronto acepto, el contacto con aquella piel que nunca envejecía le produjo una sensación mística. Aquel hombre irradiaba misterio, sus ojos eran una ventana al pasado de Fabula, a la creación del mundo y los feudos. Todo en Destino era espiritualidad, la razón del todo.
Una vez tomada de su mano el eterno los condujo hacia el interior del palacio, las velas se comenzaban a encender por los encargados. La noche inminente estaba arribando.
El palacio era un mundo aparte de Oneiros, las decoraciones, el aroma, todo lo que los rodeaba era como estar en otra dimensión. En antiguas ocasiones había escuchado que estar en ese recinto era como estar en el Urano, sagrado plano existencia mas hayas delo cielos donde habitan los narradores.
Un cuadro de gran tamaño se hace presente cuando cruzan una amplia sala de estar, la imagen en el recuadro son los siete hermanos, destacando a Destino en el centro. La joven siempre se pregunto por qué no acepto la corono su mentor, no veía que aquello impidiera transmitir sus conocimientos, pero también estaba consciente de que los Eternos eran seres más allá de la compresión actual. Eones de existencia vividas, de historia todo en un solo cuerpo. No por nada los siete hermanos eran conocidos como los Areneros, un titulo peculiar dado por el mismo Cronos.
Tanta historia se podía desmenuzar de aquel hombre que los guiaba, de sus hermanos y del mismo Morfeo. Este último era un ser excepcional, maestro y rey de los sueños.
Por su mente paso un fragmento de la historia que tuvo que aprender cuando era pupila de Destino, y narraba los hechos de las épocas de los cuentos:
…Y en los mares de las ilusiones perdidas el sapo rey mando por Morfeo,
Amo de los sueños.
Las canciones hablaban de sus proezas en tiempos antiguos
Incapaz de poder soñar el rey sapo pidió ayuda
Y con Morfeo a los pies de su cama
El rey sapo pudo soñar…
Ese fragmento en especial le recordó lo que Morfeo logro aquella vez, el sapo rey era el último de los introducidos, un ser que en esas épocas no existían. Los introducidos eran los primeros seres que los narradores pusieron para habitar en fabula. Perecieron eones atrás, dejando solo a los Eternos.
Eternos e Introducidos eran los dos tipos de seres que los narradores crearon para habitar fabula. Los primeros son los más cercanos a los dioses, su función es de ser los protectores de Fabula: sus leyes y su vida. Los segundos eran los que se encargarían de poblar el mundo y extenderse en su anchura para disfrutar de su belleza y brindarla de vida. Por tal motivo tantas maravillas habitaban en ese amplio terreno que conocía como su hogar.
Mimi se cuestionaba seguido si su mentor había tenido la satisfacción de conocer algún narrador. De haber estado frente a uno de sus dioses y poder conocer sus rostros, porque ella sentía que debían tener alguna figura. Los imaginaba como seres de luz extra dimensionales, fuera de toda percepción y compresión alguna.
Cualquier pensamiento se trunco con la voz de su mentor, tan profunda y misteriosa. Le indico el lugar que debía tener.
De pie junto a sus padres unas cortinas de seda roja y bordes dorados les tapaban del exterior del palacio de los sueños. La castaña solo una vez había estado en ese lugar, y recordar las hermosas flores del jardín de los sueños le erizaba la piel. Una vez más las volvería a ver, y esta ocasión como una digna representante de su nación.
—Cuando escuches tu nombre sales con tus padres —informo Destino.
—Entendido, maestro.
El hombre de largas túnicas blancas y detalles en plateado sonrió con esos labios rosados y se perdió del otro lado de las cortinas.
Los nervios en la joven eran evidentes. Sus padres al percatarse de esto le tomaron cada uno de una mano y la sostuvieron con un cariño que solo ellos podrían ofrecer. Esa calidez la envolvió hasta el corazón, alejando todo nervio e incertidumbre. Estaba rodeada por las dos personas que jamás en sus vidas estarían decepcionadas de ella.
Unas voces sonaban del otro lado de las cortinas, una fuerte, ronca y con ese toque de misticismo que envolvía a su mentor, solo que esta vez no se trataba de él. Su piel se erizo al escuchar su nombre ser pronunciado por el mismísimo Morfeo.
—Es hora.
La joven soltó un suspiro fuerte y sonoro, dio un paso con sus padres a los costados hacia las cortinas y estas se abrieron de par en par dejando el camino libre.
Ante sus ojos el extenso y hermoso jardín del palacio se abrió en toda su magnificencia. El lugar estaba repleto de personas invitadas a la reunión, soñadoras y no soñadoras, todos le miraban con ojos de orgullo. Sonrió ante esas miradas, ninguna la sintió falsa, su pueblo era uno donde una personas se alegraba por lo bueno que le sucedía a la de alado. Una ley no escrita que adoraba de su gente.
Aunque sabía que no todos eran de ese modo, ya que en toda familia siempre hay una oveja negra. Otra ley escrita que no le gustaba, y que la misma dictaba que esas personas fuesen exiliadas.
Sacudió su cabeza, ese no era momento de pensar todas esas cosas. Ese era su momento y lo quería disfrutar a su máximo.
Caminaba entre las personas que le abrían paso en un pasillo que le conducía hasta el pódium donde un hombre tan alto como su mentor le esperaba. La joven sintió su corazón acelerarse, su mirada se postro en ese ente de túnica crema y decorados en dorado opaco. Su rostro estaba oculto tras la capucha de su túnica, pero sus manos entre lazadas se dejaban ver. Su piel era blanca como las nubes de aquella mañana, tersas y alargadas.
Sus pies dieron un último paso para quedar al pie de unas escalinatas, de reojo podía observar a su mejor amigo alentándola a su derecha. Animaba por sus gestos subió el primer escalón, luego el siguiente y al final quedo en la parte alta del pódium.
—Con ustedes, Mimi Tachikawa, la soñadora de los veinte —la voz de Morfeo retumbo en todo el jardín.
Las personas presentes irrumpieron en un aplauso y algunos, sus amigos, chiflaron e hicieron más escándalo del que le hubiera gustado.
—Acercate, querdia.
La joven hizo lo que su rey le solicito, se acerco y quedo a su merced. Le extendió la mano y esta lo acepto enseguida. El contacto fue especial, uno muy diferente al de su mentor, su mente se despejo de cualquier pensamiento y una onda de calma y paz la envolvió. Era como estar en el paraíso, rodeada de altos pastos, pinos y abetos, con un cielo rosado. Aquella imagen era la de un recuadro de un famoso pintor que representaba el lugar donde él creía vivían sus dioses.
Morfeo la acerco hacia su presencia un poco más, la joven abrió los ojos al saber lo que se avecinaba. La Marca. Su rey levanto su mano hasta quedar en su frente, dibujo un círculo amplio que se fue marcando con unos polvos azuli. Dentro del círculo una estrella de cinco puntas fue trazada, y en si intersección un punto se marco. El símbolo de los sueños estaba ahora en la joven.
La figura destello en la noche naciente, y se unió al brillo de las estrellas. La luna se levantaba en su magnificencia por los mantos sagrados, y presenciaba el nacimiento de una nueva hija.
—Porta este símbolo con dignidad y orgullo.
—Siempre.
Morfeo asintió y paso a los invitados para mostrar a la nueva soñadora. Loa aplausos no se hicieron esperar, y una vez más el lugar se envolvió en gracia y jubilo.
La castaña observaba como a unos pocos metros sus padres y mejores amigos la observaban con amplias sonrisas. Estaban todos, sus padres, Michael, Gema, Anker y Chimi. Su felicidad estaba completa.
La ceremonia termino con unas pequeñas palabras de Morfeo que dichas se desvaneció y se perdió de toda visibilidad. Destino por su parte tomo del hombro a su antigua aprendiz y la felicito por su nombramiento, en sus palabras estaba claro que esperaba mucho de ella. No lo defraudaría.
Con rapidez bajo del pódium y se acerco a sus seres queridos que enseguida la rodearon. Palabras emotivas llegaban de todos lados, Chimi saltaba de alegría; aquella era su amiga de apenas catorce años. Gema y Anker, los pelirrojos mellizos, era dos años mayor que ella y por tal ya habían tenido su iniciación.
—Es momento de ir a festejar —su padre hablo para llenar de emoción a todos.
—¿Habrá comida?
—Si tu pregunta es si mamá cocino la respuesta es sí, Anker.
Todos soltaron a reír ante la obviedad de que su amigo adoraba la sazón de su madre. Desde que probó su estofado de arándano el joven se hizo un miembro habitual a la hora de la comida; para vergüenza de su melliza.
Entre bromas se fueron retirando de los jardines, que para pesar de la joven fue un corto tiempo en tan mágico lugar. Pero todo tiene que pasar. Y caminaron rumbo al salón de fiesta que el palacio, y por regalo de su mentor, tenia para su celebración.
El recinto era un amplio salón de gigantescos calendaros de diamante gris y columnas de marfil negro. El piso reluciente era como un espejo que devolvía una exacta imagen del que la mirara, unos vitrales se erguían al final del salón dejando ver con toda claridad Oneiros, y unas decoraciones (esculturas, pinturas o velas) adornaban el recinto. Largas mesas se posaban cerca de la entrada, y una pista de baile cerca de los vitrales les esperaba. A los costados dos balcones aguardaban con músicos que comenzaron a tocar mientras los invitados arribaban al salón.
Todo era como un sueño, y cada detalle era digno de estar en el que era el palacio real. Mimi y sus padres fueron a una mesa pequeña donde estarían sentados ellos tres solamente, como los principales del evento.
—Todo luce hermoso —comento su madre asombrada.
—No tenemos problemas de dinero, pero jamás lograríamos pagar algo como esto —soltó su padre—. Recuérdame agradecerle a tu mentor, hija.
—No será necesario —su padre insistió con la mirada—. Te lo recordare, papá.
La noche continuo su ritmo, y avanzo entre bailes y charlas amenas. Mimí estaba feliz de ver a sus padres platicar con los de sus amigos, sus pechos inflados levemente eran el mayor indicador de que estaban hablando de ella. Cuanto los adoraba a esos dos locos que llamaba papá y mamá: sus protectores, sus mejores amigos.
A lo lejos miro a sus otros familiares, tíos, tías y primos. Todo pasando un rato muy agradable, charlando unos con otros.
—Veo que te estás divirtiendo.
—Como no tienes idea.
—Eso es bueno, no cualquiera tiene este privilegio.
Michael apunto a su alrededor, indicando su fiesta de graduación. Todo eso como regalo de su mentor, único de todos los de la academia que puede brindar tal gesto.
—¿Celoso?
—Sabes que para nada.
—Lo sé —la joven rio y paso su brazo por el de su amigo— además, tu fiesta estuvo muy divertida.
—Si lo dices por el tío Braham y su discurso de la vida, te lo concedo.
Ambos soltaron una risa que llamo la atención de los cercanos. Nada de eso les importo, jamás lo había hecho, eran como debían ser y eso les fascinaba.
Una nueva melodía fue tocada por los músicos y varias parejas se dirigieron a la pista de baile. Michael extendió su mano y Mimi la acepto para ser llevada por su mejor amigo al centro de baile. Poso sus manos por el cuello del rubio y este coloco sus manos en sus cinturas, pronto se dejaron llevar por el ritmo y silencio de la melodía.
Sus pies torpemente chocaban en ciertos pasos, y es que el rubio temblaba un poco algo que le llamo la atención a la castaña. Ambos eran buenos bailarines, y no era su primera vez como pareja de baile; se conocían. Al poco del comienzo todo error se corrigió y como en ocasiones anteriores se compenetraron en la danza.
En una combinación de un paso atrás dos adelante y un giro la joven quedo frente al vitral que le mostraba una hermosa pintura; la ciudad bajo la noche estrellada. Le fascino el panorama, lucia como ninguna otra pintura, y es que la realidad era el más hermoso arte jamás creado. Miro con atención el cielo y fue cuando noto algo peculiar, algunas estrellas se apagaban. Cerró los ojos y los volvió abrir, las estrellas estaban de nuevo en su lugar.
Extrañada no presto más atención, la música se terminaba y su compañero de baile los hacía girar de nuevo. Dando la espalda al vitral toda intriga se esfumo y se remplazo por la alegría en el salón.
—¿Me acompañas? —pregunto su amigo una vez terminada la canción.
—¿Dónde?
—Afuera.
El semblante de su amigo no era otro más que necesitaba hablar con ella. Preocupada acepto y lo siguió hasta una de las puertas de los costados del salón. Una vez afuera el frio de la noche se hizo sentir, Michael la envolvió en su abrigo y la condujo hacia un mirador cercano.
Quedando frente a la ciudad los jóvenes no pronunciaron palabra, eso le inquietaba a la joven que por primera vez no podía leer el rostro de su amigo. Frustrada no entendía porque de su falta de lectura, lo conocía como la palma de su mano. No debía alargar más el silencio, necesitaba saber que le ocurría a su mejor amigo.
Abrió la boca para hablar, pero su mejor amigo se adelanto, dejando que solo vaho emergiera de su interior.
—Sabes, creo que no habido una noche tan hermosa como esta.
Eso era cierto, las estrellas relucían en el manto negruzco y la luna en su mayor magnificencia se postraba ancha y poderosa sobre sus cabezas.
—No habrá mejor oportunidad que esta —continuo—, así que aquí voy, Mimi quiero confesar…
Las palabras fueron interrumpidas por un fuerte estruendo que abarco todo el palacio de los sueños y más allá. Mimi y Michael voltearon al cielo como fuente del origen del sonido, y vieron con temor como las estrellas centelleantes se apagaban una por una en forma tan drástica y espontanea.
Sin entender que sucedía no despegaron sus ojos del cielo que poco a poco y a velocidad preocupante se iba quedando en la obscuridad. El suelo como presenciando lo que los jóvenes comenzó a temblar, sacudiendo todo sobre de sí.
Michael sujeto a la castaña para evitar caer al suelo ante el temblor, en tanto, la joven seguía pendiente del morir de la noche.
El cielo se fue quedando sin vida, las estrellas se desvanecieron por completo sin dejar vestigios de su presencia; todo quedo en la obscuridad. Solo quedando la luna como testigo de lo sucedido, la noche perdía su glamour, su vida, quedando moribunda ante los ojos de la soñadora.
Bienvenidos a una nueva historia. En esta ocasiona regreso a mis orígenes, si es que se puede decir de ese modo jajaja. La historia a diferencia de este pequeño primer capitulo, que es más que nada una introducción ligera, será una en cierto punto dura y tendrá situaciones difíciles. No será una historia rosa, tendrá su dosis claro esta, pero todo girara en un ambiente hostil y precario.
Esta idea nació como una fusión de mis comics favoritos, obviando que le daré yo mi propio toque, rumbo e historia. Esperando que les guste podremos llegar a crear un gran universo, y con su apoyo llegar al final de esta travesía jejeje.
Aviso que cada capitulo se hará esperar un tanto ya que le historia le voy tejiendo en estos momentos, pero quise de una vez compartir este primer capitulo.
Sin más por agregar
Au Revoir.
