Los personajes de Bleach no me pertenecen.
La Noticia
Sus tenues pasos retumban en el extenso pasillo, sus manos sudan y las piernas le flaquean. Han pasado cinco años desde su casamiento, y hoy, aunque ella no sea de sangre noble, demostrará que no es una inepta como le apodan.
— Hisana— Cree escuchar su nombre pero hace caso omiso. Está decidida y nadie la detendrá.
— ¡Contrólate!– Bajo las mangas de su Kimono estrecha un pequeño cofre con la esperanza de amortiguar sus nervios.
— Todo estará bien, solamente respira.
Una penetrante mirada la saca de sus reflexiones, levanta la cabeza y lo ve. De pie frente a ella, está ni más ni menos que su esposo. Los esfuerzos de tranquilizarse se van al caño.
— Hisana— El jefe del clan Kuchiki oculta su asombro. Verla en las instalaciones del sexto escuadrón es toda una novedad — ¿Qué haces aquí?
Intenta modular alguna palabra, pero sus cuerdas se niegan a producir ruido. No sale nada.
— Querías verme —adivina su propósito.
Sus mejillas se enrojecen, asiente y baja la cabeza, no es capaz de mantenerle la mirada.
— Me disculpo si le he interrumpido, debe estar ocupado— Una reverencia acompaña su perdón — Me retirare de inmediato, Byakuya-sama.
Cuando gira su cuerpo dispuesta a irse, la mano firme en su muñeca lo impide — Me apetece compañía.
Dócilmente le sigue a su oficina, las miradas de los miembros no asentados le incomodan, pero ágilmente él las ahuyenta. Una vez adentro, ambos toman asiento en el tatami. Byakuya observaba a su mujer, parece entretenida en su pensamiento. Algo quiere decirle, es obvio, pero por alguna razón que no conoce ella enmudece y el comienza a exasperarse.
— Los cerezos florecerán dentro de poco— desvía la mirada al gran ventanal, por donde puede apreciar un gran árbol que adorna el escuadrón.
— No es lo único que lo hará— escucha de sus labios.
Un movimiento capta su atención, Hisana saca un cofre plateado de la manga de su Kimono. Sus sentidos se aglomeran en ella, no entiende nada. La tersa mano que sostiene el objeto se estira en dirección a él.
Le estudia con la mirada y toma la caja, sin más, la abre — ¡¿Un biberón?!
Posiciona de nuevo sus ojos en ella, gris y violeta, no hay necesidad de palabras. Cinco años de matrimonio es suficiente para leer los pensamientos del otro.
— ¿Qué es?
La sonrisa corona a la fémina — Un varón.
Muchas gracias por leer esta pequeña historia.
Si puedo leer algún comentario de tu parte me haría muy feliz :D
Buen día
