Disclaimer: No, no soy dueña de Harry Potter.
La nueva generación da para mucho y no pude resistirme al pequeño que junta dos nombres tan fantásticos .
Espero que os guste...
Toda historia tiene un principio, un inicio. Un acontecimiento que une, que marca o separa a los protagonistas. No todos los inicios son buenos, como tampoco todas las historias lo son. Muchas se pierden en el tiempo, sin que nadie las conozca y otras son reconocidas por todos sin excepción.
Pero cada una de ellas se merece una oportunidad de ser escuchada, de salir a la luz.
En mi familia ha habido muchas historias que aún hoy perduran en la memoria colectiva. Porque mi familia ha formado parte de la historia, ha participado en ella. Todas increíbles, todas marcadas por el orgullo y los colores Gryffindor. Llevando el apellido Potter a lo más alto.
Hace ya más de veinte años que el-niño-que-vivió nos dejó. Que el último gran héroe del mundo mágico se fue. Todo el mundo conoce su historia, como también conoce la de mi antepasado, James Potter, y su obsesión pelirroja, Lily Evans.
Pero la historia de los Potter no quedó ahí, sino yo no podría estar aquí intentando aportar algo sobre esta.
Los hijos del gran héroe no lucharon en una guerra, no murieron por defender lo que creían, no nacieron marcados por el destino. Puede. Pero vivieron toda la vida a la sombra de su padre con el estigma de las grandes hazañas pegado a su piel.
Y cada uno lo llevó lo mejor que pudo y supo.
Así que cuando, revolviendo en el trastero, te encuentras con el pensadero de tus abuelos y una historia formada por pequeños momentos, puedes hacer dos cosas. Relegarla al olvido o sacarle el polvo y mostrarlo.
Porque todos los Potter tienen cuatro cosas en común. Su pelo revuelto, la obsesión por el Quidditch, el saltarse las normas y enamorarse en el colegio.
Y es que puede que no sea una historia llena de grandes hazañas, pero es una historia al fin y al cabo, y forma parte de la mía.
Harry Charlus Potter.
