Un compañero de fiestas
"Hay un tiempo en la vida de muchos chicos en el cual tienen un solo 'mejor amigo'. Ésta es la única persona en la que ellos están interesados y necesitan una sola persona. Pero cuando van creciendo, mucha gente dice que es mucho más sano tener un pequeño círculo de amigos con diferentes tipos de personalidades. Primeramente, un 'compañero de fiestas' es esencial. Tu necesitas un amigo salvaje quien te aliente a hacer cosas espontáneas como ir a una fiesta hasta pasada la madrugada, o comprar algo realmente caro. Este tipo de amigo tendrá interés en tu vida. Él o ella te hará sentir más enérgico y perderás el estrés."
Encontrar un amigo con quien emborracharte, ir de juerga en juerga, andar ligando toda la noche es difícil. Siempre y cuando no conozcas o no le caigas bien a un Black. Tal vez será su carácter. Tal vez será la sangre. Tal vez, no quieran reconocerlos, llevan más cosas en común de lo que quisieran. Aunque le caigas bien, olvídate de llamarlos 'amigos', porque para esa familia esa palabra no existe ni tiene significado alguno.
Pero Sirius Black es la excepción. Él realmente conoce el significado de la palabra 'amistad', pues tiene tres amigos a quienes siempre alentará para seguir su camino. Con su amigo de pelo azabache y revuelto, no necesita insistir mucho; con aquel chico regordete y con pequeños ojos menos, pues éste imitaba a sus otros tres compañeros. Con el que tenía problemas era con el joven del 'problemita peludo'. Si, con Remus. El chico no-rompo-las-reglas-prefecto-y-come-libros. El chico sereno que siempre intenta impedir que James y Sirius le gasten bromas a Snape. El perfecto desafío para Sirius.
Y allí estaban los Merodeadores en una de las fiestas que tanto conocían en su sala común, tras un partido de Quidditch. Pero en Gryffindor no sólo se hace fiesta por un partido ganado, sino por comienzo de curso, fin de curso, fin de los exámenes, o simplemente porque es sábado a la noche. El momento exacto para sacar y relucir sus dotes de amigo juerguista con Remus. Es el momento en el que toma varias botellas de whisky de fuego, traído ilegalmente por él, como era de suponer, y se acerca a su amigo de ojos dorados. Se sienta a su lado, lejos del resto de la gente y le da en la mano una de éstas.
- Sirius.- dijo Remus con tono cansino-. Sabes que no bebo.
- Venga Lunático, es sábado por la noche.- respondió con una sonrisa de medio lado.- Es noche para disfrutar, olvidar las reglas y beber
- Canuto, para ti todas las noches, son noches para disfrutar, romper las reglas y beber.- mirando a un punto impreciso.
- Exactamente mí querido amigo. Pero esta noche es especial para ti. Anda, bebe conmigo, acompáñame.- sacó a relucir su brillante sonrisa, aquella que era capaz de derretir hasta el témpano más frío.
Remus se sonrojó vaya uno a saber porqué. Pero el ojigris sabía a qué se debía y sonrió más ampliamente en su interior. Aprovecharía ello.
- ¿Qué dices?- acercándole una botella.
- De acuerdo…- dijo con un susurro nervioso. Tomó la botella y la miró con desconfianza, tomó un trago y sintió su garganta arder, mientras unas lagrimillas salían de sus ojos dorados.- ¿¡Qué diablos es esto!?
- Whisky de fuego, naturalmente – respondió su compañero-. Anda Lunático, no seas marica.- Rió ante la cara sonrojada que había puesto Remus por el adjetivo. Te tengo justo donde quería lobito, pensó.
Siguieron tomando y hablando. A Remus poco tiempo tardó en acostumbrarse al fuerte sabor, pero más le costó mantenerse sobrio. A la tercera botella ya ni podía decir una palabra coherente. Éste era el punto al que quería llegar Sirius, el momento de más debilidad del castaño y cuando ya podría hacerlo transitar su camino. A él tres botellas ya ni le hacían efecto, a gatas lo conseguía la séptima. Se acercó más a su compañero y le quitó la botella.
- E-era m-mía…- consiguió decir Remus tartamudeando por el alcohol.
- Lo sé, Lunático. Pero ya no la necesitas. No desde ahora…- contestó sensualmente.
El castaño lo miró sin comprender. Parte de su cordura había vuelto y ahora notaba como Sirius se le acercaba peligrosamente. No pudo replicar porque sintió la presión de unos labios sobre los suyos. No se movió, siguió sintiendo esos labios cálidos y carnosos sobre los de él. Hasta que sintió que un pequeño intruso, muy húmedo, jugaba con sus labios pidiendo permiso para entrar. El ojimiel no pudo evitar gemir ante ello, y el intruso aprovechó para entrar en su cavidad bucal. No respondió al instante, pero cuando lo hizo, la batalla comenzó. Lengua contra lengua chocaban, respiración con respiración se encontraban, saliva y saliva se mezclaban. Sin embargo el aire comenzó a faltar y debieron separarse. A Remus todo efecto del alcohol se le había esfumado. Miró a Sirius, quien tenía los labios ligeramente hinchados y no pudo evitar que algo despertara en él.
- Ya no más reglas los sábados, ¿de acuerdo? – Dijo Sirius y se levantó para marcharse.- O sino me veré obligado a tomar represalias como el día de hoy.- Tras un guiño se marchó.
- Sirius… la próxima fiesta seré yo quien te devuelva la represalia.- murmuró el joven licántropo antes de marcharse a su habitación para tomar una ducha fría. ¿Qué sería de las fiestas sin un Black? Más bien, sin Sirius Black, pensó subiendo las escaleras.
