Elizabeth
Elizabeth disfrutaba de otro día aburrido en la vida de una edil romana en el Campamento Júpiter.
Antiguamente, los ediles se encargaban de controlar el comercio romano y aplicar justicia a los que cometían infracciones menores. Hoy en día, en el siglo XXI, cerca de San Francisco, en un campamento para hijos de dioses romanos, el trabajo del edil no es tan exhaustivo. Sí, es un cargo importante. Para llegar hasta a él, Elizabeth tuvo que esforzarse mucho. Ahora, no sólo estaba presente en las reuniones del senado sino que también tenía voz y voto en las mismas. ¡Y sólo tenía que dirigir a los semidioses en sus actividades rutinarias a cambio!
Reyna, la pretora, hija de la diosa Bellona, no la trataba mal. Cuando no estaba estresada dirigiendo el campamento, hasta era una buena amiga. Ese día, estaban tomando un café y charlando antes de la reunión del senado.
-Todo ha estado muy calmado desde que Gaia fue derrotada- comentó Reyna mientras unos morados lares, dioses hogareños, flotaban en dirección a los barracones.
-Con la suerte que tenemos- dijo Elizabeth- Una nueva Gran Profecía nos molestará dentro de poco.
Ambas rieron. En esa tarde de invierno, nada podía arruinar su felicidad. Se equivocaba, claro.
-Ven- dijo Reyna cuando terminaron el café- Es hora de la reunión.
Antes de entrar en la línea del pomerio, la estatua de Término, el dios de los límites, les pidió que dejaran sus armas en una bandeja que sostenía una niña de cinco años. Reyna dejó una daga y una gran jabalina dorada. Elizabeth desenvainó una espada y una lanza pequeña. Las armas brillaban de color oro, estaban hechas de Oro Imperial, un metal difícil de encontrar.
-Gracias, señoritas, lindo día para una reunión del senado- dijo la estatua.
Las dos chicas caminaron por las calles de Nueva Roma, la ciudad de entre los valles, réplica de la original. Los semidioses, tras servir diez años en la legión del Campamento Júpiter, podían tener una vida relativamente normal en la Nueva Roma. Vivir, estudiar y trabajar allí, defendidos por el Campamento.
Cuando llegaron al cruce de la Via Principalis y el Decumano, al fóro, se pararon frente a la principia.
-Otra reunión del senado- suspiró Reyna.
Desde que la guerra había terminado, Reyna estaba más relajada. El augur, Octavian, ya había perdido sus ansias de poder luego de que la pretora le salvara la vida. Pero Reyna tenía a su cargo la Duodécima Legión Fulminata. Cualquier error suyo, podía costarle varias vidas. Además, la pobre había sido rechazada amorosamente por dos pretores, Jason y Percy. Su vida no era fácil. Aún así rió.
-No puede ser tan malo, después de todo- dijo y entró a la principia.
Elizabeth la siguió.
El edificio era grande, todo hecho de mármol y con una cúpula hecha de vitro. Unos estandartes de la legión reposaban en vitrinas. El más grande, un águila de bronce, brillaba como si hubiera sido recién lustrado. Unas gradas de madera formaban una medialuna frente a una mesa con dos tronos y una silla donde se sentaron Reyna y Frank Zhang, los pretores, y Elizabeth, la edil. Frank Zhang era el segundo pretor. Un hijo de Marte musculoso y alto. Su pelo negro estaba cortado estilo militar. A Elizabeth no le caía mal. Sonrió a una adolescente de piel oscura y ojos color dorado.
Las gradas se fueron llenando de centuriones, lares y senadores. Octavio, el augur pálido, rubio y delgado, entró último. Elizabeth sacó una libreta y comenzó a anotar las cosas importantes que se decían allí.
-Senatus Populusque Romanus- dijo Frank- Se abre la sesión del senado en la Duodécima Legión Fulminata.
-Los hemos convocado hoy- dijo Reyna- porque ha surgido un problema. Nuestros amigos del Campamento Mestizo, el campamento griego…
Al decir ese nombre, varios murmuraron en desaprobación. Los griegos y los romanos tenían una larga rivalidad que no se había resuelto hasta hace unos meses, cuando habían firmado la paz luego de vencer a Gaia, la diosa de la tierra. Ahora, de vez en cuando, ambos campamentos se comunicaban y ordenaban misiones de semidioses mixtas.
-El titán del cielo, Urano, ha vuelto- continuó Reyna y todos callaron- Tres semidioses griegos han retrasado su resurrección y han encontrado una profecía milenaria que habla sobre el retorno de Urano… Octavio, tu turno.
El augur se paró y sacó un pergamino. Lo desenrrolló y leyó:
Un campamento arderá
al cielo y la tierra el tiempo los olvidará
seis semidioses el mundo salvarán o lo condenarán
la familia y el honor los ejércitos lideran,
griegos y romanos unidos prevalecen,
un pacto de sangre sella un destino
Todos guardaron silencio. La profecía anunciaba un destino terrible.
El dramatismo fue roto por la violenta intrusión de una chica en el principia.
-Centurión de la cuarta cohorte presente- gritó como una loca y corrió hacia las gradas.
-¡Qué raro!- murmuró Elizabeth
-Emma Green...- suspiró Reyna- ¿Dónde estabas?
Emma era una chica de piel oscura y ojos celestes. Su pelo castaño, atado en una cola, estaba perfectamente despeinado.
-Emm, me he quedado dormida, pretora- dijo y acto seguido movió la mano. Una enredadera entró en la principia y depositó unas uvas en la mesa de los pretores.- Espero que eso sirva de compensación.
Elizabeth vió una sonrisa en la comisura de la boca de Reyna. Emma era una hija de Pomona, la diosa de los frutos, los árboles y las plantas. Los presentes se rieron.
-Muy bien, puedes sentarte- dijo Frank.
Emma se sentó y guiñó un ojo a Elizabeth. Además de Reyna, Emma era una de las mejores amigas de Elizabeth. Era la única de sus amigas que no tenía novio al igual que ella y era a la única que la dejaba llamarla "Lizzie". Las palabras de Reyna interrumpieron los pensamientos de Elizabeth.
-Aún hay más- decía la pretora- Hay un nuevo campamento. Sus campistas no son otros que hijos de titanes. Están escondidos en alguna parte del país, preparándose para atacar a los campamentos griego y romano. Nuestro embajador de Plutón, Nico Di Angelo, ha llegado hace pocas horas para contarnos las noticias y ha partido en busca del campamento.
A lo lejos se empezó a oir un griterío pero no le dieron importancia.
-Estamos en situación de emergencia- continuó Reyna- Debemos preparar los ejércitos para el combate y esperar a que los semidioses se revelen. Nico afirma que el Campamento Mestizo ha encontrado a tres mestizos de la profecía. Es nuestro deber encontrar a los otros tres.
El griterío se hacía cada vez más fuerte.
-Propongo que votemos declarar estado de emergencia, alistar a las tropas y buscar a esos semidioses y darles todo el apoyo que necesitemos. ¿A favor?
Todas las manos se levantaron. El griterío estaba muy cerca.
-Queda finalizada la reunión del senado- dijo Frank.
En cuanto pronunció esas palabras, un grupo de semidioses romanos irrumpió en el senado, seguidos por una furiosa estatua de Término que gritaba:
-¡No se permiten armas en Nueva Roma, detrás de la línea del Pomerio!
-Término, no es el mejor momento. En el estado de emergencia se pueden hacer excepciones - la voz de Reyna se elevaba por el griterío. Se dirigió a los semidioses.- ¿Qué pasa aquí?
-Es Lupa- dijo uno- Ha traído a un mestizo ella misma y… la han herido.
