Esta es una historia dedicada a mi hermana.
Espero que te guste.
Nieve.
Suave, fría, blanca, tan blanca y pura que daba miedo tocarla, daba miedo osar poner sus manos sobre ella.
Daba miedo.
Verla dormir entre las mantas, con su cabello desperdigado por toda la almohada. Ver como como su pecho subía y bajaba al compás, como un vals.
Daba miedo.
Quería despertarla, sentir su tibia mano recorrele el rostro, sentir como su sangre se acumulaba en su rostro, ver sus mejillas sonrojarse, ver sobre todo su respiración acelerarse.
Daba miedo.
Este sentimiento, era todo tan contradictorio, querer estar con ella todo el tiempo y a la vez intentar separase de ella, cosa imposible, no sabía como hacerlo, no sabía como había podido vivir sin ella durante tantos siglos. No sabía que era el amor hasta que la conoció.
Daba miedo.
Estar siempre en la oscuridad, observando como su blanca piel sucumbia ante el paso del tiempo, esa idea le atormentaba, no quería despegarse de ella. No aceptaba la decisión del temeroso tiempo, no quería creer en el destino pero al conocerla supo que estaban predestinados.
Daba miedo pero había sido un cobarde durante mucho tiempo ya iba siendo hora de dirigir su vida, enfrentarse a sus miedos y "vivir" por fin.
Aunque fuera una muerte anunciada aunque el mañana no fuera más que un sueño, sabía que debía estar con ella.
Así.
Siempre.
- mmm...¿Edward? - su voz era soñolienta pero en sus ojos podía ver la alegría de tenerle junto a ella.
- Si... He regresado pronto de cazar- susurro y la cubro con las mantas, siento como su piel se eriza por el frío.-Duerme cariño. Fuera está nevando.
-Me gusta la nieve, es suave, fría, tan blanda y pura que da miedo tocarla- Sus ojos se van cerrando poco a poco y nuevamente es victima del sueño.
-si, a mi también me gusta la nieve.
