Estaba entrenando en el patio de la pensión, lagartijas una y otra vez con un solo dedo, estaba sudoroso y su camiseta blanca se le pegaba al cuerpo, era de buena mañana, debajo de un árbol que dejaba caer sus pétalos rosas a su alrededor y encima suyo, se encontraba Hana Asakura, el joven rubio que entrenaba duro cada mañana, una y otra vez, a su lado habían tres gatos, unos acostados en el césped y otros encima de distintos lugares, la puerta se corrió y dio paso a una persona, llevaba puesta una playera negra y un pantalón negro, en sus manos cargaba una charola con jugo de naranja recién echo, la mujer con el largo cabello rosa posó los ojos sobre el joven de diecisiete años que hacía continuamente lagartijas, flexiones, sentadillas, de todo, se acercó a él y colocó la charola en el suelo, él posó sus ojos sobre la charola y la contempló, aún sin terminar de ejercitarse.
–Ahora no mamá Tamao, no he terminado.– Dijo entre resoplidos, de su frente caían constantemente las gotas de sudor, y su larga cabellera también estaba húmeda.
–Sólo es un descanso, Hana, anda, bebe el jugo.– Le invitó con una sonrisa mientras él continuaba con los ejercicios.
–¿Qué dijo mamá Anna?– Preguntó con su vista fija en el suelo, todavía no se detenían las lagartijas.
–Sé que por ella está bien.– Respondió Tamao, que ahora colocaba el jugo enfrente de su cara. –Además ¿No se te antoja?– Agitó el vaso con el jugo, dos hielos y una sombrilla miniatura de color rojo, se veía realmente bien.
–No sé cómo me convences, mamá Tamao.– Respondió deteniéndose, se sentó agotado en el césped y tomó el vaso de las manos de la mujer, lo bebió gustosamente hasta terminarlo por completo.
–¿Te dije acaso que te detuvieras?– Preguntó una voz desde la entrada del patio.
–Sólo es un poco de jugo, está exhausto, Anna-san.– Tamao le lanzó una sonrisa a la rubia que estaba parada con ese inexpresivo rostros.
–No me importa, tiene que terminar su entrenamiento.– Respondió ella con la misma expresión seria de siempre.
–Uno, dos, tres.– El joven simplemente se limpió el sudor de la frente y continuó sus ejercicios, más lagartijas con un solo dedo.
Tamao dio un suspiro con una sonrisa en el rostro y tomó la charola con el vaso para regresar adentro de la pensión, Anna se acercó al joven sudoroso y se paró enfrente de él, pero Hana no se detuvo.
–¿Qué pasa?– Preguntó el joven Asakura mientras trataba de hablar haciendo los ejercicios.
–Hoy vendrá alguien, arréglate.– Le ordenó la mujer, él se detuvo y se paró recto viéndola a los ojos, era impresionante lo mucho que había crecido, hasta el punto de sacarle la ventaja de media cabeza a su madre, su cabello estaba igual de alborotado y largo, sólo que durante los entrenamientos se lo amarraba con una coleta, dejando escapar dos mechones que atravesaban su rostro.
–¿Quién? Claro, si se puede saber, mamá Anna.– El muchacho se trataba de despegar la camiseta sudada en vano, ya que esta seguía aferrándose a él.
–Ahh…– Suspiró Anna. –Es una sorpresa, Hana.– Respondió y se dispuso a salir cuando su hijo le interrumpió.
–¡Espera! ¿No me abrazas?– La miró con una mirada maliciosa, sabía que la llenaría de sudo y de repente Anna fue cubierta por el cuerpo sudado de su hijo, ella al sentir eso, simplemente suspiró, Hana sintió que lo que seguía sería una legendaria izquierda, y así fue, no pudo evitar reír un poco de su travesura, luego de que su madre se fuera, él aún se sobaba la mejilla desafortunada.
Hana estaba tranquilo mientras veía televisión luego de un largo entrenamiento, tenía el control remoto en la mano mientras se mantenía atento al tv, suspiró resignado de que no hubiera nada que ver, así que volteó a ver hacia afuera, donde no había nada, sólo los tres gatos que lo seguían constantemente.
–Estúpidos gatos…– Susurró. –Amidamaru– Llamó el rubio, una espíritu llegó a su lado, llevaba colgando dos mini espadas y era de color blanco.
–¿Qué pasa, joven amo?– Preguntó el espíritu.
–¿No sabes quién viene hoy?– Preguntó aún con la vista fija en el televisor, buscando aún algo que ver.
–Hmm…– Amidamaru se quedó pensando unos segundos. –No, no he oído nada por parte de sus padres.– Respondió el espíritu, Hana cerró los ojos y se limitó a dar un suspiro.
–Amidamaru…– Hana llamó la atención del pequeño espíritu que lo veía con atención.
–¿Qué ocurre, joven amo?– Preguntó nuevamente.
–Eres un inútil.– Amidamaru casi se cae al escuchar eso, se puso triste y desapareció del lado del joven que hace unos segundos, había ofendido lo que él llamaba honor.
Él se fue quedando dormido lentamente, la mañana era tranquila, demasiado, y tenía mucha flojera como para ir a buscar a Yohane o a alguien más, así que se quedó tendido en el suelo, mientras roncaba, alguien se acercó a él y le hizo cosquillas en la punta de los pies, lo que lo hizo despertar riendo, cuando de repente dio una legendaria patada izquierda a su atacante, se sentó y vio que se trataba de su padre.
–Lo siento, ¿Qué quieres Yoh?– Preguntó mirando gracioso l}al hombre que estaba tendido en el suelo viendo estrellas.
–Sólo quería decirte… que tu mamá te busca…– Respondió aún tendido mientras sus ojos eran remplazados por dos equis de knock-out.
Hana se puso de pie ignorando al ahora inconsciente Yoh y dirigiéndose a la cocina, donde Anna tomaba un café matutino.
–¿Qué pasa?– Le preguntó a la rubia, que bebía de su taza con los ojos cerrados mientras acompañaba el café con un panecillo.
–Hana, hoy por la tarde viene alguien muy especial para ti, espero que le recibas amablemente.– Anna tomó un panecillo y lo extendió hacia su hijo, que tomaba asiento frente a ella, Hana aceptó el panecillo confundido y le pegó una enorme mordida.
–¿Quién es, o que debo hacer?– Preguntó con su mirada atenta en su progenitora.
–Sólo se respetuoso, sé que no te cae muy bien pero…– Anna es interrumpida por su hijo quién se montó en la silla y la apuntó con el penecillo mordido.
–¡Es Horo Horo ¿Verdad?!– Preguntó de repente exaltado. –¡Pues esta vez no voy a compartir mi cuarto!– Hana sintió el golpe de su madre sobre su cabeza, dejándole un gran chichón que se sobaba una y otra vez. –¡Ay ay ay ay ay…!– Repetía una y otra vez con el parquecillo en la boca.
–¡No, no es ese idiota y no actúes como uno!– Le regañó Anna mientras volvía a tomar el café.
–¿Si, pues entonces quién?– Preguntó sobándose la cabeza mientras pegaba otro mordisco al parquecillo.
Se oyó abrir la puerta principal, donde Yoh le daba la bienvenida a alguien, esa persona gritó.
–¡Hola gente ya llegué!– Gritó la alocada voz, Hana se atragantó con su parquecillo y mientras golpeaba su pecho para conseguir que las migajas pasaran por su garganta procesó totalmente aquella voz que reconoció de inmediato.
–¡Pecho plano!– Gritó aterrado, inmediatamente Hana fue lanzado de su silla hasta el patio por una patada.
–¡¿A quién llamas así, mocoso engendro de Yoh?!– Ella se paró triunfante enfrente de él mientras Hana recapacitaba su conciencia.
–Bienvenida seas, Alumi.– Llegó Tamao mientras colocaba una tetera en la mesa, Yoh tenía su típica sonrisa mientras que Anna seguían sin mostrar algún interés en la situación.
Era lo peor, "esa" chica había llegado ¡Era su prometida! Esa chica era… Alumi…
