Sueños rotos.
Disclaimer: El universo de Harry Potter y sus personajes pertenecen a Rowling. Y no me pagan por esto.
Este fic participa para el reto especial de la Batalla del foro La Noble y Ancestral Casa de los Black.
Ernie Macmillan estaba feliz de luchar junto a sus amigos de Hufflepuff y orgullosísimo de que que su casa, la más infravalorada de Hogwarts, fuese la que más miembros en pie tenía (los de Gryffindor no cuentan, solo estaban ahí para besarle los pies a Potter). Ahora estaban todos juntos en su mesa, en la vigilia. Hablaban de sus sueños y ambiciones cuando todo esto se acabara.
—A mí me gustaría ser historiador, como Bathilda Bagshot— dijo Ernie luego de reflexionar—. Si lo pensamos bien, estamos viviendo un hito fundacional en la historia de la magia…— Abrió los ojos como platos—. Oh, por Merlín, menos mal que siempre ando trayendo mi kit de emergencia ¡Este es el perfecto momento para comenzar mi carrera!— dijo desesperado mientras sacaba un lote de pergaminos doblados y una pluma.
—Ernie ¿te das cuenta de que este no es momento para escribir?
—Ernie— le dijo Hannah cautelosamente—. Sé que esto suena pesimista, pero ¿qué pasa si no sobrevivimos?
—Eso no importa, alguien encontrará mis manuscritos. Lo importante es escribir la Historia.
Hannah y Justin se miraron con desconcierto. Lo habían perdido.
Y así se lo pasaron el resto de la batalla final: Ernie escribiendo como maniático, metiéndose en los lugares más peligrosos para tener un relato pormenorizado; y sus amigos cuidándole la espalda. Desafortunadamente, la letra temblorosa, los agujeros hechos por la pluma y la tinta corrida, hicieron ilegible el testimonio de Ernie. Ahí fue cuando su sueño de ser historiador murió.
—Estamos perdidos— dijo Jugson cuando se dio cuenta de que los maleficios de su amo estaban fallando. La batalla había empezado y todos estaban en el castillo armando un revuelo, a excepción de dos figuras que aún no se animaban a entrar. Al final, El Señor Tenebroso les había mentido: no era infalible y hasta un simple maleficio silenciador era roto por un montón de mocosos. Eso comprobaba que, efectivamente, era un mestizo embaucador. Qué asco.
—Y que lo digas. Ya no nos creerán lo de la maldición Imperius. Qué tragedia.— Curiosamente, Walden Macnair no sentía miedo, sino más bien resignación.
—¿Tú crees? Podríamos cambiarnos de bando a última hora y decir que la protección de Potter nos liberó del maleficio.— Macnair negó con la cabeza.
—Tan estúpidos no son.— Jugson suspiró.
—¿Hay algo que lamentes?— Macnair reflexionó unos instantes.
—Sí. Me encantaba ejecutar bestias. Hay una que se escapó minutos antes de que la decapitara. Me gustaría ver su cabeza cortada en mis manos, pero probablemente el bicho esté a kilómetros de aquí.
—¿El bicho de Hagrid que atacó al mocoso de Lucius?
—Ese mismo.
—¿Por qué no te llevas la cabeza del semigigante antes de morir o ir a Azkaban? En vista de las circunstancias, será lo más cercano a cumplir tu deseo.
Macnair al fin se animó a entrar al castillo para llevarse la cabeza de la única persona que logró que fallara en su trabajo. Como todo sueño de mortífago, no se cumplió.
