Fuese por lo que fuese
Nota: (El porque Erick decide quedarse en la C.I.A. junto a Charles.)
Resumen: Charles le miró una última vez antes de ingresar nuevamente en el edificio de la C.I.A., y Erick se quedó observando por donde se había ido. Porque, tal vez, era por sus inmensos orbes que le habían robado el color al cielo primaveral o porque era el...
Tal vez fuera por sus inmensos e intensos orbes azules, que parecían haberles robado su tono al cielo primaveral, convirtiéndose en un azul insondable cuando lo miraba. O, tal vez por su forma dulce y fija de mirarle, que trasmitía confianza (y ansiedad escondida mientras le había dicho aquellas palabras.)
O, tal vez, por su voz serena, que le llegaba a los oídos y le arrullaba con suma delicadeza. O tal vez porque le trataba como si el fuese importante, como si le importase lo que le pasase…
Se estremeció ante el calor que esa idea le brindaba a su pecho, otra razón más, tal vez.
Porque, al fin y al cabo ¿Cuántas personas se tiran de un barco para ayudar a una persona que no conoce de nada, arriesgando su propia vida incluso? Según su experiencia personal nadie.
O, posiblemente, porque le dijo que ya no estaba solo; y lo hizo clavando sus ojos brillantes (que resplandecían en compresión y bondad) en los suyos.
O porque deseaba que esos ojos le mirasen más, con su tono imposible y la dulzura que necesitaba; que le dedicase más palabras con su voz suave y calmada; y que le sonriese solo él…
En cualquier caso, y fuese por lo que fuese (por razones ya nombradas o por otras sin nombrar), y tras unos estúpidos segundos mirando con fijeza por donde se había ido el telépata, había tomado una decisión.
Apretó el maletín con fuerza y entró de nuevo en el edificio de la estúpida C.I.A., ansioso de ver nuevamente como esos ojos le miraban y le decían sin palabras que era importante.
Y a la mañana siguiente cuando su mirada se encontró con la de Charles, Erick supo que cualquier duda que hubiese podido tener se las había llevado esos ojos que rezaban: creo en ti y me importas.
El calor de su pecho aumento hasta un extremo que debería estar prohibido y ya no le importó lo que fuese o dejase de serlo, solo le importaba los orbes azules que le miraban con tanto aprecio.
-Fin.-
