Disclaimer: Los personajes no son míos, pertenecen a Rumiko Takahashi. Además, la imagen de dicha historia tampoco es mía.
Dedicado a Moun. Iba a ser tu regalo de cumpleaños, pero el tiempo se batió en duelo conmigo y perdí. Lo sé, no tengo perdón.
– ¡Eres una leeeeeeeeenta!- . Grita un Inuyasha sin camiseta.
– ¡Pero bien qué te gusta eso por las noches!
– Keh – .Inuyasha se sonroja y huye.
Disfrútalo. Y feliz cumpleaños atrasado.
– ¿Y por qué demonios tenía que ser esta casa? ¡Maldito sea el ladrón de bragas! -
Esas fueron las últimas palabras de Kagome antes de colocar sus ropas íntimas en su ventana y salir por la puerta dirección a la escuela.
Por ese motivo él estaba allí, en la habitación de la chica. Agachado con los ojos entrecerrados, Inuyasha observaba minuciosamente esa ropa que Kagome llevaba siempre bajo su falda.
– Brac... Brag... Bram... ¡Mierda!- Inuyasha era incapaz de recordar el maldito nombre de esas prendas.
El ojidorado miró a lado a lado comprobando que realmente estuviera solo en esa habitación, y una vez hecho, se acercó lentamente a esas ropas. Muy lentamente, cómo si realmente estuviese esperando el siguiente movimiento del enemigo. Y llegó.
Cogió unas de color azul con una especie de transparencias y las examinó. Las examinó muy atentamente.
– Sigo sin entender qué utilidad tienen – . Murmuró.
Por supuesto que él había visto dónde las llevaba Kagome y qué fácil era romperlas en esos momentos de pasión.
Y cómo le gustaba eso.
Una sonrisa de suficiencia y egocentrismo apareció en sus labios.
– Keh – . Gruñó.
Acercó la prenda a su cara y trató de encontrarle alguna nueva función.
Las giró a izquierda y derecha. Las alzó y las miró desde otra perspectiva, pero nada.
Sintiendo la impotencia de no saber qué nueva función podrían tener las arrojó con fuerza a algún lugar de la habitación. Y las miró con desprecio.
Voilá. Una idea surgió en su mente.
Se dirigió rápidamente a cogerlas y tratar de ver si eso funcionaría. Las colocó en la posición
adecuada y se las acercó a la cabeza.
– ¡Perfecto! – Exclamó.
Encajaban a la perfección sobre su cabeza. Las dos partes sin tela por donde Kagome pasaba las piernas hacían que sus orejas quedasen libremente y qué el resto cubriera, como de si un gorro se tratase, su cabeza.
– Bragas -. Y esa tonta sonrisa volvió a bailar en sus labios.
Su mirada se volvió a dirigir a la especie de tenderete para la ropa íntima y observó sus otras presas.
Negras, rojas, verdes e incluso amarillas. Pero lo que más llamó la atención fue aquella diminuta y transparente braga de color blanco. Con el dedo índice tomó él elástico y lo estiró hacia él, como si tratase de ver cuanto podría resistir ese pedazo de tela y al mismo tiempo comprobar hasta qué punto podía ver a través de él.
Justo estaba por descolgarla del tenderete y mirar qué nueva función podría tener, cuando la puerta se abrió.
Inuyasha miró aterrorizado hacia la puerta, ya que del miedo fue lo único coherente que llegó a hacer.
– Inuyasha ya estoy a... – Kagome lo miró atentamente. Primero se sonrojo y luego pasó por distintos colores hasta otra vez llegar al rojo, pero esta vez de ira.
– Inuyasha, osuwari.
