Capítulo 1: La Traviata

El salón es esplendoroso, amplio y decorado exquisitamente al estilo neoclásico. Hay estatuas de ángeles y de bellas mujeres de largo cabello y gestos dramáticos. Todos hablan al mismo tiempo en pequeños grupos y Marguerite parece estar de buen humor, algo muy extraño en ella desde aquel terrible día en que casi fue asesinada. Llama al camarero y le pide otra copa de champagne, el que cada vez sube más y más a su cabeza haciendo que sus mejillas se tornen rosadas en medio de su piel de vainilla. Esa noche todo era calma, la ópera había estado preciosa, y como siempre, había llorado al escuchar el aria "Addio del Passato" con una pequeña caja de pañuelos en sus manos, sollozando al sentir que esa música le llegaba al corazón como ninguna otra cosa lo hacía. Mientras estaba en el palco había notado a un hombre miraba no al espectáculo, sino a su palco. Le miró a través de los gemelos, tenía alrededor de 50 años y una expresión algo fría en el rostro que le pareció un tanto desagradable. Su amigo Sebastian le dijo en voz baja:

-veo que le has puesto el ojo al Dr. Lecter…tienes buen gusto querida…

-¿Qué? Yo…no, él ha estado mirando hace rato hacia acá…¿Le conoces?

-Si, lo he visto innumerables veces en Europa…un tipo muy encantador…es siquiatra, ya sabes , muy educado y todo eso…

-Pues no lo parece, más bien me da algo de miedo…

-Ay Maggie, no seas tan desconfiada de todo el mundo- le respondió a la mujer tocándole el brazo de forma fraterna-anda, sigue mirando al escenario que te vas a perder la muerte de Violetta…

Ahora, entre esa multitud y el ruido, y además enfrascada en su conversación con su amigo, había olvidado a aquel hombre extraño hasta que de pronto éste apareció como si alguien le hubiese estado llamando telepáticamente.

-¡Dr. Lecter!- Exclamó Sebastian contento- que bueno es verle otra vez, acérquese por favor, quiero presentarle a mi mejor amiga , Marquerite Alphonsine Mercier.-agrega Sebastian indicando a Marguerite, quien parecía más pálida que de costumbre. Querida mía, este es el doctor Hannibal Lecter…

-Mucho gusto en conocerla, señorita…-dice Hannibal tomándole la mano y besándola delicada y caballerosamente

-El gusto es mío, …-dice ella sonriendo, impresionada de que alguien aún saludara de esa forma tan "anticuada"

-¿Ha disfrutado usted la ópera , Mademoiseille Mercier? –pregunta Hannibal intentando conversar con ella

-Sí, muchisímo…aunque si debo ser franca, prefiero a Caballe, como Violetta…

-oh, veo que tenemos a una conocedora aquí…-dice el doctor bebiendo champagne-le vi a usted llorar de emoción casi al final del tercer acto…¿se considera una mujer de ardientes pasiones como lo es Violetta Valeri?

Marguerite queda algo pasmada ante las "insolentes" palabras del doctor , pero se apresura a responder:

-me temo que sí, aunque en esta época las mujeres de corazón "ardiente" como yo debemos fingir ser frías para no parecer débiles o estúpidas…

-pues me parecería una crueldad hacer de usted una mujer fría …o hacerla parecer estúpida…como dice usted…-dice Lecter casi devorándola con la mirada, pero de una forma tan sutil que solo ella lo nota

Marguerite de pronto siente fuego dentro de sí, aquel hombre que no conocía había notado que no era una mujer de hielo como aparentaba con su porte majestuoso y su mirada indiferente, sino que con sólo observarla apenas unos momentos, había descubierto que era en realidad "puro corazón".

Sebastian notó que algo estaba pasando allí, así que le pidió a una señorita cercana que también conocía bailar con él el vals, y así dejar al doctor y a su amiga en paz.

-quiere usted bailar conmigo?-pregunta Lecter amable y ofreciendo su brazo

-ehm…si, por qué no? Aunque debo decirle que desde mi accidente no soy muy buena bailarina…-dice ella algo avergonzada

-¿accidente? –pregunta el doctor, dándose cuenta por la expresión de la mujer que aquella palabra era un eufemismo para otra situación más penosa

Marguerite era muy alta,de casi un metro y ochenta centímetros, llevaba el cabello negro azabache en un peinado simple pero hermoso lleno de bucles al más puro estilo del siglo 19. Su figura era bastante esbelta , pero algo había de "reloj de arena" en sus formas , algo femenino y al mismo tiempo saludable. Su rostro era un tanto alargado , con los pómulos ligeramente marcados . Sus ojos, grandes y un poco rasgados, tenían bello color negro como su cabello y sus cejas, arqueadas , diríase casi traviesas. Su nariz era fina y algo recta, y su boca era regular con unos labios rosados. Llevaba esa noche un vestido color palo de rosa de corte imperio, que la hacía ver como una extraña aparición surrealista.