¡Hola a todos!

Bienvenidos a este fanfic colectivo dedicado a la ciudad de París. Aquí colaboramos varias autoras, de manera que cada una cuelgue una historia basada en un personaje o pareja y que transcurre en la mítica y romántica ciudad francesa.

Este primer fic es de KiraDumont y está basado en Lily Evans y Severus Snape. No contiene spoilers de Deathly Hallows.

Espero que os guste.

Nuit

París.

Escenario de las más románticas historias de amor. Un lugar mágico, una ciudad plagada de luces que iluminan una vida cotidiana pero especial a la vez. El sueño de miles de parejas enamoradas que se imaginan compartiendo un helado en alguna pequeña terraza cerca del Sena.

La noche más extraordinaria del mundo.

Y el día más bello.

Lily ni tan siquiera se molestó en bostezar o desperezarse. Estaba perfectamente despierta, llena de ilusión y ganas de comenzar a disfrutar. Estaba de vacaciones, al fin. Tantos meses de trabajo, tanto esfuerzo… Haberse ido de Londres sólo por unos días y haberlo dejado todo atrás era la mejor idea que había tenido en mucho tiempo.

Aunque no le gustaba haberse separado de James. No se sentía sola porque sabía que bastaría con que le llamase para que él apareciese en su habitación. La quería mucho, sería capaz de hacer cualquier cosa por ella. Y ella por él. Y, sin embargo, a un mes de la boda, Lily comenzaba a sentirse extrañamente dudosa, nerviosa, agobiada. No lo entendía. Si todo les había ido bien mientras habían estado saliendo¿por qué tendría que cambiar ahora si iba a ser exactamente lo mismo pero con un anillo de por medio?

Era compromiso, confianza, sentimientos fuertes.

Lily sacudió la cabeza. Había ido a París para dejar de pensar y estresarse. Tenía que alejar de su mente todo aquello o terminaría por volverse loca y huir a un país lejano para empezar una nueva vida bajo el nombre de Mandy Jones.

Qué nombre tan espantoso.

No, definitivamente el plan de la huida y con ese nombre quedaba descartado.

Se vistió y desayunó en el restaurante del hotel. Tenía decenas de sitios que visitar y quería empezar cuanto antes y por algo al aire libre, para aprovechar el buen día. Decidió desplazarse hasta la Ìle de la Cité y conocer todo el núcleo histórico de la ciudad. Ya comería por ahí, donde fuera.

Cuando llegó, lanzó una primera mirada admirada a la catedral de Notre Dame. Era enorme y estaba llena de gente que se dirigía a misa. Se asomó a verla por dentro y comprobó lo modernizado que estaba todo: pantallas planas para los que no alcanzaban a ver al párroco al final de la sala, un cubículo de cristal con una mesa y alguna silla dentro que parecía ser un confesionario… El rostro de Lily mudó la expresión a una un tanto más desconcertada. La religión ya no era lo que ella recordaba.

Salió de allí y rodeó el edificio. Hacía algo de brisa, que le revolvía el cabello pelirrojo hacia delante y hacia atrás, y agitaba levemente el top blanco de gasa que llevaba puesto. Pero no había problema de frío, el sol se encargaba de calentar lo suficiente su blanca piel como para no tener que ponerse la chaqueta.

Mientras paseaba y cruzaba un puente sobre el Sena iba demasiado ocupada observando todo a su alrededor como para percatarse de las miradas interesadas de mucho chicos. Estaba prometida, pero tenía diecinueve años y era muy guapa, con aquellos almendrados ojos verdes que brillaban de entusiasmo y un cuerpo perfectamente torneado metido en unos vaqueros ceñidos. Pero estaba tan acostumbrada a pasarse el día entre chicos (los mejores amigos de James y sus compañeros del Ministerio sin ir más lejos) que ya se había hecho bastante inmune a las reacciones que despertaba. No había sonrojos ni vergüenza. Ella era así, no tenía la culpa.

Claro que con esa suerte, tampoco iba a quejarse.

Recorrió el Mercado de las Flores, que estaba lleno de gente y algún que otro puesto vendiendo animales, y siguió andando hasta llegar a los Jardines del Vert Galant. La vista del Sena desde allí era más que extraordinaria. Y se prometió a sí misma que volvería allí de noche otro día.

Sin saber por qué, su pensamiento voló de pronto hasta Londres, convencida de que si James estuviese allí con ella, esa vista sería todavía mejor. Y estaba a punto de soltar un suspiro cuando sintió que alguien le daba un pequeño toque en el hombro.

Se giró.

- Evans.

Nada podría haberla sorprendido más que haberse encontrado a Severus Snape en aquella ciudad.

- Hola – alcanzó a decir.

Se parecía al lunar que ella tenía en la espalda: destacando, un punto negro y llamativo en medio de toda la claridad. Iba prácticamente igual que la última vez que le había visto, haría aproximadamente dos años, cuando se graduaron en Hogwarts, sólo que ahora en vez de túnica, vestía camiseta y pantalones negros.

- ¿Qué… qué estás haciendo en París? – preguntó ella.

- Trabajo.

Lily miró a otro lado, con una expresión apenada que trató de ocultar sin éxito. Sabía que era un mortífago. Lo supo desde el principio, cuando lo marcaron. E incluso antes. Siempre supo que acabaría pasando algo así, que nunca podrían ser iguales. Ser amigos.

- Yo estoy de vacaciones – dijo ella, tratando de sonar jovial.

- Tienes suerte – Severus habría querido ser mucho más cálido con ella. Después de todo, la amistad que habían tenido en el colegio no podía haber desaparecido así como así y él… bueno, él seguía sintiendo cierto afecto hacia ella. Trató de sonar un poco más agradable consciente de la incomodidad de la chica - ¿Qué tal te va?

- Bien, muy bien – sonrió ella, apreciando el esfuerzo – Estoy trabajando para el Ministerio – se cuidó mucho de no decir que como auror – y voy a casarme con… - al ver que los labios del chico se curvaban en una mueca de desprecio incontrolable no acabó la frase. No porque le molestase (sabía perfectamente de la animadversión entre James y él) sino porque no quería echar más leña al fuego. - ¿Y tú?

- Más o menos como siempre.

"Claro, sea lo que sea lo que esté haciendo para ese asesino demente, no creo que vaya a contármelo." Pensó Lily.

- ¿Vas a estar por aquí mucho tiempo? – esa fue la forma de Snape de averiguar si podría llegar a resultar herida en cualquiera de las operaciones. Lily no era tonta, pero prefirió hacérselo.

- Unos días; técnicamente, iba a estar aquí una semana, pero me iré pronto, supongo. Tengo cosas que preparar para… bueno, para la boda.

Se hizo un pequeño silencio.

- ¿Querrías que fuésemos a cenar hoy al Barrio Latino? – propuso Severus de pronto.

- Claro – le había echado de menos. Lily quería que todo volviese a ser como en el colegio, allí todo era más sencillo. Cenar juntos sería una forma de volver a los viejos tiempos, aunque ambos supiesen que tan sólo iba a ser algo temporal.

- Entonces te veo a las diez en el Collège de France. ¿Sabrás llegar? – añadió, con una sonrisa burlona.

Ella le hizo una mueca de fastidio.

- No soy idiota. Te veré allí.

Con una inclinación de cabeza, Severus se despidió. Había pensado en darle un beso en la mejilla o quizás un pequeño gesto tocándole el brazo, pero no se encontró capaz. Y a los pocos minutos, había desaparecido entre la multitud.

ºoºoºoºoº

Sabía que no hacía bien, que era una traición a lo que había estado defendiendo los últimos años, que ambos se pondrían en peligro, que sería mucho mejor y más fácil (al menos en teoría) mantener las distancias, que alguien acabaría saliendo herido. Y, sin embargo, no pudo evitar el citarse. Lo deseaba con todas sus fuerzas. Deseaba tanto volver a estar como antes, sentir que el mundo a su alrededor no existía y tocar su piel…

Era un imposible, una fantasía.

Lily Evans jamás sería suya.

Aunque el siguiese enamorado de ella.

Aunque lo hubiese estado desde siempre.

ºoºoºoºoº

Cuando llegó al punto de encuentro, la sensación de que no debería haber ido se acentuó aún más. Por mucho que intentase negárselo, Severus era peligroso y aquello podría ser perfectamente una trampa. Y ella habría caído como una idiota por desear recuperar algo que ambos sabían que ya estaba perdido.

Sin embargo, se mantuvo allí, esperando, dentro de su vestido verde de gasa y sin importarle la llaga que se le estaba formando en el pie por culpa de los tacones que se había empeñado en ponerse.

No es que ella fuese bajita, es que él era demasiado alto.

Como James.

James… Su sólo recuerdo, la sonrisilla sardónica dibujada en su cara o sus ojos castaños, bastó para que el estómago le diese un vuelco. Si él supiese, si tuviese la más mínima idea de lo que ella estaba a punto de hacer…

- Buenas noches.

La voz fría teñida de cariño en un saludo cordial la hizo salir de sus pensamientos. Se giró con una pequeña sonrisa, pero sin dejar de comprobar que su varita seguía donde la había dejado, escondida entre los pliegues del vestido. Severus lo notó, y él también tanteó la suya. Después de todo, Lily era una auror. Y una muy buena. Sólo hacía falta acordarse de su potencia en el Club de Duelos del colegio… hechizando a James Potter.

Sin una palabra más, echaron a andar, pero no hacia el interior del Barrio Latino, desde el cual les llegaba el olor a fiesta y el ruido de cientos de personas divirtiéndose al son de la música. Caminaron en dirección al puente del Sena, a la intimidad de la noche y el silencio para poder hablar. En realidad, era lo más necesario para ambos.

- Te vas a casar… - musitó finalmente Severus.

- Sí – respondió con cautela ella, y sus ojos verdes brillaron a la luz de la luna al mirarle.

- Con Potter – no pudo evitar que el apellido de su desde siempre enemigo le saliese en un tono desdeñoso.

- Sí.

Lily se sintió estúpida por no decir nada más, pero hacía tanto que no estaban juntos que no sabía si el hombre frente a ella era el mismo que tanto había defendido en años escolares. Aquel del que, por muchas diferencias que tuviesen, siempre había sido amiga. Con el que había compartido muchas alegrías, enfados y penas de las que nadie más sabía. No se atrevía a hablarle como entonces. Pero sí a estar a solas con él en medio de la noche.

Porque, en el fondo, sabía con certeza que él jamás le haría daño.

- Le quieres – añadió Severus, como si fuese un gran descubrimiento.

- Mucho.

- ¿Qué cambió?

- Supongo que todo – suspiró Lily, rindiéndose a sus instintos – El momento, la situación. Él y yo. Todo.

No hizo falta que ella dijese nada más. Severus siempre la había comprendido y lo hizo entonces sin necesidad de ninguna otra explicación. Lily era y sería una persona sincera, y él estaba seguro de que si Potter había sabido ganarse a la pelirroja al fin, ella no lo habría negado por orgullo.

Se apoyaron en la barandilla y observaron el agua del río, que se encontraba en calma, reflejando cientos de puntos brillantes en el cielo, meciéndose suavemente al son de la brisa que soplaba y echaba los cabellos de Lily hacia atrás también.

Inconscientemente, una de sus manos se apoyó en la espalda de la chica.

Ella cerró los ojos. Sólo con ese contacto pudo al fin darse cuenta y dejar de negarlo. Severus siempre la había querido. Más de lo que ella le quería a él. De una forma diferente y mil veces más intensa. Y todo porque era frío, taciturno, impenetrable, y eso hacía que cuando una llama se encendía en él, brillase y calentase con más fuerza que cualquier otra. Rechazaba los sentimientos superficiales y era capaz de sentir sólo los más profundos. Y lo que sentía por ella… lo barría todo.

En ese momento, Lily no se sintió mal, tal y como le pasaría decenas de noches posteriores. Sólo fue capaz de sentirse protegida y triste. Protegida porque alguien que sintiese por ella lo que él jamás se atrevería a dañarla o permitiría que algo lo hiciese. Era la misma sensación que la asaltaba cuando estaba con James. Y triste porque jamás podría corresponderle de semejante manera, nunca podría quererle como él a ella.

Severus se había condenando a estar solo toda su vida al haberse enamorado de Lily Evans.

Sin evitarlo, unas lágrimas se asomaron a sus ojos verdes, haciéndolos brillar todavía con más intensidad. Alargó una mano y la posó sobre su rostro, acariciándole lentamente. Severus cerró los ojos y sonrió.

Se estaban despidiendo.

Los dos sabían que no volverían a verse y que si lo hacían era porque algo habría cambiado terriblemente. Para mal.

Lily se alzó sobre sus puntillas y sus labios se rozaron con suavidad. Severus fue capaz de notar el sabor salado de las lágrimas que él mismo había causado y por un instante quiso pensar que al fin había logrado lo que tantos años había estado esperando. Que había conseguido que Lily lo viese como algo más, como lo que él había visto en ella desde casi el principio.

Pero al separarse no quiso abrir los ojos de nuevo. Prefirió quedarse en su fantasía donde todo acababa bien y podrían estar juntos siempre.

Lily volvió a apoyarse sobre sus talones.

- Lo siento. – murmuró.

Y salió corriendo en medio de la oscuridad.