No sé cuantas veces fueron las que lo vi llegar al bar. Siempre se sentaba en el mismo lugar. En la pequeña mesa que daba a la única ventana del local.

La mayor parte del tiempo, venia solo. Pero en más de una ocasión un moreno algo maduro, pero que todavía sacaba muchos suspiros, se sentó a discutir con él.

Y claro!, como olvidar esas noches en que un atroz chiquillo le acompañaba. Ese que más de una vez me daba las "Buenas Noches", mientras remataba la frase con una palmada en mi derrier.

Pero solo o con compañía, como deseaba esos días en que venía y me solicitaba un café y en escasa ocasiones un whisky escocés… puro de malta, me aclaraba.

Creo que nunca se entero de mi nombre, pero vaya que yo si me aprendí el de él, William Albert. O al menos William le decía el moreno, con gran respeto y Albert le llamaba el chiquillo con camaradería.

Como trazaba corazones imaginarios con su nombre y el mío en el.

Como elaboraba, complicadas historias en mi cabeza. En donde de una u otra manera terminábamos casados y viviendo en una lejana colina de mi natal Irlanda.

Mas nada de eso paso. Una noche lo vi salir detrás de una rubia, una chiquilla apenas, con la que se puso a conversar a media calle, sin importarle que alrededor fulanas y alcoholizados hombres les pasaran rodeando.

Después de eso nunca más lo volví a ver.

Un tiempo después, una compañera me dijo que lo vio trabajando en el zoológico "Blue River". Pero me tomo tanto tiempo tener el valor y el dinero para visitarlo, que cuando por fin acudí, el encargado de la entrada me dijo que hacía varias semanas que Albert había partido de ahí

Después de eso nunca más volví a saber de él.

Y aun hoy, después de tantos años, en los que hice mi vida al lado de un buen hombre, suelo voltear a la misma mesa del bar, esperando que aparezca, para solicitarme un café… o un whisky escocés… puro de malta.