El pequeño Jonathan tiene casi tres años, es un niño grandote para su edad y aunque no es travieso, es muy despierto y no para quieto ni un segundo.

Hace poco que a empezado a ir a la guardería, donde aprende rápidamente lo que la maestra le enseña y la obecede en todo siempre, le gusta tener la aprobación de los adultos.

Le gusta ser el centro de atención, cosa que consigue fácilmente en casa al ser hijo único, por eso en la escuela siempre busca destacar y si no le hacen caso no deja de parlotear sobre lo primero que le viene a la cabeza.

Tiene los ojos vivos y alegres como su madre y el pelo oscuro y revuelto como su padre.

Cuando no está en la guardería está en casa con mamá y, a veces, con papá.

En casa se porta bien casi siempre. A veces le regañan por no querer bañarse y muchas noches no quiere irse a la cama porque dice que no tiene sueño, pero en realidad quiere quedarse despierto hasta que llegue papá.

La mamá de Jonathan le regaña y le castiga cuando hace o dice algo que está mal, pero el sabe que al rato se le pasa.

El papá de Jonathan juega mucho con él, bueno, cuando está en casa. Casi nunca se enfada y casi nunca le regaña, pero cuando lo hace sabe que no le le pasa tan rápido como a mamá.

Jonathan tiene un muñeco regordete de Supermán con capa y todo, con una gran 'S' en el pecho. Duerme con él todas las noches porque a veces tiene pesadillas mamá dice que él le protegerá siempre.

El día que más le gusta es el Domingo. El domingo por la mañana papá y él van en el coche de mamá hasta la granja de la abuela. Trabajan cuidando a las vacas y moviendo paja de un montón a otro. También se monta en el tractor con papá para ir a ver cómo crece el maiz.

Mientras tanto la abuela prepara tarta o pasteles y después se los comen.

Juega con papá al futbol americano, que consiste en coger el balón y correr. A Jonathan no le gusta porque se le cae el balón muchas veces. Papá tiene unas manos muy grandes y juega muy bien. Mamá dice que si come verduras llegará a ser tan grande como papá.

Luego vuelven en coche hasta casa y van a buscar a mamá al 'pidiódico' -como Jonathan dice-, ella lo abraza y abraza a papá, le pregunta lo que han estado haciendo y se van los tres a casa.

El pequeño Jonathan vuelve muy sucio después de trabajar en la granja. Mamá lo baña mientras papá hace la cena. A veces se cae en el campo y se rompe el pantalón por las rodillas. Mamá le regaña y le pregunta si se ha hecho daño y él contesta extrañado que no.

No sabe lo que es hacerse daño. Mejor dicho, sabe lo que es, porque lo ha visto, pero nunca lo ha sentido.

Un día, en el parque cerca de casa, una niña que corría tropezó, cayó al suelo y se puso a llorar. Su mamá acudió rápidamente y la levantó. Se había roto el leotardo y tenía sangre en la rodilla. Era la primera vez que Jonathan veía sangre 'de verdad' no en la tele. La pequeña lloraba desconsoladamente.

Él asustado, observó cómo la madre de la niña le limpió la herida y le puso una tirita de color rosa. Él conocía muy bien las tiritas: era lo que se ponía mamá en los dedos después de cocinar. Poco a poco la niña se consoló y eso tranquilizó al pequeño.

A partir de aquel día Jonathan jugaba a pintarse con un rotulador rojo heridas en las rodillas y pedirle a mamá tiritas.

No se imaginaba que dentro de unos meses sentiría dolor por primera vez.