Me senté en el sofá de mi apartamento y prendí la TV. Sabía que no debía ver eso pero en verdad quería. Alice me mataría. En la pantalla del televisor apareció la Alfombra Roja, llena de gente y de periodistas que entrevistaban a los actores. Algunos de ellos eran conocidos, y otros no.

Oh, dejen que me presente. Me llamo Isabella Swan, pero mis amigos me dicen Bella. Bueno, mis amigos y todo el mundo. Lo cierto es que soy una actriz de fama mundial. Ustedes saben, mi papá, Charlie Swan, un reconocido agente de policía de los ángeles, consiguió una audición para mí en el estudio en el que debía hacer guardia durante los próximos meses. Pasé las pruebas y conseguí el papel protagonista de una peli muy exitosa, y enseguida salté a la fama.

Desde entonces he viajado tanto y conocido a tanta gente… Entre esas personas se encuentran mis amigas Rosalie y Alice.

Bueno, Rosalie y yo no éramos tan amigas al principio. Ella es una modelo muy famosa y apuesto a que miles de chicos tienen su foto pegada a la pared. Y lo entiendo, ella es muy guapa y tiene unas curvas increíbles. La conocí en las audiciones para el rodaje de mi segunda película. Rosalie se enfadó mucho conmigo cuando conseguí de nuevo el papel protagonista, papel que ella también quería. Apenas me dedicó una mirada mordaz y no debería haber tenido que formar parte de mi vida, hasta que mi hermano Emmett la conoció.

Él es un mujeriego insoportable y nunca antes había tenido una novia formal. Cada noche venía a cenar a casa una chica distinta que se iba por la mañana para no volver más. A mi hermano no parecía importarle; él disfrutaba cambiando de chica cada día. Pero cuando conoció a Rose, su vida cambió. No quiero decir que con ella no hiciese lo mismo que con todas esas chicas, y realmente no quiero saber de las fiestas nocturnas de mi hermano con su novia, pero nunca había visto ese brillo de amor en su mirada. Rosalie, o Rosie, como él la llamaba, pasaba bastante tiempo en nuestra casa y pronto todos aprendimos a quererla como a una más en la familia. Al conocerla mejor aprendí a ser su amiga y descubrí que era una buena compañera de compras. Además, pienso que ella ha sido un bueno apoyo para Emmett todo este tiempo. Mi hermano, infantil como es, aún no había superado el abandono de mi madre.

Sí, leyeron bien. Mi madre, Renée Swan, nos abandonó cuando yo tenía catorce años y mi hermano diecisiete. Nunca llamó ni explicó dónde estaba. Tan solo nos enviaba regalos por navidad un año sí y un año no. Para mi padre fue un golpe muy duro, aunque sé que nunca lo reconocerá. Él fue fuerte por todos nosotros.

Cuatro años después, cuando se estrenó mi primera película y mi cara fue portada en todos los periódicos y protagonista en las revistas y el televisor, mi madre dio noticias de vida por primera vez en tanto tiempo. Quería saber si necesitaba su ayuda como manager o que si se requería su presencia en alguna entrevista. Sin embargo, yo ya sabía que nada de aquello era real y tras esa fachada no había el más mínimo sentimiento de cariño hacia mí. Por eso me ocupé de aclarar ante los medios informáticos mi extraña relación con Renée, quien ahora aparecía en mi vida de vez en cuando por si acaso había cambiado de opinión respecto a ella.

En cuanto a Alice, ella es mi estilista personal. Diseña todo mi vestuario y me enseña cómo debo arreglarme. La contraté hace años porque había oído que era buena en su trabajo. Ahora, a nuestros veintiún años, éramos las mejores amigas. Ella cuidaba de mí y yo cuidaba de ella, aunque normalmente hacía más falta que ella cuidase de mí. Tenía el pelo negro muy corto apuntando a todos lados y la piel pálida. Además, su aspecto diminuto le hacía parecerse a un duende. Así le decía mi hermano.

Bueno y hablando de mí, yo no soy nada especial. Lo cierto es que no soy rubia como Rosalie ni tengo curvas como ella y Alice. Mi pelo es color marrón con tonalidades rojizas cuando brilla al sol. Mis ojos también son marrones, nada especial, pero bueno, no debo ser fea si recibo cartas de fans todos los días pidiéndome matrimonio. Aun así, mis pechos no son grandes, he de confesar que uso un poco de relleno en mi sujetador, solo para realzarlos, pero nadie jamás debe enterarse de ello. De lo que sí estoy orgullosa es de mi culo. Atrae las miradas allá donde voy, al igual que mis largas y estilizadas piernas. Además, mi voz es melodiosa y embaucadora, o eso me dicen mis amigas. Y hablo de mis amigas de verdad que, en realidad, solo son Rose y Ali. Las otras…. Bah… solo conocidas del trabajo.

¿Qué más puedo contarles? ¿Novios? Lo cierto es que mi historial con los chicos es escaso. Antes de convertirme en una estrella apenas tuve un par de relaciones cortas que acabaron en desastre, y hace un año el patrocinador de mi última película pensó que sería buena idea si mi coestrella y yo fingíamos un noviazgo. Jacob Black es su nombre. No mentiré, el chico estaba para comérselo. Era sincero y cariñoso, y se convirtió en un buen amigo. Fingir que estaba enamorada de él en la vida real no fue más difícil que fingirlo detrás de las cámaras. Estuvimos "saliendo juntos" durante el último año hasta que la promoción de la película terminó y hace unos meses fingimos una ruptura amistosa, tras la cual seguiríamos siendo amigos. Aunque, a decir verdad, él ya había encontrado un nuevo papel en una película inglesa, por lo que no había hablado demasiado con él desde nuestra "ruptura".

Me acomodé bien en el sofá de mi lujosa y recientemente nueva casa. Y bien, si realmente soy una actriz de fama mundial, se preguntarán por qué no estoy en la Alfombra Roja. Por supuesto, sí estoy invitada, e incluso nominada a los Oscars pero, desgraciadamente, también estoy enferma. Sí, constipada, acatarrada y con fiebre. Tirada en el sofá d emi casa mientras veo en mi enorme televisor a mis amigas desfilar del brazo de sus respectivas parejas.

Ahí estaba Rosalie, preciosa en su vestido rojo por la mitad del muslo que se le pegaba a cada una de sus curvas. Mi hermano, que a sus veinticuatro años había conseguido al fin acostumbrarse a la fama sin temblar de emoción, llevaba también su smoking nuevo, atentamente diseñado por Alice. Emmett sujetaba la cintura de su novia mientras ambos posaban sonrientes para las cámaras. La reportera hablaba con un micrófono a su lado balbuceando por los nervios y preguntando a mi hermano si había planes de boda cercanos. Eso me preguntaba yo también. Mi hermano y Rosie llevaban ya tres años juntos y el amor era palpable entre ellos.

Rosalie le miró expectante, como si esperase que él se la declarara ahí en medio, pero mi hermano puso mala e hizo un gesto con la mano.

-Aún no queremos casarnos. Ya sabes, sin compromisos ni ataduras –dijo.

Yo rodé mis ojos. Esa era la típica respuesta de mi hermano. Seguir soltero le hacía sentirse joven.

Detrás de ellos iban Alice y su último novio, James. Aquel tipo no me había caído nunca bien. Alice le conoció en el rodaje de mi película y estuvieron conociéndose un tiempo antes de salir. Pero, si a i amiga le gustaba, a mí también. La duende llevaba un vestido blanco que hacía a su piel parecer un poco más morena por el contraste, y sus ojos brillaban de emoción al ir del brazo de su pareja.

Tenía envidia de ellos. Quería estar allí, presenciando la ceremonia, del brazo de un guapo chico al que seguramente no volvería a ver pero con el que pasaría un buen rato. Sabía que, en caso de que ganase el Oscar, alguien subiría recogerlo por mí, pero no podía soportar tener que conformarme solo con verlo en la tele.

Una última limosina llegó. Pude notar que era alguien importante porque todo el mundo empezaba a gritar como loco. SI yo estuviese ahí gritarían aún más fuerte. La puerta del vehículo se abrió y de ella salió un chico de pelo cobrizo y brillantes ojos verdes vestido con un traje gris.

-Aquí llegó Edward Cullen –anunció la reportera, intntando no saltar ella también de la emoción.

Edward Cullen. No había tenido ocasión de tratar mucho con él, pero por lo poco que sabía, era un niñito de papá, más mujeriego de lo que mi hermano era antes e increíblemente engreído. A su lado, bajó de la limosina una chica rubia enfundada en un vestido azul. Ella era hermosa, pero no tanto como Rose, y su cara de asco la hacía ver como si se hubiese tragado una piedra. Se colgó del brazo de Edward como si fuese un bastón y comenzó a reír como una tonta. Ella era Irina.

Edward e Irina habían empezado a salir juntos hacía un tiempo, pero era bien sabido que él la había engañado en más de una ocasión. Pobre chica.

No concedieron ninguna entrevista a ningún reportero, pero ambos posaron con sonrisas de blancos dientes frente a las cámaras. Bueno, este chico tenía una sonrisa que hacía mojar las bragas, pero eso no quitaba que fuese odioso, ¿verdad?

La ceremonia de los Oscars comenzó. Estaba comenzando a quedarme dormida sobre mi sofá cuando oí una voz gritar mi nombre desde la televisión. Me desperté sobresaltada al darme cuenta de que había ganado el Oscar. Me acerqué rápidamente a la pantalla del televisor, rogando porque Rose, Emmett o Alice fuesen a recoger mi premio. En su lugar, pude observar cómo era Edward Cullen el que se ponía en pie. ¿Qué estaba pasando?

Esta es mi primer fic. Espero que este primer capítulo les haya gustado.

Nos leemos pronto.

Beeesos!

LadyPlatypus