Una suave brisa hacía que mis rizos ondeasen levemente mientras veía como John se alejaba de mi tumba después de verlo aturdido, moribundo, haciendome dudar un segungo de mi decisión, queriendo salir de allí y consolarlo, pero no lo hice, no debía aún, asi que me dediqué a seguir con los ojos sus pasos dubitativos que mostraban su tristeza, pero era lo único que podía haber hecho para salvar su vida... Y la de la Señora Hudson y la de Lestrade, pero en definitiva, aunque pensase eso, sabía que solo me había importado realmente la vida de mi amigo, correccion: Pese a que mi cerebro no lo aceptase Mi único y mejor amigo.

- Esto no es un adiós John- Susurré sin mover ninguna facción ni un ápice, seguro de lo que decía.- Si no un hasta pronto..- Añadí relajando los músculos de la cara y dando media vuelta al perder de vista a John, era tarde y el invierno acechaba.

La Luna ya se divisaba en lo alto del cielo anaranjado oscuro, un momento perfecto para salir de allí desapercibido, aunque no creía que ninguna mente pudiese reconocerlo. Emprendí camino con el paso ligero, acomodando la bufanda y levantando el cuello de mi abrigo, observando todo a mi paso con detenimiento hasta llegar a la puerta negra e imponente propia de los antiguos cementerios. No había nadie fuera del cementerio pero cauteloso, doblé a la derecha por un callejón oscuro y mugriento, dejando que me bañasen las sombras para escabullirme sin dejar rastro, pero en el haz de luz que incidia vagamente en mi espalda, se dibujó una silueta humana que caminaba con pasos fuertes pero delicados y se había detenido a pocos metros de la entrada del callejón, haciendo que yo también me detuviese a espera de que hablase, girando levemente la cabeza para determinar quien era la silueta, o por lo menos que intención tenía, era un hombre un poco más bajo que yo y llevaba un traje elegante con un porte familiar... Tan familiar que hizo que mi mente volviese a funcionar y averiguar quien era con facilidad, apesar de no llegar a verle en detalle la cara y el cuerpo cubiertos de sombras.

- Fascinante... ¿Cómo pudiste fingir tu asesinato de esa forma tan... Fascinante?- Me preguntó el hombre con su tono de siempre, algo más fascinado o sorprendido de lo normal.

- Has tardado en encontrarme... Te haces viejo Mycroft - Contesté simplemente con intención burlona girandome del todo hacia él, mirandole fijamente a los ojos, con el rostro serio.

- No te hagas el dificil Sherlock - Reprochó a mi respuesta tranquilamente sacudiendo la cabeza, era elemental que esa no era la respuesta que quería escuchar, pero sí la que recibiría.

¿De verdad había llegado el momento de la reconciliación? No, ni pensarlo. Me quedé observando sus dilatados ojos por la oscuridad, más bien examinando, buscando la respuesta que buscaba y no, no le movía un sentimiento familiar, por su respiración tranquila y continua, quizás puro interés o quizás una cuenta pendiente... Cualquiera de las dos posibilidades. Levantó ambas manos encogiéndose levemente de hombros ya que yo no pensabar mediar palabra ante las suyas y con esa postura llegó tras él su habitual coche negro, acompañado de un chofer que por orden explícita abrió la puerta trasera, miré un segundo a Mycroft, el cual me miraba con una media sonrisa estúpida, no sabía exactamente que quería aunque quizás sin él proponerselo me diese valiosa información.

- No te acostumbres - Susurré suavemente como si nada levantando el dedo indice con lentitud como aviso, acto seguido, guardé las dos manos dentro de los bolsillos del abrigo y me dirigí sin ya mirar a Mycroft, al interior de su ya conocido coche.

El interior no había cambiado nada pese a todo el tiempo que había pasado, pero aún así lo observé con detenimiento sin llegar a mirar al lado derecho, ya que se encontraba Mycroft. Los asientos eran inconfundiblemente de piel negra, como no, qué original, pero al agachar la mirada, examinando la parte trasera del asiento del conductor, encontré algo muy familiar que recordaba perfectamente: Marcas marrones, casi imperceptibles a ojos corrientes pero como era de esperar a mis ojos no. Esas mismas marcas... Eran las marcas que los zapatos marrones de John dejaban cuando se rozaban contra algo... Y por la tez se notaba que eran recientes... ¿A qué habría venido John? ¿Habría venido aquí en busca de respuestas sobre mi suicidio? La posible respuesta era tan grata que esbocé interiormente una fugaz sonrisa. John... John... John... que testarudo eres... ¿No te bastó con que te dijese que todo lo que dijo Moriarty era cierto? La respuesta volvió ha hacerme sonreir en mi mente: No, John era demasiado listo como para engañarlo con esas simples palabras. Pero aquello solo había hecho que me sintiese reconfortado de volver a sentir que le importaba, si... había vivido con él demasiado tiempo, expecificando... El único con quien había conseguido con satisfacción vivir conjuntamente y aunque ni yo ni mi mente queríamos aceptar realmente la realidad de sentimiento alguno, me importaba.

El coche se detuvo en seco ante un edificio aparentemente antiguo pero que solo escondía - por lo poco que había visto de su interior - una casa llena de lujo y egocentrísmo, evidente de Mycroft. Salí del coche lentamente pero una vez fuera caminé apresurado pero con elegancia, para que nadie se percatase de mí, aunque pensandolo mejor... Ya nadie se acordaría de mí, cosa que me agradaba aunque también estaba bien eso de ser adulado... Pero en fín... La puerta se abrió por una doncella que sonrió a Mycroft, recibiendo de este total indiferencia, por lo que se veía tenía la atención centrada en mí, que bien. Su casa era como me imaginaba, nunca la había visto en su totalidad, ni pensaba estar el suficiente tiempo como para verla parcialmente, terminé de subir las escaleras y me dirigió hasta una pequeña sala lujosa, aparentemente limpia y pulcra como la que más, aunque algunos detalles indicaban que hacía días que no era limpiada. Los ojos de Mycroft se clavaron instantaneamente, después de cerrar la puerta, en mi nuca y yo me dediqué a sentarme, con cuidado del abrigo, en una de las dos cómodas, extrañamente no tenía escolta, que bien, por lo menos no tendré que soportar a ese ineptos encima de a Mycroft, ya que me agobiaba levemente que sus ojos inexpresivos se posaran en mí, por sus pupilas quería preguntar un par de cosas pero o no se atrevía o pensaba que no era el momento adecuado.

- Creí que estabas muerto - Consiguió decir al final buscando llegar a una conversación en particular pero le corté bruscamente su... "intención".

- Entonces lo hice bien - Contesté levantando las cejas unos segundos y volviendolas a bajar, esperando su pregunta definitiva, el sabía que los rodeos no eran lo mío.

- ¿Dónde has estado? - Preguntó finalmente no preocupado si no interesado por saber de mi escondrijo... ¿Tanto confiaba en mí que creía que se lo contaría? Qué poco me conocía.

- No creo que te interese una casa así - Volví a contestar rodando los ojos y desviando la mirada hacia otro lado, mientras recostaba mi espalda en el mullido respaldo rojo. Hubo unos segundos de silencio y mis ojos ya cansados de la espera se volvieron a clavar en los suyos... ¿Decepción? No creía que eso se pudiese reflejar en sus ojos, me hubiese esperado algo más, como otras veces, pero no pensaba que pudiese sacar de este momento informacion ya que simplemente se dedicó a observarme detenidamente, cosa que al final me sobrepasó, hacía tiempo que no me descargaba contra alguien y mi querido Mycroft me serviría. Me levanté subitamente, haciendo que la parte baja de mi abrigo se levantase un poco mientras a paso rápido me dirigía a la pierta y iba diciendo:

- ¡Si quieres observarme mira mis fotos en el Blog de John, no estoy para perder el tiempo y menos contigo! - Dije de forma cruel abriendo la puerta y sin oír respuesta cerré la puerta ante un Maycroft, seguramente, molesto por no haber conseguido lo que quería... ¿O sí lo había conseguido? No me importaba. Bajé las escaleras acelerado y salí a la calle oyendo los débiles pasos de Mycroft bajando las escaleras, pero antes de que pudiese alcanzarme con su vista, yo ya había cerrado la puerta para evitar seguimientos. Caminé hasta la acera de enfrente y me adentré en un suburbio londinense.

Era de noche, me subí el cuello del abrigo y me acomodé la bufanda para andar por la fría y nocturna calle de Londres. La verdad esque no me apetecía demasiado andar, necesitaba descargar energía pero no haciendo ejercicio, si no algo más sutil que podría encontrar en el sitio al que me dirigía. Me detuve en seco en la acera, esperando al primer taxi que pasase.

- A 223 de Baker Street - Indiqué con determinación al taxista que simplemente asintió sin mayor información y se puso en marcha, necesitaba coger algo de mi piso... no del 223B, piso que se separaba con un tabique de mi verdadero piso: el 221B, tenía allí todas mis cosas y las quería recuperar ya.

Saqué las nuevas llaves del 223 del bolsillo derecho introduciéndolas en la ranura, abriendo el bloque con rapidez y dirigiendome al B como alma que lleva el diablo. Me adentré en el piso cerrando la puerta detrás de mí, dejando en un pequeño perchero mi abrigo y la bufanda, acto seguido examiné un momento el piso y me encaminé hacia la habitación que usaba como dormitorio, me era muy dificil pensar en ese piso como determinante posesivo 1º persona singular de "mi piso el 223B" "mi habitacion", ya que estas no lo eran realmente, asi que ni me molestaba en intentarlo... ¿Para qué?

Abrí la cómoda, buscando mi habitual pijama de seda, cuando lo hallé, alcé una mano para cogerlo, pero pensandolo mejor... Quizás aún no debería ponermelo... Me dí la vuelta hacia la mesilla de noche y tomé el libro que estaba encima de ella, abriendolo por la página que me había quedado y recostandome lentamente sobre el cabezero de madera viejo, sobre los cojines, bien alineados para que estuviese cómodo mientras esperaba la hora indicada, pasaba las hojas con delicadeza, tratando de centrarme en el libro, hasta que en el despertador sonó una alarma ya habitual que hizo que me incorporase cerrando el libro, memorizando por qué página me había quedado y precipitándome sobre mi violín, lo cogí entre mis dedos con cautela, observandolo con detenimiento y preparado para empezar la melodía, esperé con ansia a que el despertador volviese a sonar, haciendo que en el instante del pitido, cerrase los ojos y me diese luz verde para, aunque a las 3:45 de la madrugada, tocar como si nada aunque para mí esa melodía tenía significado.