Hacía quince años que Renton, Sick Boy, Spud y Begbie no se habían vuelto a ver. Saliendo de una habitación de hotel, Renton corriendo por la Calle de los Príncipes y Spud viéndolo. ¿Que cómo se habían reencontrado? Lo mejor habría sido no preguntar eso, pensó Renton en cuanto recibió el mensaje de su madre. Mark Renton tuvo su etapa mala, claro que la tuvo, incluso después de la huída con el dinero, cuando tuvo que marcharse a un pueblo cerca de Crieff para refugiarse de lo que pudiera hacer Begbie cuando se enterara de la puñalada trapera que le había hecho. Había jurado venganza, y Renton sabía que Begbie no se andaba con chiquitas. Sus padres en un principio vieron mal lo de irse, pero su hijo siempre les había ignorado, así que no les iba a hacer caso, iba a hacer lo que quisiera. Ni siquiera se despidió de Diane, su querida Diane en persona. Le escribió una nota en la que simplemente ponía "Fin del juego. – Renton" y se fue al pueblo. Hasta que llegó el día D. Renton había pasado de vivir en el pueblo a irse a Londres, ya recuperado de su pasado como toxicómano y con una única adicción: el tabaco. Ni rastro de los pinchazos ni de más supositorios de opio, Mark Renton era un hombre nuevo que había llegado a trabajar con la policía para ayudarles con operaciones anti-droga, intentando controlar su tentación, que poco a poco era menor. Esa mañana no tenía nada que hacer, estaba en el sofá mirando el telenoticias, como un día cualquiera.

- "¿Mark? ¿Marky?" – preguntó la madre con un tono nervioso en cuanto Renton descolgó el teléfono móvil.

- ¿Mamá? – respondió a la pregunta -. ¿Qué ocurre? No será por papá, ¿no?

- "No, no, Marky. No es eso. D-Diane..."

- ¿Diane? ¿Por qué me hablas de ella? ¿La conoces? – Mark estaba aturdido. ¿Para qué le llamaba su madre a hablarle sobre Diane? Después de aquella nota no la había vuelto a ver, aunque ésta había intentado contactar con Renton, su Renton múltiples veces.

- "Después de que tú te fueras, Diane vino aquí varias veces y me pidió que te diera varias cartas..." – dijo en un suspiro, con un deje de arrepentimiento.

Renton no sabía si regañar a su madre o dejarla acabar la noticia que tenía que darle. Optó por la segunda, él no era un tipo violento, o por lo menos sin estar bajo los efectos de las drogas, así que respondió con un:

- Sí, bueno, ya... Diane. – murmuró, dándole pie a que prosiguiera.

- "Diane... Diane ha tenido un accidente de tráfico, Marky. Era por la noche y se salió de la carretera en una curva. Está muy grave."

Diane. Accidente. Noche. Carretera. Grave. El cerebro de Mark Renton empezaba a asimilar esas cinco palabras, esas putas cinco palabras que lo iban a devolver de nuevo a aquella etapa, a acordarse de los chutes de heroína que se pegaba en el piso de Allison, en ese piso donde se encontró a Dawn muerta en la cuna. Esa imagen que le había aterrado y que, para qué negarlo, le había marcado de por vida.

- "¿Marky? Por favor, dime que estás ahí... Dime que no has hecho ninguna de tus locuras." – al no oír la voz de su hijo, murmura a su marido -. "T-tenías razón... No tendría que habérselo dicho. Mark quedó prendado de ella..."

- S-sí... Estoy aquí... – dijo algo confuso. Empezaba a tener ganas de volver a recaer en su adicción, de volver a inyectarse algo para hacerlo olvidar... Pero tenía que ir a ver a Diane -. Voy... Voy para allá.

Colgó el teléfono, o, mejor dicho, lo tiró, haciéndolo añicos. Empezó a gritar como Begbie aquel famoso día en la habitación del hotel y a maldecir a todo el mundo. ¿No podría haberle caído un rayo al imbécil de Begbie? O a Sick Boy, pero de él ni siquiera sabía si seguía vivo. Cogió una pequeña maleta con unas pocas cosas y su iPod para escuchar algo. "Stockholm Syndrome" de MUSE resonaba en su cabeza y es que, parecía estar predeterminada. Iba a volver a la tierra de su raptora, que lo tuvo cautivo durante tanto tiempo. Aquella secuestradora tan común llamada droga.