Capítulo 1: "Otra blanca inmensidad"
DISCLAIMER: "Hey Arnold!" no me pertenece. Ella y todos sus personajes son propiedad de Craig Bartlett y Nickelodeon, excepto los que inventé para darle sentido a mi historia. Este fic no tiene fines de lucro.
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En el aire ya podía apreciarse el aroma a emoción. Desde níveas montañas de nieve, hasta transparencias de aguanieve acumulándose en pequeñas escarchas cristalinas. Diferentes postales quedaban retratadas a diario: La gente, que protegiéndose del intenso frío, salía por las calles en busca de abundante cantidad de madera buena, para encender fogatas. Y, como es usual, varios niños atrincherados detrás de algún -improvisado- refugio o valla, esquivando las bolas de nieve que eran arrojadas por otros niños. Algún que otro vecino amable, ofreciendo una gran taza de chocolate hirviendo, a cambio de una sonrisa desinteresada.
Y allí, estaba ella, viéndose reflejada en cualquier jovencita que estuviera jugando con la nieve. En toda chica abrigada, armando con delicadeza un muñeco de nieve, como ella solía hacer en estas épocas; solo que ella, al hacerlo, elaboraba una réplica exacta del objeto de su más preciado afecto: un muñeco cabeza de balón, al que seguramente acabaría decapitando en una férrea convicción de ser aquel secreto, a la vez, su más grande tormento. Tantas cosas habían cambiado desde ese entonces... Quién hubiese dicho que ya llevaría casi tres años de relación junto a Arnold, actualmente y que en esa oportunidad la vida de ambos dio un giro de ciento ochenta grados. ¿Alguien sería capaz de medir cuantitativamente la felicidad que la desborda hace tres navidades? ¿O la de él? Difícilmente. Entre caricias y arrumacos, los jóvenes se encontraban sentados en el pórtico de Helga, tomados de la mano.
—Tu mano me da más calor que el guante, ¿sabes?
—Lo he notado.
—No seas arrogante.
—Oye, no es mi culpa el ser tan cálido, Helga.
—Lo dices como si yo fuera un yeti.
—Sabes que no; tú haces que me derrita, mi reina. Helga se sonrojó ligeramente.
—Sabes que no me agradan las cursilerías, Arnoldo. —lanzó ella, soltándose del amarre y fingiendo seriedad.
—¿En serio? No me digas. —dijo el rubio con incredulidad.
—Tampoco tu sarcasmo. Sólo yo puedo usarlo.
—Pff, es un país libre. —espetó dándole un golpecito amistoso en el brazo—. ¿Y si hago esto? —Preguntó, acercándose peligrosamente a ella.
—Yo haría esto —Respondió Helga, besándolo primero. Unos segundos más tarde, por más emocionante que fuera el beso, Helga lo apartó suavemente, luchando con él para alejarlo—. Oye, ¿qué hora es?
—Las doces y treinta y cinco, ¿por qué? —respondió el rubio sobre sus labios todavía.
—¿No lo recuerdas? —interrogó ella—. Tu padre te pidió que lo ayudes a limpiar la acera.
—¡Oh, lo olvidé por completo!
—Sí, sí. Lo sé. Es complicado tratar de tener noción del tiempo, cuando pasas todo el rato junto a la hermosa Helga G. Pataki... —afirmó con vanidad.
—Es cierto. Pierdo toda idea de tiempo, Helga. —aseveró poniéndose de pie—. Pero sé que estás contenta de que me vaya, para ir al centro comercial con tu mamá. Ustedes aman eso.
—¿Bromeas? ¡Detesto ir de compras con Miriam! Sólo compra lo que Olga le dice. Yo no tengo ni voz, ni voto allí, queridito.
—Entonces, podrías acompañar a mi mamá. —sugirió Arnold.
—Preferiría mil veces, ir con ella.
—Sé que disfrutarán el paseo.
—Lo sé. Stella suele decir que soy como la hija que nunca tuvo. Adoro a tu madre, cabezón.
—A tu suegra, cariño... —Bromeó.
—Bien, pásame las coordenadas luego, Arnold. Me encantará ir con ella. Tenemos los mismos gustos. Además, podremos hablar de ti a tus espaldas. —Arnold le lanzó una mirada odiosa, fingiendo haberse ofendido—. ¡Oops!
—Nos vemos la noche, Helga. —dijo el rubio con falsa sequedad.
—¡Oye! ¿Y mi beso de despedida? ¡Oh, vamos! ¡Era una broma, tonto!
—Jaja, caíste. —Dijo regresando hacia ella.
—¿Ah, sí? ¡Ya no quiero tu beso, estúpido cabeza de balón!
—Yo creo que sí... —insistió él pícaramente.
—No. —Afirmó ella, cruzándose de brazos.
—Está bien, nos vemos. —concluyó encogiéndose de hombros, yéndose.
—Bien.
Arnold dio media vuelta y corrió hacia Helga, sorprendiéndola con el beso de despedida. Ella lo correspondió entre risas. Sí que era maravilloso estar con él. La Navidad renovaba ese espíritu de amor y felicidad en todos.
El chico con cabeza de balón caminaba por las calles hillwoodenses animadamente. Quizás estaba haciendo más frío del habitual, pero eso no le impedía sentirse plenamente feliz. En poco tiempo acabaría la secundaria; cumplirá tres años de noviazgo con una hermosa rubia que él amaba profundamente y lo más grandioso que había ocurrido en su vida: el regreso de sus padres y seguir junto a sus abuelos. La época festiva no hacía más que recordarle cuán agradecido a Dios por gozar de tanta dicha. Todavía atesoraba con vívidas imágenes aquella noche helada del apagón, cuando reunió toda su valentía posible y decidió declararle a Helga, algo más que un sentimiento de inocente amistad. Quizás en ese tiempo no la amaba como ahora, pero sin dudas la quería y mucho. Siempre supo lo especial que ella era y comprendió que la chica era su otra mitad.
—Papá, ya llegué. —dijo al entrar—. ¿Papá?
—¿Arnold? ¡Por aquí! —gritó su padre desde más adentro.
—¿Otra vez los fusibles?
—Algo así, campeón. Intento evitar que la energía de toda la casa colapse... Pero no sé si podré lograrlo... —continuó Miles, mientras arreglaba unos cables.
—Déjame ver, quizás juntos lo haremos más rápido.
—Gracias, Arnold. Luego limpiaremos la entrada. La nieve ya está haciendo imposible el caminar, ja.
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—Te lo digo, Nadine. Ha estado acechándome desde que terminamos.
—Permíteme entender algo, Rhonda. Ustedes no terminaron hace como... No sé, ¿un año y medio?
—¡Sí! Pero Curly claramente no ha logrado superarme.
—¿No tiene novia? —preguntó la rubia con cierto sarcasmo.
—¿Qué tiene eso que ver? Te lo digo, él no me olvida. No sé cuándo seguirá adelante. —Me pregunto si es solo Curly quien no sigue adelante... —dijo como para sí.
—¿Cómo? ¡Nada de eso, Nadine! ¿No te he contado del chico...?
—¿Sobre Nicholas? Sí, como un millón de veces, Rhonda. —Respondió con hastío—. Tú siempre me hablas de este chico, de aquél y del otro, pero ¡siempre acabas fijándote en lo que Curly está haciendo! —Rhonda cambió su expresión a una de enojo—. Lo que digo es, ¿por qué no solucionas lo que sientes por él, amiga?
—Yo no siento nada por Curly, Nadine. No sé de dónde sacas semejante cosa. —aseguró con desafiante convicción la pelinegra.
—Claro... —asintió Nadine rodando los ojos.
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Al día siguiente, en la escuela, el Sr. Simmons tenía un importante anuncio para todos. Bueno, en realidad dos, si lo analizamos mejor. Él se había comprometido hacía dos años con su novia, Celine. Ella era profesora de intercambio y se conocieron en un viaje en el que Simmons había participado y desde entonces, se habían hecho inseparables.
—Chicos, buen día. Perdón por la tardanza. —se disculpó al llegar—. Sé que nos queda poco tiempo juntos y que están muy ocupados organizando el baile de graduación, pero tengo dos cosas muy importantes que anunciarles.
—¿Qué podrá ser? —se preguntó Lila.
—Bien, la primera de ella, es que iremos a visitar a unos viejos amigos.
—¿"Viejos amigos"? —dudó Stinky.
—¿De qué habla, Simmons?
—¡Iremos de visita al hogar, Harold!
—¡¿En serio?! —exclamaron todos con notoria emoción.
—¡Sí! Será dentro de dos semanas. Mientras tanto, organizaremos una colecta solidaria y una rifa, con juegos, pasteles y demás. ¿No es grandioso?
—¡Sí! ¡Volveremos a verlos! —se emocionó Lila.
—¿Cuál es la otra noticia, Sr. Simmons?
—Bien, Gerald, esta sí es personal, y quería contársela a ustedes antes que a nadie. Creo que ya saben cuán especiales son todos y cada uno de ustedes para mí, y es por eso que quiero anunciarles que... ¡Celine y yo vamos a casarnos!
—¡Ohhh...! —corearon con ternura las chicas—. ¡Sr. Simmons, felicidades! ¡Qué alegría, qué gran noticia!
—Muchas gracias, chicos. Estamos muy felices.
—¡¿Habrá pastel?! —interrogó Harold.
—¿Pastel? Tú no comprendes, chico rosa.
—Oh, cállate, Helga. —le ordenó éste.
—Pff.
—Chicos, no peleen. Claro que habrá pastel. —respondió alegre el profesor.
—Felicidades, Sr. Simmons.
—Gracias, Arnold. Quiero pedirte un favor muy especial. A ti y a Helga, en realidad.
—¿A nosotros? ¿De qué se trata?
—Quiero pedirles, que sean los padrinos y dama de honor de nuestra boda.
—¡Cielos, Sr. Simmons! ¡Qué honor! Muchas gracias.
—De nada, Arnold. Si de mí dependiera, todos lo serían. Celine y yo los conocemos a ambos y coincidimos en la elección.
—Muchas gracias por la confianza. ¿Se lo dirá usted o...?
—Se lo diré más tarde. Guárdame el secretillo.
—Está bien. Así será, Sr. Simmons. También me alegra mucho volver al hogar. Hace poco, recibí una carta de Axel. ¿Lo recuerda?
—¡Claro! ¡Cómo olvidarlo! Bien, Arnold, debo seguir con la clase.
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Helga había conseguido un empleo de medio tiempo en una juguetería. Era algo de pocas horas, y ella se encargaba de envolver los obsequios de los enloquecidos clientes absorbidos por la fiebre pre-navideña. No era la gran paga, pero le servía para ahorrar para cosas como su vestido de graduación y quizás, para solventar algún tipo de gasto universitario futuro. Helga era una chica muy ordenada y responsable, tal vez contagiada de Arnold. Recibió un mensaje en el que Rhonda se tomaba la atribución de ir a buscarla a la salida del trabajo junto a las demás chicas, para debatir ciertas cuestiones inherentes al baile. Malditos sean los planes de Wellington Lloyd, se decía. Y ella, que tenía estipulado tomar alguna infusión con su chico, para cerrar de qué mejor forma, una jornada bastante extensa. Esta Navidad era claramente más ajetreada que la de hacía tres años atrás…
CONTINUARÁ…
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Queridos lectores: ¿Cómo les va? Espero que muy bien y que hayan pasado una hermosa Nochebuena y Navidad junto a sus seres queridos. Como prometí, aquí está el anexo o continuación de "Una Navidad de Cristal". Ojalá les guste. No es un capítulo largo, pero ya deja vislumbrar cuántas cosas han cambiado. Seguiremos viendo cómo avanza. No será un fic muy largo, ya que tengo que continuar con el de la jungla.
Saludos a todos, que pasen un MUY FELIZ AÑO NUEVO Y QUE EL 2014 LOS LLENE DE FELICIDAD, AMOR, PAZ, Y ÉXITOS EN LO QUE SE PROPONGAN.
Hasta la próxima,
MarHelga.
