Caballero del Pasado

¿Quién era ese hombre que, plantado frente a él con su reluciente armadura, le decía que venía a rescatarle? ¿Sería verdad que lo había invocado desde el pasado?

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Capítulo 1: un viaje tormentoso

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Gales, 1256

El joven duque caminaba preocupado por las almenas de su castillo, el rey estaba acusándolo de traición, pero ¿por qué? ¿En qué lo había traicionado? La situación era de lo más extraña, pues si se presentaba ante el rey estaría admitiendo que había alguna traición en su contra y si no lo hacía, aquello representaba en sí mismo un acto de traición ¿Qué hacer?

Bajó al patio central y se quedó de pie frente a la puerta de la capilla mirando uno de los ángeles pintados a mano en el vidrio del costado de la puerta, era hermoso, delicado, con unos ojos color lila que le revolvían el alma, claro que eso jamás se lo confesaría a nadie, su madre y su "futura" esposa parecían odiar esa imagen, pero no podían hacer nada en su contra porque había sido un regalo de un hombre santo.

Suspiró y empujó la puerta, su madre no era para nada una mujer devota, y sospechaba que su prometida tampoco lo era, jamás iban a orar a la capilla, aunque esperaba que lo hicieran en la soledad de sus alcobas, no comprendía cómo había sido que lo habían mandado a estudiar en un convento agustino si nada que tuviera que ver con Dios tenía cabida en su casa.

Se sentó en una banca frente al altar y dirigió su mirada hacia el Cristo colgado en la cruz, que le dirigió su mirada triste y agónica.

-Señor, os lo suplico, no dejéis que vuestro servidor caiga en manos de traidores, no dejéis que mi alma se pierda – se cubrió el rostro con las manos enguantadas – no dejéis que me vea defraudado.

Escuchó pasos y se volvió preocupado, alguien venía corriendo mientras lloraba suplicando su auxilio.

- ¿Quién sois? – le dijo y una neblina densa lo rodeó…

Duo estaba furioso sentado en la parte de atrás del vehículo. ¿No se suponía que este era un viaje de placer? Maldito el novio que se había buscado, ¿no pudo haberse encontrado alguien que no tuviera compromisos? Claro, el hombre era un excelente médico, pero había pasado tanto tiempo imbuido en su trabajo que, cuando quiso darse cuenta, había sido abandonado por su esposa y con una hija a la que criar.

Ciertamente él siempre había tenido una buena llegada con los niños, sus alumnos lo adoraban e incluso muchos de ellos lloraban cuando empezaban las vacaciones, pero aquella niña era odiosa en grado sumo, por muchos esfuerzos que él hiciera por conquistarla.

Y lo peor era que el padre la consentía y se creía a pies juntillas lo que la mocosa le decía, ella mentía descaradamente que él la maltrataba y le lloriqueaba, y él terminaba como el malo de la película, como villano y su novio se enojaba.

Pero más le enfurecía que el idiota estuviera ahora cobrándole no sólo su parte del viaje, sino también la mitad de la parte de su hija, aduciendo que él tenía una pequeña fortuna, que nada le costaba gastar en la niña que algún día sería su hija, pero él se preguntaba si realmente sería así algún día.

Ciertamente, había esperado una propuesta de matrimonio aquel día cuando lo invitó a aquel restaurante tan caro, pero sólo le había pedido que fuera estas vacaciones con él a Inglaterra, quizás estuvo contento en su momento, pero había arruinado todo cuando le dijo que su hija iba con ellos.

Suspiró cansado mirando el mapa y la campiña, era un idiota que se dejaba arrastrar por una ilusión, intentó crear una burbuja a su alrededor sobre este "romance", pero a ratos sentía que esto era completamente unilateral de su parte.

- Papá, dile a ese que no maltrate mis maletas nuevas – dijo la niña desde adelante.

"Ese" se dijo el trenzado furioso, guardando su temperamento quizás por enésima vez en ese viaje, siempre, desde que Traize se la presentó, lo había tratado con ese desprecio, jamás le llamaba por su nombre.

- Duo, quédate tranquilo allí atrás – le dijo el hombre en tono molesto.

Y este se mordió la respuesta, no quería arruinar sus posibilidades de matrimonio.

- En la siguiente entrada está el camino a la capilla que quieres visitar – le replicó en cambio con la voz más calmada que pudo conseguir, tratando de no dirigirle una mirada de odio a la mocosa que le hacía muecas burlonas por el espejo.

El vehículo torció a su derecha y se dirigieron por el camino de tierra hacia una capilla que alguna vez le perteneciera a un castillo.

La niña se agarró de la mano de su padre y ambos dejaron atrás al trenzado, como quien se olvida de un pobre sirviente.

Duo tomó aire, no debía dejarse amedrentar así, pero a veces se preguntaba si no debía hacer lo mismo que la anterior esposa de Traize, quizás no fuera tanta la culpa del trabajo, como este le había dicho, sino por la manera en que se comportaba con la chiquilla esa, porque Marimeia podía ser un auténtico karma en la vida de cualquier mujer o doncel que se acercara a su padre. ¿Sufriría del mal de Electra? Era una posibilidad, pero ello necesitaba tratamiento de un psicólogo y de seguro el padre pondría el grito en el cielo si tan solo se lo sugería.

Iba tan pensativo que no se fijó que la niña se había separado del padre y que estaba de pie junto a una tumba, con la mirada maliciosa y una sonrisa burlona.

- Nosotros sabemos tu secreto – le dijo ella.

- No te entiendo – le dijo confundido.

- Mi papá dijo que tú esperabas una propuesta de matrimonio cuando te ofreció el viaje – le dijo riéndose – y sé que esperabas un anillo de compromiso cuando viste la nota del joyero – añadió con la misma burla – pero no era para eso – le mostró su muñeca – me regaló esta linda pulsera.

Duo apretó los labios, ¿el maldito lo había hecho pagar una pulsera que costaba la mitad de su sueldo como maestro para una niña caprichosa que ni siquiera se merecía un regalo así?

- Tú nunca te vas a casar con mi papá – prosiguió ella – no eres rival para mí, como tampoco lo fue mi madre – le dijo burlona y trató de correr al ver que se enojaba, pero tropezó con una tumba y se cayó – ¡Papá, él me golpeó! – le dijo a Traize al ver que venía hacia ellos.

- ¿Cómo te atreves a golpear a una niña indefensa? – le dijo el hombre furioso – no sabes tratar a los niños ¿y te dices maestro? – le espetó.

Duo no fue capaz de responderle, estaba dolido y furioso, jamás preguntaba por su versión de los hechos, nunca le dejaba justificarse, nunca su opinión contaba ¿en serio quería a este hombre por esposo? Pero antes que tuviera una respuesta en sus labios, se vio solo en el cementerio, el hombre había tomado a su hija y se había largado.

Duo se dejó caer de rodillas en la tumba, del vehículo había sacado sólo su chaqueta. Se palpó los bolsillos y encontró sus documentos, pero entre ellos no estaban sus tarjetas de crédito, ¿en qué momento Marimeia las había tomado? Porque solo ella pudo haber tenido acceso a sacarlas. Suspiró, al menos sabía que no podría hacer uso de ellas porque se activaban con sus huellas digitales. Pero tampoco tenía efectivo.

Se levantó y caminó hacia la capilla ¿qué hacía? Si mal no recordaba, habían viajado hasta este pueblito casi dos horas en vehículo, así que no pensar en volver a pie. Tampoco podía buscar alojamiento ¿con qué pagaba? No podía poner una denuncia por robo si quería que Traize le pidiera matrimonio…

¿Por qué era tan idiota? Nunca podía escoger el hombre correcto, primero había escogido a Solo y este había resultado ser un drogadicto que sólo buscaba quién le diera dinero para pagar sus drogas, y que cuando quiso ayudarlo a salir de ese mundo, lo golpeó dejándolo casi muerto, le robó todo lo que pudo y después huyó. Si no hubiese sido por su hermana Noim, quizás hubiese muerto. Luego había sido "Odin", que nunca le supo el nombre real, que era un embaucador estafador, que era buscado en cinco estados por diversos delitos económicos y fraudes al fisco que lo tendrían preso por al menos quince años. Y luego había sido…

Y comenzó a llorar desalentado, había pasado por tantos agravios desde que comenzó a buscar pareja, quería un esposo, no un lastre, quería alguien a quien querer y que lo quisiera ¿era mucho pedir?

Levantó la mirada triste hacia el Cristo colgado en la cruz, que le dirigió su mirada triste y agónica.

- Sé que no he sido un buen cristiano, Señor, pero te lo ruego, ayúdame a encontrar una respuesta y una salida a todo esto – le dijo mientras las lágrimas caían como riachuelos por su rostro.

De repente, sintió un ruido violento venir desde la puerta de la capilla y una jauría de perros furiosos entró a tropel y se abalanzó sobre él gruñendo y mostrando sus enormes colmillos de forma amenazadora mientras una densa neblina se adentraba en el lugar. Aterrorizado, se puso en pie y echó a correr pidiendo auxilio, sin dase cuenta que en el lugar había ocurrido un cambio.

- ¿Quién sois? – volvió a insistir ante aquella extraña criatura que corría hacia él mientras se ponía de pie y sacaba su espada. Entonces vio los perros salvajes y se dispuso a defenderla con su espada, pero la niebla los cubrió, así que envolvió a la muchacha con su capa y rogó porque su armadura fuera capaz de protegerlos del ataque de los colmillos.

Un ruido violento seguido por un fuerte remezón pareció ahuyentar a los animales, pero una densa nube de polvo los hizo toser a ambos.

- ¿Estáis bien? – le dijo a la persona entre sus brazos y se le fue el aire cuando le vio la cara ¡Era el ángel del vitral!

- Si, gracias – le dijo con una voz masculina pero llorosa – por ahora.

- ¿Sois varón? – dijo asombrado y molesto.

- Entre sí y no – suspiró limpiándose las lágrimas con la manga de su chaqueta – soy un doncel.

El hombre lo miró preocupado, había escuchado que existían, pero jamás había esperado toparse con uno de ellos en su propio castillo, puesto que ellos eran educados para estar en la corte de los grandes reyes… ¿Sería ese el motivo por el cual lo acusaban de traidor? ¿En sus tierras había oculto uno de ellos?

- Lo siento, no pretendía molestarlo en su oración – dijo volviendo a sentarse en un destartalado banco – ni siquiera sabía que había alguien más aquí.

El hombre de la armadura miraba todo a su alrededor asombrado ¿Qué había pasado aquí? Su capilla, apenas unos momentos antes estaba en perfectas condiciones y ahora todo estaba casi en ruinas.

- ¿Qué ha sucedido aquí? – le dijo.

- Esta capilla, por lo que leí, tiene como mil años – le dijo el trenzado y finalmente fijó su mirada en el hombre que lo había protegido – Perdón, ni siquiera me he presentado, soy Dúo Maxwell.

- Heero Yuy – le dijo mirando su mano extendida y la tomó llevándosela a los labios – os parecéis mucho al ángel del vitral – le mostró el vidrio ahora cubierto de polvo.

- Gracias – le dijo sonrojándose mientras recobraba su mano, le parecía un poco cursi que le dijera que se parecía a un ángel, pero jamás nadie le había hecho un piropo así.

- ¿Decis que la capilla tiene mil años? – le dijo volteado su mirada hacia él y el trenzado notó que sus ojos eran azules, no negros como había pensado inicialmente. Tenía el pelo castaño oscuro y la piel bronceada, la barba un tanto crecida pero pulcramente peinada, de nariz delgada y pómulos marcados. Era alto, tal vez midiera un metro ochenta o más, de complexión atlética y anchos hombros, de brazos y piernas largas y fuertes – pero si fue construida en el año 1015 de nuestro Señor.

Y Duo, que miraba embobado la belleza del hombre, se percató de la manera extraña que hablaba, si bien los británicos hablaban un lenguaje similar al suyo, también era diferente, pero Heero hablaba de una manera antigua.

- Bueno, entonces es verdad – le sonrió – estamos en 2017 después de todo.

- No le veo la gracia a vuestra broma, señora – le dijo cruzándose de brazos.

- No soy señora, soy doncel y recibo el trato de varón – le replicó molesto.

- Pues lo siento, sir – le replicó, pero se notaba que no lo sentía – pero parecéis una dama en apuros.

Y Duo tuvo que admitir que era cierto, abandonado y perseguido por perros salvajes ¿Qué otra desgracia le iba a pasar esta noche? ¿Dormir en una capilla abandonada? Y sin pensarlo siquiera, volvió a ponerse a llorar.

- ¿Qué os sucede? – le dijo agachándose a su lado haciendo ruido con la armadura.

- Fui abandonado por el que esperaba fuese mi marido y su hija – le dijo finalmente – no tengo dónde quedarme ni dinero para buscar un hospedaje, me persiguieron esos perros salvajes y no tengo cómo regresar a mi casa.

- Si queréis, puedo ofreceros mi auxilio, sir – le presentó su espada – pero no lloréis, dicen que los ángeles no deben llorar o atraerán desgracias – le acarició el rostro con la mano enguantada.

- No soy un ángel – le dijo sonrojándose de nuevo ante su contacto – y se lo agradezco, pero sería sólo una molestia para usted…

- Si un caballero siente que la presencia de un doncel es una molestia, debería atarse una piedra de molino al cuello y lanzarse a lo más profundo del Támesis – le aseguró.

- Gracias, sí que sabe levantarle la moral a alguien – sonrió.

- Las sonrisas le hacen más favor a vuestro rostro que las lágrimas – le aseguró – y yo no suelo mentir, sir.

- Se está haciendo de noche – le dijo tratando de desviarle el tema.

- No estáis acostumbrado a que os digan la verdad, sir – le aseguró – no os habéis encontrado con el hombre correcto – le tomó la mano y la puso en su brazo – vestís de una forma extraña, aunque sois muy hermoso.

- ¿Eh? – le dijo asombrado y se miró las ropas. Vestía un sencillo pantalón de pana, una polera de manga larga y la chaqueta de gamuza café – no creo.

Heero se detuvo asombrado al ver todo lo que había pasado fuera de la capilla ¡Su castillo estaba en ruinas! ¿Habría sido tomado por asalto? No, parecía que estaba así a causa del paso de los siglos. Caminó un poco más, soltando a Duo, y se quedó de una pieza ¿Dónde diablos estaba?

- ¿Le pasa algo? – le dijo el trenzado preocupado.

- Realmente han pasado mil años – murmuró y lo siguió rumbo al cementerio, deteniéndose junto a una estatua – ¿Por qué estoy aquí?

Duo lo miraba extrañado, la estatua y el hombre eran idénticos, así que se acercó un poco más y miró el nombre a los pies de aquella "Heero Yuy, Duque de Ambrosia, Conde de Meridian, Señor de Benice, nacido el 1230 y fallecido el 1256 por causas desconocidas".

- La familia se quedó sin descendencia – dijo el caballero – sin hijos que heredaran, todo se volvió propiedad del rey, un rey que ni siquiera se merecía el título de tal, al que sólo le interesaba el poder y no el bien de su gente. Y como no le interesaba, dejó que la fortuna de mi familia se perdiera, los títulos y las propiedades se añejaran y cayeran en el olvido – volvió su mirada llena de tristeza y amargura hacia el trenzado – estoy tan desamparado como vos, sir.

Duo movió la cabeza sin comprender sus palabras.

- Este hombre era yo – le mostró la estatua – pero ya no, he sido tomado de mi tiempo y enviado a serviros, así que vos decidiréis mi futuro.

Duo lo miró, el hombre debía de estar desvariando, ¿cómo iba a ser un hombre que había vivido ocho siglos atrás? Claro que era igualito, pero ello sólo podía ser una coincidencia, seguramente le había pasado algo y se creía a pies juntillas que era el personaje que estaba representando.

"Mal rayo me parta, nunca puedo encontrar un hombre que esté verdaderamente en sus cabales, por muy dulce y amable que este sea" pensó, pero no tenía corazón para dejarlo abandonado, parecía tan extraviado como él, así que le tendió la mano y se decidió a ayudarlo, después de todo ¿qué daño le podría hacer ayudarlo? Al menos con él estaría seguro.

- De acuerdo, le ayudaré, pero no tengo dinero…

- Esto tal vez os sirva, sir – le dijo entregándole una bolsa.

Duo sacó una moneda y la observó un momento, ese dinero era muy antiguo, pero muy bien tratado, si era original, debía tener una fortuna en aquella bolsa.

- Venga, vamos a buscar donde nos cambien este dinero – le dijo tomándose de su mano.

Heero suspiró mirando una última vez la que parecía ser su propia tumba y se dejó guiar por el trenzado de hablar extraño.

El anticuario del pueblo miraba con ojo clínico cada moneda que Duo le había entregado, este lo miraba preocupado, como esperando que le dijera que eran falsas, pero el hombre había mirado a Heero y se había puesto a revisar su armadura.

- ¿Pasa algo malo? – dijo finalmente, cansado del silencio del hombre.

- ¿Quién forjo su armadura? – dijo el hombre mayor mirando a Heero.

- Ambrose Longstrain – le dijo – la forjó antes que los enviaran a las cruzadas.

- Esa armadura vale toda una fortuna – dijo el hombre – algo así como un millón de libras esterlinas, por lo bajo – le informó a Duo – o tal vez mucho más, si tiene la marca del herrero.

- Por supuesto que la tiene – le dijo Heero molesto, descolgando su capa mostró la marca del herrero en su hombro – yo casi nunca miento.

- ¿Y las armas son del mismo herrero?

- Sí.

Duo lo miró asombrado, ahora recordaba al famoso herrero, decían que había sido el forjador de las espadas mejor templadas de Europa, que podían rivalizar fácilmente con las afiladas espadas toledanas.

- Les puedo cambiar unas cuantas monedas, pero para lo demás, tendría que buscarles un comprador, aunque creo que había muchos interesados – dijo pensativo – incluso para la capa.

- Fue un regalo traído de oriente, creo que es seda de Siam o algo así – le aseguró el castaño.

- Vamos, antes que lo termine comprando a usted – le dijo el trenzado molesto.

- Ah, pero yo valgo mucho más que estas cosas – le replicó divertido – pero me vendería a vos, sir, por unos cuantos besos vuestros.

- ¡Heero! – le reclamó sonrojándose violentamente, pero este se reía en silencio.

Caminaron por la calle y Heero lo detuvo bruscamente.

- ¿Qué es ese animal que viene a toda velocidad?

- ¿Animal? – dijo volviendo la mirada hacia donde Heero señalaba y sonrió divertido – es un vehículo.

- ¿Y los caballos? ¿Cómo es que se mueve?

- Difícil de explicar – le dijo – no sé mucho de la mecánica que los hace funcionar, sólo soy maestro de primaria.

- Mm, seguro hay muchas otras cosas que no me podréis explicar, como el por qué nos miran como si fuésemos de otro mundo.

- Es tu forma de vestir – le dijo finalmente – tu armadura es la que llama la atención.

- ¿Debería vestir como vos? ¿No son ropajes propios de vuestra estirpe?

"Este tipo está loco" se recordó rodando los ojos "cree que pertenece al siglo XIII, por eso dice esas estupideces", trató de controlarse.

- Aquí ya no se hacen estas diferencias, las ropas son para quien pueda pagarlas, no importa si eres hombre, mujer o doncel – le explicó como si fuera un niño pequeño.

- Entonces, deberéis enseñarme a vestir – le dijo.

Duo suspiró molesto, realmente se preguntaba cuándo iba a dejar de encontrarse con tipos tan raros en su vida. Miró a su alrededor y vio un hostal que ofrecía, fuera de la habitación con baño privado, el desayuno.

- Allí nos podemos alojar – le dijo cogiéndolo de la mano y cruzaron la calle.

Duo miró molesto a Heero, este actuaba delante de la tendedera como si fuera su marido, tomaba las decisiones, pero siempre se volteaba hacia él para consultar si estaba de acuerdo.

- Maldito – gruñó para sí – me cede la última palabra para no quedar por el mandón que auténticamente es.

- Ángel – y él le replicó con una mirada torva que no hizo más que hacerlo sonreír – Sally nos dice que sólo le queda una habitación doble con baño privado ¿te parece bien? Duo es quien ve las finanzas, soy un asco cuidando el dinero – le sonrió a la mujer como disculpando el hecho que fuera él quien llevase el dinero.

- Un buen hombre si confía en su pareja para que le lleve las finanzas – le dijo ella sonriendo – no muchos hombres lo hacen ¿No sabes si tiene un hermano mayor?

- No lo creo – suspiró – ¿Cuánto nos saldría estar aquí una semana? – Sally le dio la cifra, era bastante menos de lo que pensaba – ok, nos quedamos.

- ¿Nos muestra nuestra habitación? – intervino Heero tomando a Duo del brazo poniendo su mano en su codo. Este estaba seguro que sabía que le disgustaba el gesto, pero ni modo de rechazarlo, sería armar un escándalo por tan poco. Además, podía ver en las mujeres del lugar la envidia pintada claramente en sus ojos.

"Alguna vez que sea envidiado por algo, aunque sea por el hombre que te acompaña", le dijo una vocecita desde dentro de su cabeza y tuvo que estar de acuerdo.

Heero miraba todo asombrado, se había quitado la armadura con ayuda de Duo y éste le había indicado como usar el baño, pero ¿qué era eso de tomar una ducha? ¿De dónde venía el agua que había visto que Duo sacaba de lo que llamó lavabo?

- Creo que deseo despertar de esta pesadilla – se dijo mirándose al espejo.

- ¿Pasa algo malo, Heero? – le dijo Duo entrado de nuevo en el baño – si quieres, en vez de una ducha, puedes tomar un baño de tina – de repente Duo recordó que Heero era, no, pretendía ser, un hombre del siglo XIII, por lo que no sabía cómo se usaban las llaves de agua ni el inodoro. Suspiró y abrió las llaves del agua caliente – así funciona – le dijo volviéndose hacia él y vio como sus ojos brillaban maravillados mientras metía la mano bajo el chorro – cuidado, te puedes quemar.

- Et hoc videtur magicae – murmuró en voz baja.

- No es magia, es sólo agua que pasa por una cañería y se calienta en una máquina – le explicó.

- ¿Qué es una cañería? ¿Cómo pasa el agua por ella?

- ¿Ves este tubo de metal? – él asintió – eso es una cañería, el agua es impulsada por una máquina dentro de él y corre cuando abrimos el grifo – le mostró – el que tiene el color azul es de agua fría y el que tiene el rojo, es el de agua caliente.

- ¿Sabéis? Me estáis tratando como si fuese idiota – le dijo cruzándose de brazos – pero no es que lo sea, vuestro mundo es muy diferente al mío – señaló los artefactos – dentro de la casa no había más agua de la que traíamos en cubetas y solo se usaba para cocinar.

- ¿Acaso no se bañaban? – le dijo sorprendido.

- Era cansador extraer agua suficiente para llenar una tina – le dijo tocando el artefacto – mucho más calentarla. Además, muchos dicen que si uno hace uso de mucha agua caliente, le pueden entrar los demonios en la piel.

- Patrañas – dijo el trenzado – no se te puede meter algo en la piel con el agua caliente, esta los mata – le dijo y vio que Heero se quitaba la camisa – oye, no te desvistas delante de mí.

- Dijisteis que aquí no había diferencias entre mujeres, hombres y donceles – le dijo fingiendo inocencia – así que ¿cuál es el problema que me veáis desnudo? No tengo nada que otro hombre no tenga.

- Eres insoportable – le dijo dejándolo solo en el baño mientras el otro se reía en voz baja.

Se sentó en la cama mirando el pijama que Sally le había conseguido, era bastante sencillo y de algodón, seguramente no era para levantar pasiones precisamente. Pero ¿Por qué pensaba en despertar pasiones?

"Porque el hombre que está desnudo y bañándose en el baño, está más bueno que el pan", le dijo la misma vocecita interior que antes lo llevara a ver con curiosidad la armadura que estaba sobre el escritorio "porque el puro ver su pecho musculoso te despertó los instintos como nunca lo hizo el idiota que te abandonó".

- No, no puedo enamorarme de él – se dijo moviendo la cabeza – ¡no puedo!

Heero suspiró de placer al meterse al agua, vaya que era una delicia bañarse en agua caliente ¿se sentirían así todas las personas? Aunque habría sido una delicia mejor si Duo hubiese querido meterse con él.

Cerró los ojos disfrutando el momento, preguntándose qué habría sido de los suyos ¿lo habría encontrado culpable el rey si no hubiese desaparecido? Seguramente sí, mucho había oído murmurar que el rey era cualquier cosa, menos justo. Y cómo no iba a estar asustado, cuando no era más que un usurpador que había mandado matar a sus sobrinos para quedarse con el trono, y había otros que tenían más derecho a llevar la corona.

Suspiró cancinamente, no sacaba nada con pensar en el pasado, seguramente no siquiera podría regresar al pasado, menos si no sabía por qué estaba allí. Pero si sabía que el doncel que estaba en el dormitorio era la causa, aunque tenía la convicción de que no le creía que venia del pasado.

- Siempre hay maneras de probar que soy quien digo ser – dijo enderezándose en la tina para salir de ella. Tomó la tela ¿toalla? Así la llamó el trenzado, era muy esponjosa, y la pasó por la piel secando su cuerpo. Envolvió sus caderas en ellas y salió hacia la habitación.

Duo dormía en una de las camas y, junto a las almohadas de la otra, había unas extrañas ropas. Las tomó intrigado y trató de ponérsela. La camisa no era nada de complicada, pero la otra prenda ¿cómo se usaba? Estuvo a punto de preguntarle a Duo, pero se abstuvo de despertarlo, debía empezar a descubrir las cosas por si mismo, el doncel no volvería a tratarlo como idiota.

- Si esto es una camisa, lo otro será para la parte de abajo del cuerpo – dijo en voz baja e hizo el intento de ponerlo por abajo, metió la pierna en un lado y la otra en la otra funda y se sintió complacido de haberlo conseguido – bien, ahora, a la cama – se metió entre las ropas y suspiró complacido, nunca había estado tan cómodo y calientito…

Duo se despertó sobresaltado, un ruido violento se había escuchado en la habitación. Se volvió y encendió la luz junto a su cabecera. De pie, junto la puerta, estaba Heero con su daga en el cuello de un muchachito de forma amenazadora.

- ¿Qué sucede? – dijo preocupado.

- Intentaba robarnos, sir – le dijo este con la mirada fiera haciendo que este soltara las monedas de oro que había sacado de la bolsa.

- Pero eso no es motivo para que lo mates – le dijo intentando que Heero soltara al muchachito, que tenía los ojos arrasados de lágrimas – libéralo, por favor, no lo hará nunca más ¿verdad?

- Sólo porque me lo pedís, pero si os vuelvo a pillar robando, os corto las manos – le dijo liberándolo.

- No tienes que ser tan salvaje, Heero, sólo es un niño – le dijo abrazando al niño que lloraba asustado – venga, vete antes que este loco cambie de opinión – le sonrió alentadoramente y lo dejó salir de la habitación.

El chico, ni corto no perezoso, se escabulló de la habitación corriendo.

- Sois demasiado blando, sir – le dijo Heero molesto – si es capaz de robar, más tarde será capaz de otras cosas.

- Creo que, con el susto que le diste, se lo pensará dos veces antes de volver a intentarlo – miró las monedas que Heero recogía del suelo – además, no se llevó nada ¿verdad?

- No, pero porque me despertó, tiene suerte que estuviera medio despierto y lejos de mi espada, que se cayó cuando le di caza, eso debe haberos despertado.

- Eres un salvaje – le dijo estremeciéndose ante la idea de lo que pudo haber sucedido si no lo hubiese despertado el ruido – no puedes andar matando así porque sí.

- Vuestro mundo debe estar lleno de ladrones, sir – le dijo volviendo a acostarse – aún es de noche, y debéis descansar para que me mostréis vuestro mundo – miró la lámpara junto a la cabecera de Duo – es demasiado extraño para mí.

- Me imagino que si – le dijo apagando la luz y rogando porque no ocurriera nada extraño en lo que quedaba de noche, o Heero le iba a sacar verdaderas canas verdes, de esas que ninguno de sus estudiantes había conseguido sacarle hasta ahora…

Continuará…

Sé que tengo otras historias pendientes, pero esta quiso salir hoy y es un regalo para una amiga que está de cumpleaños.

Está basada en la novela "El caballero de la brillante armadura", pero sólo pequeñas pinceladas, porque Heero no calza totalmente en el caballero ni Duo calza con la heroína, pero el tema me pareció interesante, y pues, bueno, aquí está el capítulo inicial.

Shio Zhang y Wing Zero.