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¡Hola! .o./ Aunque este fic este completo en realidad se va a convertir en mi depósito de One Shots Jerza en Universo Alterno―Solo Jerza― a diferencia de Fluff Pills, en donde los OS no superan las 2.5K de palabras, acá no habrá límites y el rated variará desde K hasta M. Básicamente lo que me plazca escribir. xD Está etiquetado como romance, pero el segundo género, junto con el rated de cada cap lo pondré en cada cap.

También es posible que algunas ideas que vosotras me halláis dado en los reviews las termine escribiendo por acá cuando simplemente se me antoje escribir algo random. xD Por ejemplo, hoy tenía ganas de tomar un café mocha y terminé escribiendo por no poder concretar el antojo. U-U

En fin, que lo disfruten. NwN/

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Disclaimer: Fairy Tail pertenece a Hiro Mashima. La historia empalagosa es mía.


Referencias de Lectura:

Diálogo.

«Pensamientos»

Narración.


Apostilla:

Rated: K+

Género: Romance | Humor.

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] I [

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Será ―

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No podía evitar quedársele viendo.

La joven de una interesante cabellera color escarlata parecía analizar cada uno de los snacks de la máquina de golosinas. Era la primera vez que él la veía en el gimnasio pero estaba bastante seguro de que ella no era cliente regular.

Ya la habría visto de ser de esa manera.

Además, estaba el hecho de que nadie en su sano juicio iría al gimnasio en un vestido tan elegante como el que usaba ella, ni mucho menos en tacones. Jellal puso los ojos en blanco al ver que un tipo se colocó detrás de la mujer en aptitud de macho alfa.

Mal movimiento.

Jellal dejó la máquina de pesas y se encaminó con disimulo a la entrada del gimnasio en donde se encontraba la mujer, no era la primera vez que ese tipo se quería propasar con una de la tantas mujeres que llegaban a entrenar y no era nada grato verlo en acción, mucho menos para la victima de turno.

Mi vestimenta no le debe de importar a nadie más que a mí ―escuchó la voz firme de la joven quien se había cruzado de brazos bajo el pecho luego de que ese hombre musculoso se inclinase a susurrarle algo al oído―. Y sí vuelve a invadir mi espacio personal no respondo de mis actos.

Jellal elevó las cejas sorprendido.

Vienes a un gimnasio mostrando todas las curvas y te haces la inocente ―el hombre intentó tocarle un mechón de cabello que caía por el hombro de la mujer pero ella dio un paso atrás―. Vamos no seas tímida…

Se lo advertiré una última vez… ―Jellal apuró el paso en cuanto vio que el tipejo dio un paso hacia adelante con una sonrisa engreída en el rostro.

Vamos, nena, sé que tu… ¡AGHSG! Maldi… ¡AGHHHAAY! ―el quejido del hombre hizo voltear a todos los que estaban en ese piso del gimnasio, todos miraron incrédulos al hombre que se sujetaba la entrepierna y se revolcaba en el piso.

Y si quieres saber para qué sirven estos tacones ―la fiera mujer colocó el filo de uno en el costado del hombre y apretó hasta oírlo chillar―, pues te lo muestro.

¡AGHHHAY AGHS! Lo siento… Yo… ¡AGHHHH AGHS!

Bien ―la mujer volvió a cruzarse de brazos―. ¿Juras no volver a irrumpir en el espacio personal de una persona sin su consentimiento?

¡AGGHSHHHSAGHS! ―chilló cuando ella apretó de nuevo el tacón en su costilla―. ¡LO JURO! ¡POR MI MADRE! ¡LO JURO!

Fingiré que te creo ―asintió con la cabeza y con voz autoritaria dio el ultimátum―. Ahora fuera de mi vista ―El hombre no tardó en arrastrarse hacia el área de duchas.

Jellal observó divertido la sonrisa burlona de ella al acomodarse el flequillo.

¿Se encuentra bien? ―le habló al acercarse a ella, pero, obviamente manteniendo su buen espacio personal, no quería terminar como aquel hombre.

Hmmm ―la mujer se volteó a él y frunció el ceño― ¿no me diga que va a venir a jugar la carta de salvador?

Jellal se sorprendió de la respuesta pero luego solo sonrió divertido.

Usted anuló esa carta en el momento en que su rodilla golpeó la entrepierna de ese hombre para luego lanzarlo por sobre su hombro. Un movimiento perfecto de judo, he de decir.

¿Así que cambió a la carta aduladora? ―subió una ceja irónica―. ¿Qué sigue? ¿Se disculpará en nombre de todos los hombres para conseguir mi nombre?

¿Su nombre? ―Jellal fingió sorpresa pero decidió no recular ante el reto que esa mujer le imponía―. Ese lo conseguiré más fácil si le doy mi móvil y usted misma lo escribe junto a su número de teléfono ―la sonrisa traviesa de él no solo hizo ver el misterioso tatuaje en el rostro del hombre más atractivo, sino que también la hizo darse cuenta del adorable hoyuelo del que era dueño ese hombre de dulces y traviesos ojos color miel―. ¿Jugará usted ahora la carta del silencio?

La mujer ahogó un sonrojo.

Para la joven no era justo que el hombre frente a ella no solo fuese fastidiosamente atractivo sino que además tuviese una capacidad de respuesta sarcástica veloz.

Eso era malo para su corazón.

O al menos para las hormonas.

Es usted bastante directo ―fingió un bufido y se acomodó un mechón de cabello tras la oreja―. Sin embargo yo también lo estoy y no estoy interesada.

¿No? ―le cuestionó con un hoyuelo aún más pronunciado debido a su sonrisa más divertida― ¿Segura?

N-no… ―repitió de nuevo la mujer quien se volteó a apretar un botón de la máquina de snacks para dejar de observar su atrayente rostro―. No lo estoy ―Jellal no falló en ver que de entre todas las golosinas disponibles ella había escogido la más azucarada de todas, y ese contraste entre su personalidad autoritaria y poderosa y su gusto por algo tan dulce le agradó mucho.

Pero, él sabía cuándo retirarse.

Pues bien ―Jellal dejó salir un suspiro de derrota―. Lo intenté. Me alegra que esté bien, que tenga una hermosa noche, señorita ―y sin decir más se volvió al área de máquinas.

Erza se volteó con la sorpresa impregnada en el rostro, y mientras veía al hombre caminar lejos de ella se cuestionó si no había sido demasiado cortante, cierto que no había tenido un gran día, que un tipo la nalgueó al cruzar una calle y cuando por fin pudo conseguir su primer dulce del día luego de una tarde llena de problemas otro idiota intentó lo mismo, pero, al final no era justo como se había desquitado con ese hombre de azul cabellera solo por el hecho de pertenecer al género de genitales colgantes.

No, no había sido justo.

Pero no podía hacer más que observar como esa trabajada espalda que la camisa blanca y sudada permitía detallar a la perfección se alejaba de ella.

Y definitivamente no solo la espalda de él estaba bien ejercitada.

Bueno, como le decía su abuela:

Lo que fue, fue, lo que será, será…

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] ° J & E ° [

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Por cuarta vez rellenó la cafetera.

Aunque la tarde post almuerzo nunca era muy movida, siempre habían clientes que atender antes de que el caos de personas llegara a la hora del café para la cual apenas faltaba poco menos de media hora, por eso Erza se aseguraba de que la cafetera siempre estuviese lista para preparar el mejor café de Fiore que acompañarían a los mejores postres del continente.

O al menos eso decían sus clientes frecuentes.

Erza suspiró con una sonrisa, las ventas en la cafetería iban mejor de lo que esperaba y aunque aún era un pequeño local, se había hecho fama desde que había abierto hacía casi un mes, la mujer de rojiza cabellera pasó el trapo seco de nuevo por el metal del artefacto para quitar una pequeña mancha mientras un cliente entraba, a ella le encantaba ver todo en perfecto orden y por so a veces tenía pequeñas riñas con su asistente de pastelería Minerva.

Nada que no solucionase con un poco de autoridad.

Sabía que esa cabellera se me hacía conocida ―la voz que se le acusó conocida la hizo voltear con una sonrisa, sin embargo esa sonrisa cambió a una expresión de asombro cuando observó al sonriente hombre de cabello azul frente a ella―. No hay manera de que confunda ese tono.

Erza parpadeó de nuevo mientras el hombre observaba genuinamente interesado el menú de cafés en la pizarra, para ser sincera con ella misma, de verdad había deseado verlo de nuevo un par de veces desde su primer encuentro, pero sin duda nunca creyó que pasaría.

Pero ahí estaba él.

Y, aunque no llevaba su camiseta sudada para exhibir su ejercitado cuerpo, no pudo evitar admitir para sí misma que se veía aún mejor que ese día, ese abrigo largo que portaba sobre un traje azul marino se le veía absurdamente perfecto con su altura, hombros y espalda ancha.

O, y el bendito hoyuelo.

Sí, ese también estaba.

Un café mocha, por favor ―Erza parpadeó de nuevo al escucharlo pedir―. Pero puedo esperar a que deje de verme para que me atienda ―le cerró un ojo travieso y Erza sintió su cara arder.

¡Y-yo no lo estaba viendo!

¿No? ―le miró con falsa incredulidad―. Estuve a punto de tomar un papelito de sugerencias para quejarme de la incomodidad que me causó su mirada. Eso podría ser llamado acoso sexual ¿sabe?

Peor ¿¡qué? ―chilló aún más roja que su cabello― ¡Claro que no! ―golpeó el mostrador con la mano―. Admito que si lo observé, pero en ningún momento pasó eso que dice… ¡Usted no puede solo ir y asumir que cualquiera que lo mire quiere algo de esa índole con usted!

El hombre ahogó una sonrisa divertida y asintió con falsa seriedad.

Tiene razón, sería mal educado pensar que una persona que se te acerca o te mira intenta algo de ese tipo contigo ―la observó asentir con seriedad y casi, casi se detiene ahí, pero no se detuvo―, después de todo esa persona tal vez solo trata de reconocerle, o saber si está bien luego de ver de qué le vio pasar por una situación incómoda con un idiota atrevido.

Exacto, eso es lo qu- ―Erza se detuvo y su rostro se llenó de mortificación al entender el punto que ese hombre quería probar.

El azulado lamentó haber sido tan directo al ver toda la culpa cruzar el bello rostro de la mujer.

Hey, lo que dije… ―intentó rebajar el asunto, al final solo quería dar a probar el punto y ver si tenía suerte entablando una conversación con ella que no terminase en un "NO" rotundo de parte de ella.

No…

«Volví a fallar» Se amonestó a sí mismo.

Tiene razón ― continuó ella luego de respirar hondo, enfrentando con decisión su mirada. Él se quedó cautivo por el brillo de esos ojos color chocolate, después de todo el chocolate fuerte era su debilidad, por eso su café preferido era el mocha―. Actué muy mal, y debí disculparme cuando me di cuenta que lo hice en el momento en que usted volvió a la sala de máquinas ―el azulado alzó las cejas sorprendido de escuchar que desde entonces ella había admitido su error―, pero no lo hice y ahora entiendo mejor lo malo de mi actuar y lo contrariado que usted se debió sentir, así que… ―dando un par de pasos atrás la mujer se disculpó con una inclinación de cabeza―. Por favor, discúlpeme…

El hombre no pudo más que asentir ante la sinceridad de ella.

Cada vez la encontraba más adorable.

Y como muestra de mi arrepentimiento, su café será por cuenta de la casa ―la genuina sonrisa que le dirigió lo dejó pegado al piso como un idiota hasta que oyó el tumulto de clientes entrando, para cuando volvió en sí, ya era demasiado tarde para iniciar una conversación pues la curiosa y hermosa mujer peli-escarlata ya estaba escribiendo nombres y pedidos en los vasos de café para los nuevos clientes junto con otra mujer de cabellera castaña que lo veía de mala manera.

Bueno...

De nuevo había perdido la oportunidad…

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] ° J & E ° [

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La quinta vez que fue a la cafetería, por fin la vio desocupada.

Llevaba poco más de dos meses frecuentando el lugar en los días en que su trabajo se lo permitía, pero siempre la encontraba ocupada y concentrada en el deber, y él respetaba ese talante laborioso, por tanto no la interrumpía y solo pedía su café usual en su vaso para llevar que siempre le era servido con una sonrisa, aunque no tan sincera como la que le daba a los demás clientes. Jellal a veces se preguntaba si su presencia la incomodaba y si debería de dejar de pensar en ella y dar por perdida toda esperanza por conocerla.

Sin embargo, ahí estaba.

¿Puedo hacer mi pedido? ―preguntó a la mujer que estaba agachada llenando una de las vidrieras en donde pastelillos de colores avivaban la blancura de la moldura del mostrador, a esa hora ella siempre estaba sola, Jellal imaginaba que era el momento en que sus compañeras de turno almorzaban.

Por supuesto, un momento, por favor ―contestó con aire profesional sin mirarlo y tomando el vaso mediano que él solía pedir todo el tiempo. De alguna manera el verla iniciar a preparar su café mocha del tamaño correcto sin siquiera esperar a que él ordenase su pedido le dio un poco de esperanzas.

¿No se supone que primero me tiene que preguntar que quiero ordenar? ―cuestionó con una ceja alzada y sonrió al verla voltear a observarlo con la cara roja.

¿N-no pidió un café mocha mediano?

No. No lo hice. De hecho no he ordenado nada.

Oh…―la joven jugueteó nerviosa con el vaso con el primer shot de expresso adentro―. Lo siento, supongo que es la costumbre.

¿Costumbre?

Bueno, usted… suele pedir eso todos los jueves que viene… ―contestó mirando hacia sus manos.

Vaya, posee usted una gran memoria. ¿Recuerda el pedido de todos sus clientes? ―Jellal no pudo evitar la risita burlona que se le escapó.

¿Y cómo hacerlo?

Sentía cosquillitas en el estómago al saber que ella de alguna manera lo tenía presente.

Yo… ―la peli-escarlata iba a contestar pero al escuchar la risita burlona de él frunció el ceño y botó el vaso a la basura volviendo a su aire profesional, Jellal ahogó un suspiro de frustración al ver que había perdido lo apenas avanzado.

Si es que de verdad había avanzado antes.

Y es que bueno, con ella nunca se sabía.

De hecho sabía tan poco de ella que ni el nombre conocía.

«¿Su nombre?» Pensó Jellal mientras la veía tamborilear sus finos dedos en el mostrador en tanto esperaba que él le dijese su pedido. «Al menos debería averiguar eso hoy…»

Sonrió con una nueva meta y determinación.

Un café mocha, mediano ―pidió y la observó mirarle indignada, al final había pedido lo mismo que ella había iniciado a preparar.

¡Eso es lo qu-! ―no se le pasó por alto como ella se mordió el labio inferior para ahogar el reclamo. Esa mujer le parecía adorable tanto molesta como alegre, aunque si tuviese que elegir realmente, prefería ver en su rostro la sonrisa que le había dado cuando le regaló su primer café―. Por supuesto, en un momento estará su orden ―Ella tomó el vaso y Jellal carraspeó llamando su atención―. ¿Se le ofrece algo más? ―su sonrisa amable no engañaba a nadie.

No, solo que no pidió mi nombre para escribirlo en el vaso. Siempre pide el nombre de su cliente.

La peli-escarlata observó como el hoyuelo en su mejilla se profundizó.

Algo tramaba.

No necesito su nombre si es la única persona en la cafetería ―le respondió con una mueca de burla bastante bien disimulada.

¿No? ¿Eso no es discriminación? ―chasqueó la lengua con falsa indignación― Creo que me quejaré con su gerente, ¿podría decirme su nombre para reportarla? ―continuó con una sonrisa mientras tomaba una de las hojas de sugerencias frente a la caja.

Ella rió y a él le encantó.

Buena suerte con eso ―la mujer se volteó a preparar el café―. Dudo que el gerente pueda llamarle la atención a la dueña, especialmente si son la misma persona ―alzó una ceja retadora cuando se volteó a tapar el café.

¿Usted es la dueña?

Así es ―apuntó orgullosa―. Tal vez no le parezca mucho, pero siempre quise tener mi propia cafetería, aún es pequeña pero… ―sonrió con ilusión y Jellal no pudo más que devolverle la sonrisa―, pronto será lo que soñé una vez…

Lo será… ―Jellal afirmó con una convicción tan genuina que ella no pudo más que sonrojarse, raramente comentaba esas cosas con sus seres cercanos, y ahora de buenas a primeras se lo decía a ese hombre del que ni siquiera sabía el nombre.

«¿Su nombre?» Se cuestionó la mujer.

No lo sabía.

«Tal vez sí debí pedirle el nombre para el vaso..» Se increpó algo frustrada.

Gracias ―respondió con sinceridad dejando pasar su propia frustración―. Serían Dos jewels con cincuenta ―informó mientras dejaba el café en la bandeja de entrega con un par de servilletas.

Oh, claro… ―Jellal abrió la billetera y observó que solo traía billetes de más de veinte, él estuvo a punto de sacar la tarjeta para pagar, pero al ver la curiosidad exacerbarse en la mirada de ella al ver la tarjeta acercarse a su mano, decidió optar por el efectivo como hacía siempre―. Supongo que si me pone difícil el conocer su nombre, debo responder de la misma manera ―le cerró un ojo mientras depositaba el dinero la bandejita de pago en el mostrador y tomaba el café.

No esperó el cambio.

El bochorno en la cara de ella valía muchísimo más que esos jewels adicionales que dejó…

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] ° J & E ° [

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Disimuló su sonrisa antes de voltearse.

Las visitas del hombre misterioso ahora eran dos veces a la semana. Erza se las apañaba para seguir sin pedirle el nombre en los días muy ocupados, y por eso, a pesar que ya llevaba casi medio año viéndolo aún no sabía su nombre, y, por las maneras directas e indirectas en que él pedía su nombre, estaba segura que él aún no sabía el de ella tampoco.

De cierta manera era un juego divertido que compartían.

Sé qué haces que alguna de tus empleadas me atienda cuando decido pagar con tarjeta ―negó con la cabeza―, pero me sorprende que aún así decidas no fijarte en los recibos―. Erza casi rió mientras limpiaba una de las mesas cerca de la de él, en los meses anteriores había expandido el local y había decidido colocar un par de mesas. Los jueves el hombre de cabello azul se asentaba en una de esas mesas con su lap top o con papeles ―exámenes― que calificaba con concentración antes de ponerse a charlar un rato con ella cuando se quedaba sola en el mostrador. Así ella había averiguado que era profesor; y, según las fórmulas que acababa de ver detalladas en uno de esos exámenes, él debía de enseñar algún tipo de física aplicada universitaria porque ella no recordaba nada de eso de su tiempo en el colegio.

Y ella siempre había sido una alumna aplicada.

En esos días en que se quedaba, él pedía un postre ―alguno de los que estuviesen en la bandeja de novedades― además de su usual café mocha con extra chocolate ahora en una elegante taza de porcelana y decorado por ella misma con un nombre falso cuando él ordenaba una decoración especial por un jewel adicional y solicitaba ―con sus ojos miel brillando traviesos― que ella escribiese su nombre con el chocolate.

Pero ella no lo hacía, y él seguía volviendo.

Y a ella le gustaba verlo.

Fuera de su usual sarcasmo e ironía, él era un hombre muy amable, una vez le había ayudado a sacar a un borracho del local cuando se puso violento con una de sus empleadas e incluso le había asesorado sobre cómo conseguir publicidad gratuita en los eventos de la ciudad. Tampoco la interrumpía con sus juegos cuando trabajaba, ni la incomodaba con preguntas personales.

De hecho con él se sentía increíblemente cómoda.

Claro, si dejaba de lado la atracción latente.

A veces simplemente quería izar la bandera blanca entre ellos y decirle su nombre e invitarle a un café con alguno de los nuevos postres que ella ideaba todas las mañanas, sin embargo su orgullo parecía ganarle, especialmente cuando él la retaba con sus ocurrencias cada vez que llegaba.

¿Me estás ignorando a propósito? ―Erza observó como él se acomodó los lentes, dejó de lado los exámenes que calificaba, cerró la lap top y apoyó su mentón en su mano mientras apoyaba su codo en la mesa.

Él sabía cómo hacer que su corazón se saltase un latido.

O varios.

Yo estoy haciendo mi trabajo ―respondió ella volteando a otro lado, pues preferiría no mortificarse al ver cómo su camisa de vestir se ajustaba a sus brazos trabajados.

Es extraño. Siempre veo que la que limpia es la chica de cabello castaño que parece que me odia ―Erza no pudo evitar reír, de cierta manera era verdad que Kagura no lo soportaba, aunque Erza no entendía bien por qué―, y hoy aquí estás, la dueña del lugar limpiando las mesas.

Ella está libre hoy y Levy está almorzando, además no es difícil limpiar una mesa. Me gusta hacerlo, es parte del todo. Como hornear, crear las recetas nuevas o seleccionar los ingredientes o el café.

¿Eres tú quién crea las nuevas recetas? ―Erza asintió y decidió no decirle nada porque ahora la estaba tuteando―. Vaya, cada día eres más interesante. Por cierto, el postre de hoy de caramelo con menta tiene una calificación más alta que el de la semana pasada. Si me querías conquistar por el estómago, ya lo lograste.

Erza se sonrojó y por los nervios botó un servilletero y un vaso de vidrio que había quedado del último cliente que había usado la mesa que estaba limpiando.

¡Que torpe! ―murmuró ella mientras se agachaba a rejuntar los vidrios.

Hey, no deberías hacer eso con-

¡Ay! ―Erza miró frustrada como una gota de sangre emanaba de su dedo.

―…cortar… ―terminó Jellal soltando un suspiro y quitándose los lentes antes de agacharse junto a ella―. Deberías haber usado una escoba ―negó con la cabeza pero no pudo evitar sonreír al verla apenada―. Supongo que nada se gana ahora remarcando lo obvio ¿cierto?

Cierto ―Erza rió.

Ven, te ayudo… ―tomándola con cuidado de la mano la ayudó a levantarse y la dirigió al lavamanos cerca de la puerta de los baños de clientes para lavar la herida y eliminar posibles pedacitos del cristal con la fuerza del chorro de agua, ambos disimularon muy bien las cosquillas al sentir la mano del otro en la propia―. No parece grave… ―inspeccionó la zona después de un momento y Erza no pudo reunir las ganas para zafarse de su agarre mientras el tomaba una toalla de papel y le secaba, luego aplicó un poco del alcohol en gel junto al secador de manos.

¡Ay! ¡A-arde! ―Erza retiró la mano con un mohín.

L-lo siento… no quise… ―El azulado dio un paso atrás y metió las manos en los bolsillos―. Lo siento, no debí… yo…

N-no, está bien, solo me tomó por sorpresa… ―Erza le sonrió, de verdad que él era un hombre amable―. Gracias... ―a pesar de la sinceridad del gesto y del agradecimiento, un ambiente extraño se posó en medio de ellos dos.

Yo… ―el azulado dudó en que decir para eliminar ese ambiente porque todo lo que se le ocurría le sonaba tonto―. Creo que ya debo irme… ―fingió observar el reloj de espadas de una de las paredes―. En un rato esto estará…

Erza… ―la mujer le extendió la mano sana―. Mi nombre es Erza Scarlet ―él le miró sorprendido pero tomó su mano con firmeza.

Ella le sonrió divertida.

El juego había sido divertido, pero ya no era para nada satisfactorio.

Él le devolvió la sonrisa.

Jellal ―reuniendo todo el coraje que tenía, el azulado permitió que sus dedos buscaran intercalarse con los de ella, para su mayor gozo ella aceptó su acción y no se alejó cuando él entró en su espacio personal―. Jellal Fernandes… Un placer conocerte ―su pulgar acarició la piel de su muñeca y un sonrojo adorable invadió las mejillas de ella.

Supongo que debo decir que igualmente… ―alzó una ceja retadora.

¿De verdad quieres jugar este juego una vez más, Erza Scarlet? ―saboreó cada letras de su nombre al pronunciarlo y ella disfruto de ese sonido.

¿Cuál juego? ―la mujer de cabellera escarlata dio un paso más hacia él, sus ojos brillando con diversión y… algo más.

Tal vez lo mismo que había en su propia mirada.

Primero el nombre, ahora cuál es el reto ¿Cuántos meses debo venir a suplicarte por… no sé? ¿Tocar tu cabello? ―con la misma sonrisa que no había dejado sus labios desde que escuchó su nombre se inclinó un poco hacia ella.

Supongo que los mismos meses que te tomes para dejarme saber la historia detrás del tatuaje en tu mejilla, Jellal Fernandes ―el azulado se embebió de la imagen de esos labios rosa vocalizando su nombre.

Sabía que me observabas… ―apuntó acusador y Erza rió―, ahora sé la razón.

¿Me reportarás al gerente? ―cuestionó mientras sus ojos se debatían entre observar la miel de la mirada de Jellal, o la miel que prometían sus labios.

Algo mejor ―casi susurró él al inclinarse más a ella mientras tomaba la mano de Erza que no estaba entrelazada con la suya y la colocaba en el lado de su rostro tatuado―. Saciaré tu curiosidad…

Y la sació.

O al menos una de varias que ambos tenían y compartían.

Y mientras la mano de él dejaba la de la mujer en su rostro para enredar la propia en las suaves hebras escarlatas de ella, sus labios tocaron los de Erza, y los de ella aceptaron la caricia.

Su beso sabía a café, chocolate y crema de caramelo.

Un beso sabor a mocha.

Antes de que los clientes llegaran ellos ya habían pactado con el dulzor de sus bocas una primera cita.

.O tal vez más, mucho más…

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¿Review?

Gracias por sacar un ratito de su tiempo para comentar

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Rincón De La Escritora En Proceso:

7w7)r ¿Pa´qué me leen si ya saben cómo soy? xDDDD :okno: Mi fangirlismo por los caps del manga y verlos juntos me hace estar más mielosa. *w*/ Perdonen la diabetes. xD

Este Jellal era más pícaro pues está apuntado más a su lado Siegrain al inicio, y Jellal travieso y amable al final, como creo que él hubiese sido sino hubiese caído en el control mental de Ultear, pues de pequeño él ya sabía cómo hacer que una chica se sonrojara. 7w7)r

Gracias por leer.

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Gracias por comentar.

Adieu.

.o./

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