-Roxas, ya sabes que ir en autobús me marea- se quejó Sora.

-Sora, déjame un rato tranquilo- empujé a mi hermano contra la ventanilla-. Ya estamos llegando. ¡Ahora no empieces con el cuento de que ir en autobús te marea!

El autobús avanzó con un gran estrépito por la estrecha carretera. Me agarré al asiento situado frente a mi y miré por la ventanilla.

Sólo se veían pinos. Entre todos, formaban una enorme mancha verde. Los rayos de sol irrumpían a través del polvoriento cristal de la ventanilla.

Estaba impaciente por bajar del autobús. Mi hermano Sora y yo éramos los únicos pasajeros. Resultaba un poco desagradable.

El conductor iba oculto tras una cortina verde. Yo le había echado una ojeada cuando Sora y yo subimos al autobús. En su rostro se dibujaba una amplia sonrisa, tenía la tez muy bronceada, la cabellera rubia y rizada, y llevaba un pendiente de plata en una oreja.

-¡Bienvenidos, chicos!- saludó.

Pero una vez comenzado el recorrido, ya no volvimos a verle u oírle. Espeluznante.

Afortunadamente, Sora y yo nos llevamos bastante bien. Somos mellizos, aunque somos bastante distintos en personalidad y gustos.

Sora tiene el pelo castaño bastante desarreglado, como apuntando a todas direcciones, y yo lo tengo rubio con el flequillo elevado hacia arriba. El es de personalidad alegre e infantil para su edad, mientras que yo soy más maduro y serio (y por lo tanto más responsable). Siempre hemos sido bastante bajitos, la verdad.

-Estoy un poco mareado, Roxas-se lamentó mi hermano.

Aparté la mirada de la ventanilla. Sora estaba completamente amarillo y le temblaba la barbilla. Era una mala señal.

-Sora, imagina que no estás en un autobús-le dije-. Imagina que vas en coche.

-Pero el coche también me marea-se quejó.

-Olvida lo del coche-le respondí. No era una buena idea. ¡se marea incluso cuando mamá da marcha atrás para salir del garage de casa!

Es una mala costumbre que tiene. Se le pone el rostro amarillo, empieza a temblar... y llega el desastre.

-Tienes que aguantar-lo animé-. Pronto estaremos en el campamento y te encontrarás bien.

Sora tragó saliva con fuerza.

El autobús se balanceó al pasar por un gran bache que había en la carretera. Sora y yo pegamos un bote.

-Me estoy mareando mucho-volvió a quejarse Sora.

-¡Ya sé!-grité-. ¡Canta una canción! Eso siempre te alivia. Cántala en voz muy alta. Nadie te oye. Estamos solos en el autobús.

A Sora le encanta cantar. Tiene una voz muy bonita.

El profesor de música del colegio dice que tiene el tono perfecto. No estoy seguro de lo que significa.

Sora se toma muy en serio lo de cantar. Pertenece al coro del colegio. Papá dice que el próximo otoño le buscará un profesor de canto.

Miré atentamente a mi hermano mientras el autobús volvía a balancearse. Estaba tan amarillo como la piel de un plátano. Mal síntoma.

-Vamos, canta-le ordené.

La barbilla de Sora volvía a temblar. Se aclaró la garganta y empezó a cantar una canción de los Beatles que a los dos nos gustaba mucho.

Su voz se quebraba cada vez que el autobús se balanceaba, pero su aspecto mejoró tan pronto como empezó a cantar.

''Ha sido una idea genial, Roxas'', me felicité a mi mismo.

Observé los soleados pinos mientras escuchaba la canción que cantaba Sora. Verdaderamente, tiene una voz impresionante.

¿Estoy celoso?

Quizás un poco.

Pero el no sabe golpear una pelota de tenis como yo, y siempre le gano en las carreras de natación. Así que estamos empatados.

Sora dejó de cantar. Sacudió la cabeza con tristeza.

-Ojalá papá y mamá me hubieran apuntado al campamento de música- suspiró.

-Sora, estamos a mitad del verano- le recordé-. ¿Cuántas veces te lo tengo que decir? Papá y mamá esperaron demasiado. Era demasiado tarde.

-Ya lo sé- contestó y frunció el entrecejo-. Pero me hubiera gustado que...

-El campamento Kingdom Hearts era el único al que podíamos ir a estas alturas del verano- insistí-. ¡Eh, mira!

A través de la ventanilla vi dos ciervos, uno alto y una cría.

-Sí. Increíble. Ciervos- murmuró Sora. Puso los ojos en blanco.

-Eh, anímate- le dije. Mi hermano tiene un humor muy cambiante. A veces me gustaría sacudirle-. Puede que el campamento Kingdom Hearts sea el más divertido del mundo- aseguré.

-El campamento de música es tan divertido...- suspiró-. Interpretan dos musicales cada verano. ¡Habría sido estupendo!

-Sora, olvídalo- le ordené-. Disfrutemos de este campamento, son pocas semanas.

De pronto, el autobús chirrió y se paró.

Sorprendido, me balanceé hacia delante, luego hacia atrás. Me volví hacia la ventanilla esperando ver un campamento, pero sólo había pinos y más pinos.

-¡Campamento Kingdom Hearts! ¡Todo el mundo abajo!- gritó el conductor.

¿Todo el mundo? ¡Si sólo estábamos Sora y yo!

El conductor asomó la cabeza desde el otro lado de la cortina y nos dedicó una sonrisa burlona.

-¿Qué tal el viaje, chicos?- preguntó.

-Fantástico- contesté mientras avanzaba por el pasillo. Sora no dijo nada.

El conductor descendió del autobús. Le seguimos a lo largo del costado. Se agachó en el maletero, sacó nuestras mochilas y sacos de dormir, y lo dejó todo sobre el césped.

-Mmm... ¿Dónde está el campamento?- preguntó Sora.

Me protegí del sol con la mano y miré a mi alrededor. Sólo vi una estrecha carretera que se prolongaba en una curva y desaparecía en el bosque de pinos.

-Recto por ahí, chicos- indicó el conductor. Apuntó hacia un camino descuidado que empezaba entre los árboles-. Está muy cerca. No tiene pérdida.

El conductor cerró el compartimento de equipajes y subió de nuevo al autobús.

-¡Que os divirtáis!- gritó.

La puerta se cerró y el autobús se fue.

Sora y yo echamos un vistazo hacia el descuidado camino a través de los rayos de sol. Me colgué del hombro la mochila con la ropa. Luego me coloqué el saco de dormir bajo el brazo.

-¿No deberían haber mandado a alguien del campamento para que viniera a recibirnos?- preguntó Sora.

Me encogí de hombros.

-Ya has oído al conductor. Dijo que el campamento está a dos pasos de aquí.

-¿Y qué?- insistió-. ¿No deberían haber enviado a un monitor a recogernos en la carretera?

-No es el primer día de campamento- le recordé-. Estamos a mitad del verano. Deja de quejarte por todo, tío. Recoge tus cosas y vámonos ¡Me estoy asando de calor aquí!

A veces tengo que ponerme borde y darle órdenes. ¡Si no, no haríamos nada!

Sora cogió sus cosas y yo inicié la marcha.

El conductor tenía razón. Tras andar dos o tres minutos, nos encontramos en una pequeña explanada cubierta de césped en la que había una señal de madera que rezaba ''CAMPAMENTO KINGDOM HEARTS'' en letras rojas. Una flecha hacia la derecha indicaba el camino.

-¿Ves? ¡Ya hemos llegado!- exclamé contento.

Subimos una corta pendiente hasta una pequeña colina. Al llegar a la cima vimos nuestro objetivo.

Había filas de pequeñas cabañas blancas frente a un lago azul. Algunas canoas estaban amarradas a un muelle de madera que se adentraba en el lago.

A un lado se levantaba un gran edificio de piedra. Probablemente se trataba del comedor o del centro de reunión. Cerca del bosque se distinguía una plaza de tierra, rodeada de bancos. Imaginé que era el lugar donde se hacían los fuegos del campamento.

-¡Mira, Roxas, hay un campo de béisbol y otro de fúbol!- exclamó Sora mientras los señalaba.

-¡Qué bien!- contesté.

Frente a los árboles divisé una fila de dianas rojas y blancas.

-¡Uau! ¡También se puede practicar tiro al arco!- le dije. Me encanta ese deporte, y soy bastante bueno.

Me coloqué la pesada bolsa de ropa en la espalda y empezamos a descender la colina, hacia el campamento.

Los dos nos detuvimos a mitad de la cuesta y nos miramos mutuamente.

-¿No notas algo extraño?- preguntó Sora.

Yo asentí con la cabeza.

-Sí.

Tuve una sensación muy extraña. De pronto, se me secó la garganta y noté un peso en el estómago.

El campamento estaba vacío.

No había nadie.