Buenas. La verdad es que me encuentro bastante motivado escribiendo y he avanzado bastante con esta serie sobre Sand Zone. Así pues, me dispongo a darle un espacio propio a partir de ahora. De esta forma, los OS que conforman esta saga irán aquí para que podaís leerlos con comodidad sin tener que buscarlos en mi colección de OS. Espero que os gusten. Os dejo con el primero:

1 - Encuentro en las arenas del desierto…

Sí había un adjetivo que podía definir la vida de Pharaohmon, sin duda alguna, era planificada.

Desde su nacimiento, se le había estado recordando que algún día sucedería a su padre como faraón de Sand Zone, y que debía prepararse para aquel cometido. Durante toda su infancia, había sido educado para ello y finalmente, tras la muerte de sus progenitores, heredó el cargo y comenzó a ejercer el dominio de la zona tal y como se le había enseñado.

Como gobernante, se limitaba a cumplir sus funciones régiamente; las cuales se habían vuelto una mera rutina para él: hacía de juez en aquellos casos más relevantes, ordenaba la construcción de grandes obras, gestionaba la economía y el sistema de abastecimiento y coordinaba el culto, ente otras muchas funciones de menor importancia.

Pocos acontecimientos desviaron su atención de su vida diaria.

Se casó con la mujer que sus padres habían elegido. No se pudiera decir que realmente la quisiera, pero se le hacía agradable su compañía, puesto que sabía escuchar, y siempre estaba dispuesta a permanecer a su lado, costara lo que costase. Con ella tuvo dos hijos; el mayor, que pronto se convirtió en un Pharaohmon, como su padre; y el menor, el cual evolucionó a Gravimon. Desgraciadamente, la mujer del faraón murió en el parto de su segundo hijo, dejando a Pharaohmon solo. Mucho más solo de lo que jamás hubiera esperado sentirse.

Pese a no haber estado enamorado de ella, Pharaohmon se sumió en la miseria. No había momento en el día en el que no se acordara de ella. Trató de refugiarse en el trabajo, y en la educación de sus dos hijos, sin éxito. Y por mucho que refulgiera el sol en Sand's Zone, y aunque su imperio se encontraba en su mayor auje; el corazón de Pharaohmon seguía esperando a que alguien llegara para llenar el vacío que su esposa dejó.

Sin embargo, aquello no sucedió hasta algunos años después de la muerte de su esposa… Pharaohmon recordará ese día por el resto de sus días…

El sol refulgía, y las arenas del desierto que constituía Sand Zone brillaban tal y cómo lo hacían habitualmente. Una figura femenina caminaba despreocupadamente por el desierto; sin ser realmente consciente de los peligros que podrían aguardarla. No llevaba nada consigo, salvo un parasol rojo que protegía su poco agraciado rostro de la fuerte luz que alumbraba el lugar.

Ella tenía pensado hacer una visita corta a la zona, para completar uno de los objetivos de su estudio; y, sí era posible, capturar un Skullscorpiomon y llevárselo consigo de vuelta a su hogar.

Según tenía entendido, los Skullscorpiomon se escondían en las arenas de aquel desierto, esperando a cualquier pobre incauto que pasara por allí. Pero, sobre todo, tendían a concentrarse en torno a un obelisco que se encontraba en la sección noroeste del desierto; justo dónde ella se encontraba.

En cuanto divisó el obelisco, el cual para ella era sólo un trozo de piedra que se elevaba desde la nada; se puso eufórica, y se dirigió hacia él inmediatamente. Con energías renovadas, corrió hasta el monolito, esperando atraer la atención de algún Skullscorpiomon que allí se encontrara.

No obstante, no ocurrió nada. Apoyó su espalda contra aquella pared de piedra, y se deslizó hasta sentarse en la arena. Estaba cansada y deseosa de terminar para volverse hasta el reino que tanto la había costado crear…

-¿Buscas algo?- preguntó una figura subida en la cima del obelisco. Antes de que la visitante de la zona pudiera elevar la cabeza, él descendió del mismo para estar frente a frente a la mujer. Ésta, confusa, colocó su parasol de forma que el recien llegado no pudiera observar su rostro.

-Espero algo.- se limitó a contestar la mujer.

-¿No querrás decir a alguien?- preguntó confuso el recien llegado.

-No, espero a que ocurra algo.-

-¿Y qué es ese algo al que esperas?- preguntó de nuevo, insistente. Ladeó la cabeza, tratando de encontrar el ángulo adecuado para observar el rostro de la mujer, pero el parasol lo tapaba por completo. –Lo lógico sería que estuvieras aquí para asombrarte por la magnificencia del obelisco. Sus inscripciones son un claro ejemplo del antiguo lenguaje digital jeroglífico.-

En lo que el recién llegado decía esto, la mujer giró la cabeza para apreciar los arcaicos símbolos que allí estaban inscritos, sin mover el parasol ni un milímetro.

-No me había percatado de ello.- respondió, con suma indiferencia.- No me interesan.-

-Este monumento lo mandó construir mi tatarabuelo cuando era faraón de Sand Zone, como primera gran construcción que representara su gran reinado.-

-Entonces… ¿Tú eres Pharaohmon, el faraón de Sand Zone?-

-Si hubieras retirado ese estúpido parasol te habrías dado cuenta antes…- respondió el monarca, divertido. – Te agradecería que lo retirases.-

-¿Es una ordén?-

-Puede que sí. O quizás no.- Pharaohmon soltó una carcajada.- Depende de cómo tú lo consideres. Pero, de verdad, te agradecería que retiraras el parasol de tu rostro. Me gusta observar los ojos de con quien hablo.-

-Bien, tú lo has querido…- fue retirando paulatinamente el parasol, desvelando lentamente lo que ella pretendía ocultar a toda costa. Para Pharaohmon, fue como un ritual mágico, y le dio la sensación de que el tiempo se detenía con cada facción que mostraba. Lo primero que el monarca pudo observar eran los dos cuernos rojos que de entre una maraña de cabello blanco salían. Luego pudo apreciar el antifaz, también rojo, que solo dejaba vislumbrar dos grandes ojos, de tamaño ciertamente desproporcionado con el resto del rostro. A continuación, una afilada y pequeña nariz daba paso a unos labios morados como los de los muertos, los cuales, presentaban un tamaño incluso mayor que el de sus ojos. Definitivamente, no era hermosa como Pharaohmon se había esperado. Aunque tampoco le importaba.

-Así podremos hablar mucho mejor.- dijo Pharaohmon. - ¿Cuál es tu nombre?-

-Desde hace cierto tiempo es Archnemon.- dijo ella, triste. La armadura dorada que cubría los portentosos músculos de Pharaohmon refulgía incluso más que las arenas del desierto…

-¿Es que acaso tuviste otro?- la curiosidad del gobernante iba en aumento…

-Sí, pero esa es una larga historia que no me apetece recordar…-

Pharaohmon se percató de cómo Archnemon cerraba lentamente los ojos, como si tratara de recordar mentalmente aquello de lo que no le quería hablar.

-Supongo que al menos podrás contarme qué es lo que te ha llevado a viajar a Sand Zone, y posicionarte junto al monolito.-

-Sólo si tú me cuentas primero qué es lo que estás haciendo aquí. ¿No se supone que un monarca debería estar cumpliendo una serie de obligaciones con su pueblo?-

Sin cualquier otro le hubiera dicho semejante osadía, y más con ese tono tan irritante y reprochador que Archenemon empleaba, seguramente Pharaohmon le hubiera mandado a las mazmorras, o habría tomado otra medida similar. Sin embargo, se encontraba plenamente intrigado con la presencia de la araña en Sand Zone. No era un digimon originario de la zona. Tampoco era probable que tuviera familia aquí. Y estaba convencido de que no había venido a su reino por el sol abrasador que inundaba la zona.

-No tengo ningún incoveniente en explicartelo.- respondió el faraón, aparentemente calmado. Su máscara no dejaba traslucir al exterior sus emociones. – Digamos que éste es mi lugar de reposo, dónde puedo reflexionar sin que nadie me moleste. Los Skullscorpiomon se suelen concentrar en torno a esta zona, por lo que nadie en su sano juicio se atreve a internarse aquí, lo que me permite estar tranquilo.-

-¿Acaso tú no temes a los Skullscorpiomons?-

-¿Los temes tú? Porque no te veo muy preocupada.-

Archenemon negó con la cabeza.

-Touché.-

-Yo he aprendido a evitarlos, y a derrotarlos si es necesario.- aclaró el monarca. –Pero tú estás indefensa ante ellos. -

-Yo no me encuentro indefensa ante nada.- sentenció la araña con decisión.

-Lo dudo. Si te encontraras cara a cara con uno, el miedo te paralizaría.-

-Estás muy equivocado.- ella negó con la cabeza, abriendo mucho los ojos. Ahora lucía una gran sonrisa.- He venido aquí justamente para encontrarme con ellos.-

-¿Con ellos?- Pharaohmon no entendía por qué alguien querría toparse con los Skullscorpiomon, y menos en su habitat natural.

-Sí, con ellos. Estoy realizando un estudio sobre ellos.-

-Así que eso es lo que te ha traído a Sand Zone…-

-En efecto.-

-¿Y en qué consiste ese estudio, si puede saberse?-

-No, no puede saberse.- negó de nuevo con la cabeza.- Lo siento, pero no puedo darte ningún detalle.-

-Bueno, por lo menos ya sé que no vienes a causarle ningún mal a mi reino…- murmuró, solando un largo suspiro.- Los Skullscorpiomon no van a venir hoy, siento comentarte.-

Archenemon borró la sonrisa de su rostro.

-¿Cómo que no van a venir hoy?-

-Hemos soltado a unos bandidos en el otro extremo del desierto, y los Skullscorpiomon se habrán lanzado a por ellos en cuanto les hayan localizado. Están heridos y son una presa fácil.-

Los ojos de Archenemon se entrecerraron mientras maldecía por lo bajo. Cuando hubo terminado de soltar pestes, dijo, algo más calmada:

-¿Es así como tratais a vuestras gentes?-

-Sólo a los criminales. El resto del pueblo recibe un trato ejemplar.-

-Entonces tú eres de esa clase de gobernantes…-

-¿A qué tipo de gobernante te refieres?-

-Justicieros.- sentenció ella toscamente. Pharaohmon se cruzó de brazos para mostrar su desacuerdo.- Aplicas un castigo ejemplar a aquellos que se saltan las normas… Sólo te preocupan los que obran correctamente…- Archenemon se pasó su larga mano por la mata de cabello blando. El rubí que llevaba incrustado en la misma resplandeció bajo la luz del sol.

-Me lo tomaré como un cumplido.- respondió el monarca complacido. Archnemon hablaba sin tapujos y decía lo que pensaba. Ni siquiera sus hijos le trataban así.- Cómo los Skullscorpiomon no van a aparecer, al menos por el momento; quizá podrías pasar unos días aquí. Supongo que no querrás marcharte hasta que tu estudio no haya concluido con resultados satisfactorios.

Archnemon arquéo la cabeza, dudando. Lo cierto era que necesitaba concluir satisfactoriamente su labor; y no tenía dónde hospedarse. La oferta de Pharaohmon parecía sincera, y no muy dañina, mas se preguntaba cuales serían los motivos que le llevaban al monarca a ofrecerle aquel trato tan cordial a una desconocida.

-Tengo dependencias de sobra.- añadió el faraón. –No me es ningún problema que te quedes. En caso de que lo fuera, jamás hubiera me ofrecido.-

-De acuerdo.- dijo ella, al final, con la duda todavía abordándola.

-Entonces sígueme.- la indicó, mientras comenzaba a caminar por la arena. Archnemon se colocó de nuevo su parasol, y caminó a su lado. La alivió que Pharaohmon dejara de contemplar su horrible rostro, del que ella tanto se avergonzaba. Sin embargo; Pharaohmon no se había percatado de que el parasol volvía a cubrir las facciones de su acompañante: sólo pensaba en que había encontrado el remedio perfecto a la soledad que durante tanto tiempo había sufrido.

CONTINUARÁ…

Hasta aquí el One Shot. Tengo ya escritos otros tres, así que he pensado que el segundo sea publicado a finales de mayo o quizás principios de junio. Espero que les haya gustado, contiene uno de mis personajes favoritos.