FUERA DE ESTE MUNDO, LITERALMENTE
DRAGON BALL Z ©AKIRA TORIYAMA
Sinopsis: Morgan adora el universo de Dragon Ball y en especial a Goten cuando era pequeño. Goten, el adolescente, está cansado de las chicas de su escuela y le pide a Shenlong alguien que lo adore fuera de mundo. El deseo se cumple y Morgan cae en los brazos de un Goten crecido, justo como menos lo soporta. Ahora deben convivir hasta que las esferas funcionen de nuevo. ¿Sobrevivirán el uno al otro por seis meses?
Nota de la autora: Uh, un cliché donde Goten es mujeriego y una OC sacada de donde no da el sol lo hará cambiar con la magia del amor y todas esas cosas. Sí, la primicia es esa ¿y qué? Si llegara a hacer de un Goten x lector o ponerme a mí misma sería más fatal. Por eso meto a Morgan, (OC) para al menos no parecer que me fumé todas y que el lector o yo somos el ente perfecto.
Ya, ni la nota tiene sentido ni esto, pero le tengo ganas a escribir y fue. Si quieren lean y sino, ¡a chupar limón!
Aviso que serán quince capítulos sin incluir prólogo y epílogo.
Prólogo
El sonido de la campana se escuchó y eso hizo que su pereza disminuyera al reactivar sus sentidos, pero no lo suficiente como para proporcionarle esfuerzos de aguantar otra hora más de Literatura. No es que el profesor fuera un ser perverso que quería matar a sus estudiantes de aburrimiento, era ella que hoy no estaba en su centro ni encontraba su norte.
Sus padres y hermano se lo habían evidenciado en días anteriores recomendando reposar. Por más que se ausentara a clases, se lo pedían. A eso lo rechazó rotundamente porque adoraba asistir a la escuela y no salirse de su computarizada rutina y horarios meticulosamente distribuidos.
Quizás hoy haría esa excepción por su bienestar espiritual. En especial si veía a su novio coqueteando con mucho descaro con su mejor amiga. Pensó que era solo una mala pasada de su mente cansada, y lo creyó así hasta que las hebras del cabello rojizo de Daiana se enredaron en los dedos de Richard para disminuir distancia y obsequiarle un apasionado beso a escasos metros de quien se suponía era su pareja actual.
—No puede ser…—y se talló los ojos por si estaba viendo visiones de Richard besando a Daiana. En teoría, ese muchacho era su novio y esa chica su amiga, no deberían estar besándose, ¿verdad? —. No puede estar pasando. Debo estar alucinando.
—Lamento decirte que no, Parker —comentó con aflicción Eugene. Quien supuestamente estaba en una relación con Daiana en esos momentos se encontraba en el mismo contexto de estupor—. Ambos hemos sido burlados de una manera muy inhumana.
No quería admitirlo, sus pensamientos apuntaban a que todo fue una broma pesada o una pesadilla. Era inconcebible que Richard o Daiana actuaran de esa forma tan cruel y vil. ¿Acaso no pensaban en cómo se rompería su corazón al atestiguar una doble traición?, ¿no pensaron en ser cuidadosos y al menos hablar de sus sentimientos antes de actuar así?
Estaba claro que no pensaron nada cuando Richard besó a Daiana. En ese instante el tiempo se detuvo con corte afilado como de cuchillo y fue por el alarido inoportuno grito de Morgan que volvió a su cauce todas las cosas. Otros estudiantes que pasaban por allí detuvieron su caminata para observar el escenario. La pareja vio con cara de pocos de amigos a los dos presentes, el varón nervioso extras ante la manera reciente de la chica a su lado.
—Bueno, ¿pueden decirme que significa esto? —increpó con molestia. En verdad no sentía ganas de llorar de momento, solo sentía furia, mucha furia—. ¿Como te atreves tú...—y apuntó a Richard—…, a engañarme con mi hermana de otra madre? Y Daiana...—ahora señaló a la chica—. ¿Por qué Richard, mi novio?, ¿acaso no te importa Eugene?
—Eso me gustaría también saberlo, Daiana —intervino Eugene con el rostro serio—. Porque no creo que esto sea una broma. Y si lo es, es una de mal gusto.
El chico engañado soltó la última frase y pronto reinó el silencio. Alrededor sólo se oía el murmullo de los alumnos haciendo especulaciones sobre la respuesta de los pillados. Muchos apostaban un arrepentimiento, otros que era una cámara oculta y que seguro era el aniversario de una de las parejas. Nadie esperaba o pudo anticipar que Richard y Daiana estallarían a carcajada limpia ante Morgan y Eugene. Sus rostros, posteriormente, se adornaron con una sonrisa altanera.
—¿Que…?
—¿Quieres una explicación, Eugene? Pues es muy sencilla —Daiana se alejó de Richard y se acercó a su supuesta pareja. Postura altanera notable, dedo presionando sobre el pecho del muchacho—. No podía soportar estar con un virgen como tú —Eugene se puso pálido ante la declaración y la chica agregó a viva voz—. ¡Así es señores y señoras!, ¡Eugene Wallace es virgen con dieciocho años!
¿Han escuchado las risas que ponen en los programas de televisión ante una situación cómica? Bueno, la risotada que surgió de pronto era idéntica, salvo la pincelada de sátira y perversidad que rebosaba. Eugene permanecía impactado y paralizado mientras Morgan no podía dar crédito. ¿Eugene virgen? Aunque no era asunto suyo la vida privada y sexual de muchacho, no era justo que Daiana revelara esa información en público. Era humillante y perverso.
—¡Eres una maldita! —rezongo Morgan y grabó su puño contra la fisonomía de Daiana. Sin esperar a que reaccionara, ya estaba sobre ella arrojando una lluvia de porrazos directo a su rostro —. ¡Oye, suéltame, Richard! —se quejó cuando su ahora ex pareja la apartó con dureza de la chica y retenía su brazo con fuerza—. ¿Ahora la defiendes?, ¡ella es una…
—¡Cállate! —el tono elevado de Richard fue de improviso y desestabilizó a Morgan. Ceño fruncido. Vena de cuello tensa. Y su mano consolidando una bofetada al rostro de su antigua novia—. Aléjate de aquí, perra…
Todos se callaron en ese instante. Daiana borró la sonrisa de su rostro y prestó atención con desconfianza a Richard que inhalaba como león enjaulado examinando a Morgan con antipatía. Ella toda confusa, intentó procesar todo palpando su mejilla que ardía por el golpe, ¿en verdad Richard la había magullado e insultado?, ¿no estaba en una pesadilla?
—Te pasaste, Rick. ¡Maldito seas, te pasaste! —Eugene embistió contra Richard, furioso. Por más que Morgan no tuviera relación con él, era inconcebible que fuera maltratada a esos niveles tan nefastos.
—¡No molestes, cornudo! —siseo con furia. Richard atrapó la mano de Eugene en el aire y la comenzó a apretar con fuerza. Una diferencia de anatomías y musculatura existía entre ambos y era inmensa. El atacante era delgado y nada corpulento ante la masa de carne y músculo que era Richard; todo debido a intensas horas de estar en constantes peleas callejeras que un buen ciudadano como Eugene desconocía—. Eres hombre muerto, gusano —y una sonrisa siniestra adorno sus facciones mientras inducía más potencia al apretón.
—Ah…, ¡ah, me duele mucho!
—¡Ah, Richard, miserable!
—¡Aléjate, maldita perra pesada! —Richard sujeto a Morgan por los cabellos cuando intentó arremeter un golpe contra él. Con una increíble fuerza, la arrojó contra el suelo y la arrastró por el pasillo —. Tu llanto no te ayudará, nadie vendrá por ti. Nada de lo que consideras como tus héroes existen.
—¡Morgan, huye! —rugió Eugene que se había escapado del agarre al cuello que le estaba ejerciendo su rival.
Eso fue más que suficiente para salir de la escuela como alma que lleva al diablo, refugiarse en el calor y confort de su casa donde su familia no llegaría hasta pasada la una de la tarde y así podría llorar con tranquilidad. Estuvo advertida sobre cómo era Richard con las chicas una vez que se aburría, pero ella había pensado que podría cambiarlo. Y así lo creyó durante los casi tres años relación donde su actitud rebelde y agresiva pasó a ser una de alguien dócil y gentil. Había creído que todo sería para siempre.
Vaya tonta que era.
Richard había comenzado a alejarse en los últimos tres meses poniendo excusas tontas para no verse o evitando compartir más de lo necesario. Ella lo había atribuido a cuestiones personales de su novio y no presto atención a las claras señales que le decían que estaba poniendo su interés en otra chica como lo era Daiana Newbery, su antigua mejor amiga. Eran amigas desde los seis años y aunque llevaban una gran amistad, siempre hubo diferencias.
Daiana era una pelirroja de ojos verdes que sabía moverse y como tontear a los del género masculino para que queden prendidos a ella. Morgan, con sus cabellera negra y ojos marrones, no se quedaba atrás en ese aspecto, pero sus aventuras juveniles eran contadas con los dedos a diferencia de su amiga y a veces opto por dejar eso de lado y centrarse en su estudio. Nadie le decía que no disfrutara de la vida, pero su futuro era importante para ella y unas buenas calificaciones le aseguraban eso.
—Daiana, ¿va a hacer así siempre? —solía preguntarle cuando se reunían a estudiar, aunque de parte de la pelirroja solo había charla respecto a salir a bailar o fiestas descontroladas.
—Mor, nadie expone que nos olvidemos del estudio, es importante y eso. Pero la vida es efímera y no quiero estar memorizando de personajes fallecidos cuando es más gratificante aprender sobre labios de chicos —le respondía siempre de forma desinteresada al aprender. Morgan sabía que en parte tenía razón, eran adolescentes y tanto cuerpo como mente dictaban no seguir tanto las reglas—. Además, si no estamos saliendo, vives encerrada mirando a tus personajes japoneses. Es verdad que algunos son lindos…, ¡no son reales!
—Son como tus personajes de series de ficción —contestaba con las mejillas teñidas ante la mención de sus personajes—. Sabes que no son reales y eso no frena que suspires cada vez que entran en escena.
Daiana solo suspiraba en esas ocasiones y cambiaba de tema, sin embargo, no podía negar que tuviera razón, adoraba las series japonesas.
Su aflicción por la animación oriental vino gracias a su hermano que tuvo la fortuna de crecer en los años noventa cuando todo estuvo en su auge. Gracias a que sus padres eran buenos con él, varias cosas compraron respecto a las series de esa época y, para cuando Morgan nació a comienzos del 2000, su hermano era un fanático que rápidamente la atrajo al tema. Incluso sus padres mostraron interés en esas animaciones y acompañaron a ambos hijos a seguir disfrutando de eso hasta actualidad.
Exista una gran variedad de animes que había visto, solo uno calaba a fondo en su corazón. Con sus defectos y situaciones para tirarse de los cabellos, había impactado en su persona de manera significativa. Esa serie era Dragon Ball.
Todo su crecimiento se vio acompañado de las aventuras de Goku en su travesía por ser el más fuerte y subyugar a sujetos con capacidades extraordinarias. El saiyajin criado era en la Tierra no solo era quien provocaba su sonrisa todas las tardes, Gohan y Goten, sus hijos, fueron con quienes más empatía estableció en dada la edad similar con la compartía el primero. Sin embargo, fue el menor de los hijos del guerrero más poderoso que terminó por cautivarla.
Goten era el primer amor ficticio de Morgan y todavía lo era. Con su ternura e inocencia la cautivo a pesar de su escaso tiempo en pantalla en contraste a su padre y hermano mayor, cuestión que no importaba a la adolescente. Ese pequeño idéntico a Goku la hizo anhelar en su infancia y en parte de su adolescencia le produjo pensamientos indecorosos que la asemejan a un animal con hormonas alborotadas. Hasta que se dio cuenta, después de repasar una décima vez la serie completa, que su adorable personaje ficticio había dejado de ser un luchador y se transformó a alguien cuyo pensamiento fijo era el público femenino. Esa decepción al tomar noción o primer corazón roto acabó con su enamoramiento hacia el híbrido.
Y aunque no quisiera admitirlo, su rechazo por la personalidad del Son menor nacía a raíz de Richard. Por aquel entonces, un interés amoroso de carne y hueso que ni siquiera la registraba para pedirle la hora. Eso finalizó durante el arranque del noviazgo de Morgan y Richard. En segundo plano quedó su fascinación por Goten, sin olvidarse, pues era su fondo de pantalla en la actualidad y cada cierto tiempo solía leer historias absurdas de él por la red esperando que en una de ellas saliera una Morgan Parker como su presunta pareja.
Lástima que no fuera alguien cercano para consolarla en ese instante. No estaría mal un abrazo de quien más admiras en el universo de Dragon Ball.
—Sí sabía que esto era el amor, me hubiera quedado contigo —exclamó mirando la pantalla donde salía un Goten de siete años sobre la Nube Kinton.
Sin pensarlo, pasó su dedo sobre la imagen como si intentara acariciar el rostro del pequeño. ¿Su rostro sería tan suave como parecía?, ¿tendría el cabello negro sedoso y brillante?, ¿transmitirá esa mirada inocente con las perlas negras que llevaba por ojos si fuera real? Eran cosas que siempre había pensado y aunque sonara como una tonta al amar a un ser ficticio, no podía obviar eso. En especial, después de su abrupto retorno a la soltería. Ni nada ni nadie eran impedimento ahora para soñar despierta, ¿o no?
El rostro resplandeciente del pequeño híbrido se vio borrado por una notificación de Whatsapp. La chica de cabellos negros dio un vistazo rápido al mensaje por arriba antes de abrirlo dentro de la aplicación. La tensión en sus hombros ceso al leer que solo era Eugene.
—Mor, ¿cómo estás? Se que te dije que huyeras muy repentinamente, pero era la única forma de sacarte de encima a Richard que se me ocurrió…
—No hay cuidado. Fue la mejor salida la verdad —respondió enseguida. Luego le daría las gracias en persona a Eugene por su acto tan noble. Tuvo una respuesta inmediata—. Ay, Eugene tú… ¿qué?
—Si, pero ahora Richard está enojado. Capaz suene exagerado, pero asegura tu casa y evita abrirle. Cuando me soltó, amenazó a todo el mundo de que no te saldrías con la tuya —la de cabellos oscuros estaba ingresando en espanto a cada mensaje que recibía—Intente detenerlo sin éxito, me dejó destruido. ¡Ten cuidado, Mor! Es un loco…, ¡muy loco y…
El celular salió disparado de las manos de la chica cuando esta se refugió bajo la cama ante un repentino estruendo en su ventana. A hurtadillas se asomó con reserva y advirtió con consternación a Richard llevando piedras en su mano y una mirada repleta de odio. No estaba solo, alrededor de otros cinco muchachos similares a él, por su muy mala pinta y rostro ensombrecido de por la perversidad, lo acompañaban con resorteras. Richard la conocía lo suficiente para saber que estaba oculta en ese instante, como una pequeña amonestada por alguna travesura que hizo y que no saldría por lo cobardía que adquirió durante la relación de los dos ante su imponente presencia.
—Parece que mi única salida es quedarme aquí hasta que alguien venga —murmuró de forma agridulce. Estaba actuando como tonta, en verdad, pero ¿qué otra opción tenía una muchacha que quiso vivir una mentira? —. Desearía que fueras real, dulce e inocente Goten...
Eso fue lo último que expresó antes de que las ganas de llorar volvieran de nuevo y no pudiera evitarlo. Terminó por dormirse entre lágrimas y con el teléfono aferrado a su pecho añorando la existencia de su personaje favorito al cual, sin saberlo, pertenecía al universo paralelo del suyo, el universo 7.
El hijo de un saiyajin y una humana, desconociendo quien lo atesoraba en otro punto del universo, se hallaba en clase refunfuñando con el reciente examen donde su nota no era precisamente buena. Su ki amenazaba con incrementarse y estallar ante el malestar que lo recorría. Podría jurar hasta frente del mismo Dende que había puesto mucho empeño en aprender todo el contenido que iban a evaluar y pese a todo, la calificación no llenaba sus expectativas.
—No sé qué más quiere haga, profesor. No he estado perdiendo el tiempo y ni siquiera eso alcanza para no reprobar su materia —cuestionó a su educador que había señalo de manera despectiva su cambio de calificaciones.
El maestro de Goten se sintió conmovido e intrincado. Por más que se lo había explicado de la forma más básica posible, el muchacho de melena oscura insistía en obtener más información de su rendimiento académico. Lo admiraba por ello, pero a su vez, se extrañaba ante los cambios de actitud que Son había hecho de forma repentina.
—Señor Son, a pesar de que ha sacado notas superiores a cinco, no es suficiente. Debe de esforzarse mucho más si desea graduarse este año —le explicaba el profesor de Literatura en medio la clase. Sin ser consciente de que estaba a la vista de todos sus compañeros que estaban, obviamente, burlándose—. Permítame recordar que en la primera etapa del año sus notas no superaban el seis. Ni en mi clase ni en ninguna y si desea aprobar esta segunda etapa… ¡debo de ver esfuerzo académico que alcance un siete u ocho!
—¡No se moleste, profesor! ¡en lo único que Goten pone esfuerzo es en conquistar chicas! —grito de pronto un alumno.
El hijo menor de Goku se giró a mirar con el rabillo del ojo y distinguió que esa forma de no quitar ojo era perversa. No es que estuvieran con energías malignas corriendo por ellos, pero los acontecimientos recientes habían vuelto a Goten un sujeto desconfiado. Obviamente eso le hacía presentir que no tenían intenciones de solo soltar un chascarrillo para romper la tensión. Estaban deseosos de otra cosa, anhelaban su ridículo y vergüenza pública. Su hambre era verlo hundirse, maldita sea.
—Sí, pero hasta en eso falla —Goten sintió que ese instante de silencio era para lanzar el comentario con todo el veneno posible. Con todo el deseo de verlo sufrir por aquello. Conocía a esos sujetos, había combatido contra ellos. Eran los peores—. ¿Acaso no vieron como Meiko lo abandonó por Katsu? Eso sin duda muestra lo fracasado que es—y esa acotación era el que esperaba. Malditos sean.
El grupo de alumnos comenzó a reírse con fuerza de los ámbitos personales del joven causándole malestar y aunque el profesor buscó el silencio en el aula, Goten optó por salir rápido de allí y perderse en los pasillos de la Orange Star School. No apetecía de notar sus rostros gozantes de su vergüenza, antes consumía un libro de filosofía.
—¡Miren, el supuesto número uno! —escandalizó un muchacho de pronto y otro momento de risas dirigidas a él se produjo
Goten salió corriendo nuevamente del sitio, como hacía desde hace un mes. Muy dentro suyo, repudiando su cambio de personalidad y cuestionando que pasaba por su mente en esos instantes que fascinó aquello como una mejor alternativa de vida.
