Cómame, señor Lobo: Rojo y Negro
Pre-Secuela/Retcon/Secuela: Queridos lectores, se les recuerda que para entender esta historia, es necesario leer "Cómame, señor Lobo", dado que los capítulos que se publican aquí son una suerte de pre-secuela, secuela y retcon que tienen validez e influencia en la historia original. Sin haber leído el fic anteriormente mencionado no se podrán entender el siguiente trabajo.
Advertencia: Este trabajo es puramente lúdico, sin fines lucrativos. "¡Oye Arnold!" pertenece exclusivamente a Nickelodeon y a su creador Craig Bartlett.
Aclaración: Existen dos modalidades dentro de esta historia. En los títulos de los capítulos podrán ver la diferencia desde el inicio y estos son: Realidad y Sueño. Aquellos que lleven el primer título se desarrollan en la continuidad de "Cómame, señor Lobo" y aquellos que lleven el segundo únicamente ocurren en el mundo onírico y solo los conocen o los recuerdan los personajes que los soñaron.
Capítulo I: Realidad
- En cierto punto no pensé que hablara en serio. –cerró la puerta atrás de él- Cuando dijo que te podrías quedar esta noche, pensé que solo bromeaba.
- Me sorprende que pensaras que Gretel decide donde paso la noche, cabeza de balón. Ya he dormido aquí antes ¿Recuerdas? –la chica se dejó caer descuidadamente en la cama, se quitó las botas y las medias, sintiendo la libertad de sentir la alfombra felpuda contra sus dedos desnudos- Aunque, no sé si te diste cuenta…
- ¿Qué buscó cansarnos todo lo posible antes de dejarnos ir? –bostezó profundamente, estirándose para retirar la pereza de su cuerpo- Me di cuenta.
- Astuta loba. –Helga se dejó caer hacia atrás, sintiendo sus músculos relajarse ante el contacto acolchonado.
Ya eran las dos de la mañana, en mitad de semana, con clases al día siguiente y Helga estaba considerando seriamente volver a faltar. Le dolía hasta las raíces del cabello. Nunca había esperado que una velada tan curiosa fuese tan agotadora. Gracias a la ridícula y poco original transición de eventos, en un mismo día tanto Gretel, Will como ella habían pasado de solteros a "en una relación". Por suerte, cada uno con pareja diferente y no en un trio amoroso. Así que, al igual que se celebraba ridiculeces menos interesantes, decidieron crear un pequeño festejo por tan curioso evento. Gretel había salido con esa idea para poder alejarse de la cocina y que Lila dejara de apuntarla con el cucharón de madera. Y eso había sido épico, resultaba que la señorita perfecta era una excelente combatiente en el legendario y doméstico arte de intimidar bribones con utensilios de cocina. Helga apostaría que Lila le podía ganar a un asaltante con un sartén de teflón como única arma.
En realidad… deberían hacer un videojuego con eso.
En menos de una hora Nadine, Gerald y Phoebe se habían unido a la celebración que de una cómoda conversación rápidamente se pasó a poner música e improvisar bailes que entre el ridículo y la excelencia terminó agotando a todos. Will acompañó a Nadine y Lila a sus respectivas casas y regresó al departamento para quedarse a dormir ahí. Gerald y Phoebe se retiraron después de eso y en el momento en que comenzó a sonar la tétrica música de algún videojuego de Gretel, tanto Arnold como Helga decidieron huir de ahí.
Como consecuencia sus cuerpos estaban agarrotados y acalorados. Arnold se quitó la camiseta y el cinturón de su pantalón, descalzándose y casi arrastrando los pies hasta caer boca abajo en la cama. Helga observó la espalda del chico. El suave bronceado que adquiría la piel blanquecina gracias a la actividad bajo el sol le daba un aire mucho más maduro. Sin poder evitarlo, rodó sobre las sábanas hasta sentarse sobre la espalda baja del chico y deslizar sus dedos por su piel. El chico dio un pequeño sobresalto pero rápidamente se relajó cuando sintió el efecto cálido de los dedos femeninos.
- ¿Cansado? –murmuró, suavizando su tono al notarlo tan devastadoramente agotado.
- No suelo desvelarme. –se explicó, dejando su rostro de costado para poder observarla. Helga se había soltado el cabello y la falda que cubría sus caderas caía como una manta sobre la espalda masculina. La playera que se había puesto en la noche era de color negro con letras color rosa chicle y decía "I always have something disgusting to say. That makes me special", aun con la escaza luz de la luna, las letras parecían brillar por si solas.
Arnold encontraba fascinante como la tela de la playera era tan ligera y suave que descansaba sobre cada curva femenina, sin ajustarse. Por alguna razón, ese efecto era mucho más atractivo que cualquier prenda elástica y apretada.
- En Berlín dormimos a las cuatro de la mañana y despertamos a las diez. Eso es costumbre de muchos allá. –explicó- Las vacaciones de verano son para desahogarse por el estrés. En especial si estudias en una Gymnasium. -el chico le observó con extrañeza- Allá la educación no es igual en todas partes. Tu desempeño académico te califica, puedes ir a una secundaria por lo bajo de lo regular: Hauptschule, una promedio, que dicen que es para la burguesía: Realschule, o a la mejor categoría y que te da oportunidad en cualquier universidad de Europa: Gymnasium. Gretel y el resto de los chicos de su club estudian mayoritariamente en un Gymnasium. Así que, cuando por fin tienen vacaciones es la locura. –comenzó a darle suaves masajes en su cuello, delineando con sus pulgares su columna vertebral hasta la mitad de su espalda, el chico sintió que su cuerpo se iba relajando suavemente, cayendo en un letargo que en lugar de despertarlo podía llevarlo al sueño más profundo.
- ¿Y sus padres no se molestan con eso?
- ¿Por qué? –parpadeó extrañada y rápidamente su razonamiento estadounidense saltó- Oh… No. Desde el jardín de infantes, los niños europeos son muy independientes. En la adolescencia mucho más, trabajan y muchos viven por su cuenta. En ese sentido, Gretel es una mimada. –el chico ahogó una risa contra la almohada y lentamente se giró, para avisarle a Helga que se arrodillara y no se cayera.
De esa manera terminaron frente a frente, en una intimidad que ninguno de los dos hubiese pronosticado semanas atrás. Arnold sonrió de costado y sus manos subieron a los muslos femeninos, acariciándola suavemente.
La chica entrecerró los ojos, suspirando dócilmente, sus manos cayeron sobre el vientre del rubio. Sin poder evitarlo se inclinó lentamente hacia él y lo beso suavemente, sintiendo una corriente eléctrica golpear contra sus labios y descender por su pecho hasta transformarse en una cálida llamarada. Respirando profundamente se separó de él para observarlo con un ligero brillo en su mirada.
- Zafiros… -murmuró él, estirando su mano para acariciar el rostro femenino- Brillan como zafiros… -admitió, reparando por primera vez en el profundo color azulado de la mirada de Helga. No era cualquier tipo de azul, en realidad era más oscuro en los bordes y se aclaraba hacia su pupila.
Ella sonrió de costado y volvieron a unir sus labios, esta vez besándose profundamente, la atracción entre ambos se hizo más intensa acorde exploraban la boca del otro en un ritmo sinuoso.
Cuando una vez más se separaron para tomar aire, el ambiente había cambiado, el calor que se extendía entre sus dos cuerpos llamaba desesperadamente a hacer lo ilógico, a buscar más de él. Helga se inclinó y relamió los labios masculinos, sintiendo un cosquilleo intenso que la hizo contener una pequeña risa.
- ¿Algo gracioso que compartir, señorita Pataki? –Arnold la rodeó por la cintura y se giró para quedar sobre ella.
- Oh… nada… -sonrió de costado y recorrió con sus labios el mentón masculino- Eres muy lampiño ¿Sabes? –él enmarcó una ceja- No me quejo. –comentó, riendo.
- Tú no sabes cuándo detenerte ¿No? –ella negó enérgicamente, Arnold se inclinó para darle una ligera lamida en su cuello y hacer que callara- Por suerte yo sé cómo inmovilizarte.
- Estúpido cabeza de balón… -murmuró, sintiendo las mejillas sonrojadas.
- Yo también te quiero, Helga. –rodó los ojos y llevó sus manos por los costados del cuerpo femenino, subiendo lentamente por sus curvas pero antes de llegar a sus senos, volvió a bajar hasta llegar al borde de la playera femenina- ¿Me permites?
- ¿Ahora pides autorización? –contraatacó, girando el rostro hacia un lado para evitar observarlo.
Arnold contuvo las ganas de reír, por un profundo goce que le invadió, le retiró la playera con cuidado, reparando más allá de lo normal en la manera en que el vientre femenino bajaba en una curva vertiginosa y lucía una tonificación superior gracias al constante ejercicio, recordó que las primas hacían dos horas de ejercicio diario exceptuando los días como esos que tenían visitas. Ahora reparaba como eso le daba un ajuste al cuerpo de Helga que otras chicas no tenían. La chica no cuidaba su figura con infernales dietas o privaciones, pero agotaba toda su energía en un salvaje ejercicio que la fortalecía, sin perder su femineidad, tenía músculos pensando en la practicidad antes de la belleza. Gracias a eso tenía una piel flexible y sana, carente de los maltratos de la adolescencia que otras chicas tenían por usar en exceso productos de maquillaje o artículos de belleza que terminaban lastimándolas. Arnold había aprendido rápidamente que no le gustaba el tacto cremoso que dejaban los maquillajes que ocultaban imperfecciones en la piel de las chicas, a su opinión eso solo hacía más obvio todo y daba una sensación pegajosa al saludarlas. Pero Helga era diferente ¿Cómo era posible que se pudiese sorprender por eso? Ella no maltrataba su cuerpo por ideas erróneas de moda y tenía la naturalidad necesaria para distraerlo con solo poder sentir su vientre y cintura entre sus dedos. Él mismo contuvo un profundo suspiro y retomó su tarea para subir la playera de la chica hasta descubrir su pecho y luego retirarle del todo la playera.
Aunque no era la primera vez que la veía así, sabía que en ese momento era diferente. Ambos lo sabían.
- Bésame. –ordenó Helga, lo atrajo por la nuca y lo beso profundamente, sintiendo contra su piel el calor masculino.
Ni siquiera le dio tiempo para reparar en el delicado sostén rosado con costuras negras, porque ella misma se lo retiró al arquear la espalda contra él, logrando retirarlo con escasa sutileza y volvió a abrazarlo, suspirando contra los labios masculinos al sentirlo contra su piel desnuda, un calor indescriptible y una sensación que la impulsó a moverse contra él, disfrutando de la sensación.
Helga se dejó caer contra la cama y sintió como él subía sus manos una vez más por su torso, recorriendo su cintura y llegando a sus senos desnudos. La chica soltó un gemido sorpresivo cuando las yemas de los dedos apretaron sus pezones, dándole una estimulante sensación. Eso había sido inesperado ¿Cómo podía ser tan sensible cuando se trataba de él? Un tacto tan simple le hizo acelerar la respiración y observar esa sonrisa taimada en la boca del chico que le robó un gemido más profundo.
Arnold no se hizo de esperar, inclinó su rostro hasta besar entre los senos femeninos, deslizó sus manos por sus costados y la levantó suavemente por las caderas llevándolas contra las de él, dejando la espalda de la chica en un arco perfecto, similar al de una devota sacrificándose a la Bestia. El rubio sonrió ligeramente al verla en esa postura y capturó uno de sus pezones entre sus labios, acariciándola con su cálida lengua y sintiéndola como fuego al tacto. La sintió removerse con inquietud contra su boca, con los gemidos cada vez más fuertes, invitándolo a succionar y cerrar ligeramente sus dientes en la aureola. La observó, sonrojada, despeinada y con los ojos cerrados, sus labios entreabiertos gimiendo con mayor insistencia y rozando sus caderas contra las de él, haciéndolo delirar. Su miembro se había endurecido desde el momento que la vio quitarse las botas, pero acorde la sentía más cerca y dispuesta, se sentía al límite. Y en ese instante, sintiendo el roce insistente y suave contra su erección, le hacía temblar de deseo.
Pero ella parecía tan entregada como él, la mano femenina se cerró en la nuca de Arnold y lo mantuvo aprisionado contra su seno, gimiendo por la rápida lengua que no dejaba de acariciarla y los labios que la succionaban. Ella misma movió con más deseo sus caderas, sintiendo el placer acrecentándose, descubriendo sobre la tela la dura forma del miembro masculino y al mismo tiempo delatando su ansiedad por ser tocada por él. El rubio gruñó, la sostuvo de las caderas y presionó con fuerza sus caderas a ella, muy lentamente, buscando una caricia completa que los hizo gemir a los dos, impacientes.
La soltó y se enderezó, creando cierta distancia entre ambos, para él era necesario tomar un respiro de un contacto tan directo, dado que era la primera vez que sentía un placer tan poderoso y temía dejarse llevar por el egoísmo. Helga le observó con extrañeza, recostada en la cama y pudo entender lo que pasaba por la mente femenina.
- Serás mi perdición, Helga Pataki. –juró, deslizando sus manos por los tobillos femeninos y subiendo lentamente mientras le separaba las piernas.
Una parte de él intentaba recordar todo lo leído o las miles de fantasías que había deseado cumplir. Pero en ese momento lo único que llegaba a su mente era el deseo, los nervios y la ansiedad que asolaban su mente, a cantidades iguales. No detuvo su recorrido hasta que llegó a los bordes de las bragas femeninas, la falda de la chica cubría sus caderas con una sensual censura que su mente deseaba mantener. Sus dedos llegaron a los bordes de la tela y deslizó fuera la ropa interior, dejando a la falda cubrir la figura femenina.
Helga se arrodilló en la cama, con un suave impulso de pudor, lo abrazó por el cuello y besó lentamente su hombro, mientras sus manos bajaban por su espalda, delineándola hasta llegar al borde de su pantalón. La chica se mordió el labio inferior y deslizó sus dedos hasta llegar al frente, le abrió el primer botón del pantalón y luego el cierre descendió. En silencio, Arnold se retiró el jean y la rubia no se hizo esperar, sus dedos se metieron dentro del bóxer ajustado y sintieron con sorpresa el caluroso miembro erecto del chico. Nunca hubiese imaginado que fuese tan suave contra su mano y con una temperatura tan alta. Ella entrecerró los ojos, dejándose llevar por la sensación cálida de tocarlo desde la húmeda punta hasta la suave base. Arnold gimió contra su cuello, abrazándola con desesperación y así supo que estaba haciendo bien. No importaba cuanto hubiese leído o preguntado, todo era demasiado nuevo y embriagador. En su mente solo danzaba la idea constante de que esa era su primera vez, la de ambos. Y tenía algo en claro, por mucha emoción y excitación que hubiese en su sangre, también existía el temor a lo desconocido.
- Helga… -la voz de Arnold, suplicante y jadeante la sacó de su transe, buscó la mirada del chico pero estaba escondido contra su cuello. Por un momento deseó detener su mano, pues supuso que las caricias lo estaban lastimando- Tu mano es tan suave… -admitió y ella sonrió de costado, animándose, deslizando la palma de su mano por la delicada piel de la punta de su miembro y dejando que sus dedos siguieran la curva de la cabeza, de arriba hacia abajo.
Arnold gimió con fuerza, contenido y suplicante, llenándola a una oleada de deseo que casi la ahogó. Lo amaba y deseaba, pero en ese momento lo único que quería era escuchar más, saber que esos gemidos, era producto de estar juntos. Lo buscó con la mirada y él lanzó el rostro hacia atrás, respirando pesadamente. Si, le gustaba, definitivamente le encantaba el chico. Nunca había creído que pudiese excitarse tanto con solo mirarlo, frunciendo el ceño, respirando pesadamente y su boca entreabierta, en una mezcla de placer y súplica. Todo eso por su tacto, por la caricia que su mano impartía.
La chica se alejó de él y se volvió a recostar, sabiendo que la falda cubría sus caderas, se impulsó a respirar hondo y quitarse esa última prenda. No se animó a mirarlo pero separó suavemente sus muslos, mordiéndose el labio inferior. Pero pudo escuchar la respiración profunda de Arnold y como se acercaba a ella. Recogió energía y fuerza voluntad para observarlo y notó como le miraba fijamente, sus labios entreabiertos, sorprendido y complacido por partes iguales. Y tuvo que agradecer eso a Gretel y su insistente idea desde hace dos años que ambas asistieran rutinariamente a depilarse completamente, supuestamente por promover la agilidad del cuerpo y la facilidad de soltarse de un agresor, pero que en el fondo sabía que también era por un goce hedonístico. La sensación de la piel después de la depilación era mil veces mejor, mucho más sensible, llena de goces al tacto y había descubierto con el tiempo que eso también se refería a la sensación del tacto de cualquier cosa sobre sus labios vaginales. Helga gimió con fuerza al sentir los dedos del chico hacer hincapié en esa última idea, un simple recorrido externo la estremeció y pudo sentir la humedad de su interior incrementarse. Abrió los ojos para mirarlo y notó como sonreía de gusto pero fijo en cada reacción nueva que todo su cuerpo le ofreciera.
El chico separó suavemente los labios vaginales y sintió un estremecimiento ante el húmedo sonido que se produjo. Sus ojos recorrieron cada pliegue con completa curiosidad. El impulso fue mayor que su mente y guio su miembro hasta el clítoris de la rubia. Al hacer contacto directo ambos soltaron un profundo jadeo. La sensación cálida y la humedad que lo acobijó fueron indescriptible. El impulso de volverlo a hacer, de deslizarse por esa increíble humedad casi lo dominó pero alejó su miembro con resolución, pues debía ser consciente de lo que hacía.
Arnold estiró su brazo hacia el librero y abrió una pequeña caja, sacando un paquete de ahí, se lo enseñó a Helga, para confirmar si era correcto y cuando la chica asintió, una corriente de adrenalina y nervios le hizo casi soltar el paquete.
Por pura suerte logró abrirlo, con torpeza siguió el instructivo que había revisado más de mil veces desde que lo había adquirido. Al final, logró sacar el condón. No le extraño notar que Helga también observaba el instrumento con curiosidad, de un poco atractivo color piel y una punta redondeada que daba la impresión de estar bromeando con todos.
- ¿Necesitas ayuda? –murmuró la chica, apoyándose en sus codos.
Arnold dirigió su mirada a ella y no pudo evitar quedarse hipnotizado con la imagen. Esa chica frente a él, esa chica que conocía dese la infancia, era para él. El rubio cabello revuelto, la sonrisa nerviosa que se curvaba más hacia la derecha, la mirada de zafiro, el delgado cuello, el esculpido cuerpo de una guerrera y las delicadas curvas. Toda ella le pertenecía en una esencia muy lejana a lo físico y a la vez tan cercana al mismo concepto. No se contuvo y se inclinó sobre ella para besarla, notó como entreabría los labios con anticipación y cerraba los ojos. La sonrisa ladeada le duró poco y apenas logró besarla, pues su miembro hizo directo contacto contra el sexo húmedo y un impulso poderoso de moverse contra ella le hizo detenerse de golpe y soltar un gruñido.
- Bien… mala idea. –admitió en voz alta y la observó con culpa. No podía creer que su cuerpo pudiese desenfrenarse tanto, al nivel de querer olvidar todo y simplemente hundirse en ella. Pero no podía hacerle eso.
- ¿Mala idea?
- Te deseo demasiado. –le besó el hombro, sin mirarla, mientras separaba sus caderas de ella- El sentirte… -suspiro- me hace perder la mente. Pero esto es especial. –levantó la mirada y acarició el mentón de la rubia- Ya habrá tiempo para el desenfreno. –prometió, robándole un sonrojo que le hizo reír calladamente.
- Estúpido cabeza de balón. –la chica se recostó una vez más, mirando a un lado. Arnold aprovechó el gesto para echar un vistazo al codón en su mano y llevarlo a su miembro, siguiendo las incómodas indicaciones del paquete para ponérselo y sintiendo el apretón dificultoso pero necesario entorno a su erección.
Helga sintió el cambio de presión en la cama, por lo que entreabrió la mirada para notar como Arnold se erguía sobre ella, con sus brazos apoyados a cada lado de su cuerpo. Ella recogió sus piernas y sintió el corazón latiéndole tan fuerte que nubló su sentido. Una parte de ella quería salir corriendo, decir que aún no estaba lista. Otra solo pensaba que después de eso, todo sería diferente, una completa nueva experiencia con la cual estuvo fantaseando constantemente. Ambos jóvenes se observaron a los ojos, dudosos y con el mismo grado de deseos por continuar. Helga rodeó el cuello del rubio con sus brazos y se estremeció ante el contacto de la erección de Arnold deslizándose desde su clítoris hacia abajo y llegar a su entrada. Ella respiró con fuerza, cerrando los ojos y aferrándose al chico como si se le fuese la vida en ello.
- Tranquila… -escuchó en su oído- Estoy aquí. –le recordó, besando el perfil de su oreja para luego deslizar su cálida lengua hasta el lóbulo femenino y succionarlo entre sus dientes.
Las manos del chico acariciaron la cintura femenina y bajaron hasta posicionarse en el trasero de Helga, rozando con sus largos dedos la piel tersa, creando un bamboleo entre sus sexos, una sensación estimulante pero lenta, mientras recorría con su boca el cuello femenino y dejaba que sus dientes crearan un agresivo avance hasta la clavícula de Helga para lamer justo ahí, recuperando a la chica entregada y premiándole con gemidos entrecortados.
- Aquí voy… -le advirtió.
Helga cerró los ojos y respiró hondo, sintió la invasión de manera curiosa en un inicio, un inesperado cosquilleo palpitante que la estremeció. Luego llegó un golpe en su interior, que le hizo soltar un suave quejido, el ataque se retiró momentáneamente y la sensación se repitió una vez más, suavemente pero igual ella se quejó. Arnold no quería hacerle daño, lo sabía, se estaba conteniendo. El chico gemía contra su cuello, suplicante y nervioso, pues él debía estar disfrutando pero se contenía. Helga volvió a respirar y empujó sus caderas con fuerza contra las de él. Un solo golpe que le hizo jadear. El dolor fue intenso pero apenas duró un par de segundos. En su mente se guardaría como él también había jadeado pero en un éxtasis supremo e inevitable, clavando sus dedos contra las nalgas femeninas y temblando para no moverse. Ella entendió lo duro que debía ser para él no moverse como era su deseo, había tenido demasiadas oportunidades para comprender que Arnold no podía controlar ese movimiento de caderas pero aun así el chico estaba esforzando por no herirla. Y por eso sonrió, por eso y porque el dolor desapareció tan rápido como había llegado. No había un daño punzante, ni un dolor agonizante. Solo corría por sus venas adrenalina y el deseo de reír o besarlo desesperadamente.
Y optó por lo segundo, giró el rostro y movió suavemente su cadera para invitarlo a seguir. La sensación la hizo jadear contra la boca masculina, con un placer inesperado y adictivo. Algo que nunca había experimentado. Lo besó profundamente y gimió con fuerza cuando Arnold se movió con potencia dentro de ella. Le gustaba. Le gustaba la sensación, la caricia en su interior que le hizo gemir de manera alta y desesperada. Sus manos rodearon la espalda masculina y clavó sus dedos en la piel suave. No le importó nada más que el placer en su interior, gimiendo con fuerza.
- A-Arnold… -susurró contra la boca del chico, recibiendo de parte de él un gruñido extasiado.
El rubio se estiró para quedarse enderezado y aun teniéndola por su trasero, sostuvo las caderas de la chica y continuó moviéndose, lento, profundo, haciéndola gemir provocativamente, de manera larga y entrecortada por el deseo de no hacer un escándalo. Arnold estaba hipnotizado, por el placer que sentía y lo estimulante que era mirarla. En cada embestida ella se movía, todo su cuerpo parecía recibir un oleaje creciente y sus senos se endurecían.
- Oh… Dios… -jadeó Helga, arqueando la espalda. No podía ser posible sentir algo así, dejarse llevar por un placer tan poderoso. En ese momento el único ser divino era él y lo llamaba con súplica para que continuara.
- Helga… -el rubio se dejó caer sobre ella, apoyándose solo en una mano, lucía como si le resultara imposible soltar las caderas ondulantes de la chica, que parecían tener su propio ritmo urgente- Me… -quiso advertirle.
Le quiso explicar lo difícil que le resultaba contenerse con toda esa sensación, el calor húmedo, los movimientos apremiantes, el cómo ella gemía y se retorcía debajo de él. Le era imposible mantener la cordura. Nunca había sentido un placer tan fuerte y se sentía al límite. El chico agarró con fuerza las sábanas y el trasero femenino, dio un par de estocadas largas, fuertes, dejando que su miembro invadiera del todo hasta que los labios vaginales parecían besarlo en la base de su miembro y se corrió con fuerza.
En ese segundo lo supo, ante el temblor de todo su cuerpo y la sensación de que este se movía sin control, lo entendió. Eso era un orgasmo, muy diferente a la simple sensación de correrse al masturbarse. Porque quien dijera que los hombres llegaban al éxtasis siempre, simplemente no entendían la diferencia. Porque acaba de tocar el cielo y había caído al más delicioso infierno sin poder detenerse. Arnold se derrumbó sobre la chica, que movía sus caderas suavemente, estimulándolo de tal manera que casi sintió dolor.
Helga le mordió suavemente el hombro, murmurando algo que él juró…
- ¿…alemán? –en la embriaguez del placer, levantó el rostro para ver a la chica. La rubia se mordió el labio inferior, mirando a un lado- ¿Hablabas en alemán?
- No… -bien, eso había sido poco convincente- Eh… yo… olvidé como se habla en ingles por un momento. –admitió, pensando que eso debía pasarle solamente a Gretel, no a ella. Lo escuchó reírse antes de robarle un suave beso que la estremeció- Tonto…
- ¿Te dolió? –ella negó, para calma del chico- ¿Estuvo… bien?
Helga asintió, rápidamente y cerró los ojos. Nunca había sentido un placer así, mucho más fuerte que cualquier caricia que ella misma se propiciase. Si era sincera, su cuerpo ansiaba más y tenía que controlar el impetuoso deseo de seguir moviendo sus caderas e incitándolo. El placer solo había ido subiendo, con fuerza, golpeándola hasta el límite y volviendo a llevarla más alto. No sabía decirse si había tenido un orgasmo largo que no sabía desde cuando había empezado o si en realidad no había logrado obtener uno. Pero en realidad no le importaba, pues el goce que había experimentado y el placer que había sentido era incomparable.
Y aunque él no lo deseara, se impulsó para separarse del cuerpo femenino. El movimiento le mareó y le hizo sentarse en sus talones, sintiendo abruptamente la separación entre ambos. Los dos chicos jadearon con fuerza, frustrados y pudo sentir el pie femenino golpearlo sobre la rodilla, con reclamo.
- Tonto… -masculló, frustrada- No te separes así… sin avisar…
- Lo siento… -admitió, bajando la mirada y se retiró el condón. Su miembro había bajado completamente y aun así le parecía sorprendente todo lo ocurrido. La chica se sentó de manera lenta pero por fortuna no lo miraba, le dio tiempo de ponerse el bóxer y percatarse que Helga observaba el reloj. Ya eran las cuatro de la mañana.
- No quiero ir… -murmuró Arnold y ella sonrió de costado- ¿No vas a ir?
- No. –negó, con una sonrisa tramposa, recostándose en la cama y buscando a tientas sus bragas y robándole la camiseta al chico para ponérsela, con una sonrisa casi felina.
El verla así, placentera y cómoda después de todo eso, le impulsó a jalarla de las caderas hasta tenerla bajo él, mirándola, mientras ella sonreía endemoniadamente.
- Yo no respondo a padres preocupados, ni a abuelos perspicaces. –la chica estiró su dedo índice para jalarlo del bóxer hasta que cayó sobre ella. Lo besó despacio, con pausas crueles, al saber el privilegio que ella tenía ante su independencia- Cuando suene tu alarma volveré a mi cómoda cama. –se estiró, embriagada- ¿Quién lo diría?
- ¿Qué cosa? –acomodó uno de los rubios cabellos contra la oreja femenina.
- Eres muy bueno para ser principiante… -contuvo una risa cuando notó el sonrojo del chico.
- Yo de ti no diría nada, Helga-caderas-inquietas-Pataki. Casi me cobras la cordura. –le juró, besándole el hombro.
- Oh cállate… -lo abrazó con fuerza, estremeciéndose- Fue perfecto. –admitió, empujándolo para que se recostara de lado. Cuando lo tuvo lejos de su campo visual se giró, dándole la espalda y se acurrucó contra el brazo que aun la rodeaba- ¿Arnold…?
El chico se acomodó atrás de ella, abrazándola e hizo un sonido de afirmación, mientras acariciaba el brazo femenino.
- Promételo… -pidió.
- ¿Qué…?
- Ser sincero conmigo… sobre nosotros. Sobre todo… quiero hacerte feliz… promételo… me dirás lo que quieres… lo que te gusta… lo que no. –susurró, mordiéndose el labio inferior, agradeciendo no verlo.
- Lo haré… -le juró, sintiéndola tranquila entre sus brazos. Pero por suerte se contuvo de decirle un par de ideas que tenía. Aun había tiempo y como ella había dicho, era bueno mantener el misterio- ¿Helga…?
- ¿Si? –la escuchó bostezar y él también sintió el agotamiento de que próximamente tendría que levantarse.
- ¿Cuántos idiomas hablas? –preguntó, conteniendo las ganas de sonreír de manera tramposa.
- ¿Ah…? –le extrañó la pregunta- Menos que Gretel… dos perfectamente, inglés y alemán, uno regularmente, el francés… -explicó, bostezando- Gretel habla ruso también y más o menos el árabe.
- ¿Árabe…?
- Su primera novia era egipcia, los egipcios hablan árabe, Gretel aprendió árabe así. –explicó, en un hilo de voz.
- Interesante… -besó el hombro femenino sobre la tela de su camiseta. Le gustó saber que la chica supiera francés, tenía ciertas ideas en mente que debía animarse a pedirle.
- Tonto… -susurró la chica, como un juramento antes de caer en el suave sueño.
Algo le decía que debía prepararse para lo que viniera de la curiosa mente de Arnold. Y por otra parte, supo que estaría encantada de darle gusto a esas muy interesantes ideas. Muy posiblemente era una pervertida o el sueño le había ganado el juicio.
¡Saludos Manada! Una pequeña muestra sobre los Rojo y Negro. Lo quise hacer lo más real posible y al mismo tiempo lleno de confianza, comodidad y emoción. Poco a poco se irán revelando más cosas, dependiendo de los personajes que aparezcan aquí.
Regla de la Manada: Siempre hay una primera vez para todo. En la vida, habrán cosas que querrás realizar, probar. Por ello, siempre busca que sea inolvidable y un memorable recuerdo. Hay sabiduría en esperar, escoger y decidir.
¡Nos leemos!
Nocturna4
