30 de Octubre de 2009

Hola a todos... se que me he perdido mucho tiempo, pero ahora regreso con este Drabble-oneshot buscando desahogarme un poco. Este se trata de un poema que escribí en honor a una persona que murió hace muy muy poco, dejando atrás una vida prometedora, para marcharse a reencontrarse con el altisimo. Yo pienso que era demasiado pronto, pero Dios sabe por que caminos llevarnos. Ojala les guste, y por obvias razones, se tuvo que adaptar para que quedara acorde con la historia y la pareja. y que ironía que se trate de mi fic numero 50.

Sin más que decir,

Andrea Black.

P.D:

En honor a Tita,

Dios quiso que te fueras tan pronto, pero aún así tu recuerdo vive en nosotros, todos los que llegamos a conocerte y ser tocados por tu Luz.

(18/03/1984 - 29/10/2009)


Adiós, Ninfadora


Quizás las cosas hubieran sido distintas,

Si no te hubiera conocido.

Tal vez estarías segura ahora, y viviendo lejos de mí,

Pero existiendo al fin y al cabo.

Tal vez nos habríamos encontrado en otro momento,

Por casualidad y juegos del destino

Nos habríamos conocido con más calma

Y posiblemente te habría disfrutado aún más

Tal vez te habría valorado más en vida,

Aún más de lo que ahora lo hago.

Y es que ahora tu nombre resuena en mi mente

Donde hago intentos desesperados de retener tu voz en mi memoria

Pero noto que con cada repetición,

El sonido se pierde entre la neblina oscura

Y tu voz cesa de llegar a mis oídos.

Pero ahora las cosas que no se hicieron no se harán,

Las piedras que dejamos atrás no reaparecerán frente a mí

Y tu calidez no me cubrirá jamás,

Ahora debo conformarme con fotos viejas y pensamientos funestos.

Ahora sólo me quedan memorias de un pasado juntos

De mejores tiempos y de risas compartidas.

Ahora sólo tengo soledad y silencio esperándome,

Porque te has llevado mi paz contigo.

En este momento sólo eres polvo distante e indiferente

Y quiero llorarte algo más que lágrimas que se secaran a los minutos

Quiero preservarte en mi memoria por siempre,

Para que tengas un lugar en donde vivir eternamente.

Pero sé que tu recuerdo comenzara a desvanecerse con el tiempo,

Junto con tu rostro y el sonido de tu voz que comienza a abandonarme.

Y hago intentos desesperados de aferrarme a los recuerdos,

Para que estos me digan que aún en mí, vives plenamente.

Que aún ríes dentro de mí, que aún sueñas dentro de mí.

Suspiró al terminar de leer el papel. Habían pasado tan sólo unas horas desde la ceremonia por los caídos, pero ya todos habían abandonado el lugar. O al menos, casi todos. Se sentó en la grama frente a la tumba, importándole poco ensuciarse la ropa o que el sol se estuviera poniendo a la distancia. Ahora sólo le importaba despedirse. Sólo importaba decirle adiós, y a la vez decirle tantas otras cosas que no había podido decirle en vida. Tantas otras cosas de las que se arrepentiría toda la vida.

Porque había podido decírselo todo, y prefirió callar como un cobarde. Y ahora, no podía abandonar el lugar. No podía marcharse hasta no decirle a esos oídos que no oirían más las palabras que se habían quedado atoradas en su garganta y en su pecho por tanto tiempo.

Porque no había podido decirle que la había amado, la amaba y la seguiría amando a pesar del tiempo, y ahora era demasiado tarde como para que ella lo supiera.

Se quedó en silencio, arrugando el papel que tenía en su mano y limpiándose las lagrimas que se acumulaban en sus ojos. Sacó su varita y le prendió fuego al pequeño trozo de pergamino que tenía sus sentimientos, y con el cual había compartido la noche en vela. Porque sus ojos se negaban a cerrarse y soñar con los acontecimientos pasados. Se negaba a soñar con su cuerpo inerte y frío.

Y se sentía sucio, al no estar frente a la tumba de su hermano. Al no haber sido apoyo alguno a su familia. Al no haberle dado un segundo pensamiento a esa pérdida que en poco tiempo le afectaría también. Pero no importaba. Este era su pequeño instante de egoísmo. Y quien mejor que dedicárselo a ella, quien años atrás le había reclamado por no ser más egoísta consigo mismo.

Sintió como las lagrimas seguían corriendo y se percató, casi con sorpresa, que había anochecido. Suspirando se levantó y se alejó lentamente de la tumba. Tenía a su familia esperándolo y no podía darse el lujo de seguir extraviado, por más que quisiera quedarse ahí. Por más que quisiera permanecer a su lado.

Y antes de aparecerse, observó la tumba a la distancia una última vez. Y dijo las palabras que tanto le había costado decir en ese día.

-Adiós, Ninfadora.-