El descubrimiento
Prólogo: Cabos sueltos
Dicen que incluso los grandes genios cometen errores, de vez en cuando.
Dicen que las grandes mentes, de hecho, son las que más errores suelen cometer.
Dicen que, cuando algo te resulta demasiado sencillo es porque, probablemente, lo estás haciendo mal, y debes repasarlo para asegurarte de no haberte equivocado.
Pero empezar de cero algo que te ha llevado tanto tiempo conseguir, muchas veces es muy duro. Hay que saber cuándo rendirse.
Y también hay que saber cuándo algo no tiene solución, por muchas vueltas que le des.
Sí, hay que saber cuándo parar.
Aunque ello conlleve tantos sacrificios, tantas mentiras, tantos engaños. Aunque signifique dejarlo todo atrás, olvidar lo que ya habías aprendido, apartar tus logros, renunciar a tus aspiraciones.
Sin embargo... siempre hay alguien que no se da por vencido.
Siempre habrá una persona que luchará hasta conseguir sus propósitos, por mucho que le cueste, por muchas veces que caiga.
Incluso si debe derrotar a la propia muerte para lograrlo.
Esa es la historia de esa persona.
De ese hombre.
El detective más conocido de todos los tiempos.
"Es elemental, querido Watson... que incluso cuando un caso queda resuelto, aún hay cabos sueltos que nos atormentan.
Mi trabajo es, pues, eliminarlos.
Cueste lo que cueste".
