Pienso en lo que hice, en lo que dejo y en lo equivocado que me encontraba. Esas ideas nublan completamente otro pensamiento o las palabras del hombre que me tiene en custodia ahora mismo mientras soy arrastrado a lo que es mi final.

No veo más allá de lo que mi mente me deja ver, y esos son recuerdos. Cada decisión discutida en la sala de conferencias con los integrantes de mi gabinete; cada objeción castigada por mi poder, y cada acto devastador que le dejo a mi país. No estoy listo para marcharme. No aún.

Y sin embargo estoy aquí, pensando en lo que hice y las consecuencias...

Mientras mis pies, tambaleantes, tratan de seguir el paso al que me llevan. Ya no hay marcha atrás.

Porque mientras yo veía un gran cambio, mi pueblo veía las consecuencias. Mientras yo imaginaba ellos reflexionaban. Volé demasiado lejos y me he quemado con el sol. Ya no puedo decidir qué pasará.

Esto se acabó.

Algún día, este amado pueblo en el que crecí y me crié se revelaría ante quien buscaba su bien y terminó haciendo un mal. Digo adiós sin la esperanza de poder decir hasta luego.

Mi pueblo, mi hogar. He fallado a mi palabra de protegerte y hacerte crecer. Y sin embargo, me encuentro a tu merced, ante tus lamentos y serás testigo de mi despedida. Hasta nunca, oh patria mía. Lamento haberte dañado.