Disclaimer: Ni los derechos de la serie Inuyasha ni sus personajes son de mi propiedad. Son de Takahashi Rumiko. Todos los derechos reservados.

Advertencia: La historia contiene situaciones violentas y ofensivas para menores de trece años; lean bajo su propia responsabilidad. K+

Pairing: Sesshoumaru /Oc, Sesshoumaru /Rin (Implícito)

¿NOS CONOCEMOS?

Por Istharneko.

Prólogo. Recuerdos que afloran desde las profundidades...

"Un profundo bosque se divisa desde mis ojos. Sólo logro ver mis manos, mis pies, mi pequeño cuerpo dolorido y el quimono sucio y rasgado... El terreno en el que me apoyo está lleno de malas hierbas, matojos y árboles. Sigo avanzando pesadamente, hasta ver su se digna a mirarme hasta que avanzó hacia él y le tiendo el pescado que llevo en mis manos. Está sentado en las raíces de ese árbol dónde le descubrí, pero ya no me ataca. "

"Sigue siendo un animal herido y ante todo debo cuidarle."


Me observa con esos ojos dorados a los que ya no temo, como me habían enseñado que había de hacer. Pero puede que cuándo se recupere me devore. De todas maneras no podrá ser peor que lo que me sucede, lo que vivo...

"¿Quién te ha hecho eso?" Pregunta su voz firme a la vez que fría, retumbando en ese oscuro bosque. Yo simplemente le sonrío, él parece sorprendido ante mi reacción."

"¿Es lo que esperaba?"

***

Despertó esa mañana, extrañamente tranquila y sosegada ante la visión de aquél ser que cada noche acudía a su mente, en sus sueños. "¿Otra vez el mismo sueño?" Se preguntaba cada día, confundida y aletargada. Se levantó de la cama, echando un vistazo al reloj de su mesilla de noche y comprobando la hora: Las seis de la mañana. Era pronto, pero pese a todo se dirigió al baño, lavó la cara, se peinó y se vistió con su uniforme de colegiala. Luego bajo a la cocina, dónde su tía ya preparaba el almuerzo.

- ¡Buenos días Susuki-chan, te has levantado pronto hoy! –La que hablaba era una mujer de oscuro cabello y ojos marrones, y aunque sus facciones eran fuertes, se veía de una gran belleza. Lo de que Susuki viviera con ella y no con sus padres era algo de lo que no gustaba hablar… Ellos habían muerto tiempo atrás en un trágico accidente de coche. Desde entonces su tía se había hecho cargo de ella, tratándola bien y cuidándola cómo si fuera su propia hija-. ¿ Has dormido bien?

- ¡Buenos días Tía! -Dijo ahora la joven con expresión alegre y tomando su habitual desayuno de la mesa-. Sí. "Aunque volví a tener esos sueños."

La joven omitió esto para no preocuparla, pero desde hacia mucho tiempo se sentía tan extraña; desde que había cumplido los dieciséis que no paraba de tenerlos.

Noche tras noche avanzaban un poco más. Se había planteado ir al psiquiatra, pero no quería que la tomaran por loca. Después de sentarse y tomar su desayuno, la chica cogió su mochila y la chaqueta del uniforme y se fue rápidamente al instituto. Justo antes de que sonara la campana que anunciaba el inicio de clases, ella ya estaba a las puertas de la escuela. Cuándo entró al aula tan solo había un par de alumnos más. Susuki tomó asiento y volvió a pensar en aquél extraño sueño que siempre la dejaba entre extrañada e indecisa...

"Siento que no es algo muy normal soñar ese tipo de cosas…"

Salió de sus pensamientos para prestarle atención al murmullo de voces que se comenzaba a oír por los pasillos. Se unió a la marabunta de chicos y chicas que comenzaban a llegar ya a sus habituales clases. Durante la clase estuvo bastante ausente, cosa que algunos de sus compañeros parecieron notar, aunque no dijeron nada, pensando que simplemente no había dormido o tuvo una mala noche. Sin embargo, su compañera de pupitre la le habló, diciéndole que si quería que la acompañara a la enfermería, cosa que ella rechazó mostrándole una sonrisa de falso bienestar. La muchacha intentó concentrarse en las clases, pero era casi imposible, cuándo los pensamientos por aquél hombre llenaban casi toda su mente.

Realmente eso debía acabar pronto, o si no, no acabaría bien y entendía que sus profesores podían llamarle la atención; Los estudios no le preocupaban mucho, pero que su tía se molestase con ella no le hacía ninguna gracia. No quería decepcionar a la persona que la había cuidado por tanto tiempo y que siempre estuvo sonriéndole por gris que estuviera el día. Volvió a intentar atender en clase, pero le nunca había sentido que le fuera tan imposible tan sólo escuchar lo que decía el maestro.

Aquella tarde, al acabar las clases Susuki salió del instituto muy cansada e hizo el camino a casa con su acostumbrada caminata. En cuánto llegó a su hogar, directamente se dio un baño. Mientras hundía su cuerpo en el agua caliente y se relajaba, de nuevo rememoró las fantasías hechas en su cerebro, esas pesadillas en las que ese hombre vestido de blanco y cubierto de sangre, la miraba con unos ojos dorados y penetrantes. Cuándo se reflejaba en esas pupilas sentía cosas extrañas y que no tenían demasiado sentido.

Se sentía demasiado extraña.

Salió de la bañera algunas horas después, completamente atenuada después de estar en remojo tanto tiempo, y con los dedos de manos y pies arrugados debido al caliente líquido. Tomó la toalla y se secó el cuerpo, tras esto se puso el pijama, y sin ni siquiera cenar se fue a la cama. No tardó en quedarse dormida debido al cansancio que sentía..

"Susuki, ni siquiera cenaste." –Una figura femenina entró en la habitación de la joven. Se acercó a la cama dónde el cuerpo de la niña reposaba y la cubrió con las mantas que se habían deslizado hasta sus pies, dejándola a ras del frío y los resfriados. Notó cómo por un momento su expresión se cubría de terror, y le acarició la frente, tratando que pronto le pasará... La oyó susurrar algo casi imperceptiblemente.

"...maru "

La mueca de terror de hace un momento se disipó, y su rostro volvió a relajarse. La mujer suspiró tranquila y abandonó la habitación, dejando a la chica dormida y con la tranquilidad de la noche cómo guardiana...

***

"Se sentía observada por amenazadores ojos de furiosos animales que la acosaban. Estaba asustada, tenía miedo y no pudo más que correr y correr. Sentía los acusados jadeos de las bestias a su espalda y tarde se dio cuenta que lo qué la seguía era una manada de lobos hambrientos. Tropezó con una rama, torciéndose uno de sus pies descalzos... No lloró, ni siquiera pudo gritar. Sólo sintió cómo se desgarraban sus tendones... Sentía unos que la mecían la oscuridad en la que se había sumido y ella tan sólo se dejó llevar por aquello que se le antojaba tan cálido."

"Todo se quedó oscuro, y la joven volvió a dormir plácidamente. "