Disclaimer: Si esto fuera mio Naraku hubiera muerto mucho antes y Kagura hubiera vivido ¬¬.

Bueno, InuYasha es un bruto con las palabras, así que pensé en hacer esta serie de Drabbles, más que nada, inspirados en su poca capacidad demostrativa con las mismas.(?)


Pequeñas palabras
Drabble uno.
«Te quiero»


—Vamos, dilo —suplicó ella por milésima vez—. No es justo que sólo yo lo diga —se quejó, haciendo un puchero.

—Fhe.

La chica cruzó sus brazos y giró la cabeza indignada, él la miró divertido, y tuvo que morderse la lengua para no soltar una carcajada. Ella, ante esto, comenzó a gimotear, InuYasha lo sabía porque veía en su espalda pequeños espasmos y la oía. Roló los ojos y posó una mano en su hombro.

—Vamos, no es para tanto —dijo él tratando de subirle el ánimo.

—¡Sí lo es! —gritó y sacudió su hombro.

—¿Por qué quieres que lo diga si ya lo sabes?

—Porque me gusta cuando lo dices —admitió sonrojada.

Pero ni con eso iba a ceder, no lo diría. Le gustaba verla encaprichada por una estupidez —al menos para él lo era— y era divertido molestarla. Aunque estaba segura que cierta persona iba a regañarle por hacerlo, ¡pero es que era tan genial!

Vio como se sonrojaba y bajaba la vista, le pareció la imagen más tierna del mundo. Una suave brisa sopló y, como si todo estuviera en su contra y pretendiese hacerlo sentir culpable, trajo consigo el olor de sus lágrimas.

La niña levantó la vista con ojos llorosos.

—Por favor —volvió a suplicar con cara de perrito mojado.

¡Oh, por Kami!, pensó y roló los ojos. Dio una zancada y quedó frente a frente con ella, extendió sus brazos y le dio un fuerte abrazo. La chica sonrió y él también lo hizo.

—Te quiero —le susurró y la chica soltó una risita.

Él no emitió ningún sonido.

—A mí también me costó mucho sacarle esas palabras —dijo una voz que provenía de atrás de un árbol.

Los dos presentes se giraron y vieron a la mujer —alta, de cabello negro y azabache y unos profundos ojos chocolate— que ahí estaba parada. La niña le saludó y una sonrisa se extendió por todo su rostro.

—Hola, mamá.

Kagome se acercó a su hija y a su esposo y les dio un beso a cada uno.

—Y no sabes cuanto me costó —dudó y los miró—, cuanto me cuesta.

La niña rió y se levantó discretamente para ir a jugar. Amaba a sus padres demasiado, pero sabía cuando venían peleas entre ellos (cosa que no era nada agradable ver), y ese era un momento-de-pelea.

—Fhe.

—No trates de negarlo, InuYasha, sabes que digo la verdad —dijo Kagome con una sonrisa; él también sonrió y la abrazó, pegó su boca a su oído y susurró sus palabras favoritas.

—Te amo.

Kagome soltó una risita y se volteó a besarlo. Oyeron un ruidito de disgusto a sus espaldas.

—¡No es justo! —se quejó Izayoi— ¡A mami se las dices más fácil, además a ella le dices «te amo» y a mi «te quiero»!

Ay, mierda, ¿qué no es lo mismo? InuYasha supo lo que se le venía encima, así que se escondió detrás de Kagome.

—¡No es justo! —repitió— ¡Dímelas a mí también, papi!

Kagome se empezó a carcajear y él frunció el ceño.

—Adelante, «papi»—se burló, en medio de carcajadas, lo cual causó que le hanyô gruñera.

Cierto que amaba a su esposa y a su hija, pero entre esas dos uban a termnar enloqueciéndolo.

Suspiró, ese iba a ser un lago día.


Reeditado el 27/01/2014.