DISCLAIMER: Los personajes no me pertenecen, son de Stephanie Meyer. La historia si es mía.


SUMMARY: Una loca fiesta puede tener desastrosas catástrofes, y esto puede ser mucho peor si no se recuerda ni un solo segundo de ella. Bella tiene que volver sobre sus pasos para recuperar algo que jamás debió haber perdido. Regalo para Kote Cullen Swan.

.

Sip, te faltaba otro regalo más hoy. :)

Para la que no comprende la razón de este fic, está basado en la canción Last Friday Night de Katy Perry, y la historia se la quiero dedicar a una muy amiga mía: Kote Cullen Swan. Bicha, ai lob yu, así mucho muchito muchote, esto me nació escuchando música y… bueno, quise regalártelo en tu cumpleaños. Espero que te guste. :B

.

Last Friday Night

.

.

.

Era la regla de todo ser humano; siempre acordarse de no hacer algo justo después de hacerlo. Consideraba algo cliché decir "no volveré a beber nunca más", pero cuando estabas en la condición en la que yo estaba, realmente se creía cada una de esas palabras.

Podía sentir que mi cara era bañada por los primeros rayos de sol del día, sin embargo tener los ojos cerrados hacía parecer todo mucho menos real. No quería despertar aún. Todavía no.

—Bella…

Mi mamá siempre decía que el alcohol sólo podía traer problemas. Bueno, no quería ni siquiera comenzar a enumerar los míos, pero había uno que no podía ignorar; ese molesto e insistente dolor de cabeza. Era como miles de monos hiperactivos martillando con ahínco por todo mi cráneo. Quería tomarme una prescripción entera de analgésicos.

—Bella… despierta…

Y lo peor de todo era que tenía una nebulosa de recuerdos. No, la verdad era que ni siquiera podía decir que recordaba algo. Era blanco, completa e impolutamente blanco. El epítome de limpieza. Cero. Nada.

—Bella… por el amor a Lady Gaga, despierta de una puta vez.

Abrí mis ojos al escuchar la voz de mi amiga. Tanya estaba frente a mí, mirándome fijamente, casi tocando su nariz con la mía.

―Tanya, hay algo que se llama espacio personal.

―Lo sé. También hay algo que se llama cepillo de dientes ―se alejó un poco y arrugó su nariz―. Dios, Bella, tu aliento apesta.

Ignoré su comentario teñido de insulto y con mucho cuidado levanté mi cuerpo del colchón. Cerré momentáneamente los ojos otra vez para evitar el mareo que me provocaba el movimiento. Ni hablar con las inmensas ganas de vomitar hasta mi primera papilla de bebé. Apoyé los pies en el suelo y tomé aire.

—La resaca apesta.

—Amén a eso, hermana.

—Tú no te ves tan mal —achiqué mis ojos y la miré detenidamente. Si, estaba usando la misma ropa que la noche anterior, su cabello estaba algo desordenado y pude ver que se había quitado aquellos tacones de infarto, sin embargo, su maquillaje estaba impecable y lucía una expresión fresca—, de hecho, te ves bastante bien. Te odio.

—No, no, no. Tú a mí me amas. Admítelo. Sólo hay amor en ese corazoncito para mí.

Para demostrar su punto me pegó con su dedo índice repetidas veces sobre mi seno izquierdo, a pesar de que palmeaba su brazo para que desistiera. Le llamé pervertida por tratar de agarrarme un pecho cuando estaba semidesnuda, pero sólo aumentó sus risas y sus intentos de hacerme enojar. Tanto movimiento me tenía al borde de una explosión de vómito, pero calculaba que si eso pasaba, caería justo en el hermoso vestido rojo pasión de Tanya.

Sólo calmé mis asquerosos intentos de venganza cuando escuché una queja. No, no era una queja de mi amiga la Barbie chillona, era algo más… ronca.

—¿Qué fue eso? —susurré.

Escuchaba movimientos detrás de mí. No quería girarme, porque tenía la leve sospecha de que no me gustaría nada lo que encontraría. Mi amiga miró por sobre mi hombro y un escalofrío recorrió mi espalda cuando abrió desmesuradamente los ojos.

Gemí bajito y me tapé la cara.

—Bella, Bellita… no me dijiste que la pasaste tan bien anoche. Se te olvidó ese minúsculo detalle, aunque ¿quizás no era tan minúsculo? —preguntó, moviendo sus cejas y con una sonrisa maligna plantada en su cara.

Tanya se inclinó sobre la cama y seguí sus movimientos como una autómata, sin reprocharle ni incitarla a hacer nada. Fueron segundos en trance, pero ese corto periodo de tiempo luego se me repetiría en mi cabeza como un verdadero disco rayado.

Giré mi cuerpo, y efectivamente había un bulto demasiado grande y sospechoso como para ser sólo almohadas extras. Los dedos de Tanya caminaron por sobre el edredón hasta llegar a los pies de la cama. Lentamente fue despejando las sábanas, mostrando así a un hombre… un espécimen masculino tal y como llegó al mundo.

Gemí otra vez.

—¡Demonios! Ese sí que es un culo apretado —rió.

Le di una rápida mirada, sólo un pestañeo inocente y curioso. No quería alargar el bochorno.

No podía ver la parte superior de su cuerpo, porque un gran almohadón blanco estaba sobre su cabeza, probablemente para cubrirse la luz que se filtraba por la ventana. Si pude ver unas piernas fibrosas y cubiertas de vello. Podía suponer que hacía ejercicio, ¿quizás corría todos los días? Claramente eran entrenadas, ejercitadas. Sus muslos endurecidos y con músculos perfectamente marcados prácticamente lo gritaban. Y su trasero… vaya, Tanya tenía razón; era como para rociarle crema batida y darle un mordisco…

Espera… ¿qué estaba diciendo? Estaba babeando por un hombre al que no conocía ni la inicial de su nombre, ni qué decir su apellido.

Y ahí caí en cuenta; me había acostado con un completo desconocido.

—Soy una cualquiera.

Tanya rió escandalosamente.

—¿Y tú decías que me odias a mí? Diablos, Bella. En este momento te envidio con todo mi corazón. Te acostaste con tremendo machote…

—Cállate Tanya, lo despertarás —rogué en un susurro—. Vámonos de aquí, no quiero estar para desearle los buenos días. Sería algo incómodo. "Hola cariño, ¿te importa si no digo tu nombre? Lo que pasa es que no me acuerdo. En realidad no me acuerdo de nada de la noche anterior, así que me perdonarás si lo único que puedo decir de ti es que tienes un pequeño lunar en forma de corazón en tu nalga izquierda… ¿desayunas?"

Agarré como pude mis cosas que estaban regadas por la habitación. Mi vestido azul estaba debajo de la cama, mis zapatos a juego lucían extrañamente colgados en el candelabro lujoso que estaba en medio del techo, y mi pequeño bolso gris estaba más bien marrón, cubierto por chocolate fundido ya endurecido.

¿Qué mierda pasó anoche?

Otros quejidos se escucharon del hombre que estaba tendido en la cama. No esperé más, agarré a mi amiga del brazo y la arrastré fuera de la habitación. Bajé corriendo las escaleras, rogando a Tanya de vez en cuando a que apurara el paso.

Ya dentro del auto pude respirar un poco más tranquila y analicé fríamente los hechos.

Hecho número uno; ayer en la mañana mi jefe me llamó a su oficina y me ofreció un importante ascenso en mi corta carrera de periodista, lo cual acepté con gusto incluso antes de que terminara de hablar. Me dio un primer e importante trabajo de encubierto, en el cual tenía que hablar con un político renombrado que se le había acusado de gastar fondos municipales en gastos privados. Así que esa misma noche tenía que ir a una fiesta mascarada para hablar con aquel hombre, porque fuentes cercanas habían dicho que "con un par de tragos y una morena al frente, comenzaba a desahogarse como cuarentona en una peluquería".

Hecho número dos; a pesar de que mi jefe me dijo que era una misión super secreta y nadie debía saberlo, confiaba demasiado en Tanya y necesitaba de su apoyo moral en esa fiesta. La verdad es que estaba asustadísima con todo esto, haciendo un trabajo en el periódico que no consistiera en escribir los obituarios del día sábado. Ella aceptó a acompañarme con gusto por dos razones; era una fiesta y según ella jamás se rechaza, y porque decía que se sentía como una chica Bond y quería comprar ropa sexy y que dijera que se veía "para matar".

Hecho número tres; ni idea qué pasó con el trabajo. La verdad es que sabía que me había emborrachado porque me dolía todo el cuerpo y tenía ganas de tomar agua hasta caer rendida. O era eso o me había dado un ataque de ganas repentino por hacer ejercicio extenuante… pero por mucho que desconociera lo que hacían los deportistas de alto rendimiento, estaba casi segura que ellos no perdían la memoria en cada uno de sus entrenamientos.

—Llegamos —anunció Tanya, despertándome de mi recuento.

Salimos del auto y caminamos en silencio todo el trayecto a mi departamento. Tanya vivía a las afueras de la ciudad con sus hermanas, así que de vez en cuando dejaba ropa en mi departamento.

Entré y sólo podía pensar en una cosa; ducha inmediata. Necesitaba bañarme y despejar mi mente de todo. El agua barrió un poco la tensión que tenía acumulada en mi espalda, haciéndome soltar mi primer suspiro relajado.

Si… todo parecía más razonable después de tomar un buen baño caliente.

Me vestí mientras Tanya se bañaba y luego preparé café para ambas. Nos sentamos en el sillón y quedamos momentáneamente en silencio. Al menos hasta que ella habló.

—¿Te sientes mejor?

—Me siento como si un camión que transportara hierro pasó sobre mí, y para estar seguro retrocedió y pasó otra vez. Así me siento —tomé otro sorbo de café y dejé que mi nuca chocara con el borde del sillón—. Estoy tan jodida, Tanya. Jodidísima.

—Oh, vamos, Bella. Estás siendo melodramática. Te acostaste con alguien que conociste en la noche, ¿y qué? Muchas de nosotras, las mujeres normales, lo hemos hecho… y más de una vez, si puedo añadir. No se va a acabar el mundo, te lo puedo asegurar.

—No me lo recuerdes —gemí—, pero no es de eso por lo que me quejo. Es decir, también lamento ese… "incidente" —Tanya frunció el ceño y yo hice un gesto con la mano para que me dejara continuar—, lo que lamento es mi trabajo, Tanya. ¡Mi trabajo! Oh, Dios. Me echarán del trabajo, perderé mi empleo en mi primera asignación. Soy una porquería como periodista.

Dejé la taza de café y me hundí aún más en el sillón y mi miseria. Sólo me faltaba la canción triste de Hulk y mi autocompasión estaría completa. Es por eso que me sorprendió cuando mi "amiga" comenzó a reírse.

—¡No es gracioso! —espeté—. El lunes seré una desempleada patética cuando mi jefe se entere que no hago nada bien. No ayudas riéndote de mi desgracia.

—Lo siento, Bella —dijo entre risas y lágrimas—. Pero cuando te pones toda emo eres bastante graciosa. No puedo evitarlo —tomó aire por la nariz y la soltó por la boca, calmando las risas de a poco—. Lo que quiero decir es que no te acuerdas de lo que hablamos justo antes de entrar a la fiesta, ¿verdad?

—Tanya, ¿qué parte de "olvidé todo sobre la fiesta porque estaba asquerosamente borracha" no entendiste?

—No, Bells. Antes. Antes de la fiesta, ¿recuerdas? En el auto.

Un flash nítido pasó ante mis ojos.

. . .

¿Estás segura que funcionará?

Por supuesto, Bella. Mi primo Stanley dijo que es lo último en espionaje para maridos infieles, en su tienda de electrónicos se vende como golosinas. Tú sólo lo pones en algún bolsillo o algo así, y la conversación se grabará en una pequeña tarjeta de memoria tipo micro SD. Es muy fácil de usar. Le das play y lo dejas correr.

Tanya… estoy usando un vestido que asemeja mi propia piel, ¿dónde quieres que saque un bolsillo en esta ridícula prenda? A menos que me engrape la grabadora a mi piel, lo veo poco factible.

Ella achicó los ojos y me miró de pies a cabeza.

¡Ya está! Lo pondrás en tu colgante. Dentro de ese portarretratos pequeño creo que cabe. Quizás las voces se escuchen algo disminuidas, así que le aumentaremos el volumen al máximo.

Abrió el pequeño corazón que traía la foto de papá y mamá, y depositó entre ambos el pequeño aparato negro. Justo antes de cerrar apretó uno de los dos únicos botones, y éste parpadeó tres veces, indicándome que el show estaba por comenzar.

Y… ¡acción! —sonrió Tanya.

. . .

—Tanya, no tienes ni idea cuánto te amo en este momento.

—Lo sé. Soy irresistible.

Me senté de inmediato y me saqué la sudadera gigante que estaba usando. Ya sólo en mi blusa de tirantes, me toqué desesperada el cuello, buscando la salvación a todos mis problemas.

Y como si me hubiesen arrojado un balde de agua fría, me quedé quieta y dejé de respirar.

—Dime por favor que tengo un problema neurológico y perdí la habilidad de sentir los objetos, porque estoy entrando en pánico.

—Bella… oh, Dios… tu colgante no está.

—¡No! Eso era lo último que esperaba oír.

Corrí al baño con la esperanza de que se me hubiese caído mientras me desvestía para meterme a la ducha. Nada. Corrí hacia mi habitación para ver si se me cayó mientras me vestía. Nada. Fui a la cocina, busqué en el sillón, debajo de la alfombra, en la taza del café… ¡nada!

—¡Respira Bella! Parece que te va a dar un síncope.

Fui a la cocina y agarré una bolsa de papel para respirar en ella. Era verdad, estaba hiperventilando y se podía considerar que en ese preciso momento vivía una crisis de pánico. Esto era malo, muy malo. No sólo había jodido mi asignación, sino que también no estaba segura si hice mi trabajo o no, porque si lo había hecho ese material podía caer en muy malas manos, y lo que más me recalcó mi jefe era que esto no se podía saber. Si se enteraban que quise embaucar a uno de los políticos más renombrados de la ciudad y además era parte de mi trabajo, el periódico sufriría serios daños legales y una millonaria indemnización de por medio.

Ahora sí que había metido la pata hasta China.

—Tranquilízate. Lo solucionaremos, Bells. Mira, estoy acá y estamos en esto juntas. Recuperaremos la tarjeta de memoria y nadie saldrá perjudicado. Lo único que tenemos que hacer es volver sobre nuestros pasos, nada más. Recorreremos los mismos lugares donde estuvimos anoche y todo estará resuelto. Ya verás.

—No recuerdo nada…

—Yo sí. Y gran parte de la noche estuvimos cerca una de la otra, así que te ayudaré.

—Prométemelo, Tanya. Estoy con los nervios de punta y necesito algo seguro.

—Te lo prometo —pasó un brazo por mis hombros y me dio un medio abrazo—, encontraremos ese colgante, sino me cambiaré el nombre a Tampón Denali.

Reí con soltura y esperé a que Tanya estuviera en lo correcto. Quizás sería algo difícil, pero haría todo el recorrido de la noche anterior. No podía ser tan difícil, ¿cierto?

.

.

—No puede pasar a la mansión Volturi si no ha sido anunciada su presencia.

Esto no me podía estar pasando. ¿Por qué no me engrapé la grabación cuando tuve la oportunidad? Eso habría sido mucho menos doloroso a lo que estaba sintiendo ahora. Iba a morir de una embolia en cualquier momento, o de algún ataque cardiaco por la tensión a la que estaba sometida.

—Cariño… ¿no puedes hacer una excepción? —Tanya se inclinó sobre mí para mirar más de cerca al guardia que estaba al lado de nuestro auto. Pude ver como se pronunciaba más su escote. Ella hizo un puchero y parpadeó de forma inocente—. ¿Por nosotras?

El guardia endureció su expresión y levantó su nariz aguileña en claro signo de altivez.

—Nadie pasa sin permiso —gruñó.

Tanya bufó y regresó a su silla para cruzar los brazos. Le di brevemente las gracias e hice al auto salir del portón principal.

—Jodida suerte. De todos los guardias que hay en el planeta, nos tocó uno gay.

—No sabemos si era gay…

Ella resopló y sentí su mirada de hastío.

—Créeme, lo era.

Murmuré un torpe "ajá" mientras me encaminaba hacia la salida del terreno Volturi. Aro Volturi era un político conocido por sus gustos extravagantes y poco ortodoxos. Para entrar a su mansión primero tenías que cruzar un largo camino por un campo, hasta llegar finalmente al portón repleto de guardias. Era todo tan… excesivo. Debía admitir que era lindo, pero no era precisamente de mi gusto. Siempre había preferido lo simple y útil.

—¡Espera Bella! Para ahí, donde está esa van.

No tenía nada que perder. Me detuve a medio de camino hacia la carretera y me estacioné al lado de una van blanca. Cuando nos bajamos y nos acercamos al dueño de ella, pude leer que decía "Fiesta inmediata las 24 horas". Resultó que la mujer que estaba tratando de cambiar una rueda era ex compañera de colegio de Tanya. Ella gritó, la chica gritó, ambas gritaron, a mí me dolían los oídos. Después de unos cuantos chismes de amigos en común, Tanya le mencionó el problema en el que estaba.

—¡Eso es horrible! —la chica se tapó la boca con ambas manos y sus enormes ojos azules brillaron con algo que parecía lástima—. Lo siento tanto, si pudiera ayudar en algo…

—¡Si puedes, Alice! —saltó Tanya de pronto, asustándonos a ambas—. ¿Podrías seguir hacia la mansión Volturi y meternos dentro? Te prometo que si nos atrapan asumiremos toda la culpa —añadió lo último con rapidez, adoptando una pose de niña scout.

—No debería… —dudó, mordiéndose su labio inferior. Luego me miró y un puchero casi infantil se instaló en su cara—. Oh, ¡súbanse a la camioneta! Yo sólo vengo para recoger algunas cosas, así que si quieren una media hora dentro del lugar, seré su chofer.

Danzó hasta la puerta trasera, donde tenía un montón de cosas arrumbadas, cajas y cosas de plástico que probablemente tenían una utilidad para hacer una fiesta.

—No será muy cómodo, pero al menos el viaje es corto.

Efectivamente no podía definir como uno de los mejores viajes de mi vida. Después de esconder nuestro auto detrás de unos matorrales, subimos a la van y tratamos de sentarnos en las cajas. Escuché como Alice hablaba con el guardia y éste le abría el portón principal. Unos minutos después y unos cuantos golpes con las cajas que chocaban contra mí, finalmente el automóvil se detuvo.

—Me encanta esto de los espías. Es tan genial—dijo Alice, cuando abrió la puerta y nos dejó salir.

—Lo es, ¿no es así? —le secundó Tanya, ambas con un brillo de entusiasmo en sus ojos.

Rodé mis ojos y me dispuse a salir a buscar mi colgante a como diera lugar.

Alice nos pasó unas gorras con el nombre de su negocio, por si nos veía algún trabajador y así no sospechara de nosotras. Entramos por la puerta de atrás y me llevé una gran sorpresa ver el desastre que estaba frente a mí. Había vasos de distintos tamaños y colores en cada superficie lisa del lugar y también en lo no tan lisos o estables, creo haber visto un vaso de champaña colgando en una de las ramas de un ciruelo. Claro que no todos estaban en buen estado.

—Siempre pasa—dijo Alice, quitándole importancia cuando yo lo mencioné—. Les cobro a los clientes el precio de los vasos, porque usualmente terminan todos en el suelo. Por supuesto que les aconsejo usar vasos plásticos, pero estas fiestas de alta sociedad siempre se niegan a usarlos. A mí no me importa, el dinero que despilfarran es de ellos.

Y eso no era lo único. Muchos pedazos de globos y cintas decolores decoraban ahora el suelo del lugar. La piscina parecía tener todo, menos agua. Incluso pude ver un flamenco rosa de plástico flotar al lado de una tabla de surf.

—¡Vaya fiesta loca! Y eso que yo conozco de fiestas —comentó Alice mientras rescataba un poco de cosas que no se veían muy maltratadas.

Dejé a las chicas y entré a la mansión. No se veía demasiado distinto; los muebles estaban definitivamente inutilizables y había basura por todos lados. Vaya desastre.

Justo frente a las mismas escaleras que había bajado a toda velocidad hace sólo unas horas estaba la puerta principal abierta de par en par, que suponía estaba así para dejar salir el fuerte olor a podrido. Toqué el borde de una mesita de madera y un pequeño recuerdo pasó ante mis ojos.

. . .

Todo es tan lujoso —dijo Tanya cuando entramos a la mansión.

Las luces destellaban por todos lados. La canción de Marron 5 "Moves like Jagger" se escuchaba por grandes parlantes, y mozos que usaban que usaban antifaces negros caminaban entre la gente con bandejas de comida y bebida de diferente tipo.

Es sospechosamente lujoso. Es por eso que estoy acá, los políticos ganan una gran cantidad de dinero, pero no tanto como para celebrar fiestas así como si fueran barbacoas familiares de fin de semana. Así que… concéntrate. Venimos a trabajar, no a divertirnos.

. . .

Casi quería reír por lo irónico que parecía ahora aquella última frase. Casi.

Pasé a uno de los salones y seguí con mi intrusión. Llegué a un hermoso bar de madera tallado con distintas figuras de exquisito gusto. Delineé una de ellas con mi dedo índice y me recorrió un deja vu.

. . .

¿Qué desean beber las hermosas mujeres?

Detrás de la barra un guapo camarero nos pidió nuestra orden. Tanya sonrió de forma coqueta y pidió un "Orgasmo" diciéndole que fuera generoso, agitando sus cejas. Yo rodé mis ojos y solo pedí una cerveza.

¿Dónde está el anfitrión de la fiesta? —grité al chico, tratando de hacerme oír por sobre el ruido.

Él siguió mis movimientos cuando me acerqué a preguntarle, lamiendo lentamente sus labios y mirando mi escote. Suspiré exasperada; eso pasaba por no dejar nada a la imaginación y hacerle caso a Tanya en cuanto se habla de ropa, pero debía admitir que ahora que necesitaba sonsacar información me sería muy útil las "armas femeninas".

Ugh, mi orgullo feminista hoy quedaría pisoteado.

El chico era guapo, tenía que admitirlo, pero no estaba buscando hombres sino información. Él me señaló con un gesto con su mentón a que mirara detrás de mí.

Y efectivamente, Aro Volturi, el hombre que estaba buscando, conversaba animadamente con un grupo de personas.

"Hoy soy una chica tonta que no sabe leer, responderé estupideces y usaré una risa nasal", me recordé mientras caminaba hacia mi futuro ascenso.

. . .

Vaya, aparentemente lo vi. La pregunta era otra… ¿Habré hablado con él? Y también, ¿habré sonsacado algo de la conversación?

Recórcholis, diantres, rayos y centellas, necesitaba esa grabación… y usar términos más actuales, hablar tanto con mi vecina, la señora Finnigan, me había dejado un léxico algo pasado de moda.

Cerré mis ojos y dejé que los recuerdos trataran de llegar a mi olvidadiza cabeza. El alcohol apestaba. Nota mental; la próxima vez que beba… no beberé. Ok, eso sonó incoherente, incluso para mí.

Hice el mismo recorrido desde la barra hasta el lugar a donde se suponía que estaba Aro Volturi, esperando que esto de "volver sobre mis pasos" funcionara. De hecho lo hizo. Recordé otro fragmento de la noche, uno pequeño, pero sumamente importante.

. . .

Saludé a todos los presentes como Kandy con K y no con C, esperando que sonara lo suficientemente frívola como para que me ignoraran mientras hablaban. Pasaron apenas unos cuantos minutos sin nada importante que decir, un chico musculoso hablaba sobre el Superbowl y las grandes posibilidades que tenía de ser el jugador del año. A mí ni me valía.

Un chico alegre y con una cámara fotográfica apareció entre nosotros y dijo alegremente: —¡Sonrían!

Y automáticamente todos se alinearon para la foto, exponiendo sus mejores sonrisas. Yo sonreí y cuando el flash dio con mi cara se me ocurrió que quizás estar en fotos no sería muy bueno para mi trabajo de encubierto.

"No importa, después hablo con el fotógrafo", pensé.

. . .

¡Y ahora era un excelente momento para hablar con él!

Corrí otra vez al patio trasero, en donde estaban Tanya y Alice tratando de sacar una muñeca Barbie del asador… ni siquiera preguntaría.

—¡Tanya, Tanya! A que no sabes de qué me acordé —dije emocionada.

—¿Recordaste el nombre del machote ese que estaba esta mañana contigo en la cama…?

—¡Cállate! Eso no —me sonrojé y miré de reojo a Alice, quien se tapó la boca para no dejar escapara las risitas que sabía quería dejar salir—. Recordé que en la fiesta había un fotógrafo, que al parecer era contratado especialmente para la fiesta.

—¿Y qué? ¿Ahora quieres contratar un fotógrafo? Bella, no soy especialista, pero creo que este no es el mejor momento para posar frente a una cámara…

—¡Agh! Escúchame un momento. Si el fotógrafo retrató diferentes momentos de la fiesta, puede que esté en algunas de ellas, y si es así, mi colgante estará en mi cuello. Si en algún momento desaparece, al menos tendré un rango de tiempo definido en donde ya no estaba conmigo.

—¡Oh, buena idea! Eso suena mucho más razonable.

Me giré hacia la chica que nos estaba mirando atentamente, y le sonreí.

—Tenemos que irnos, Alice, pero muchas gracias por tu ayuda.

—¡No hay de qué! Si necesitan algo, llámenme.

Nos pasó una tarjeta rosada con su nombre y el nombre de la compañía, en donde estaba escrito su número celular. Burlamos al guardia y salimos corriendo hasta donde estaba mi auto, no estaba tan lejos de la entrada.

Unos veinte minutos después y después de algunas llamadas telefónicas di con el nombre de la persona que estaba buscando; Eric Yorkie, fotógrafo independiente especializado en celebridades.

—¡Claro! Ningún problema —dijo, cuando le pedí si podíamos ver sus fotografías.

Parecía bastante entusiasmado en narrarnos la iluminación y los enfoques que usó en cada una de sus fotos. Era algo exasperante, pero tenía que soportarlo sólo unos minutos más. Recorrí todas las fotos. Todas. Nunca fui muy fan de ver a un montón de gente desconocida con vasos en las manos; había hombres que se reían, mujeres que bailaban, uno que otro escándalo que involucraba destrucción del inmobiliario, pero nada más.

Finalmente logré dar con las fotos en donde yo aparecía. Eran cinco, y tomadas en distintas horas de la noche. En cada una de ellas estaba portando mi colgante.

—Esto es frustrante —gemí.

—Todo lo contrario —dijo Tanya con un brillo extraño en su mirada—. Esto sólo prueba una cosa; no perdiste tu colgante en la fiesta en sí, sino… después.

Resoplé y me dejé caer en una silla.

—Está claro que la tuve durante toda la fiesta, Ta. Eso es lo que me frustra. No hay otro lugar en donde pueda buscar.

—¿Y qué tal el muchachote?

—Tanya, ahora no…

—¿No fue el último lugar en donde estuviste? Y por lo que tengo entendido, las fotografías sólo se podían sacar en el primer piso, de las escaleras hacia arriba estaba prohibido.

—Tiene razón —intervino Eric—, el señor Volturi lo ordenó.

Genial. Ahora mi última experiencia sexual la sabía un fotógrafo hiperactivo que hablaba a la velocidad de la luz.

—Así que, como están las cosas, la única forma de saber dónde está tu bendito colgante queda en las manos de ese macho que calentó tu cama anoche. Apuesto a que te vio muy bien —recalcó las dos últimas palabras, con doble sentido— y sabrá si lo traías puesto o en qué lugar lo dejaste. Admítelo Bella, tenemos que encontrar a "culo apretado" para resolver todo este problema.

No podía creerlo… Tanya estaba completamente en lo cierto.

.

.

.

Entramos al entrenamiento del equipo de futbol americano de Chicago para buscar a nuestro primer sospechoso.

—¿Cómo dijiste que se llamaba?

—Emmett Mcarty… Dios, Bella, no te haría mal ver las noticias deportivas de vez en cuando. Ese hombre es una estrella local y una promesa nacional.

—Que me prometa devolverme el colgante y yo soy feliz —rezongué.

Bajamos las gradas y Tanya se ganó algunos piropos subidos de tono de parte de los jugadores. Ella se hizo la ofendida, pero yo la conocía mejor; amaba sentirse así de observada.

Me importó un pepino que estuvieran entrenando. Entré al campo de juego y caminé hasta donde estaba Emmett. Si lo recordaba. Cuando se dio vuelta al tocarle el hombro él sonrió y se le formaron unos hoyuelos encantadores, demasiado conocidos para mi tranquilidad.

¿Será ese el hombre de la mañana?

—¡Kandy con K! —gritó complacido—. ¿Qué te trae por acá, cariño? ¿Vienes a bailar para ver si quedas en las animadoras? Recuerdo esos movimientos de tu trasero y… ¡uuf! Nena, te aseguro que tienes lo que se necesita.

Oh Dios, es él.

Esperen… no lo recordaba tan musculoso. Si, estaba fibroso y se le veían los músculos perfectamente delineados, pero no era tan robusto como Emmett. El chico parecía que consumía esteroides al desayuno, almuerzo y cena.

No me calzaba.

—¿Es él? —susurró Tanya a mi oído.

—No lo sé… hay algo que no me termina de convencer…

—Bueno, trata de probar si es él… ¿Qué recuerdas?

Cerré los ojos para concentrarme.

. . .

Hice chocar su espalda contra la puerta cerrada y prácticamente estampé mis labios a los suyos con rudeza. Le mordí el labio inferior y tiré de su corbata para desatarla. La habitación estaba a oscuras y de nada ayudaba que estuviera completamente ebria.

Mi acompañante no acompañó mis intentos, pero hizo algo mejor; cambió nuestras posiciones, dejándome atrapada entre la pared y su cálido cuerpo. Mis manos fueron a parar sobre mi cabeza y con suma delicadeza él tomó mi cara con sus dedos y me dio otro beso, esta vez más pausado y sensual. Él marcaba el ritmo. Él me aturdía. Él sumergió su lengua en mi boca e hizo deshacerme en deseo.

. . .

—Me acuerdo del beso —dije en una exhalación.

—Entonces bésalo —dijo como si nada.

Mi cara era un poema. Pasé por el shock, la negación, el "¿cómo voy a hacer eso?" con total indignación, hasta llegar al "qué más da", el chico estaba bueno y existía la posibilidad de que fuese el que buscaba.

Me olvidé momentáneamente de mis inhibiciones y me colgué al cuello del deportista. Él se vio sorprendido cuando busqué sus labios con los míos. No es como si la gente fuera por la calle y dijera "hey, ¿puedo besarte?" así que asumí que lo mejor que podía hacer era besarlo y después esperar alguna respuesta.

Cuando su boca prácticamente devoraba la mía —hombres, ni siquiera tuvo dudas al momento de besarme— pensé que quizás habría sido mucho mejor preguntarle si había visto mi colgante. Claramente era mucho menos invasivo. Además… no era él. El beso de la noche anterior no se parecía nada a éste. No eran los mismos labios. No era el mismo sabor.

—Wow, Kandy, me gusta como saludas… —jadeó Emmett después que me separé.

—Lo siento, Emmett, pensé que tú y yo habíamos… ya sabes…

—¿Bailar hasta que me dolieron los pies? ¡Nunca había bailado tanto en mi vida! Y como te decía… esos movimientos eran muy buenos…

—¡Qué está pasando acá!

Nos giramos al escuchar un grito en nuestra dirección. Venía caminando una chica despampanante de cabello rubio, ojos azules y vistiendo un uniforme de animadora. No se veía muy feliz que digamos.

—¡Pichoncita de mi corazón! Nada está pasando, sólo conversaba con estas chicas y…

—¡Tú cállate! ¿Crees que soy idiota? Vi como te comías a la pobre muchacha con tus cochinos labios, ¡cochino cerdo!

Emmett estaba aterrorizado, temblando en su posición. Yo me sentía culpable, más que mal, por mi culpa una chica se estaba peleando con su… ¿novio?

—Eeeh… está bien, no fue su culpa. Fui yo la que lo inició. No deberías culpar a Emmett.

—¿Ves corazoncito? No fui yo… no fui yo…

Ella le envió una mirada llena de dagas venenosas por sus ojos y se giró hacia mí.

—Tranquila hermana, entre las mujeres debemos protegernos de los cerdos que son los hombres. No importa si tú comenzaste, él debería haber detenido, ¿entiendes? ¡Todos son iguales! ¡Cochino homo sapiens!

Le pegó un manotazo y se fue dando grandes zancadas. Él la siguió como perrito faldero, llorando por su perdón.

—Eso ha sido extraño —comentó Tanya.

—¿Extraño? Yo no tengo idea qué acaba de pasar acá.

—No se preocupen —dijo una voz a nuestras espaldas. Nos giramos y era un chico delgado, de esos que cargan el agua para los jugadores—. Rose es activista por el poder femenino y siempre hace este tipo de escenas. Ambos se aman muchísimo como para terminar por algo así. No hay nada que temer, ahora deben estar reconciliándose en el baño de chicas.

Nos fuimos algo confundidas. Ni idea teníamos de lo que había pasado recién.

Repasamos otra vez las fotografías. Sabía que el hombre incógnito que buscaba tenía la piel clara, pero no era muy buena pista cuando más de la mitad de la población respondía a esa característica. Aun así descarté a algunos personajes y me sentí algo mejor. La lista se iba reduciendo y eso era bueno.

Pasé por empresas, tiendas independientes, hospitales, florerías… ¡Incluso un local donde se hacían llamadas calientes!

—Tienes una voz muy sexy —dijo el dueño del local. Se llamaba Mike y había estado en la fiesta—. ¿No te interesaría un puesto en nuestro humilde trabajo? Te aseguro que serías muy solicitada.

Me daba escalofríos… y no hablaba del trabajo. Él no era mucho mayor que yo, pero esa aura de "pervertidez" me ponía los pelos de punta. Sí, soy consciente que inventé la palabra, pero era lo que me provocaba y quería usarla. He dicho.

Los pies me estaban matando. El dolor de cabeza post-resaca ya no estaba, pero haber caminado tanto el día anterior tenía desagradables y dolorosas consecuencias a mis pies. Ni siquiera quería levantarme a coger el teléfono, sólo lo hice porque ese insufrible aparatito me estaba exasperando.

—¿Lista para seguir buscando?

—Estoy cansadísima, Ta —mascullé, frotándome mis pantorrillas.

—Pero Bella —dijo seria— hoy es domingo, y mañana será lunes.

—Por si no lo sabías, no soy Rebecca Black para que me recites los días de la semana. Me los sé muy bien, muchas gracias.

—La desesperación te pone de muy mal humor. No me agradas en este mismo momento.

Suspiré y me dejé caer en el sillón.

—Lo siento, no es tu culpa. Es mía por no fijarme ni con quien me acuesto.

—No te auto castigues Bella. Sí, la situación es crítica, pero tú mereces un descanso de todo de vez en cuando. Estudiaste con tanto ahínco y ahora has trabajado tanto… Sólo digo que esta no es una consecuencia común a un pequeño desliz. La mayoría el resultado es sólo placer.

—Gracias… por todo. Tengo que cortar, me quedan algunos candidatos.

Así fue. Pasé toda la tarde recorriendo más lugares de los que creí posibles que existieran en Chicago. Si hasta entré a una sex shop, tragándome mi mortificación con toda la dignidad que podía recolectar.

En la noche fui a un club y conversé con el mismo barman de la fiesta, esperando que me pudiera ayudar un poco con mis pequeñas lagunas mentales. Siempre han dicho que los que más saben son ellos.

—Buscas a alguien —afirmó, no preguntó—. Ni te imaginas las veces que han venido a verme a lo largo de los años para que les ayude a unir los puntos de su noche anterior.

—No busco a alguien —aclaré—, sino algo.

Él sonrió con arrogancia y asintió no muy convencido.

—Y yo soy un ex Backsreet Boy.

Resoplé. Nunca me agradó. Me enteré que se llamaba Jake y que llevaba 3 años trabajando como barman. Me dijo otras cosas, principalmente aquellas que lo incluían a él como protagonista. Nunca creí que conocería a alguien con el ego más grande que el de Tanya. Este chico prácticamente babeaba cada vez que veía su reflejo en un vaso.

Después de un buen rato logré que la conversación no girara en torno a él. Con su reticente ayuda repasé las posibles personas que eran candidato a ser… mi desliz. Juntos sólo dimos con una última persona que no había visitado. Mi última esperanza.

El día lunes en la tarde comenzaba mi jornada de trabajo, así que tenía sólo la mañana para encontrar al arquitecto. Averigüé que estaba haciendo una ampliación en una escuela primaria, así que hacia allá me dirigí.

Efectivamente lo encontré dando indicaciones a los trabajadores, señalando a unos planos y luego haciendo gestos con las manos hacia las vigas y distintos materiales. Sólo podía verle la espalda, tenía que acercarme para saber si era o no el indicado.

—Hola —dije tímidamente.

¿Ahora estaba avergonzada? Había hablado con más hombres en este último fin de semana que en mis 23 años de vida.

—Kandy con K —sonrió el arquitecto, con una hermosa sonrisa blanca tipo comercial de dentrífico—, que sorpresa encontrarte por acá.

En serio el apodo me estaba molestando. Debería haber pensado en otro no tan estúpido… o al menos más fácil de recordar. ¿Resulta que todos los hombres ahora recordaban el nombre de una mujer? Ley de Murpy mis calcetines.

Tomé aire y me di ánimos para decir por última vez el discurso. Si no era ahora, sería nunca.

—Bien, me recuerdas. Resulta que yo no recuerdo mucho de la noche anterior y en serio, en serio me gustaría hacerlo. No sé qué tanto nos conocimos, ni qué hablamos o… qué hicimos juntos. Yo sólo estoy buscando un colgante por razones sentimentales —era una mentirilla blanca que no lastimaría a nadie, ¿no?—. Así que estoy acá, parada frente a ti, algo humillada debo añadir, para preguntarte… ¿has visto mi colgante? Por favor, es muy importante.

Terminé de hablar y tomé aire con fuerza… al mismo tiempo que él estallaba en risas.

—¡No es gracioso! —le grité, empujando su hombro.

—Es… es bastante gracioso —siguió riendo, incluso agarrando su estómago.

Mis mejillas no podían estar más coloradas. Esperé a que el riera un poco más y se limpiara la comisura de sus labios, porque había reído hasta las lágrimas. ¿Acaso tengo cara de payaso?

—Lo lamento —dijo finalmente—. Solo me sorprendiste, eso es todo. Y no, no he visto tu colgante. Nosotros nos conocimos en aquella fiesta, te recuerdo. Eres bastante graciosa con alcohol viajando por tus venas. Y ese baile que hiciste sobre la mesa fue demasiado candente como para que lo olvide fácilmente, incluso borracho —Uhm… ¿gracias?—, pero no hicimos nada más, te lo aseguro. Me encantaría ayudarte…

—Está bien, no hay problema —murmuré casi para mí—. Muchas gracias por tu ayuda… uhm…

—Jasper. Jasper Hale.

—Jasper. Adiós y suerte con tu… construcción.

—Gracias. Suerte con tu búsqueda.

Le sonreí por última vez y di vuelta sobre mis talones. Había fracasado. Ya no quedaba nadie más en mi improvisada lista y tenía que rendirle cuentas en unas pocas horas a mi jefe. Estaba en un callejón sin salida.

Iba pensando en lo horrible que era mi suerte y en cómo viviría debajo de un puente al día siguiente —soy algo extremista, y qué— cuando choqué de lleno con una persona.

Caí sobre mi trasero en una no muy linda caída.

—¡Ouch! Fíjate por donde caminas…

Levanté la vista y otro borrón de mi memoria fue llenado por un recuerdo.

. . .

¿Quién es él? —grité para hacerme oír entre los gritos chillones de las chicas.

Ni idea —dijo Jasper, un chico genial que había conocido hace poco—, pero es muy buen cantante.

¡Quiero cantar, Jazz! ¿Crees que me deje cantar con él la canción "Estrellita"?

Jasper rió y agitó su cabeza.

Inténtalo —gritó.

Me encaminé por entre la gente y empujé un poco más fuerte las zorras que prácticamente le estaban lanzando las bragas al cantante. Ugh, desagradable.

¡Hey, superestrella! Quiero cantar "Estrellita", ¿crees estar a mi altura?

Unos ojos verde esmeralda hicieron contacto con los míos y sentí como un estremecimiento cruzó mi columna vertebral. Se me secó la boca al tenerlo tan cerca. Casi me arrepentí al haberle dicho eso, ¿quizás había bebido mucho? Ya no tenía idea.

¿"Estrellita"? —preguntó confundido.

Sí, ya sabes, "estrellita dónde estás, me pregunto… me pregunto…" oh mierda, olvidé la canción.

Él soltó a reír a carcajadas, y yo, a tal nivel de alcohol en mi cuerpo, reí de forma histérica, para acompañar sus risas.

Me agradas —dijo—, me agradas bastante.

. . .

—Te conozco —murmuré. Él me tomó de la mano y me ayudó a ponerme de pie. Yo aún no salía de mi asombro—. ¿Cómo es que estás acá, superestrella?

—Trabajo aquí.

—¿En serio?

—Sí. De día soy profesor de música en primaria, y de noche…

—¿Combates el crimen?

—No, sabionda —sonrió de forma torcida—, soy músico independiente. A veces me caen trabajos en algunas fiestas. Además mi hermana trabaja en la confección de ellas y de vez en cuando —se encogió de hombros— ya sabes, canto.

Me quedé prendada en el pequeño sonrojo que tiñó sus mejillas. Se veía tan distinto de día, tan diferente a como lo recordaba bajo las luces titilantes del viernes en la noche. Bueno, lo poco que recordaba. El micrófono ya no estaba para hacerlo ver imponente, no llevaba su guitarra negra que hacía suspirar a las chicas ni estaba con el antifaz para darle ese aire de misterio erótico. Ahora era un hombre —sí, guapo, pero sólo un hombre— que tenía un trabajo y una vida normal.

Lo que me sorprendió fue que de hecho me gustaba así.

—¿Tengo algo en la cara?

—¿Perdón? —su pregunta me había despertado de mi conversación interna… y ahora no tenía idea de lo que hablaba.

Él sonrió otra vez y casi se me escapa un grito de quinceañera fanática de una estrella pop.

—Lo decía porque te me quedaste viendo.

—Oh. Yo sólo… pienso en las cosas que tengo que hacer. Sí, eso.

—Profesor Cullen… —un pequeño de no más de 5 años llegó a nuestro lado y tironeó de su camiseta. Él se disculpó con una sonrisa y se agachó para quedar a la altura del niño — Necesito ir al baño —susurró de forma confidencial, algo más fuerte de lo normal.

Edward revolvió los cabellos dorados del niño y le dijo "por supuesto, campeón". Le tomó su diminuta mano, la que no estaba con el pulgar en su boca, y se disculpó.

—Gajes del oficio —dijo—. Uhm… un gusto de verte otra vez.

—Lo mismo digo.

Nos quedamos mirándonos un par de segundos. Era como si él tratara de buscar algo en mi mirada. No entendía qué. ¿Quizás una señal? Algo que le permitiera saber si yo estaba interesada. Lo estaba, no cabía duda de ello, me había intrigado de una forma muy particular… pero no podía permitirme comenzar o intentar una relación amorosa en estas condiciones.

—Me tengo que ir —dije rápidamente.

—Adiós, Bella.

.

.

.

—Moriré. Moriré hoy. El jefe me masticará, me tragará, me vomitará y bailará samba sobre mis restos. Estoy acabada.

—Bells… el dramatismo nunca ha sido lo tuyo. Además no sabes cómo reaccionará…

—Si lo sé. ¿Crees que me felicitará? ¿Qué me dará un regalo por lo mala empleada que soy? ¿Qué me dará un puesto importantísimo por joder la misión que me dio? No, claro que no. Me despedirá y no encontraré trabajo el resto de mi vida.

Choqué mi frente con el escritorio y comencé otra ronda más de lamentaciones.

—Oh, relájate. Tómate un té de manzanillas, haz yoga, alcanza un punto de equilibrio… ¡qué sé yo! Sólo tranquilízate un poco.

—No puedo. Todo lo que pasó me lo merezco por irresponsable.

Tanya giró mi silla e hizo que la mirara directamente.

—Escúchame bien. Tú eres una gran mujer, una chica exitosa que se ha valido por sus logros y sus esfuerzos para llegar a donde estás. Eres joven aún, pero tienes el reconocimiento de todo el periódico como una de las mejores trabajadoras. Y si la cagaste ahora, ¿qué más da? Tienes todos tus antecedentes que gritan a todo pulmón que es un hecho aislado y que probablemente nunca se vuelva a repetir. Eres demasiado dura contigo misma, tienes que aprender a relajarte un poco. El jefe sabrá valorarlo, y si no lo hace es porque es un idiota, tan idiota como ese personaje Kandy con K que se te ocurrió inventar el viernes por la noche para que nadie supieras que eras tú. ¿Ves? Yo jamás habría pensado en eso, probablemente habría dicho mi nombre y ya.

—Espera… ¿qué dijiste al final?

—Que yo habría dicho mi nombre. Es algo automático, ¿sabes? Son esas cosas que no se piensan, sólo se dicen…

—No… eso de Kandy con K.

—Sí, odio el nombre. Podrías haber pensado en algo menos irritante.

—No me refiero a eso —dije pensativa—. Hoy en la mañana fui a esa escuela primaria y me encontré con un músico que había estado en la fiesta.

—¿Era el guapo ese? Uf, era candente. La forma en que tomaba la guitarra… destilaba sensualidad. Casi tengo un orgasmo visual al verlo.

—¡Tanya! Concéntrate. Yo hablé con él… es decir, cruzamos algunas palabras, no mucho. Pero al final… dijo mi nombre.

—¿Kandy con K? Que horrible, ahora te conoce con un nombre de muñeca de plástico.

—No… me dijo… me dijo "Bella". Me dijo "Adiós, Bella".

—¿Qué? Pero eso no es posible.

—Lo sé —murmuré contrariada— pero entonces, ¿por qué sabía mi nombre real?

Y fue así como la comprensión nos abofeteó a ambas.

—¡Era culo apretado!

.

.

.


Jeje… sip, esta historia tiene segunda parte xD

Creo que la subiré por estos días, ya la comencé, lo que pasa es que no sabía dónde cortar la historia, esto inicialmente iba a ser un One-Shot.:P

Mhmm… ¿reviews?