"En una noche solitaria el dios Demonio salió a la caza, necesitaba una humana para su sacrificio, un alma que lo pudiera mantener vivo por toda la eternidad"

Sí, la pregunta del millón ¿Y ésta que está haciendo creando otro fic y no continúa con el Oscuro Secreto? Lo que puedo decir, es ¡LO SIENTO! En el grupo un día subí esta imagen (que es la portada) y de repente me salió este fic, y como tengo inspiración para hacerlo así que me dije que lo continuaría.

No será largo, quizás unos 10 capítulos, no es romántico y será dramático el final, así que por favor discúlpenme de antemano. Y sin más les dejo el primer capítulo.

Disclaimer 1: todos los personajes pertenecen a la gran Rumiko Takahashi, yo solo los tomo para deleitar a quienes me leen y satisfacer mis perversiones.

Disclaimer 2: no soy escritora profesional, no vivo de esto, soy bastante imperfecta, así que si no les guste solo pueden voltear el rostro e ignorarme, pero los insultos no van.


Capítulo 1
Caza

—Lord Sesshoumaru, los sacrificios están listos.

Su general, el primer comandante de los demonios con voz ronca y decidida lo llamó. El gran Lord, el dios Demonio se levantó de su trono agitando su larga, lacia y plateada cabellera.

Con sus ojos amarillos y su impresionante piel blanca que brillaba como un objeto precioso observó a Takemaru, su general, un demonio dragón, de piel blanca como cualquier demonio, ojos rojos y caballera larga del mismo color, con un cuerno al lado derecho de su frente de donde desprendía unas marcas azules dignas de su linaje de los demonios dragones.

Las mujeres demonios que estaban a los pies del gran Lord se agacharon casi besando el suelo al momento en que su dios pasó a su lado, temblando en su interior, deseando porque Takemaru y sus subordinados hubiesen hecho bien el trabajo, de lo contrario cualquiera de ellas podría pagar la furia de su Señor.

Salieron del palacio dejando atrás el majestuoso salón de audiencias caminando con paso decidido, Sesshoumaru al frente con dos de sus espadas guardadas en su funda que conservaba al lado izquierdo, mientras que Takemaru arrastraba la punta de la suya anunciando la llegada del demonio más poderoso de la región junto a su dios. Al salir del palacio bajaron los interminables escalones hasta llegar a sus presas.

Las 7 mujeres humanas secuestradas de alguna aldea que el gran General arrasaba, estaban amaradas con sus manos atadas por la espalda haciendo un pequeño círculo entre todas, temblando y llorando, suplicando por sus vidas.

—Te dije que quería un trabajo impecable Takemaru —sentenció el dios con voz ronca y profunda previniendo a su general.

—Lord Sesshoumaru —se hincó frente a él de manera tan inmediata que para algunos fue casi imperceptible el momento en que pasaba desde atrás de su amo para llegar a su nueva posición—, fueron las mejores humanas que encontramos, las únicas vírgenes, las demás eran unas viejas inservibles que solo hubieran ofendido a su vista.

El dios Demonio resopló, el viento se tornó gélido en un segundo y las nubes grises rodearon el inmenso cielo azul, las humanas volvieron a verse temerosas por su vida y su virtud, mientras que el resto de soldados se cuadraron intentando contener la respiración, si alguno flaqueaba en aquel instante sería lo último que harían, porque con su Amo jamás existían segundas oportunidades o flaqueo de valentía.

Sesshoumaru sacó una de sus espadas y en un segundo decapitó a una de ellas salpicando de sangre a las demás que quedaron mudas por unos instantes ante la conmoción.

—Esa —indicó con la punta de su espada a la cabeza inerte para luego sacudirla de aquella inmunda y necesaria sangre—, tenía una herida en su rodilla. Que sea la última vez Takemaru —sentenció y al instante el General supo que otro error como ese nunca se lo perdonaría.

—Descuide Lord Sesshoumaru, no se volverá a repetir —aseguró pero nadie sabía que internamente el hombre de cabello rojo temblaba y rogaba porque la crueldad de su Amo no se desatara contra él, pero nunca podría externarlo.

Las mujeres reaccionaron ante la acción comenzando a gritar desesperadas, rogando porque existiese un poco de humanidad en el corazón de aquel despiadado demonio.

—Necesito algo mejor, así que pueden quedarse con ellas.

Una mujer de cabello negro, con fleco imperfecto y ojos cafés como avellanas se paró, una intensa furia que la dominaba no la dejaba pensar ¿Ese sería su fin? ¿El fin de todas? Ninguna de ellas se lo merecía.

—¡¿Qué es lo que quieren malditos demonios?! —gritó llamando la atención del mayor que volteó en dirección a ella, nunca antes había pasado que una humana saltara gritando por explicaciones, tal vez por clemencia pero nunca para pedir una aclaración de sus actos—. ¿No se conformaron con aniquilar a toda nuestra aldea y ahora nos torturan? ¡Malditos demonios enfermos!

Aquello sonó tal y como era: una ofensa, la sangre de ella hervía ¿Por qué tendría que contener la rabia que la carcomía? De todos modos sería asesinada y ultrajada por esos infames ¿Qué más daba acelerar el proceso? Si podía morir con su virtud intacta sería una bendición.

—¡Maldita humana! ¿Quién te has creído? —la amenazó Takemaru colocando la punta de su afilada espada en el cuello, mientras que sus soldados hacían un circulo rodeándolas para masacrarlas.

—¿Por qué no apuntas al corazón maldito ser inmundo? Así todo terminará más rápido como lo hicieron en la aldea —gritó con sus ojos vidriosos que no estaba segura si era por la furia que la invadía o por la inminente muerte que acechaba su vida.

—Kagome no... Por favor —lloriqueó otra de las mujeres pero al momento en que la aludida volteó pudo ver como uno de los demonios atravesaba el cuerpo de su amiga con una lanza.

La mujer escupió tanta sangre que llegó a la ropa de la otra y, en sus ojos la chica llamada Kagome pudo ver el miedo reflejado en ellos. Una furia interna le quemó el cuerpo, sus ojos color avellana los sintió arder, si hubiese dispuesto de la fuerza necesaria rompería el lazo que le ataba las manos a su espalda y con sus propias manos se mancharía con la inmunda sangre de esos demonios al matarlos.

—¡MALDITOS! —gritó desesperada avanzando sobre el dios Demonios, pero antes de poder dar un paso, el mismo Lord Sesshoumaru se adelantó a ella quedando a solo un paso de distancia.

Frente a frente, nariz con nariz, sus ojos observándola como si ella fuese una presa y él un cazador, intimidándola, diciéndole en su mente que no escaparía de eso, pero ella ya había aceptado ese hecho, si por lo menos pudiera llevarse a uno de esos demonios con ella sería más que suficiente, con eso podría vengar la muerte de todos los aldeanos y de Sota, su pequeño hermano.

Había sido una buena chica, siempre obedeció a la sacerdotisa del templo, le ofrecía parte de su comida al dios Nikkou, le rezaba constantemente y creía en él, por lo que estaba segura que sería recompensada en el más allá y su alma sería llevada directamente con él. Tomó el cuchillo que había escondido hábilmente en su espalda preparada para morir, porque no se iría sola. Se dio la media vuelta deseando darle en algún lado vital a aquel demonio de cabellos plateados y ojos amarillos.

Los movimientos eran demasiado lentos para la vista del demonio más poderoso, un dios perfecto y sin sentimientos, se acercó a ella por detrás agarrándole la muñeca apretándola suavemente, aunque para la humana era demasiada la presión que ejercía en su suave extremidad. Gimió de dolor soltando el arma que cayó al suelo.

—¿Quieres matarme? ¿Quieres venganza porque hemos destruido a tu aldea, tu familia, tus amigos y quizás a algún prometido? —sentenció agachándose hasta llegar a su oreja—. ¿Crees que estás sufriendo? —el dios demonio bajó la cabeza indicándole a su general que podía proceder.

Sus soldados desgarraron la ropa de todas las mujeres mordiéndolas en todos lados, pechos, manos, cuello, nuca, espalda, muslos, succionando cada gota de sangre de ellos, ella pudo observar con temor cómo un aura demoníaca se apoderaba de cada uno envolviéndolos.

—¿Tienes miedo? —ella asintió—. ¿Crees que podrías hacernos daño? —movió su cabeza de un lado a otro mientras sus lágrimas mojaban sus sonrosadas mejillas, la crueldad era excesiva, si solo le quedaban unos minutos con vida nunca se olvidaría de los gritos desgarradores que sus amigas emitían, su boca se secó tanto que le era imposible tragar.

Los demonios poseían de manera brutal y violenta a todas a las 4 mujeres que aún quedaban con vida, una y otra vez enfrente de ella, todas gritaban suplicando porque aquella tortura terminara pero sus virtudes iban siendo arrebatadas por todos los soldados que hacían una rueda alrededor para tomar su turno. La muerte, la muerte era lo único que deseaban.

—P-por... Por favor... P-piedad... P-pppiedad... —suplicó tartamudeando aunque ni siquiera ella misma podía estar segura de lo que pedía ¿Piedad para que no las torturan, para que las dejaran libres o para que las mataran de una sola vez? Pero ella lo supo, en un momento egoísta y como cualquier humano que aprecie su vida, ella no suplicaba por ellas sino por su propia vida.

El dios demonio desgarró el cuello de aquella vestimenta que olía a podredumbre y a pesar de sentirse asqueado clavó sus afilados y fuertes colmillos en la parte trasera de la nuca. La sangre caliente de aquella humana tan inferior a su raza atravesó su garganta y su corazón palpitó tan fuerte que lo pudo sentir en cada parte de su cuerpo.

Se separó de ella completamente desconcertado ¿Qué tenía aquella sangre que lo hacía vibrar de esa manera? Agarró su antebrazo moviéndola de un lado a otro con arrogancia, como si ella se tratara de alguna prenda usada.

—Takemaru —exclamó con voz profunda, el general se dirigió a él asintiendo—. Llévasela a Toran y que la preparen. Esta noche ella será mía.

El gran General intentó disimular la sorpresa que aquella orden le causaba, no tenía que cuestionarlo ni mucho menos insinuarle que aquello era impensable ¡¿Una humana para su lecho?! Pero asintió como pudo y de un toque en la cabeza con sus garras ella se desmayó.

El dios Demonio dio la vuelta completamente satisfecho, su trabajo estaba hecho, una vez más los demonios se imponían ante los débiles humanos ¿Cuándo aprenderán que simplemente son comida? Pensó con arrogancia regresando a su palacio, y a pesar que nunca creía que un humano podía valer la pena ni siquiera para verlo por el suelo, su cuerpo empezaba a mostrarse impaciente por poseer a aquella humana con esa sangre tan especial.


Bueno chicas, finalmente subo el primer capítulo de este nuevo fic que salió de la imagen que subo como portada de este fic, sé que debería de estar trabajando en el siguiente capítulo del Oscuro Secreto, pero ¡dioooossss! Tenía este fic en la cabeza y no me deja continuar nada :D así que ni modo, como siempre solo ténganme paciencia por favor, que como saben no dejaré el fic del Oscuro Secreto ¡Nunca!

Así que gracias a Dany, Marlene, Alexa, Pam, Dalila, Rosita, Rosario, Neko, Vanessa, Stella y Mary por animarme a publicar este fic aquí en FF (el cual espero no sea demasiado largo, aunque como dice Rosita ¡Quien sabe! Habrá que ver si la inspiración y ustedes me animan a publicar más)